Hermosa oscuridad (54 page)

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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

P
OR UNA VEZ NO ESTABA SOÑANDO. Me despertó el bufido de
Lucille
. Rodé en la cama. Lena se acurrucaba a mi lado. Aún me resultaba difícil de creer que estuviera allí y que estuviera a salvo. Era lo que yo más había querido en el mundo y lo tenía. ¿Cuántas veces ocurre eso? La luna menguante que venía por la ventana brillaba tanto que podía ver cómo las pestañas de Lena acariciaban su mejilla mientras dormía.

Lucille
saltó a los pies de la cama y entre las sombras algo se movió.

Una silueta.

Había alguien frente a mi ventana. No podía ser más que una persona que ya conocía, aunque no fuera una persona. Me incorporé de un salto. Macon estaba en mi cuarto y Lena en mi cama. Por muy débil que estuviera, iba a matarme.

—Ethan.

Reconocí su voz nada más oírla, aunque hablara en un susurro. No era Macon. Era Link.

—¿Qué demonios haces en mi habitación en plena noche? —pregunté en voz baja para no despertar a Lena.

—Tengo un problema, hombre. Tienes que ayudarme. —Entonces vio a Lena hecha un ovillo a mi lado—. Eh, chico, no tenía ni idea de que estabas… ya sabes.

—¿No tenías ni idea de que estaba qué, durmiendo?

—Por lo menos alguien puede.

Empezó a pasearse por el cuarto. Rebosaba energía nerviosa, lo cual, para Link, era decir mucho. Su brazo escayolado se columpiaba de modo errático. A pesar de la débil luz que entraba por la ventana, advertí que estaba pálido y sudoroso. Parecía enfermo o algo peor.

—¿Qué pasa, tío? ¿Cómo has entrado aquí?

Link se sentó en mi vieja silla y volvió a levantarse. Su camiseta tenía estampado un perrito caliento y decía: MUÉRDEME. Se la había puesto una vez en octavo.

—Si te lo cuento, no te lo vas a creer.

La ventana estaba abierta y las cortinas se mecían como si entrara una brisa en mi habitación. Sentí un nudo muy familiar en el estómago.

—Prueba.

—¿Te acuerdas de cuando el chico vampiro me agarró la Noche del Infierno?

Se refería a la noche de la Decimoséptima Luna, que para él siempre sería la Noche del Infierno. Era también el título de una película de terror que la había dado mucho miedo cuando tenía diez años.

—Claro.

Volvió a pasearse por el cuarto.

—Sabes que podría haberme matado, ¿verdad?

No estaba muy seguro de si quería seguir escuchando.

—Pero no lo hizo y es muy probable que esté muerto, como Larkin.

John desapareció esa noche, pero, en realidad, nadie sabía qué había sido de él.

—Sí, bueno, no sé, pero sí lo está, ha dejado un regalo de despedida. Bueno, en realidad dos —dijo Link y se inclinó sobre la cama. Instintivamente, retrocedí de un salto, chocando con Lena.

—¿Qué pasa? —dijo medio dormida y con voz grave.

—Tranquilo. —Link se agachó por encima de mí para llegar a la lámpara y la encendió—. ¿A ti qué te parece?

Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, vi dos pequeñas heridas en el pálido cuello de Link, la inconfundible marca dejada por dos colmillos.

—¿Te mordió?

Me alejé de él, tirando de Lena para sacarla de la cama y empujándola hasta la pared.

—Entonces, ¿es verdad? ¡Mierda! —exclamó Link y se sentó en mi cama con la cabeza entre las manos. Parecía desesperado—. ¿Y me voy a convertir en uno de esos chupasangres?

Miraba a Lena, esperando que le confirmase lo que ya sabía.

—Técnicamente, sí. Probablemente la Conversión ya haya empezado, pero eso no significa que vayas a ser un Íncubo de Sangre. Puedes resistirte, como hizo Macon, y alimentarte de sueños y recuerdos en lugar de sangre. —Lena me empujó para salir detrás de mí—. Tranquilo, Ethan. No nos va a atacar. No es como los vampiros de esas lamentables películas de terror Mortales donde las brujas llevan sombrero negro.

