Read Heliconia - Primavera Online
Authors: Bryan W. Addis
Dol se echó a llorar, contagiada, arrebatando a Rastil Roon de los brazos de la abuela, acunándolo, diciendo:
—¿Está vivo? ¿Dónde está? No ha sido tan malo, en verdad… ¿Estás segura de que no estaba abajo?
—Te digo que no. Laintal Ay,: todavía está en alguna parte del mundo, Wutra sabe dónde, es seguro.
Rol Sakil empezó a gemir, ahora que el niño no le impedía moverse.
—Todos hemos de descender a ese terrible lugar, tarde o temprano. Dol, Dol, muy pronto le tocará a tu madre… pronto… Promete que vendrás a verme, y yo te prometo que no diré una palabra contra ti. Jamás te reprocharé que te hayas unido a ese hombre terrible que aflige nuestras vidas…
Mientras Dol consolaba a su madre, Laintal Ay intentaba consolar a Oyre, pero de súbito ella se apartó y bajó del lecho, respirando hondamente y secándose la cara.
—No me toques. Apesto a mundo inferior. Espera a que me lave.
Durante estas lamentaciones, Dathka se mantuvo en el fondo de la habitación; la robusta figura se destacaba sobre la áspera pared, la cara parecía de madera. Al fin se adelantó.
—Callad todos, y tratad de pensar. Estamos en peligro, y tendríamos que sacar provecho de esta noticia. Si Aoz Roon aún está vivo, necesitamos un plan de acción hasta que regrese, si regresa. Quizá lo hayan capturado los phagors.
"Os aviso que Faralin Ferd y Tanth Ein conspiran para apoderarse de Oldorando. En primer lugar piensan establecer una casa de moneda, con ese gusano de Raynil Layan al frente. —Miró a Vry y luego apartó los ojos.—Raynil Layan ya tiene a los herreros acuñando moneda. Cuando manejen el dinero y paguen a los hombres, serán todopoderosos. Sin duda matarán a Aoz Roon cuando regrese.
—¿Cómo se te ocurre? —preguntó Vry—. Faralin Ferd y Tanth Ein son sus amigos de toda la vida.
—En cuanto a eso —Dathka rió—, el hielo es sólido hasta que se derrite.
Miró a todos, alerta, y finalmente a Laintal Ay.
—Hemos de probar nuestro valor. No diremos a nadie que Aoz Roon vive. A nadie. Es mejor que no estén seguros. Que todo el mundo lo dude. La noticia de Oyre llevaría a los lugartenientes a usurpar enseguida el poder. Así se adelantarían al posible regreso.
—No me parece que… —empezó a decir Laintal Ay; pero Dathka, bruscamente dueño de su lengua, lo interrumpió.
—¿Quién tiene más derecho a gobernar si Aoz Roon está muerto? Tú, Laintal Ay. Y tú, Oyre. El hijo de Loilanun y la hija de Aoz Roon. El hijo de Dol es un peligroso argumento que el consejo podría utilizar. Laintal Ay: tú y Oyre os uniréis enseguida. Basta de vacilaciones. Llamaremos a una docena de sacerdotes de Borlien para la ceremonia, y tú anunciarás que el viejo señor ha muerto, de modo que vosotros dos gobernaréis por él. Seréis aceptados.
—¿Y Faralin Ferd y Tanth Ein?
—Podemos ocuparnos de Faralin Ferd y de Tanth Ein —respondió Dathka sombríamente—. Y de Raynil Layan. No tienen el apoyo de la gente, como tú.
Todos se miraron con gravedad. Por último, Laintal Ay habló: —No usurparé el título de Aoz Roon mientras él esté vivo. Aprecio la sagacidad de tu plan, Dathka, pero no lo seguiré.
Dathka se puso las manos en las caderas y se burló.
—Bien. Entonces, ¿no te importa que los lugartenientes tomen el poder? Te matarán. Y también a mí.—No lo creo.
—Cree lo que quieras, pero sin duda te matarán. Y a Oyre, a Dol y al niño. Probablemente, también a Vry. No sueñes más. Son hombres duros y tienen que actuar sin demora. Las cegueras, los rumores de la fiebre de los huesos… Actuarán mientras tú esperas sentado.
