Filosofía del cuidar (6 page)

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Authors: Irene Comins Mingol

Tags: #Filosofía, Ensayo

Pero no existe un estudio sobre el desarrollo moral de los miembros de grupos marginados o subordinados para ver si se adaptan más a la moralidad del cuidado o a la de la justicia. Tanto el estudio de Gilligan como el de Kohlberg se realizaron sobre población
privilegiada
. Sin embargo la evidencia circunstancial sugiere que la perspectiva moral de los miembros de grupos subordinados se caracteriza más por una ética del cuidado que por una ética de la justicia (Tronto, 1993b: 244). La posibilidad de una explicación social y no meramente psicológica de la diferente voz moral de Gilligan amplia las implicaciones e interpretaciones de la investigación de una ética del cuidado. Las actividades de cuidado son relegadas a los subordinados (tanto mujeres como otros individuos). La experiencia diaria del cuidado ofrece a estos grupos la oportunidad de desarrollar su capacidad moral. La falta de experiencias de cuidado priva a los hombres privilegiados de una importante capacidad moral.

Para Bill Puka (1993) la diferente voz también se debe más al proceso de socialización que al proceso de creación de la identidad en la infancia como Chodorow argumenta y Gilligan retoma, se debe a la socialización de las mujeres para la subordinación en una cultura sexista. El desarrollo del cuidado se debe más a la posterior socialización en una cultura sexista que a los procesos psicológicos de creación de la identidad en la infancia.

Existen estudios que apoyan esta nueva interpretación del cuidado bajo la perspectiva de la clase social y no del género. La antropóloga Carol Stack encontró inconsistencias entre la teoría tradicional del cuidado y los datos de su investigación con población inmigrante negra que emigraba del norte de Estados Unidos al Sur de Estados Unidos (Stack, 1993). Carol Stack habla de un modelo afro-americano de desarrollo moral en el que tanto hombres como mujeres definen y contextualizan de forma semejante los dilemas morales y los principios que utilizan para abordarlos (1993: 110). Según Carol Stack los datos sugieren que bajo las mismas condiciones de privación económica existe una convergencia entre mujeres y hombres en la construcción de sí mismos en relación con los otros, y que estas condiciones producen una convergencia también en el vocabulario de mujeres y hombres sobre derechos, moralidad, y bienestar social (1993: 109). Lo más interesante es que esta forma uniformada de entender la moral tiene más que ver con la ética del cuidado que con la de la justicia (preocupación por la reciprocidad, el compromiso con los parientes y la comunidad y la creencia en la moralidad de la responsabilidad).

Parecida interpretación hace Claudia Card al afirmar que la diferente voz entre la justicia y el cuidado tiene más que ver con relaciones de opresión en general que con temas de género (Card, 1995). Según Claudia Card podemos observar tres distintas perspectivas a la hora de entender la capacidad moral de las mujeres (1995: 81-82). En primer lugar está la
perspectiva patriarcal
que ha devaluado la capacidad moral de la mujer argumentando una deficiente capacidad para el sentido de justicia, en esta tradición podemos encontrar desde Sigmund Freud a Kant, Nietzsche o Kohlberg. Las mujeres han criticado esta
perspectiva patriarcal
desde distintos ámbitos. Algunas como Carol Gilligan defienden las respuestas atribuidas a mujeres como diferentes pero también como válidas, esta teoría sería la
perspectiva optimista
. Otras críticas como Mary Wollstonecraft, notando la similitud entre las mujeres y los hombres pobres, se enfrentó a las teorías de sus contemporáneos Rousseau y Kant de que las virtudes eran relativas al género; Claudia Card denomina a esta posición la
perspectiva escéptica
, escéptica sobre la posibilidad de que en las perspectivas de mujeres oprimidas exista algún rasgo moral valorable. Ambas perspectivas, la optimista y la pesimista pueden ser reconciliadas.

La dependencia institucionalizada de la mujer bajo el hombre para protección contra la agresión masculina, para el empleo, para la promoción, y validación ha dado razones a las mujeres para buscar la aprobación de los hombres (Card, 1995: 83). Según Claudia Card la causa por la que las mujeres son más relacionales y tienen mayor capacidad para la empatía es su situación subordinada.

Carol Gilligan sugiere que la violencia en las historias de ficción e imágenes de los hombres se relacionan con el miedo a la intimidad, en cambio en las mujeres el miedo se encuentra en el aislamiento (Gilligan, 1986). Pero debemos ser escépticos sobre las razones de por qué las mujeres se encuentran más seguras en la intimidad. Algunas interpretaciones como la que ofrece Nancy Chodorow se basan en aspectos psicológicos de creación de la identidad en la infancia, como ya he señalado con anterioridad. Para Claudia Card, en cambio, la razón es que las redes de relaciones que tienden a establecer las mujeres son amortiguadores de la violencia en las relaciones íntimas, cuando los hombres no construyen esas redes es porque no tienen esa necesidad (Gilligan, 1986: 86). Así pues, el
error
de las mujeres en no valorar la separación y la autonomía no es psicológico sino un problema político. Además las mujeres son sistemáticamente acusadas si no están disponibles para las demandas de sus hijos, parientes, maridos o amantes.

