La hija de la casa Baenre (32 page)

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Authors: Elaine Cunningham

—Todas lo habéis oído —dijo Triel tras un carraspeo—. Ahora que el consejo regente ha quedado constituido, todas las futuras reuniones quedarán limitadas a las ocho matronas. Si alguna tiene algo que decir que concierna a este consejo general, puede hacerlo ahora.

Shakti Hunzrin se puso en pie de un salto. Un momento así podría no volver a presentarse jamás, y pensaba aprovecharlo. Lloth podría haber alejado la anarquía por el momento, pero Shakti haría todo el daño que pudiera.

—Me he enterado de algo que concierne a cada una de las drows presentes —empezó—. Una sacerdotisa novicia ha tenido tratos con magia extraña, con magia humana. Con qué propósito, no lo sé. Esa sacerdotisa posee un amuleto, un objeto humano de gran antigüedad que le permite transportar magia drow a las Tierras de Arriba.

Shakti sacó varias hojas de pergamino de entre los pliegues de su túnica y los mostró en alto.

—Tengo aquí la prueba, escrita por la misma mano de la sacerdotisa. Esta magia la posee Liriel, de la casa Baenre. Entrego a este consejo mi descubrimiento y la tarea de decidir qué debe hacerse con él.

Hubo un momento —sólo un momento— de conmoción. Luego la reunión se convirtió en un caos. Las sacerdotisas recibieron la noticia con opiniones opuestas; algunas discutían excitadas sobre sus posibilidades, otras clamaban por la muerte de la traidora Baenre, en tanto que otras —con el rostro sombrío— murmuraban plegarias dirigidas a Lloth.

Por fin, la matrona Baenre se puso en pie, y no obstante su escasa estatura física, todos los ojos se volvieron hacia ella cuando se irguió ante las presentes, con el pequeño rostro ardiendo de cólera.

—¡Silencio! —tronó la matrona.

Y todas callaron de inmediato. Aquella única palabra llevaba consigo la fuerza de un hechizo y nadie en la capilla podría haber hablado aunque hubiera osado intentarlo.

—Es una noticia perturbadora —admitió la mujer; hablaba con voz fría y totalmente calmada, pero la mirada que dirigió a Shakti estaba cargada de pura malicia—. Desde luego, todas comprenderéis que este descubrimiento me coloca a mí, personalmente, en una posición de lo más difícil. Recordemos que las acciones de Liriel Baenre se llevaron a cabo bajo mi mandato, y no importa demasiado si actuó con mi aprobación o sin mi conocimiento. Agradezco realmente la paz de Lloth —añadió Triel con sinceridad y en tono significativo—. Pero en el espíritu de esta nueva unidad, discutiremos qué es lo mejor que se puede hacer y dejaremos la decisión en manos de la Reina Araña. Tú —indicó, señalando a una hembra de pasmosa belleza sentada junto a la delegación de la casa Faen Tlabbar—. Dinos qué piensas, matrona Ghilanna.

La recién ascendida matrona se alzó entre un susurro de sedas y el suave tintineo de joyas de plata. La casa Faen Tabblar había padecido más desórdenes internos que la mayoría, pues tanto su anterior matrona como su heredera habían sido asesinadas. Toda la ciudad sabía que Ghilanna había obtenido su puesto mediante violentos y sangrientos combates con sus siete hermanas, sin embargo el aspecto frágil de la mujer resultaba incongruente con su mortífera reputación. Ghilanna Tlabbar era alta y delgada, y tan vanidosa respecto a su apariencia y, según se decía, igual de lasciva en sus hábitos como cualquier hembra Tlabbar. A diferencia de la mayoría de las sacerdotisas presentes, se vestía no con una sombría túnica sino con un exquisito vestido negro; negros abalorios y delicados bordados adornaban el ceñido y escotado corpiño, y toda la longitud de sus piernas resultaba claramente visible a través de las capas de gasa de la falda. No obstante su delicioso rostro maquillado, mostraba una expresión torva.

