¡Triss! ¡Triss! ¡Triiiiss!
.
-¡Triss!
.
Abrió los ojos, agitó la cabeza sobre la almohada, movió las manos entumecidas.
—¿Geralt?
—Estoy junto a ti. ¿Cómo te sientes?
Miró a su alrededor. Estaba en su habitación, tendida en la cama. En la mejor cama de Kaer Morhen.
—¿Qué pasa con Ciri?
—Duerme.
—¿Cuánto tiempo...?
—Demasiado tiempo —interrumpió. La cubrió con el edredón, la abrazó. Cuando se agachó, el medallón con la cabeza de lobo se balanceaba junto al rostro de ella—. Lo que hiciste no fue buena idea, Triss.
-Todo está bien. -Temblaba enlazada en su abrazo.
No es cierto, pensó. Nada está bien
. Volvió el rostro de forma que no la tocara el medallón. Había muchas teorías acerca de las propiedades de los amuletos de los brujos, pero ninguna recomendaba a los hechiceros el contacto con ellos durante los días y las noches de Solsticio.
—¿Acaso... acaso dijimos algo durante el trance?
—Tú no. Estuviste inconsciente todo el tiempo. Ciri... Justo antes de despertarse... dijo... "Va'esse deireádh aep eigean".
—¿Conoce la Vieja Lengua?
—No tanto como para pronunciar frases completas.
—Frases que significan "Algo termina". —La hechicera se pasó la mano por el rostro—. Geralt, este es un asunto serio. La muchacha es un médium increíblemente fuerte. No sé qué es lo que contacta con ella, pero me da la sensación de que no existen límites de contacto para Ciri. Algo quiere adueñarse de ella. Algo... que es demasiado fuerte para mí. Tengo miedo por ella. Un trance más... puede que finalice con una enfermedad psíquica. Yo no soy capaz de controlarlo, no sé cómo, no puedo... Si fuera necesario no podría bloquear, enmudecer sus capacidades, no sería capaz, si no hubiera otra salida, de ahogarlas permanentemente. Tienes que usar de la ayuda de... otra hechicera. Más capacitada. Con más experiencia. Sabes de quién hablo.
—Lo sé. —Tornó la cabeza, apretó los labios.
—No te opongas. No te defiendas. Imagino por qué no acudiste a ella en lugar de a mí. Combate tu amor propio, somete tu dolor y tu terquedad. Esto no tiene sentido, te torturas a ti mismo. Y arriesgas la salud y la vida de Ciri. Lo que suceda con ella en el próximo trance puede ser probablemente peor que la Prueba de las Hierbas. Pídele ayuda a Yennefer, Geralt.
—¿Y tú, Triss?
—¿Yo, qué? —Tragó saliva con esfuerzo—. Yo no cuento. Te he fallado. Te he fallado... en todo. Fui... fui tu error. Nada más.
—Los errores —dijo con énfasis— también cuentan para mí. No los borro ni de mi memoria ni de mi vida. Y nunca culpo a otros de ellos. Tú cuentas, Triss, y siempre contarás. Nunca me fallaste. Nunca. Créeme.
Ella guardó silencio durante largo rato.
—Me quedaré hasta la primavera —anunció finalmente, mientras combatía el temblor de su voz—. Estaré junto a Ciri... La cuidaré. Día y noche. Estaré junto a ella día y noche.
Y en la primavera... En la primavera la llevaremos al santuario de Melitele en Ellander. Puede que lo que quiere adueñarse de ella no tenga acceso al santuario. Y tú entonces pedirás ayuda a Yennefer.
—Bien, Triss. Te lo agradezco.
—¿Geralt?
—Dime.
—Ciri dijo algo, ¿no es cierto? Algo que tú escuchaste. Dime qué fue.
—No —protestó él, y la voz le tremoló—. No, Triss.
—Por favor.
—Ella no me hablaba a mí.
—Lo sé. Me hablaba a mí. Dilo, por favor.
—Después de despertarse... Cuando la alcé... Susurró: "Olvídalo. No lo tortures".
—No lo haré —dijo en voz baja—. Pero no puedo olvidar. Perdóname.
—Yo soy quien debe pedirte perdón. Y no sólo a ti.
