Hermosa oscuridad (55 page)

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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

El verano había dejado su huella. Habían ocurrido muchas cosas que no podríamos olvidar. Había ocurrido Liv. Había ocurrido John y Abraham. Twyla y Larkin, Sarafine y Hunting… no olvidaríamos a ninguno de ellos. El instituto seguiría igual de no ser por el pequeño detalle de que mi mejor amigo era un Íncubo y la segunda chica más guapa una Siren domesticada. El general Lee y el director Harper, Savannah Snow y Emily Asher nunca cambiarían.

Lena y yo, sin embargo, nunca volveríamos a ser los mismos.

Link y Ridley estaban tan sobrenaturalmente alterados que ni siquiera habían vuelto al mismo universo.

Liv se ocultaba en la biblioteca, feliz de vivir entre libros durante un tiempo. Desde la noche de la Decimoséptima Luna sólo la había visto una vez. Había abandonado la formación para ser Guardiana, pero parecía conciliada con ello.

—Ambos sabemos que jamás habría sido feliz como mero testigo de los acontecimientos —me dijo, y yo sabía que era cierto. Liv era astrónoma como Galileo, exploradora como Vasco de Gama y erudita como Marian. Tal vez, hasta como una científica loca como mi madre.

Supongo que todos necesitábamos comenzar de nuevo.

Además, tenía la sensación de que a Liv su nuevo profesor le gustaba tanto como el antiguo. Ahora su educación estaba en manos de cierto ex Íncubo que pasaba los días aislado, bien en Ravenwood, bien en su antigua guarida de los Túneles, con Liv y la bibliotecaria jefe de los Caster como única compañía Mortal.

No era así como yo esperaba que terminara aquel verano cuando empezó. Pero, una vez más, en lo referente a Gatlin era imposible saber cómo evolucionarían las cosas. En algún momento tenía que dejar de intentar averiguarlo.

Deja de pensar y sigue cavando
.

Solté la pala y salí del agujero. Lena estaba tumbada boca abajo y daba pataditas con sus gastadas Converse. Rodeé su cuello con mis manos y la atraje hacia mí.

Nos besamos hasta que el cementerio empezó a girar a nuestro alrededor.

—Chicos, chicos, no se ensucien. Ya está terminado —dijo Link, que se apoyaba en la pala y contemplaba su obra. La tumba de Macon estaba abierta aunque no hubiera en ella ningún ataúd.

—¿A qué esperamos? —dije. Quería terminar cuando antes.

Ridley sacó del bolsillo un pequeño objeto envuelto en seda negra y extendió el brazo. Link retrocedió como si su nena hubiera prendido una antorcha delante de su cara.

—¡Cuidado, Rid! No me acerques esa cosa. Es kriptonita para Íncubos, ya sabes.

—Lo siento, Superman, lo había olvidado —dijo Ridley bajando al agujero.

Depositó el bulto con cuidado en el suelo de la tumba de Macon Ravenwood. Tal vez mi madre lo hubiera salvado de aquel Arco de Luz, pero para nosotros era un objeto peligroso, una prisión sobrenatural en la que no quería que quedara atrapado mi mejor amigo. A dos metros bajo tierra era donde debía estar y la sepultura de Macon era el lugar más seguro que se nos ocurrió.

—Que se pudran —dijo Link al sacar a Ridley del agujero—. ¿No es eso lo que hay que decir cuando el bien derrota al mal al final de la película?

Me le quedé mirando.

—¿Has leído un libro alguna vez?

—Cúbrelo de tierra —dijo Ridley limpiándose las manos de tierra—. Al menos, eso es lo que yo digo.

Link fue cubriendo el Arco de Luz palada a palada bajo la atenta mirada de Ridley.

—Termina —dije yo.

Lena asintió con las manos metidas en los bolsillos.

—Vámonos de aquí.

El sol apareció detrás de los magnolios que adornaban la tumba de mi madre. Ya no me entristecía, porque sabía que ella no se encontraba allí. Estaba en alguna parte o en todas partes, observándome y velando por mí: en el estudio de Macon, en el archivo de Marian, en nuestro estudio de Wate’s Landing.