—Sería mejor traer de vuelta a mi padre —dijo Oyre, mirando deliberadamente a Dathka, no a Laintal Ay—. Las cosas son un torbellino… Necesitamos un jefe verdaderamente fuerte.
Dathka respondió con una risa amarga y estudió la expresión de Laintal Ay.
En la habitación cayó un pesado silencio. Lo interrumpió Laintal Ay diciendo de prisa y con torpeza: —Sea cual fuere el proceder de los lugartenientes, no intentaré tomar el mando. Eso sólo crearía división.
—¿División? —dijo Dathka—. La ciudad ya está dividida, y a punto de precipitarse en el caos, con todos esos extranjeros. Eres un tonto si crees los disparates de Aoz Roon sobre la unión.
Durante la discusión, Vry se había mantenido aparte, apoyada contra la pared, de brazos cruzados. Se adelantó y dijo: —Es un error que sólo penséis en los asuntos de la tierra.—Señaló al niño y agregó: —Cuando nació Rastil Roon, el padre acababa de desaparecer. Hace de esto tres cuartos. Ha pasado el tiempo del doble ocaso. De modo que han transcurrido tres cuartos desde el último eclipse, os lo recuerdo. O desde la última ceguera, si preferís la vieja expresión.
"Se acerca otro eclipse. Oyre y yo hemos hecho los cálculos…
La anciana madre de Dol gimió.
—Nunca he podido explicar el porqué; apenas estoy aprendiendo el cómo —dijo Vry, mirando con dulzura a la anciana—. Pero si no me equivoco, el próximo eclipse será mucho más largo que el anterior. Freyr quedará oculto durante más de cinco horas y media; el eclipse empezará cuando salgan los dos soles y ocupará la mayor parte del día. Ya podéis imaginar el pánico que habrá. Rol Sakil y Dol empezaron a gemir. Dathka les ordenó bruscamente que callaran, y dijo: —¿Un eclipse de todo un día? Dentro de unos años no habrá más que eclipses, y nada de Freyr, si tienes razón ¿Por qué estás tan segura?
Ella lo miró con fijeza, escrutándole el rostro oscuro. Temiendo lo que veía, le dio una respuesta que él no podía aceptar.
—Porque el universo no es mero azar. Es una máquina. Y por tanto, se puede saber cómo se mueve.
Durante siglos no se había oído en Oldorando una afirmación tan profundamente revolucionaria. Pasó totalmente por encima de la cabeza de.
—Si es así, hemos de protegernos con sacrificios.
Sin molestarse en discutir, Vry se volvió hacia los demás diciendo: —Los eclipses no durarán. Seguirán durante veinte años, y después de los primeros once, serán más breves. Después del número veinte, no volverán.
Las palabras de Vry querían ser consoladoras. Los rostros de los demás mostraban el dolor de un pensamiento secreto; dentro de veinte años, probablemente ninguno de ellos estaría vivo.
—¿Cómo puedes saber lo que ocurrirá en el futuro, Vry? Ni siquiera Shay Tal podía hacerlo —dijo Laintal Ay.
Ella hubiera querido tocar a Laintal Ay, pero era demasiado tímida.
—Se trata de observar, y de reunir hechos antiguos, y de ponerlo todo junto. Se trata de comprender lo que sabemos, y de ver lo que estamos viendo. Freyr y Batalix están muy lejos uno de otro, aunque a nosotros nos parecen próximos. Cada uno gira en el borde de un gran plato redondo. Los platos están inclinados en un cierto ángulo. En cada intersección hay un eclipse, pues nuestro mundo está en una línea con Freyr, y Batalix se interpone. ¿Comprendes?
Dathka andaba de un lado a otro. Dijo con impaciencia: —Oye, Vry, te prohíbo que digas esas locuras en público. La gente te matará. A esto te ha llevado la academia. No escucharé una palabra más. Le echó una mirada oscura y amarga, y sin embargo, curiosamente implorante. Ella estaba atónita. Dathka salió de la habitación. Fue silencio lo que dejó atrás.