—Tanto la quieres. —Era una afirmación, no una pregunta.
—Tanto —accedió a media voz, tras un largo instante de silencio.
—Geralt.
—Dime, Triss.
—Quédate conmigo esta noche.
—Triss...
—Sólo quédate.
—Está bien.
A poco de Midinváerne, dejó de caer la nieve. Comenzaron las heladas.
Triss estaba junto a Ciri de día y de noche. La cuidaba. La tomaba bajo su protección. Visible e invisible.
La muchacha se despertaba gritando casi cada noche. Deliraba, se aferraba las mejillas, lloraba de dolor. La hechicera la calmaba con conjuros y elixires, la adormecía, abrazándola y la acunaba en sus brazos. Y luego ella misma era incapaz de dormir durante largo rato pensando en lo que Ciri había dicho en sueños y al despertarse. Y sentía un miedo creciente. Va'esse deireádh aep eigean... Algo termina...
Así fue durante diez días y diez noches. Y por fin se acabó. Se terminó, desapareció sin huella. Ciri se tranquilizó, dormía serena, sin delirios, sin sueños.
Pero Triss cuidaba de ella incansablemente. No se alejaba de la muchacha ni a un paso. La tomó bajo su protección. Visible e invisible.
—¡Más deprisa, Ciri! ¡Paso adelante, ataque, paso atrás! ¡Media pirueta, golpe, paso atrás! ¡Equilibra, equilibra con la mano izquierda, o te caerás del peine! ¡Y te golpearás en tus... atributos femeninos!
—¿Qué?
—Nada. ¿No estás cansada? Si quieres, descansamos.
—¡No, Lambert! Todavía puedo. No soy tan debilucha, no te lo pienses. ¿Y si intentara saltar un palo sí y otro no?
—¡Sobre mi cadáver! Te caes y entonces Merigold me corta... la cabeza.
—¡No me caeré!
—Te lo he dicho una vez y no lo voy a repetir. ¡Sin fantasmear! ¡Los pies firmes!
¡Y respira, Ciri, respira! ¡Resoplas como un mamut moribundo!
—¡No es verdad!
—No chilles. ¡Ejercita! ¡Ataque, retroceso! ¡Parada! ¡Media pirueta! ¡Firme sobre los palos, joder! ¡No te tambalees! ¡Parada, pirueta entera! ¡Salta y corta! ¡Así es! ¡Muy bien!
—¿De verdad? ¿De verdad lo hice bien, Lambert?
—¿Quién ha dicho eso?
—¡Tú! ¡Hace un segundo!
—Debo de haberme equivocado. ¡Ataque! ¡Media pirueta! ¡Retrocede! ¡Y otra vez! Ciri, ¿dónde está la parada? ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? Después del retroceso siempre hay que efectuar una parada, la extensión de la hoja para cubrir la cabeza y el cuello! ¡Siempre!
—¿Incluso cuando sólo lucho con un oponente?
—Nunca sabes con qué luchas. Nunca sabes qué hay por detrás de ti. Tienes que cubrirte siempre. ¡El trabajo de la espada y los pies! Tiene que ser un reflejo. Un reflejo, ¿comprendes? No te está permitido olvidarlo. Lo olvidas en una lucha de verdad y se acabó. ¡Otra vez! ¡Así! ¡Justo así! ¿Ves qué bien te deja colocada esa parada? Ahora puedes realizar el golpe que quieras. Puedes dar un tajo hacia atrás, si fuera necesario. Venga, muéstrame una pirueta y golpe hacia atrás.
—¡Yaaa!
—Muy bonito. ¿Sabes ya de qué se trata? ¿Lo has captado?
—¡No soy tonta!
—Eres una mujer. Las mujeres no tienen seso.
—¡Eh, Lambert, si te oyera Triss!
—Largo el pelo, corto el seso, por las mujeres va eso. Venga, basta. Bájate. Vamos a descansar.
—¡No estoy cansada!
—Pero yo sí lo estoy. Ya te he dicho, vamos a descansar. Baja del peine.
—¿De un salto?
—¿Y cómo lo ibas a hacer si no? ¿Como las gallinas de su percha? Vamos, salta. No tengas miedo, te protegeré.