—Vamos, L —dije, tirándola del brazo—. Estoy cansado de la oscuridad. Vamos a ver el amanecer.

Echamos a correr colina abajo como niños. Pasamos junto a las tumbas y los magnolios, las palmeras y los robles cubiertos de líquenes, las desiguales filas de lápidas, ángeles dolientes y junto al viejo banco de piedra. Lena iba estremecida por el fresco aire de la mañana, pero no queríamos parar. Y no lo hicimos hasta que llegamos al pie de la loma casi exhaustos, casi volando, casi felices.

No vimos el extraño brillo dorado que perforaba las pequeñas grietas y fisuras que se abrieron en la tierra con que cubrimos la tumba de Macon.

Y no consulté el iPod, que llevaba en el bolsillo, donde habría visto más en la lista de canciones.

Dieciocho lunas
.

No consulté porque no me importaba. Nadie escuchaba, nadie miraba. En el mundo no había nadie salvo nosotros dos…

Nosotros dos y el hombre de traje blanco y la corbata típica del Sur, que permaneció en la cima de la colina hasta que se levantó el sol y las sombras retrocedieron a las criptas.

No lo vimos. Sólo nos fijamos en el fin de la noche y en el nuevo cielo azul. No el de mi habitación, sino el verdadero. En realidad era distinto para cada uno de nosotros, pero yo sospechaba que no hay dos personas en el mundo que vean el mismo cielo con independencia del universo que habiten.

Quiero decir, ¿cómo se puede estar seguro?

El viejo se alejó.

No oímos el ruido que hacían el tiempo y el espacio al reacomodarse después del desgarro del último instante de la noche, la oscuridad que precede al alba.

Dieciocho lunas, dieciocho esferas,

de un mundo sin años ni eras

que no elige nacimiento o muerte.

Un día partido en la Tierra inerte…

DESPÚES
Las lágrimas de una Siren

R
IDLEY ESTABA EN SU DORMITORIO de Ravenwood, situado en el antiguo cuarto de Macon. En él todo había cambiado excepto el suelo, el techo y las cuatro paredes y, tal vez, la cama con dosel.

Cerró con llave, se volvió y se apoyó en la puerta para contemplar la estancia. Macon había decidido trasladarse a otro cuarto en la misma mansión de Ravenwood, aunque pasaba la mayor parte del tiempo en su estudio en los Túneles. Así que ahora aquella era la habitación de Ridley, que no había vuelto a abrir la trampilla que bajaba al estudio de Macon y la tenía tapada con una gruesa alfombra rosa. Las paredes estaban cubiertas de graffiti hecho con spray negro y rosa fluorescente con toques de verde eléctrico, amarillo y naranja. El graffiti no consistía en palabras exactamente, sino en formas, trazos y emociones. Ira embotellada en una lata de spray barato del Wal-Mart de Summerville. Lena se había ofrecido a ayudarla, pero Ridley insistió en pintar sola y al estilo Mortal. Las emanaciones de la pintura le dieron dolor de cabeza y la pintura lo manchó todo. Era precisamente lo que quería porque era precisamente lo que sentía.

Que lo había manchado todo.

Y nada de palabras. Odiaba las palabras. Mentiras en su mayor parte. Su reclusión de dos semanas en la habitación de Lena le había bastado para engendrar un odio a la poesía que le duraría de por vida.

mipalpitanteydolientecorazóntenecesita

Qué porquería. Le daban náuseas. Evidentemente, aquella familia carecía del más mínimo sentido del buen gusto. Se apartó de la puerta y se dirigió al armario.

Abrió las puertas de madera blanca lacadas con un empujoncito y descubrió una colección de ropa que le había costado toda una vida reunir. El sello de identidad de una Siren.

Ahora, sin embargo, no era más que un recordatorio de lo que ya no era.

