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Authors: David Lozano Garbala

La puerta oscura. Requiem (72 page)

Michelle amplió su sonrisa, agradecida.

—Entonces, él y yo coincidimos en el deseo.

Pascal la miró con detenimiento, absorto ante una belleza imperiosa que los contratiempos y las tragedias no habían logrado eclipsar. Ella era demasiado fuerte como para claudicar ante la adversidad. Lo había demostrado tantas veces…

Los dos eran supervivientes, en definitiva. Supervivientes de un secreto del que solo su retirada como Viajero los había liberado.

Pascal le habría preguntado qué razón se ocultaba en esa concordancia de ella con el ruego de Dominique, pero un inoportuno pudor se lo impidió.

—Me lo pidió —continuó—, aun sabiendo que si aceptaba no podríamos volver a vernos.

—Dominique siempre fue generoso —convino Michelle, admirada—. Un gran tipo. Nunca le importó sacrificarse por los demás. Ahora lo ha hecho por tu seguridad, Pascal. Ha preferido no arriesgar tu vida, un tesoro que él ya no tiene. Aunque eso suponga para él una mayor soledad.

Él asintió.

—Un gran tipo. Como Jules. Ojalá puedan reunirse en el Más Allá.

—Lo harán.

Los ojos de Michelle enfocaron al suelo mientras recreaba en su memoria la delgada imagen de su segundo amigo muerto. Fue inevitable rescatar los recuerdos sobre la última fiesta que él había organizado para Halloween, y aquellas lejanas veladas con el telescopio en la azotea.

Tantas experiencias compartidas…

—Nos encargaremos de que tenga la despedida que se merece. Será la ceremonia más gótica que haya conocido París —ella alzó ahora la vista hacia el cielo—. Te lo prometo, Jules.

Pascal supo que aprovecharía aquel próximo funeral para depositar el rizo de Lena Lambert en el ataúd de Jules.

Los dos se habían quedado unos instantes en silencio.

—Pascal.

—Dime.

—¿De verdad crees que lo tenías todo?

Al chico le costó ubicarse con aquel giro en la conversación. Tardó en comprender que ella se refería a los argumentos que había empleado para justificar a todo el grupo que había decidido dejar de ejercer como Viajero.

—Sí —contestó, mirándola a los ojos—. Cuando la vida te pone contra las cuerdas, aprendes el auténtico valor de las cosas.

—Estoy de acuerdo.

—Y te das cuenta de cuántas tonterías llenan tu cabeza, cuántas preocupaciones estúpidas que no llevan a ninguna parte.

Michelle había adoptado un gesto nostálgico.

—Aprendes a relativizar —tradujo ella—. A distinguir las verdaderas prioridades…

—… Y así acabas descubriendo que tenías mucho más de lo que imaginabas —concluyó Pascal—. Sobre todo por las personas que te rodean.

—Todos hemos acabado con las ideas muy claras en ese sentido. Es algo que sí hay que agradecer a la Puerta Oscura. Sabemos lo que merece la pena en la vida.

El chico se dio cuenta de que había llegado el momento de lanzarse, pero de nuevo el miedo a fastidiarla, unido a su temperamento prudente, frenaron su impulso. Había metido tanto la pata con lo de Beatrice… Aunque, por otra parte, la bienvenida que Michelle le había dispensado al regresar del Más Allá y su actitud desde ese momento constituían buenos síntomas, desde luego.

—¿Y tú por qué deseas que no vuelva al Más Allá? —planteó para ganar tiempo.

Michelle se mordió un labio.

—Porque no quiero perderte… otra vez.

El órdago estaba echado.

Los dos habían enmudecido. Fingían seguir observando la lápida de su amigo.

—Dominique me… me pidió algo más —reanudó por fin Pascal.

Ella le escuchaba.

—¿Ah, sí?

Esperaba a que prosiguiera, intrigada.

Pascal cogió aire antes de continuar.

—Insistió en que no te dejara… escapar.

La chica, visiblemente complacida, aproximó su rostro al de él.