—Esta nueva magia podría significar el final del dominio de las matronas —dijo Ghilanna sin andarse por las ramas—. Los habitantes de Menzoberranzan se someten a nuestro gobierno, al menos en parte, porque no tienen otra opción. Pocos pueden sobrevivir en la salvaje Antípoda Oscura durante mucho tiempo, y en realidad una vida así no sería digna de tal nombre. Ni tampoco existe un lugar para nosotros en las Tierras de la Luz. Acontecimientos recientes lo han demostrado de un modo muy trágico. Pero considerad esto: si los hechiceros pudieran lanzar sus conjuros en la superficie con todo el poder que poseen Abajo, ¿qué los mantendría bajo nuestras órdenes? Sus ojos están preparados para soportar la luz, y con su magia podrían sobrevivir, puede que incluso prosperar, en el mundo de la superficie.

»Incluso los plebeyos —prosiguió con ardor—, los artesanos y los soldados podrían sentirse tentados e intentar hacerse un lugar para ellos Arriba. Y ¿por qué no? La drow más insignificante dispone de poderes que un hechicero humano envidiaría. Poseemos una resistencia natural a la magia que es la envidia y el terror de otras razas que utilizan magia. Sus hechizos resbalan sobre nosotras como gotas de agua. Invisibilidad, silencio, oscuridad, invulnerabilidad a la magia: estas cosas son patrimonio de todo drow. No olvidéis jamás que pocos pueden igualar la mortífera destreza de un luchador drow, y ¿quién de entre nosotras no ha recibido adiestramiento con las armas? Considerad todo esto, y preguntaos cuántos drows permanecerían en Menzoberranzan bajo nuestro mando, si supieran que pueden prosperar en otra parte.

Mez'Barris Armgo, la matrona de la casa Barrison Del'Armgo, fue la siguiente en recibir el permiso de la matrona Triel para hablar. Como gobernante de la segunda casa, Mez'Barris se sentía furiosa ante la necesidad de tal autorización. ¡Para agravar tal insulto, la matrona de una casa inferior había hablado primero! Sin embargo, Triel tenía el control de la reunión, y lo mejor que Mez'Barris pudo hacer fue descargar su ira sobre la advenediza matrona Tlabbar. La mirada que lanzó sobre la hermosa sacerdotisa fue de total desprecio.

—Ha sido un hermoso discurso —se mofó Mez'Barris—. Sólo Ghilanna podía ser capaz de otorgar estilo y elegancia incluso a la blasfemia. Y blasfemia fue, sólo así podemos describir sus palabras —gritó con voz resonante y apasionada—. ¿Gobernamos o no gobernamos por la gracia y el poder de Lloth? ¡La Reina Araña no se ve amenazada por la baratija mágica de una jovencita, y tampoco nosotras, sacerdotisas!

Se sentó entre un murmullo de asentimiento.

—Estoy de acuerdo con la matrona Mez'Barris en que este descubrimiento no significa una amenaza al matriarcado. Más bien al contrario. Podría beneficiarnos a todas —intervino la matrona Miz'ri. Su clan, la casa Mizzrym, era famoso por sus contactos comerciales, su disposición para tratar con no drows, y lo mucho que les gustaba la traicionera duplicidad; los ojos rojos de la matrona mostraban ahora un oscuro resplandor mientras consideraba las deliciosas posibilidades.

»Con esta baratija, como tú la llamas —prosiguió Miz'ri—, podríamos penetrar en las Tierras de la Luz armados como nunca antes. ¿Quién podría oponerse a nuestras bandas de comerciantes, a nuestros grupos de saqueadores? ¡Pensad en toda esa riqueza! Ese nuevo artilugio mágico es una herramienta, como cualquier otra. La tenemos y debemos utilizarla.

Kyrnill Kenafin se puso en pie para hablar. Su casa era en la actualidad la número diez, pero su actitud arrogante y los crueles ojos rojos la delataban como la tirana que era. En la casa Kenafin, las sacerdotisas reinaban como señoras supremas, y les satisfacía enormemente juzgar y aterrorizar a los varones de la casa.