—¡Yaaa!
—Bien. Para una mujer, muy bien. Ya puedes quitarte la venda de los ojos.
—Triss, ¿no basta ya por hoy? ¿Vale? Podemos tomar los trineos y tirarnos desde la cuesta. ¡Luce el sol, la nieve centellea tanto que hasta duelen los ojos! ¡Un tiempo precioso!
—No te asomes tanto o te caerás de la ventana.
—¡Vamos a tirarnos con los trineos, Triss!
—Propónmelo en la Vieja Lengua. Así acabamos la lección. Aléjate de la ventana, vuelve a la mesa... Ciri, ¿cuántas veces te lo tengo que decir? Suelta la espada, deja de perder el tiempo con ella.
—¡Es mi nueva espada! ¡Verdadera, de brujo! ¡Hecha de acero que cayó del cielo! ¡De verdad! ¡Geralt lo dijo y él no miente nunca, ya lo sabes!
—Oh, sí. Lo sé.
—Tengo que acostumbrarme a esta espada. Tío Vesemir la ajustó a mi peso, altura y longitud de la mano. ¡Tengo que acomodar a ella la mano y la muñeca!
—Acomoda lo que quieras, pero en el patio. No aquí. Venga, dime. Parece que querías proponerme el salir con los trineos. En la Vieja Lengua. Propónmelo.
—Hummm... ¿Cómo se dice trineo?
—Sledd como sustantivo. Aesledde como verbo.
—Ajá... Ya sé. Va'en aesledde, ell'ea?
—No termines una pregunta de este modo, es una forma poco cortés. Las preguntas se crean gracias a la entonación.
—Pero los niños de las Islas...
—No estudias el argot de Skellige, sino la Vieja Lengua en su forma clásica.
—¿Y para qué tengo yo que estudiar esta lengua?
—Pues para saberla. Lo que no se sabe hay que aprenderlo. Quien no sabe idiomas es un tullido.
—¡Pues si al fin y al cabo todos hablan en la común!
—Cierto. Pero algunos no sólo en ella. Te aseguro, Ciri, que es mejor pertenecer a los algunos que no a los todos. Venga, te escucho. Una frase completa: "Hoy hace un tiempo precioso, vamos a deslizarnos con los trineos".
—Elaine... Humm... ¿Elaine tedd a'taeghane, a va'en aesledde?
—Muy bien.
—¡Ja! Entonces vamos a por los trineos.
—Iremos. Pero permíteme terminar mi maquillaje.
—Y para quién te maquillas tanto, ¿eh?
—Para mí misma. Una mujer realza su belleza para sentirse bien ella misma.
—Humm... ¿Sabes qué? Yo también me siento mal. ¡No te rías, Triss!
—Ven aquí. Siéntate en mis rodillas. ¡Suelta la espada, te lo he pedido antes! Gracias. Ahora toma ese pincel gordo, empólvate la cara. ¡No tanto, muchacha, no tanto! Mira al espejo. ¿Ves qué guapa estás?
—No veo ninguna diferencia. Me voy a pintar los ojos, ¿vale? ¿De qué te ríes? Tú siempre te pintas los ojos. ¡Yo también quiero!
—Está bien. Ten, ponte un poco de sombra en los párpados. Ciri, no cierres los dos ojos, no ves nada, te pintarás todas las buceras. Toma un pedacito y roza los párpados. ¡Rózalos, te he dicho! Déjame que te lo extienda un poco. Cierra los ojos. Ahora ábrelos.
—¡Ooooh!
—¿Hay diferencia? Un poquito de sombra no perjudica ni siquiera a unos ojos tan bonitos como los tuyos. Las elfas sabían lo que hacían cuando inventaron la sombra de ojos.
—¿Las elfas?
—¿No lo sabías? El maquillaje es un invento de las elfas. Muchas cosas útiles hemos tomado del Antiguo Pueblo. Y dándoles a cambio bien poquito. Ahora toma el lápiz, dibújate una línea muy fina en el párpado, junto a las pestañas. Ciri, ¿qué estás haciendo?
—¡No te rías! ¡Me tiemblan los párpados! ¡Es por eso!