Apenas pasaron dos minutos cuando hubo una conmoción en la calle. Laintal Ay corrió a ver qué ocurría. Temía alguna imprudencia de Dathka, pero había desaparecido. Un hombre había caído de su cabalgadura y pedía ayuda; por las ropas que llevaba parecía un forastero. Se había reunido un grupo alrededor —había varias caras que Laintal Ay conocía— pero nadie lo ayudaba.
—Es la plaga —le explicó un hombre a Laintal Ay—. Cualquiera que lo ayude estará enfermo a la caída de Freyr.
Acudieron dos esclavos, y el enfermo fue arrastrado hacia el hospital.
Esa fue la primera aparición pública de la fiebre de los huesos en Oldorando.
Cuando Laintal Ay retornó a la habitación de Oyre, ella se había quitado la ropa y se lavaba en un barreño detrás de un cortina, mientras hablaba con Vry y con Dol.
La cara con hoyuelos de Dol tenía por una vez cierta expresión. Separó del pecho a Rastil Roon y puso al niño en manos de Rol Sakil.
—Tienes que actuar, amigo mío —dijo—. Reúne a la gente y habíales. Explícales todo. No te preocupes por Dathka.
—Así es, Laintal Ay —dijo Oyre—. Recuerda a todos cómo Aoz Roon construyó Oldorando, diles que has sido su fiel lugarteniente. No sigas el plan de Dathka. Asegura a todos que Aoz Roon no ha muerto, y que pronto regresará.
—Sí —agregó Dol—. Recuérdales cómo le temían, y cómo hizo el puente. A ti te escucharán.
—Entre las dos tenéis todo resuelto —respondió Laintal Ay—, pero os equivocáis. Aoz Roon ha estado afuera demasiado tiempo. La mitad de la gente apenas lo conoce. Son extranjeros, mercaderes, gente de paso. Ve al Pauk y pregunta al primero que encuentres quién es Aoz Roon. No te lo podrá decir. Es por eso que se plantea la cuestión del poder.—Laintal Ay estaba erguido y firme ante ellas.
Dol sacudió el puño.
—¡Cómo te atreves! Dices mentiras. Sí… Cuando vuelva, gobernará como antes. Yo me ocuparé de que eche a Faralin Ferd y a Tanth Ein. Sin olvidar a ese reptil, Raynil Layan.
—Puede que sí, puede que no, Dol. Pero no está aquí. ¿Y Shay Tal? Se fue el mismo día ¿Y quién habla de ella ahora? Quizá tú aún la echas de menos, Vry; otros no.
Vry movió la cabeza, y dijo serenamente: —Si quieres saber la verdad, no echo de menos a Shay Tal ni a Aoz Roon. Creo que hicieron difíciles nuestras vidas. Ella hizo difícil la mía… Oh, fue por mi culpa, lo sé, y le debo mucho, tan luego yo, hija de una esclava. Pero como una esclava seguí a Shay Tal.
—Es verdad —dijo la vieja Rol Sakil, meciendo al niño—. Ella fue un mal ejemplo para ti, Vry. Nuestra Shay Tal era demasiado… demasiado virginal. Tú sigues el mismo camino. Has de tener quince años ahora; te acercas a la madurez y aún no te has acostado con nadie. Hazlo antes de que sea tarde.
—Madre tiene razón, Vry —dijo Dol—. Ya has visto cómo Dathka se marchó furioso después de discutir contigo. Está enamorado de ti, ésa es la razón. Sé un poco más sumisa, ¿o no es ésa la actitud que ha de tener una mujer? Si le abres tus brazos, te dará lo que quieras… Sin duda es un hombre bastante apasionado.
—Te aconsejo que le abras las piernas mejor que los brazos —agregó Rol Sakil, cacareando de risa—. Hay muchas mujeres bonitas de paso por Oldorando en estos tiempos, no como cuando éramos jóvenes, que la carne escaseaba… ¡Las cosas que se consiguen ahora en el bazar! No me extraña que quieran monedas… Yo sé en qué ranura las van a meter…
—Ya basta —dijo Vry, con las mejillas encendidas—. Viviré mi propia vida, sin tus crudos consejos. Respeto a Dathka, pero no lo quiero. Hablemos de otra cosa.