—Toda esta charla sobre plebeyos, varones y hechiceros que utilizarían ese objeto mágico es una completa estupidez. ¿Se atreven ellos a manejar el látigo de cabeza de serpiente de una sacerdotisa? ¡Claro que no! Del mismo modo, si las sacerdotisas de Lloth reivindican ese nuevo objeto mágico como propio, así como todas las copias que ordenemos, ¿quién se va a oponer? —Kyrnill recalcó su pregunta con una dura y descarada sonrisa.

—Me gustaría saber —empezó Ker Horlbar, una de las dos matronas gobernantes de la casa Horlbar—, ¿por qué se presentó esta reclamación contra la casa Baenre desafiando la paz de Lloth?

Varias de las sacerdotisas intercambiaron miradas maliciosas. El clan Horlbar dependía de la agricultura para mantener su riqueza y posición, y su principal rival en ese empeño era la casa Hunzrin. Lloth podría declarar la paz, pero sus seguidoras seguirían encontrando una manera de competir entre ellas.

—No es mi propósito acusar a la primera casa —protestó Shakti, poniéndose en pie de nuevo—. Este descubrimiento va más allá de la ambición de un único drow. Podría muy bien ser más importante que acrecentar la riqueza y posición de la casa Horlbar.

La mordaz respuesta provocó un coro de risas burlonas y algunos aplausos dispersos por parte de las drows allí reunidas. Incluso algunas de las sacerdotisas que habían fruncido el entrecejo cuando Shakti se levantó la primera vez para hablar asintieron y dirigieron largas miradas evaluadoras en su dirección. La joven no era aún gran sacerdotisa, ni la heredera de su madre en la casa Hunzrin. En Menzoberranzan el poder no se otorgaba, se arrebataba, y cualquier hembra dispuesta y capaz de hacerlo merecía seria consideración.

La discusión prosiguió durante algún tiempo. Triel escuchó mientras cada sacerdotisa hablaba, pero no le llegó ninguna respuesta. Incluso aunque su propia casa no se hubiera visto implicada, aquel descubrimiento tenía más posibilidades, más capas de peligros e implicaciones, de los que incluso una drow podía llegar a comprender con tanta rapidez.

Por fin se volvió hacia Zeerith Q'Xorlarrin. La regia hembra era célebre por su talento para la diplomacia y se requería su presencia a menudo para mediar en disputas entre las casas. Incluso en aquellos momentos Zeerith permanecía sentada muy serena en medio de la controversia; aunque sin duda aquella situación pondría a prueba incluso su legendario buen criterio.

—¿Qué tienes que decir sobre este asunto, matrona Zeerith? —inquirió Triel, que estaba segura de que el criterio de la sacerdotisa, aunque en apariencia imparcial, haría honor a la alianza a largo plazo entre las casas Xorlarrin y Baenre—. Habla y aceptaremos tu consejo como si surgiera de la boca de Lloth.

—Está muy claro —replicó la aludida, poniéndose en pie— que necesitamos saber más cosas sobre ese artilugio humano. Puesto que se trata de un instrumento mágico, sugiero que sea confiado al colectivo de maestros de Sorcere. Sólo la escuela de magia posee los recursos necesarios para estudiar y reproducir algo así; lo que harán, desde luego, bajo la minuciosa supervisión del consejo regente. Hasta que se tome una decisión, debemos ocultar esta información a los plebeyos. Declaro que toda sacerdotisa que hable de ese amuleto fuera de esta estancia, excepto a los maestros hechiceros de Sorcere, será castigada por el consejo regente y sufrirá la pérdida del rango y el honor, con la amenaza de algo peor cuando la paz de Lloth sea revocada.

La mayoría de las drows asintió, aceptando en silencio la sentencia de la matrona Zeerith.