Claudia Card plantea la posibilidad de que el cuidado más que una virtud sea una estrategia de supervivencia. Así según esta autora algunos de nuestros
vicios
son relativos al género a causa de una historia de opresión sexista, de forma que podríamos hacer un análisis del cuidado también desde una perspectiva de los oprimidos y no sólo desde la perspectiva de género, como hacemos en este libro.

A la hora de definir qué es la ética del cuidado, además de clasificarla como una ética feminista, también se ha tendido a caracterizarla en oposición a la ética de la justicia. En la próxima sección me centraré en este aspecto y abordaré la forma de superar la dicotomía entre ética de la justicia y ética del cuidado.

1.3 LA ÉTICA DE LA JUSTICIA FRENTE A LA ÉTICA DEL CUIDADO: MÁS ALLÁ DE LA DICOTOMÍA

Es famosa ya la dicotomía que desde el surgimiento de la ética del cuidado se ha planteado entre ésta y la ética de la justicia. Son muchos los artículos que se han escrito planteando esta dicotomía, aunque también ya son muchos los artículos que tratan de superarla.

La distinción entre la ética de la justicia y los derechos, y la ética del cuidado y la responsabilidad, sirvió de recurso metodológico a Carol Gilligan para explicar de otro modo el desarrollo moral de las mujeres y de las habilidades cognitivas que éstas muestran. Concretamente, el desarrollo moral de las mujeres mostraba, para Gilligan, dos diferencias principales respecto a la ética de la justicia; en primer lugar, el juicio moral de las mujeres es más contextual, está más inmerso en los detalles de las relaciones; y en segundo lugar, muestra mayor propensión a adoptar el punto de vista del otro particular (lo que, entre otras cosas, es importante en la construcción de una Cultura para la Paz).

GRÁFICO COMPARATIVO DE LA ÉTICA DEL CUIDADO DE GILLIGAN Y LA ÉTICA DE LA JUSTICIA DE KOHLBERG
[11]

 
ÉTICA DEL CUIDADO
ÉTICA DE LA JUSTICIA
PRINCIPAL IMPERATIVO MORAL
No-violencia, cuidado
Justicia
COMPONENTES DE LA MORALIDAD
Relaciones interpersonales
Inviolabilidad del individuo
Responsabilidad por uno mismo y por otros
Derechos de uno mismo y de otros
Cuidado
Justicia
Armonía
Reciprocidad
Compasión
respeto
Egoismo/autosacrificio
Normas morales/leyes
NATURALEZA DE LOS DILEMAS MORALES
Amenazas a la armonía y a las relaciones interpersonales
Derechos en conflicto
DETERMINANTES DE LA OBLIGACIÓN MORAL
Relaciones interpersonales
Principios
VISIÓN DEL MUNDO
Desde las responsabilidades
Desde los derechos
PROCESOS COGNITIVOS PARA LA RESOLUCIÓN DE DILEMAS
Pensamiento inductivo
Pensamiento formal/lógico-deductivo
VISIÓN DE UNO MISMO COMO AGENTE MORAL
Conectado, vinculado
Separado, individual
ROL DEL AFECTADO
Motiva el cuidado, la compasión
No es un componente
ORIENTACIÓN FILOSÓFICA
Fenomenológica (relativismo contextual)
Racional (principios universales de justicia)
ESTADIOS DEL DESARROLLO MORAL
I. Supervivencia individual
I. Castigo y obediencia
IA. Del egoísmo a la responsabilidad
II. Intercambio instrumental
II. Autosacrificio y conformidad social
III. Conformidad interpersonal
IIA. De la bondad a la verdad
IV. Conciencia de mantenimiento del sistema social
III. Moralidad de la no-violencia
V. Prioridad de los derechos y del contrato social
VI. Principios éticos universales

A partir de esta distinción entre la ética del cuidado y la ética de la justicia que inauguró Gilligan se han sucedido los artículos y libros que han tratado de justificar y demostrar esa dicotomía. Parece que los seres humanos nos sentimos muy bien estableciendo dicotomías, nos aporta la sensación de control sobre las cosas. Los filósofos son especialmente proclives a esta tendencia, como se quejaba Nietzsche «la creencia básica de los metafísicos es la creencia en las antítesis de los valores» (Nietzsche, 1983: 22). Lamentable o afortunadamente, la vida es más compleja y no puede reducirse mediante dicotomías. Pues las dicotomías no pasan de ser «estimaciones superficiales, sean algo más que perspectivas provisionales y, además, acaso, perspectivas tomadas desde un ángulo» (Nietzsche, 1983: 23).