—Por lo menos me sientan bien los sombreros —dijo Link con un suspiro—. Y el negro.

Lena se sentó a su lado.

—Sigue siendo nuestro Link.

—¿Estás segura? —Cuanto más lo miraba, peor lo veía.

—Sí, tenía que haberlo sabido —dijo Link. Movía la cabeza, parecía derrotado. Era evidente que esperaba que Lena le dijera algo distinto a lo que se temía—. Mierda, mi madre me va a echar de casa en cuanto se entere y voy a tener que dormir en el coche.

—No va a pasar nada, hombre —mentí, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Lena tenía razón. Link seguía siendo mi mejor amigo. Me había seguido hasta los Túneles, razón por la cual ahora estaba allí sentado con dos agujeros en el cuello.

Se acarició el pelo nerviosamente.

—Colega, mi madre es baptista. ¿Crees que va a permitir que me quede en casa cuando sepa que soy un demonio? Pero si ni siquiera le gustan los metodistas.

—Tal vez no se dé cuenta —dije. Sabía que era una estupidez, pero tenía que intentarlo.

—Ya, claro. A lo mejor aunque no salga de casa en todo el día para que no se me fría la piel no se da cuenta —dijo Link, acariciándose los brazos como si ya notara que se estaba pelando.

—No necesariamente —intervino Lena—. John no era un Íncubo corriente. Era un híbrido. Tío M sigue tratando de averiguar qué hacía Abraham con él.

Recordé lo que Macon dijo de los híbridos cuando discutió con Abraham en la Frontera, de lo que parecía haber transcurrido un siglo. Pero no quería pensar en John Breed. No podía olvidar cómo había acariciado a Lena.

Al menos, Lena no se daba cuenta.

—Su madre era una Evo, un ser que pude metamorfosearse, transmutarse virtualmente en cualquier especie, incluso en un Mortal. Por eso a John no le perjudica la luz del día, que otros Íncubos tienen que evitar.

—¿Ah, sí? Entonces, ¿yo sólo tengo una cuarta parte de chupasangre?

Lena asintió.

—Probablemente. Quiero decir, no podemos estar seguros de nada.

Link negó con la cabeza.

—Por eso al principio no estaba seguro. He pasado fuera todo el día y no me ha pasado nada. Pensé que las marcas eran de otra cosa.

—¿Por qué no has dicho nada hasta ahora? —Era una pregunta estúpida, ¿a quién le apetece que sus amigos se enteren de que se está convirtiendo en una especie de demonio?

—No me di cuenta de que me había mordido. Creía que había ganado la pelea, pero luego empecé a sentir algo raro y vi las marcas.

—Tienes que andar con cuidado, chico. No sabemos casi nada de John Breed. Si es algún tipo de híbrido, quien sabe lo que serás capaz de hacer.

Lena se aclaró la garganta.

—En realidad —dijo—, yo llegué a conocerlo bien. —Link y yo nos volvimos a la vez y la miramos. Retorcía el collar de los amuletos nerviosamente—. Bueno, no tanto. Pero pasamos mucho tiempo en los Túneles.

—¿Y? —La presión de mi sangre aumentaba.

—Era muy fuerte y tenía un raro magnetismo que volvía loca a las chicas allí donde íbamos.

—¿A ti también? —pregunté sin poder evitarlo.

—Calla —dijo Lena, dándome un codazo.

—Esto suena cada vez mejor —dijo Link, y se le escapó una sonrisa.

Lena repasaba mentalmente la lista de cualidades de John Breed. Esperaba que no fuera demasiada larga.

—Podía ver, oír y oler cosas que yo no podía.

Link respiró hondo. Y luego tosió.

—Hombre, te digo en serio que te hace falta una ducha.