—En cuanto a la joven novicia que inició todo esto —prosiguió Zeerith inesperadamente—. Según el decreto de Lloth, ninguna sacerdotisa puede eliminar a otra; pero me parece que Liriel Baenre no ha alcanzado aún esa posición, y por lo tanto no está protegida por él decreto de la Reina Araña. Lo que es más, Liriel Baenre ha demostrado ser una hechicera de considerable poder, y sin embargo no se ha sometido a las pruebas de exploración mental requeridas para determinar su lealtad a Lloth. Por estas dos ofensas, yo reclamo su muerte. Esa es mi decisión, y, como ha dicho la matrona Triel, ésa es la voluntad de Lloth.

Esta sentencia, tan inesperadamente dura por parte de la sutil y conciliadora matrona Xorlarrin, provocó una oleada de sombríos murmullos por toda la sala.

—No.

La palabra sumió a todo el mundo en un asombrado silencio. Sos'Umptu Baenre, la por lo general reacia guardiana de la capilla Baenre, avanzó hasta el centro de la habitación; se colocó ante el altar y contempló a las presentes. Su delgada figura rígida expresaba certidumbre.

—No —repitió—. Esa no es la voluntad de Lloth.

Triel se alzó de su trono, temblando de ira. No estaba contenta con la sentencia de Zeerith, pero se había comprometido ante todos los poderes de Menzoberranzan a seguir el consejo de la matrona Xorlarrin. Su autoridad ya se había visto tristemente minada por aquel asunto, y el inesperado desafío de la leal Sos'Umptu era más de lo que la asediada joven matrona podía soportar.

—¿Me desafías? —rugió, acercándose a su hermana menor—. ¿Cómo es que la Reina Araña te habla a ti, en contra del buen juicio de tu propia madre matrona?

—Lloth nos habla a todas nosotras —repuso ella valientemente. La sacerdotisa se volvió y señaló la imagen mágica de la diosa, la araña metamorfoseante que flotaba sobre el altar, y aguardó hasta que cambió a la forma de hembra drow—. Mirad su rostro.

Por vez primera, Triel observó el sorprendente parecido de la ilusión con su descarriada sobrina. No había modo de que se le pasara por alto ahora, pues los ojos de la drow ya no mostraban el reluciente color rojo típico de los elfos oscuros, sino que lucían un extraño y muy característico tono ambarino. Y los labios de la mágica imagen estaban curvados en una sonrisa de siniestro regocijo.

Todas aquellas que habían visto a Liriel Baenre reconocieron la importancia de la transformación y los murmullos extendieron el significado de aquella manifestación a todas las presentes.

—Servimos a la Señora del Caos —dijo Sos'Umptu, señalando a la imagen de ojos dorados que tenían delante—. Para bien o para mal, Liriel Baenre ha encontrado el favor de Lloth. Recordad las palabras de la matrona Hesken-P'aj: aquellas que encuentren otros modos de extender el reinado de Lloth serán recompensadas. A lo mejor Liriel ha encontrado ese modo. Lo que esta nueva magia nos traerá no podemos saberlo aún. Pero contemplad ante vosotras la voluntad de Lloth y marchad en paz.

La reunión finalizó poco después de que Sos'Umptu hubiera hecho su declaración, y las sacerdotisas de Menzoberranzan se perdieron en la oscuridad.

Zeerith Q'Xorlarrin, la madre matrona de la casa Xorlarrin, fue una de las primeras en abandonar el recinto Baenre. Corrió las cortinas de su litera transportada por esclavos y se recostó contra los almohadones, y sólo entonces dio rienda suelta a sus emociones, mascullando maldiciones contra la casa Baenre y sus tres generaciones de hembras estúpidas.

Había marchado a la guerra junto a la vieja matrona Baenre, y aún hervía de cólera por lo sucedido en los túneles bajo el Salón de Mithril. Auro'pol, la matrona de la poderosa casa Agrach Dyrr, había sido asesinada por una criatura del Abismo siguiendo órdenes de la antigua matrona Baenre. La guerra había resultado un completo desastre, pero fue la muerte de Auro'pol —que casi con toda certeza no gozaba del beneplácito de Lloth— lo que convenció a Zeerith Q'Xorlarrin de que la primera casa ya no era merecedora de su posición. Triel Baenre tendría problemas cuando Lloth se cansara de la paz, de eso estaba segura.

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