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Authors: Alberto Villoldo
Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo
LA PRÁCTICA DEL DOMINIO DEL TIEMPO
Para dominar el tiempo, tienes que abandonar la idea de que el efecto sigue a la causa, y entrar en la corriente de la intemporalidad.
En Occidente, se nos ha enseñado que el tiempo sólo fluye en una dirección, y que el futuro siempre está delante de nosotros y el pasado atrás. Éste es el
tiempo monocrónico
, que fluye de forma lineal, avanzando lentamente día a día. Pero el tiempo no sólo avanza como una flecha; también gira como una rueda. Por eso el tiempo no lineal, o
tiempo policrónico
, es considerado sagrado. Aquí el futuro se filtra en el presente para convocarnos, y podemos cambiar acontecimientos que ya han sucedido.
El principio operativo más importante del tiempo lineal es la causalidad, o causa y efecto, que constituye la base de la ciencia moderna:
esto
ocurre, por lo tanto
aquello
ocurre. La causalidad quiere decir que el pasado siempre está moldeando el presente. Creemos que nuestra vida es un desastre porque nuestros padres no nos quisieron lo suficiente cuando éramos niños o porque descendemos de una larga línea de inadaptados. Pero cuando nuestra percepción del tiempo es circular, el principio operativo más importante es la sincronicidad o la producción fortuita de los acontecimientos. Lo que llamamos coincidencia o suerte es un principio operativo tan importante como la causalidad.
Los laikas creen que el hecho fortuito de los acontecimientos, como cuando dos personas se encuentran accidentalmente, es tan significativo como su causa (por qué esas dos personas se hallaban en el mismo lugar a la misma hora). La sincronicidad está más interesada en el propósito y el significado de un acontecimiento que en su causa.
Esto me recuerda al poeta Robert Bly cuando contaba la historia de Manolete, uno de los más grandes toreros de España. En su niñez, Manolete era flaco y enclenque, un niño miedoso que se agarraba al delantal de su madre y que le tenía pánico a los matones de su escuela. Los psicólogos explicaron su vocación de matador de toros como un mecanismo compensatorio —es decir, estaba intentando probarse a sí mismo y a los demás que era realmente un hombre valiente—. Pero Bly sostiene que Manolete podría haber tenido el presentimiento de que un día se iba a enfrentar en el ruedo a locomotoras de ochocientos kilos, y esto le habría dado todos los motivos para tener miedo en su niñez.
Por lo tanto, si el tiempo fluye realmente en más de una dirección, el futuro puede atraernos hacia sí de la misma forma que el pasado nos empuja hacia delante. El motivo por el cual no lo hace así es porque percibimos el tiempo de manera lineal. Los laikas saben que la causa de un acontecimiento presente puede de hecho estar en el futuro. En otras palabras, en los días en que te toquen todos los semáforos en rojo cuando vayas camino al trabajo, no comiences a pensar que deberías haberte quedado en cama porque el universo está conspirando contra ti. Más bien, reconoce que estás operando en un tiempo sagrado y que el universo está conspirando a tu favor. Hace que el tren salga con tres minutos de retraso porque ése es el tren que debes tomar, o hace que te toquen todos los semáforos en rojo porque ése no es el tren que deberías tomar.
Si percibimos el tiempo de esta forma, no nos irritamos ni nos reprochamos: «¿Cómo he podido ser tan estúpido para perder este tren? ¿Por qué tengo tan mala suerte?». Nuestro nivel de estrés se reduce enormemente porque confiamos en que tanto la buena como la mala suerte forman parte de un gran plan.
Hay una antigua historia zen que ilustra este punto. Un granjero tenía un caballo, pero un día el animal huyó, y el granjero y su hijo tuvieron que arar la tierra solos. Los vecinos le dijeron: «Oh, ¡qué mala suerte que se haya escapado el caballo!». El granjero simplemente contestó: «Mala suerte, buena suerte… ¿Quién puede saberlo?».
A la semana siguiente el caballo regresó a la granja, acompañado de una horda de caballos salvajes. «¡Qué suerte!», exclamaron los vecinos, pero el granjero respondió: «Mala suerte, buena suerte… ¿Quién puede saberlo?». Luego su hijo intentó domar a uno de los caballos salvajes, fue derribado y se fracturó una pierna. «Ah, ¡qué mala suerte!», se compadecieron los vecinos, y de nuevo el granjero contestó: «Mala suerte, buena suerte… ¿Quién puede saberlo?».
Unas semanas después, el rey reclutó a todos los jóvenes del país para participar en una guerra. El hijo del granjero, con la pierna rota, quedó exento. «¡Qué suerte que tu hijo se haya librado de ir a la guerra!», exclamaron los vecinos. Y el granjero comentó: «Mala suerte, buena suerte… ¿Quién puede saberlo?».