—Te quería mucho, ¿sabes? —Pascal no se callaba, sentía como si tuviera que añadir información para disimular una indirecta tan poco sutil.

Pero ella, que acababa de lanzar un beso de complicidad hacia la tumba de Dominique, estaba centrada en el dato anterior.

—¿Y tú qué le respondiste, Pascal?

El muchacho carraspeó, sofocado. Al fin, reunió el valor que necesitaba para confesar lo que sentía.

—Que… que lo intentaría, Michelle. Juré que lo intentaría con todas mis fuerzas.

Ella esbozó una sonrisa y le echó los brazos al cuello.

—Yo también tengo las ideas muy claras, ¿sabes? —le dijo con dulzura—. ¿Y cuándo vas a empezar a cumplir tu palabra?

A aquellas alturas, el corazón de Pascal bombeaba a un ritmo frenético. Percibía la respiración cálida de ella frente a su rostro, pero antes necesitaba oír algo de sus labios.

—Michelle, ¿me perdonas?

Ella suspiró.

—Será mejor que aprovechemos nuestra visión real de las cosas. Olvidemos el pasado. Hemos recuperado el futuro, Pascal. Y somos capaces de distinguir lo que realmente vale la pena. Volvemos a manejar nuestras vidas.

El chico, reconfortado ante aquellas palabras, sintió cómo una incontenible corriente de felicidad ascendía por su cuerpo.

—Te quiero, Michelle. Desde hace mucho.

—Yo también a ti, Pascal. Desde hace mucho.

Sus labios ya se aproximaban cuando él la interrumpió.

—Michelle.

La chica se detuvo, sorprendida.

—¿Qué…?

—Yo ya no soy el Viajero. Quiero que lo sepas. Soy el tic siempre.

Michelle asintió.

—Por suerte. ¿Y…?

Al chico no se le escapó la suave ironía.

—Que si te has acostumbrado al otro Pascal, ya te puedes olvidar…

Michelle se echó a reír.

—Me enamoré del auténtico, ¿te tranquiliza eso? Y aun así, ya lo creo que has cambiado…

Pascal —encomendándose a Dominique, a quien imaginaba en esos momentos guiñándole un ojo desde el Más Allá— no le permitió continuar con sus palabras. Agarrándola con suavidad por la nuca, terminó de juntar sus labios con los de ella, iniciando un beso en el que se sumergió como un náufrago que se debate entre el oleaje buscando una tabla de salvación. Y Michelle estaba allí. La abrazó con todas sus fuerzas, víctima de la soledad, de la incertidumbre que había soportado durante aquellos meses. Ella respondió, le acogió entre sus brazos acariciándole, saboreó la piel tersa de su cuello.

Después se separó un instante, quebrando por un segundo la magia de aquella escena.

—Uau —en su semblante se dibujaba una sonrisa—. ¿Seguro que eres el de siempre?

Volvieron a abrazarse, sintiendo cómo sus corazones vivos, al fin, latían al mismo ritmo; un ritmo firme, esperanzado, que ni siquiera la sombra de la muerte lograría eclipsar.

Fin

David Lozano Garbala es de Zaragoza, donde nació en 1974. Aunque hizo la carrera de Derecho y ejerció un tiempo como abogado, ahora es profesor, lo que le deja tiempo para escribir. Ha sido actor de cortometrajes, le gustan las películas de terror, el humor negro, el teatro, la naturaleza, conocer gente de todo tipo, disfrutar de su familia y amigos… Pero, lo cierto es que su fama la ha logrado a través de la literatura. En 2006 consiguió hacerse con el Premio Gran Angular de la editorial SM, con su novela Donde surgen las sombras. Este premio es uno de los más importantes, de los que se otorgan en España en la categoría de novela juvenil.

Cielo rojo, 2011

La puerta oscura: Réquiem, 2009

La puerta oscura: El Mal, 2009

La puerta oscura: El viajero, 2008

Donde surgen las sombras, 2006

La senda del ébano, 2001

El último huesped, 1998

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