—Tienes superpoderes ¿Y no se te ocurre otra cosa? —dije. Le di un codazo, él me lo devolvió y salí despedido de la cama aterrizando en el suelo.

—Pero, ¿qué demonios…?

Solía ser yo el que lo mandaba directo al suelo.

Link se miró las manos asintiendo con satisfacción.

—Exacto, puños de acero. Lo que siempre he dicho.

Lena cogió a
Lucille
, que se había acomodado en el rincón.

—Y también deberías poder Viajar. Ya sabes, materializarte en el lugar que quieras. No tendrás que usar las ventanas, aunque tío Macon dice que es lo más civilizado.

—¿Puedo andar por las paredes como los superhéroes? —dijo Link cada vez más contento.

—Seguro que lo vas a pasar muy bien. Sólo que… —Lena cogió aire y restó importancia a sus palabras—. No vas a poder comer nunca más. Y suponiendo que quieras parecerte más a tío Macon que a Hunting, tendrás que alimentarte de los sueños y los recuerdos de la gente. Tío Macon lo llama escuchar a escondidas. Y vas a tener tiempo de sobra, porque no vas a volver a dormir nunca más.

—¿No puedo comer? ¿Y qué le voy a decir a mi madre?

—Dile que te has hecho vegetariano —dijo Lena encogiéndose de hombros.

—¿Vegetariano? ¿Te has vuelto loca? Eso es peor que ser un cuarto de demonio — dijo Link, y se paró. No había dejado de pasearse de un lado a otro—. ¿Han oído eso?

—¿El qué?

Se acercó a la ventana y se asomó.

—¿En serio no lo han escuchado?

Se escucharon unos cuantos golpes en la pared de la casa y Link ayudó a entrar a Ridley por la ventana. Aparté la mirada como era mi deber, porque al trepar a mi habitación, a Ridley se le había subido la falda y enseñaba las bragas. No fue la más grácil de las entradas.

Al parecer, Ridley se había aseado y volvía a vestirse como una Siren, aunque ya no lo fuera. Se bajó la falda y sacudió su melena rubia y rosa.

—A ver si me aclaro. ¿Montan una fiesta y yo me tengo que quedar en mi celda con el perro?

Lena suspiró.

—¿Te refieres a mi habitación?

—No me gusta nada que salgan juntos los tres y se pongan a decir cosas malas de mí. Bastantes problemas tengo ya. Tío Macon y mi madre han decidido que tengo que volver al colegio. Como ya no soy un peligro para nadie… —dijo Ridley, que parecía a punto de echarse a llorar.

—Pero es que no lo eres —dijo Link, ofreciéndole mi silla.

—Pues soy muy peligrosa —dijo ella sin hacerle caso y sentándose en la cama—. Ya lo verán. —Link sonrió. Lo estaba deseando, eso al menos quedaba claro—. No pueden obligarme a esa porquería de instituto para pueblerinos.

—No estábamos hablando de ti —dijo Lena, sentándose a lado de su prima.

—Estábamos hablando de mí —dijo Link, y volvió a pasearse por el cuarto.

—¿Y a ti qué te pasa? —Link apartó la mirada, pero Ridley debió de ver algo, porque cruzó la habitación en un segundo. Cogió la cara de Link—. Mírame.

—¿Para qué?

Ridley lo caló como si fuera una Sybil.

—Que me mires.

Cuando Link se volvió, la luz de luna bañó su pálida y sudorosa piel. Ridley no necesitó más iluminación para ver las marcas. No soltó su cara, pero empezó a temblarle la mano.

—Rid —dijo Link cogiéndola por la muñeca.

—¿Te lo hizo él? —preguntó Ridley frunciendo el ceño. Aunque tenía los ojos azules y no dorados y ya no podía convencer a nadie de que saltara por un balcón, en aquel momento dio la impresión de que podría tirar por uno a cualquiera. Me pregunté cuántas veces habría protegido a Lena en el colegio cuando eran pequeñas.

Link la cogió de la mano y la atrajo hacia sí, rodeándola por los hombros.