LAS VENTAJAS DEL TIEMPO SAGRADO
Tomarte las cosas como algo personal cuando el mundo no se ajusta a tus expectativas produce estrés, y los estudios realizados en la Universidad de Harvard han revelado que el 95% de las enfermedades son causadas o exacerbadas por el estrés. Imagina lo que puede sucederle a tu nivel de tensión cuando sales de la causalidad y entras en el tiempo sagrado. Te adentrarás en un mundo en que nunca estás atrasado o adelantado —simplemente llegas cuando llegas, y sucede que todo el mundo también se presenta en el momento adecuado.
El dominio del tiempo no quiere decir que dejamos de cumplir nuestros compromisos y no llegamos nunca a la hora acordada, sino más bien que mantenemos un estado de
ayni
tan perfecto que siempre aparecemos en el momento adecuado. Al dominar el tiempo, le damos una oportunidad al universo para que haga lo que hace de manera natural, es decir, conspirar a nuestro favor. Abandonamos la creencia de que tenemos que manipular el mundo que nos rodea y «asumir el control» para que las cosas salgan bien. Descubrimos que, desde la perspectiva del águila, sólo necesitamos el 5% de nuestra energía para afectar al mundo de la forma que queremos, no el 95%. Esto es debido a que podemos resolver los problemas en el futuro, antes de que ni siquiera hayan nacido.
Salir del tiempo lineal también nos permite entrar en el dominio intemporal desde donde el universo se está soñando a sí mismo. Dentro de este tiempo sagrado, podemos encontrar el destino más deseable para nosotros mismos y elegirlo. Y una vez lo hayamos hecho, seremos capaces de cambiar fácilmente el camino que seguimos.
Una de mis alumnas había luchado durante años para encontrar tiempo para pintar, una actividad que consideraba su vocación. Pero con tres hijos pequeños y un trabajo a jornada completa, le resultaba imposible. Además, como casi no tenía tiempo para cocinar, consumía comida rápida, y había engordado quince kilos. El aumento de peso había afectado a su autoestima y había hecho que perdiera la confianza en sí misma. Pensó que antes de poder volver a coger un pincel, tenía que comenzar a alimentarse bien y a hacer ejercicio… y también debía acondicionar la habitación que usaba como trastero para poder convertirla en un estudio… etcétera, etcétera.
Aunque cada tarea que mi alumna se había impuesto parecía desalentadora e infranqueable, después de experimentar el tiempo sagrado, fue capaz de descubrir la artista que llevaba dentro e instalarla en su futuro. Comenzó a turnarse con otras madres para ir a buscar a los niños al colegio, a comprar alimentos más nutritivos y a preparar una comida más sana para su familia. Se olvidó de acondicionar un estudio para pintar, instaló su caballete en el jardín y descubrió que el tiempo se organizaba a sí mismo para ayudarla en su proyecto artístico.
Cuando practicamos el dominio del tiempo, somos capaces de llegar al final del camino que hemos elegido en lugar de al que ha sido elegido para nosotros por las estadísticas. Por ejemplo, tengo clientes con enfermedades de mal pronóstico, y las estadísticas dicen que probablemente morirán de la misma forma que otros pacientes con la misma enfermedad. Sin embargo, al acceder al tiempo sagrado, estas personas son capaces de encontrar una de las pocas líneas del destino que lleva a un resultado más favorable, e instalar ese resultado en su futuro. Después de eso, tienen más posibilidades de vencer el pronóstico y recuperar la salud, o una transición apacible y sin dolor.
COMPRENDER EL TIEMPO NO LINEAL
Aunque hayamos llegado a creer que el tiempo es una realidad física que se mueve a una velocidad fija, cuando practicamos el sueño, el tiempo no tiene una dirección. No se mueve a lo largo de una línea recta, como cuando soñamos con un pariente fallecido hace mucho tiempo y luego con nuestros hijos. Y no existe la causalidad: cuando soñamos el mundo y lo hacemos realidad, el futuro no tiene por qué construirse sobre el pasado, y éste no tiene por qué predeterminar nuestro presente.
En el tiempo sagrado, tanto el futuro como el pasado están disponibles, y todo ocurre al mismo tiempo —sólo podemos soñar el mundo y hacerlo realidad desde este lugar intemporal—. Y cuando elevamos nuestra percepción hasta el nivel del águila, nos encontramos más cerca de experimentar esta infinitud. En lugar de esperar un día lejano en el que poder recuperar nuestra naturaleza original y regresar al Edén, los Guardianes de la Tierra nos dicen que ahora es el momento perfecto para adentrarnos en la infinitud, recuperar nuestra naturaleza divina y vivir con belleza en este mundo.
La eternidad es una interminable secuencia de acontecimientos; la infinitud, en cambio, es un lugar anterior y posterior al tiempo, anterior al Big Bang y posterior al colapso del universo. Es decir, la infinitud está fuera del tiempo. En este lugar de infinitud, puedes influenciar los acontecimientos que sucedieron en el pasado y darle un empujoncito al destino. En este lugar, el futuro te está apremiando tanto como el pasado. Puede que nunca sepas por qué perdiste el tren o por qué esto hizo que te encontraras con un antiguo compañero de trabajo, pero eres consciente de que estos acontecimientos tienen un sentido y suceden por alguna razón. Tienes confianza en que tu comprensión siga a tu experiencia en lugar de precederla. No importa lo desagradable que haya sido el momento en que perdiste el tren, lo aceptas plenamente, consciente de que grandes cosas les suceden a los que confían en el Espíritu.