Arrastró la banqueta verde hasta el armario y subió, con dificultad, porque sus zapatos rosas de plataforma eran un poco holgados y se deslizaban atrás y adelante a pesar de que se había puesto sus medias de rayas rosas. Había sido un día poco frecuente en Gatlin. Las miradas de que había sido objeto en el Dar-ee Keen no tenían precio. Al menos, había echado la tarde.

Una tarde, pero ¿de cuántas?

Tanteó el estante superior hasta que encontró la caja de zapatos de París donde guardaba lo que estaba buscando. Sonrió y tiró de ella. Zapatos de terciopelo púrpura abiertos por delante con diez centímetros de tacón si no recordaba mal. Pero claro que se acordaba. Aquellos zapatos habían sido testigos de noches estupendas.

Vació el contenido de la caja en la colcha blanca y negra. Allí estaba, envuelto en seda manchada con un poco de tierra.

Se sentó en el suelo y apoyó los brazos en la cama. No era ninguna estúpida, sólo quería mirarlo, como había hecho todas las noches de las últimas dos semanas. Quería sentir el poder de algo mágico, un poder que ella ya no tenía.

No era mala chica en realidad. Además, si lo era, ¿qué más daba? No podía evitarlo. La habían dejado tirada como un cepillo de rimel viejo.

Sonó el móvil y lo cogió de la mesita. En la pantalla apareció una foto de Link. Pulsó el botón de apagado y tiró el teléfono sobre la interminable alfombra rosa.

Ahora no, Tío bueno
.

Estaba pensando en otro Íncubo.

John Breed.

Se sentó cómodamente y ladeó la cabeza para observa la esfera, que empezó a emitir una luz sutilmente rosada.

—¿Qué voy a hacer contigo?

Sonrió porque por una vez la decisión estaba en sus manos y porque todavía no la había tomado.

tres

La luz creció en intensidad hasta bañar la habitación con un luminoso resplandor rosa bajo cuyo fulgor todos los objetos desaparecían como rayas de lápiz parcialmente borradas.

dos

Cerró los ojos… una niña soplando las velas de la tarta de cumpleaños para pedir un deseo…

uno

Abrió los ojos.

La decisión estaba tomada.

AGRADECIMIENTOS

E
scribir un libro es difícil. Pero resulta que escribir un segundo libro es el doble de difícil. A continuación vamos a mencionar a las muchas personas que nos guiaron a través de las distintas fases de nuestra Decimoséptima Luna:

Nuestras agentes SARAH BURNES y COURTNEY GATEWOOD,ue recibieron la ayuda de REBECCA GARDNER, de GERNERT COMPANY que continúa explorando el condado de Gatlin en busca de ignotos parajes donde no se haya visto jamás un trozo de pollo frito con nuez. SALLY WILCOX, de CAA, por traer el condado de Gatlin a una ciudad en la que nadie tocará nunca un trozo de nada que esté frito.

Nuestro brillante equipo de LITTLE, BROWN BOOKS para lectores jóvenes; nuestras editoras; JENNIFER BAILEY HUNT y JULIE SCHEINA, nuestro diseñador DAVID CAPLAN, nuestra gurú del marketing, LISA ICKOWICZ, nuestra reina de los servicios bibliotecarios, VICTORIA STAPLETON, nuestra gurú de la publicidad, MELANIE CHANG, y nuestra publicista, JESSICA KAUFMAN, tan buenos haciendo su trabajo como Amma haciendo crucigramas.

Nuestras fabulosas editoras en el extranjero, en especial AMANDA PUNTER, CECILE TEROUANNE, SUSANNE STARK y MYRIAM GALAZ; y las que aún no conocemos, que nos han recibido con mucho cariño en sus empresas y países. Nuestro fan número 1 en España, el escritor JAVIER RUECAS, quien no sólo dio a conocer nuestro libro en España, sino que difundió la noticia de su publicación donde y cuando tuvo ocasión.

Nuestra lectora favorita, DAPHNE DURHAM, que nos comprende bien y, lo que es más importante, comprende bien a Ethan y a Lena. No existe guisado lo bastante grande para demostrarle nuestro aprecio. Lleve lo que lleve de guarnición: corn flanes, cebolla frita o patatas fritas desmigajadas.