Si Gilligan utilizó esa dicotomía, o más bien esa comparación, como recurso explicativo de su teoría, es una cosa; que la ética de la justicia y la ética del cuidado sean ontológicamente dicotómicas es otra cosa. Más bien ocurrió lo primero, así que no tenemos por qué elegir entre un lado u otro sino ver en que forma se amplía y mejora nuestra concepción de la moral. La propia Gilligan reconoce la interdependencia de ambas dimensiones, según Gilligan sus críticos identifican el cuidado con sentimientos, a los que oponen al pensamiento, e imaginan el cuidado como un valor pasivo o confinado a alguna esfera separada. Sin embargo Gilligan describe el cuidado y la justicia como dos perspectivas morales que organizan tanto el pensamiento como los sentimientos y empoderan al sujeto a tomar diferentes tipos de acciones tanto en la vida pública como privada (Gilligan, 1993: 209).

Desde la perspectiva de la promoción de
culturas para hacer las paces
, no están las cosas como para cerrar ventanas, sino para abrir más puertas, y por ello se hace necesario superar la dicotomía y crear conjuntamente una visión de la moral más completa y abarcadora. La justicia y el cuidado no se plantean como alternativas sino como acumulativas. No son excluyentes.

Desde el grupo de investigación de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I, partimos de la necesidad de la justicia y de una ética de mínimos como prioritario, pero reivindicamos el cuidado como valor y actitud necesaria en una Cultura para la Paz. La ética de la justicia nos recuerda la obligación moral de no actuar injustamente con los otros, la ética del cuidado nos recuerda la obligación moral de no abandonar, de no girar la cabeza ante las necesidades de los demás. Este cambio en la perspectiva moral se manifiesta en el cambio en la pregunta moral del
¿Qué es justo?
al
¿Cómo responder?
(Gilligan, 1995: 35). «El principio procedimental de la ética del discurso es únicamente una orientación de trasfondo, lo cual significa que necesitamos contar con otras tradiciones éticas para componer el modelo de aplicación» (Cortina, 1996a: 128).

Como señalan Adela Cortina y Emilio Martínez (Cortina y Martínez, 1996: 39) las éticas dialógicas (Apel, Habermas, Rawls) entienden la moral como aptitud para la solución pacífica de los conflictos, y tienen como conceptos centrales el reconocimiento recíproco, la justicia y la no-violencia. Yo añadiría a los conceptos centrales el cuidado y sumaría a la ética dialógica la ética del cuidado para mejorar nuestra aptitud de solución pacífica de los conflictos.

La ética del cuidado sólo (y ya es mucho) trata de enriquecer la ética de la justicia. Trata de darle un contenido, darle color al dibujo. Si la ética de mínimos es la línea del dibujo moral; el cuidado, el amor y la ternura dan el color a ese dibujo. Y eso no le quita ni pizca de importancia ya que muchas veces es el color el que nos deja percibir el dibujo mientras las líneas en blanco y negro nos confunden y lo esconden.

Pensar éticamente es pensar en los demás. Si ese pensamiento queremos que sea una práctica, debe traducirse en medidas de justicia y actitudes de cuidado. Ambas cosas son imprescindibles. Lo único que hace la ética del cuidado es llamar la atención sobre el olvido del cuidado como prescripción ética básica (Camps, 1998: 75).

1.3.1 SOBRE RAZONES Y SENTIMIENTOS

1.3.1.1 BREVE RECORRIDO HISTÓRICO

La dicotomía entre ética de la justicia y ética del cuidado puede compararse con la dicotomía entre la razón y la emoción. En la cultura occidental podemos apreciar una evolución que va desde el desprecio de las emociones al reconocimiento de su importancia. «Proceso que comenzó cuando nuestra cultura asumió como uno de sus rasgos más característicos el desprecio y la condena de la vida emocional: ahí tenemos el ideal estoico de la apatía» (Rodríguez González, 1999: 9).

Platón y Sócrates fueron de los primeros en argumentar que la virtud consistía en la supresión o negación de los sentimientos y emociones, que eran vistos como fuentes de tentación auto-destructivas o de comportamiento antisocial (Carr, 1991: 194). La filosofía moral de estos dos grandes filósofos griegos estuvo caracterizada por una especie de maniqueísmo o dualismo con respecto a la comprensión de la naturaleza humana: el alma como la fuente del bien moral y el cuerpo unido a las emociones como posible corruptor del alma. De ahí quizás el desprecio de Platón hacia las tragedias, por ser un manojo de emociones. En cambio hoy en día las tragedias griegas pueden considerarse una importante fuente de reflexión en torno a temas morales.

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