Un Guardián de la Tierra comprende que si quieres cambiar una situación, tienes que comenzar por aceptarla tal como es. Reconoces que este momento es perfecto —y luego puedes transformar todo lo que quieras.
Cuando te sales del tiempo y te adentras en la infinitud, el pasado y el futuro te revelan sus secretos —puedes ver el día de mañana y el de pasado mañana, e incluso el día en que vas a morir. Es importante borrar esto de tu memoria consciente a fin de que puedas estar plenamente presente en el momento durante cada día de tu vida. Quieres despertarte exclamando: «¡Qué maravilloso día es hoy!», en lugar de: «Éste es el día en que voy a morir», o: «Dentro de exactamente un año voy a morir» o cualquier cosa de ese tipo. No quieres verte atrapado nuevamente en el tiempo, concibiendo la muerte como un depredador y olvidando tu naturaleza original. Esto quiere decir que es mejor evitar que tu ego se entere de los secretos que aprendas en este lugar.
Verás, hace doce mil millones de años, la inmensa fuerza que conocemos como Dios, y que existía en un vacío inmanifestado, decidió experimentarse a sí mismo. Con una gran explosión, formó toda la materia en nuestro universo y luego continuó explorándose a sí mismo a través de innumerables formas —desde la roca hasta el saltamontes, desde la luna hasta el elefante—. Sin embargo, como esta inmensa fuerza era omnipresente y omnisciente, cada una de sus manifestaciones también poseía estas cualidades. Para conocerse a sí mismo a través de sus muchas formas, la naturaleza de su ser debía ser mantenida en secreto, incluso de sí mismo.
Cuando nos salimos del tiempo lineal y experimentamos la infinitud, recuperamos nuestra naturaleza original, que es Dios. Cuando regresamos al reino del tiempo, perdemos esa conciencia para poder experimentar la vida en un mundo regido por el reloj, y esto es lo que se espera que hagamos. Volvemos a la vida cotidiana sin ser conscientes de que somos Dios y de que estamos soñando todo lo que sucede. Así pues, mientras seguimos con nuestras vidas, el conocimiento de nuestra naturaleza original nos lleva a ponernos al servicio de nuestras experiencias en lugar de esperar a que ellas se pongan a nuestro servicio. Es decir, en lugar de preparar una comida con la expectativa de que nos sirva de alimento, nos ponemos al servicio de la preparación de esa comida, infundiéndole un significado a la experiencia. Ya no les buscamos un significado a las situaciones, sino que nosotros mismos le proporcionamos un sentido y un propósito a cada ocasión; ya no buscamos la verdad o la belleza, sino que le aportamos belleza y verdad a cada situación.
A menudo esperamos que los rituales sean experiencias que nos presten un servicio, haciéndonos sentir patrióticos, santos, orgullosos, unidos a los demás, etcétera. De este modo, no estamos habituados a abrirnos a la belleza, el absurdo y el drama que cualquier experiencia nos pueda proporcionar. Cuando era niño, recuerdo haber pensado que mi Primera Comunión iba a ser una experiencia profundamente transformadora, ya que iba a llenarme con el poder y la luz del Espíritu Santo. Pero cuando el sacerdote me puso la blanca y pegajosa oblea en la boca, no sentí ninguna trascendencia en absoluto. No comprendí que de mí dependía convertir ese momento en una experiencia profunda.
Si mantenemos a mano el conocimiento de nuestra naturaleza omnipresente y omnisciente, y somos conscientes de ella en todo momento, nunca tendremos que ir en busca de experiencias trascendentales o de la iluminación. Sabremos que todo lo que hagamos es sagrado, y ya no iremos en busca de la verdad, de la belleza, de un sentido o de un propósito. Cancelamos la búsqueda e incorporamos belleza en cada acción y verdad en cada encuentro. Después de haber estado en ese lugar de intemporalidad, nos será más fácil estar presentes en el momento en lugar de pensar en lo que deberíamos haber hecho, estar haciendo o hacer más adelante. Sea lo que sea que estemos haciendo —besando a la persona amada o barriendo el suelo—, nos perdemos en ese instante, y esto es una completa perfección.
LA PRÁCTICA DE ADUEÑARTE DE TUS PROYECCIONES
Para adueñarte de tus proyecciones, debes descubrir y reconocer las partes de ti mismo que te has negado a ver. Resulta que todo lo que crees que es verdad sobre la gente que te rodea, o sobre las situaciones en que te encuentras, refleja una historia que tienes sobre la forma en que funciona el universo. Cuando comprendes esto, examinas detenidamente cada situación difícil de tu vida y luego la cambias desde dentro.