Nuestra adolescente experta en lenguas clásicas, EMMA PERTERSON, que tradujo al latín los Hechizos mientras estudiaba para el examen de AP Vergil. Nuestra temible editora adolescente, MAY PETERSON,que sin duda acabará aterrorizando a muchos otros escritores en el futuro.

Nuestro genial fotógrafo, ALEX HOERNER, que nos ha hecho una foto en la que no parecemos nosotras, lo cual nos encanta. VANIA STOYANOVA, por su hermoso tráiler, sus fantásticas fotos, y su trabajo como coadministradora de nuestra página web para nuestros lectores en los Estados Unidos. YVETTE VASQUEZ, por leer nuestros manuscritos cien veces, recoger nuestros viajes en el blog y ser, también, coadministradora de nuestra página web para los lectores. Los CREADORES DE LAS PAGINAS WEB para lectores en Francia, España y Brasil. ASHLY STOHL, que ha hecho fotografías y diseñado exlibris, invitaciones y páginas web que llevan el sur a lectores del mundo entero. ANNA MOORE por diseñar la página
Hermosas Criaturas
2.0. El escritor GABRIEL PAUL por crear brillantes juegos
online
para nuestras giras y promociones.

Nuestras CHICAS CASTER 12,13,14,15,16,17, 18 y 25. Sois el corazón de las Crónicas Caster y siempre lo seréis.

NUESTROS MENTORES LITERARIOS DE YA, LOS AUTORES DE WP, LOS PUBLICISTAS DEL LIBRO, LOS AUTORES DE LOS TRÁILERS, LOS DISEÑADORES DE LAS PÁGINAS WEB, LOS AUTORES DEBUTANTES (COMPAÑEROS DE FATIGAS), LOS BLOGUEROS, LOS AMIGOS DE NING/ GOODREADS, Y, POR SUPUESTO, NUESTROS AMIGOS DE TWITTER. Al igual que Carlton Eaton, cartero mayor de Gatlin, sois vosotros los que nos traéis las noticias más frescas. Y, tanto si son buenas como si no, oírselas o leérselas a uno de los tuyos. Nadie sabrá nunca lo divertida que os resulta hasta la Caverna de las Revisiones.

NUESTRAS FAMILIAS:

ALEX, NICK Y STELLA GARCÍA, Y LEWIS, EMMA, MAY, Y KATE PERTERSON, y nuestras respectivas MADRES, PADRES, HERMANAS, HERMANOS, SOBRINAS, SOBRINOS, CUÑADAS, PRIMOS AMANTES DE LAS FIESTAS Y AMIGOS TODOS. Desde TÍA MARY hasta la PRIMA JANE, siempre nos hemos sentido apoyadas por vosotros. STOHL, RACCA, MARIN, GARCÍA, PETERSON: a estas alturas tenéis todo el derecho a odiarnos, pero, y mira que es raro, no nos odiáis

DEBY LINDEE y SUSAN y JOHN RACCA, por acogernos en nuestros muchos viajes al sur. BILL YOUNG y DAVID GOLIA, por ser nuestros caballeros andantes. EL PADRE DE INDIA Y NATALYA por ayudarnos cuando se suponía que nosotras teníamos que ayudarlo a él. SAUNDRA MITCHELL, por todo, como siempre.

Nuestros LECTORES, PROFESORES Y LIBREROS, Caster y no Caster, que descubrieron
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y se sintieron lo bastante atraídos como para bajar de nuevo a los Túneles con nosotras. Sin vosotros estaríamos (muchas) palabras.

Nuestra mentora, MELISSA MARR, y nuestra terapeuta HOLLY BLACK. Ellas saben por qué. La doctora SARAH LINDHEIM, nuestra guardiana, que conoce nuestros Hechizos mejor que nosotras.

Y, por último, MARGARTE MILES, bibliotecaria y directora de Servicios para la Juventudes en la Biblioteca del Condado de Hannover, Wilmington, Carolina del Norte. Que, al fin y al cabo, Marian Ashcroft no es la única bibliotecaria Caster.

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