—Abre un poco los labios y dejarán de temblar. ¿Lo ves? Lista.
—¡Ooooh!
—Ven, vamos ahora, para que nuestra belleza les deje pasmados a los brujos. Cuesta pensar en mejor espectáculo. Y luego tomaremos los trineos y nos quitaremos el maquillaje metiéndonos dentro de los montones de nieve.
—¡Y nos pintaremos otra vez!
—No. Le mandaremos a Lambert calentar los baños y nos bañaremos.
—¿Otra vez? Lambert dijo que utilizamos demasiada leña para nuestros baños.
—Lambert cáen me a'báeth aep arse.
—¿Qué? Esto no lo he entendido.
—Con el tiempo aprenderás también los modismos. Hasta la primavera nos queda todavía mucho tiempo para estudiar. Y ahora... ¡Va'en aesledde, me elaine luned!
—Esto, en este grabado... No, mocosilla, no éste... Éste. Esto es, como sabes, un ghul. Escuchemos, Ciri, lo que has aprendido sobre los ghules... ¡Eh, mírame a mí! Por el viejo diablo, ¿qué tienes en los pómulos?
—¡Un mejor sentimiento!
—¿Qué? Ah, y un comino. Venga, dime.
—Humm... Ghul, tío Vesemir, es un monstruo que devora cadáveres. Se lo puede encontrar en los cementerios, en los alrededores de los túmulos, en todos lados donde se entierra a los muertos. En nec... necrópolis. En los campos de batalla, tras las batallas...
—Entonces, ¿sólo es peligroso para los difuntos?
—No, no sólo. También a los vivos ataca el ghul. Si está hambriento o entra en un arrebato. Si, por ejemplo, hay una batalla... Muchos caídos...
—¿Qué te pasa, Ciri?
—Nada...
—Ciri, escucha. Olvídate de aquello. Aquello no volverá.
—Yo vi... En Sodden y en los Tras Ríos... Campos enteros... Estaban tendidos, los comían los lobos y los perros salvajes. Los picoteaban los pájaros... Seguramente también había allí ghules...
—Por eso es que estudias ahora a los ghules, Ciri. Aquello que se conoce deja de ser una pesadilla. Aquello con lo que se sabe luchar no es ya tan amenazador.
¿Cómo se lucha con un ghul, Ciri?
—Con la espada de plata. El ghul es sensible a la plata.
—¿Y a qué más?
—A la luz fuerte. Y al fuego.
—Entonces, ¿se puede luchar contra él con ayuda de la luz y del fuego?
—Se puede, pero es peligroso. Un brujo no usa la luz ni el fuego porque le impide ver. Toda luz produce sombra y la sombra dificulta la orientación. Hay que luchar siempre en las tinieblas, bajo la luz de la luna o de las estrellas
—Perfecto. Lo has recordado muy bien, eres una muchacha despejada. Y ahora mira a este grabado.
—Eeeueeeuuueee...
—En fin, cierto que no es guapo este hidep... ser. Es un graveir. El graveir es una forma de ghul. Es parecido al ghul pero bastante mayor. Se diferencia también, como ves, por estas tres crestas de hueso en el cráneo. El resto lo tiene igual que todo comecadáveres. Presta atención. Uñas cortas y romas, adaptadas para cavar en las tumbas, para arañar la tierra. Fuertes dientes, para roer los huesos y una lengua larga y fina que le sirve para sacar de ellos el tuétano en descomposición. Un tuétano bien apestoso es para el graveir una delicia... ¿Qué te pasa?
—Nnnnnada.
—Estás completamente pálida. Y verde. Comes muy poco. ¿Has tomado el desayuno?
—Shííí. Tttoomé.
—¿De qué estaba...? Ah, sí. Casi lo olvidé. Recuérdalo porque es importante. Los graveires, como los ghules y otros monstruos de este grupo, no tienen nicho ecológico propio. Son reliquias del período de penetración de las esferas. Al matarlos no afectamos los equilibrios ni los sistemas que existen en la naturaleza, en nuestra esfera actual. En nuestra esfera actual estos monstruos son ajenos y no hay sitio aquí para ellos. ¿Entiendes esto, Ciri?