—No es gran cosa. Puede que de vez en cuando termine los deberes. Como ya no voy a dormir… —dijo Link, ensayando una sonrisa.

—No te lo tomes a broma. Es probable que John sea el Íncubo más poderoso del mundo Caster aparte del propio Abraham, que lo estará buscando por alguna razón —dijo Ridley, mordiéndose el labio y la mirada perdida.

—Te preocupas demasiado, nena.

Ridley se apartó de Link.

—No me llames nena.

Me apoyé en el cabecero de la cama observándolos. Como ahora Ridley era una Mortal y Link un Íncubo, ella seguiría siendo la chica que no podía tener y, probablemente, la única que quería. El curso siguiente se estaba poniendo muy interesante.

Un Íncubo en el Jackson High.

Link, el chico más fuerte del instituto, volviendo loca a Savannah Snow cada vez que entraba por la puerta, y sin un sólo lametón a una chupachups por parte de Ridley. Y Ridley, la ex Siren, quien, estaba seguro, con chupachups o sin él, no tardaría en encontrar problemas. Dos meses para volver a clase y por primera vez en mi vida lo estaba deseando.

Link no fue el único de nosotros que no pudo dormir aquella noche.

28 DE JUNIO
Amanecer

—¿N
O PODÉIS CAVAR MÁS DEPRISA?

Link y yo nos quedamos mirando a Ridley desde donde estábamos, unos metros bajo tierra en la tumba de Macon, donde no había pasado ni un segundo. Yo estaba empapado de sudor y el sol ni siquiera había salido. Con su nuevo vigor, Link no había transpirado ni una gota.

—No, no podemos. Y sí, sabemos que nos agradeces mucho que estemos hacienda esto por ti, nena —dijo Link enseñando la pala a Ridley.

—¿Por qué el camino tan largo tiene que ser tan largo? —dijo Ridley, molesta y mirando a Lena—. ¿Por qué los Mortales sudan tanto y son tan aburridos?

—Ahora tú eres Mortal, dímelo tú —dije, lanzando una palada de tierra en su dirección.

—¿No hay un Hechizo para estas cosas? —preguntó Ridley a Lena, que estaba sentada con las piernas cruzadas hojeando un viejo libro sobre Íncubos.

—Por cierto, ¿cómo han conseguido sacar ese libro de la Lunae Libri? —Link esperaba que Lena encontrase algún tipo de información sobre los híbridos—. Hoy no es un día festivo.

Ya habíamos tenido bastantes problemas en la Lunae Libri el año anterior.

Ridley lanzó a Link una mirada que probablemente lo habría puesto de rodillas cuando aún era una Siren.

—Tu amigo tiene muy buena relación con la bibliotecaria, Genio.

El libro se prendió en fuego.

—¡Oh, no! —exclamó Lena quitando las manos rápidamente para no quemarse. Ridley apagó el fuego pisoteando el libro. Lena suspiró—. Lo siento. Simplemente, ha ocurrido.

—Se refería a Marian —dije yo a la defensiva, evité su mirada y seguí cavando.

Lena y yo habíamos vuelto a… en fin, a ser los mismos de siempre. No había un segundo que no pensara en la proximidad de su mano o de su cara. No había un momento del día que no quisiera escuchar su voz en mi interior, sobre todo después de haber dejado de oírla durante tanto tiempo. Era la última persona con quien hablaba al acostarme y la primera que buscaba al levantarme. Después de todo por lo que habíamos pasado, hubiera intercambiado mi lugar por el de Boo de haber podido. Hasta ese extremo deseaba no volver a perderla de vista jamás.

Amma había empezado a ponerle un cubierto en la mesa. En Ravenwood, tía Del guardaba una almohada y un edredón cerca del sofá del salón para mí. Nadie dijo una palabra sobre las horas de volver a casa o sobre cualquier otra regla, ni que nos veíamos demasiado. Nadie esperaba que nos encomendásemos a la bondad del mundo si no era juntos.

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