Laintal Ay tomó el brazo de Vry, consolándola, mientras Oyre emergía de la cortina con el pelo recogido. No usaba las pieles de miela, que los jóvenes de Oldorando consideraban ahora algo anticuadas. Vestía, en cambio, una túnica de lana verde que llegaba casi hasta el suelo.
—Se le aconseja a Vry que tome un hombre sin demora —dijo Laintal Ay—. Y a ti también.
—Por lo menos Dathka es maduro y se conoce a sí mismo.
Laintal Ay frunció el ceño ante la observación. Volviendo la espalda a Oyre le habló a Vry: —Explícame eso de los veinte eclipses. No he comprendido. ¿Por qué es una máquina el universo?
Con un gesto de desagrado, ella respondió: —Ya has oído los elementos, pero no prestas atención. Has de estar preparado para creer que el mundo es más extraño de lo que piensas. Trataré de explicártelo claramente.
"Imagina que las octavas de aire se extienden a gran altura, tal como están en el suelo. Imagina que este mundo —los phagors lo llaman Hrl-Ichor— sigue regularmente su propia octava. En realidad, esa octava gira y gira alrededor de Batalix. Hrl-Ichor da una vuelta a Batalix cada cuatrocientos ochenta días, nuestro año, como sabes. Batalix no se mueve. Somos nosotros quienes nos movemos.
—¿Cómo, si Batalix se pone todas las noches?
—Batalix está inmóvil en el cielo. Nosotros giramos.
Laintal Ay rió.
—¿Y en el festival del Doble Ocaso? ¿Qué se mueve entonces?
—Es igual. Nosotros nos movemos. Batalix y Freyr están entonces estacionarios. Si no lo comprendes, no puedo explicar nada más.
—Todos hemos visto moverse a los centinelas, querida Vry, cada día de nuestras vidas. ¿Y qué pasaría entonces, si imagino que los dos se han convertido en hielo? Ella vaciló y continuó: —En verdad, Batalix y Freyr cambian de posición cuando Freyr se hace más brillante.
—Vamos… Primero quieres que crea que no se mueven, y luego que se mueven. Basta, Vry: creeré en tus eclipses cuando los vea, no antes.
Con una exclamación de impaciencia, Vry alzó los brazos delgados por encima de la cabeza.
—Qué tontos sois. Tanto da que caiga Embruddock, ¿qué diferencia puede haber para vosotros? No comprendéis ni la cosa más sencilla.
Salió de la habitación, aún más furiosa que Dathka.
—Hay algunas cosas sencillas que ella tampoco comprende —dijo Rol Sakil, meciendo al niño.
La vieja habitación de Vry mostraba los cambios que habían ocurrido en Oldorando. Ya no era tan desnuda. Había por todas partes curiosidades recogidas aquí y allá. Algunas las había heredado de Shay Tal, y por tanto de Loilanun. Había comprado otras en el bazar. Cerca de la ventana estaba el mapa estelar que ella misma había trazado, con las eclípticas de los dos soles.
En una pared colgaba un mapa antiguo que le había regalado un nuevo admirador. Estaba pintado sobre pergamino con tintas de colores. Había sido hecho en Ottaassaal y mostraba todo el mundo, y esto la maravillaba incesantemente. El mundo estaba representado como una forma redonda, con los continentes rodeados por océanos. Descansaba sobre la roca original —más grande que el mundo— de donde éste había sido expulsado, o de donde había surgido. Los continentes tenían nombres: Sibornal; y más abajo, Campannlat; y aún más abajo, Hespagorat. Se habían indicado algunas islas. La única ciudad señalada era Ottaassaal, en el centro.
Vry se preguntaba a qué distancia habría que situarse para ver así el mundo real. Freyr y Batalix eran también mundos redondos, como ella comprendía bien. Pero no estaban sostenidos por ninguna roca original; ¿por qué, pues, necesitaba una el mundo? En un nicho, junto al mapa, había una estatuilla que le había traído. La sacó y se la puso abstraída en la palma de la mano. Mostraba el coito de una pareja agachada. El hombre y la mujer habían sido labrados en una sola piedra. Pasando de mano en mano se habían vuelto anónimos, y el tiempo les había borrado las facciones. Representaban así un momento supremo, de unión total, y Vry los miraba con vehemencia.