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Authors: Alberto Villoldo
Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo
Dos semanas más tarde pasamos de nuevo por la misma aldea. Para entonces ya se me había olvidado aquella conversación y las misteriosas instrucciones de mi maestro acerca del estiércol… pero no a él. Don Antonio se dirigió directamente hacia el lugar del agujero y me pidió: «Cava». Cuando estaba algunos centímetros por debajo de la superficie, me dijo: «¿Ves? Ya se está convirtiendo en fertilizante». A continuación me llevó hasta la roca y, señalándome el excremento seco, me dijo: «¿Ves? Aún sigue pareciendo mierda, ¿no es así? Y hasta huele a mierda, ¿verdad? Nuestra Madre Tierra lo vuelve a convertir todo en vida: nuestro dolor, nuestra pena, nuestro sufrimiento, incluso nuestros excrementos».
Durante toda mi vida yo había creído que la divinidad residía en lo alto. Incluso el padrenuestro dice: «Padre nuestro, que estás en los cielos…». No estaba preparado para aceptar la idea de que la divinidad es oscura, fértil y húmeda —como la tierra— o que lo sagrado está presente en nuestra vida cotidiana, en el suelo que pisamos, y no en alguna limpia y pura morada celestial, muy alejada de toda nuestra «mierda».
Aunque como antropólogo he sido educado en el respeto a las creencias de otros pueblos, todavía pensaba que mis propias creencias eran superiores a las de los pueblos primitivos que estudiaba —después de todo, yo tenía un doctorado—. Ni siquiera sabía que me encontraba atrapado en el sueño colectivo que había sido creado para mí por mi cultura, mi religión y mi educación. Aprendí que el sueño colectivo en que vive la mayoría de nosotros es un cuento de mal gusto que confundimos con la realidad. No lo podemos ver porque no somos conscientes de que no es más que un sueño.
La otra lección que aprendí ese día fue que lo que había considerado un asqueroso excremento estaba de hecho en camino de convertirse en fertilizante y en alimento para otras formas de vida. En psicología, se me había enseñado a colocar la deposición sobre la piedra, disecarla, examinarla bajo el microscopio para determinar su origen y composición, y luego preguntarme cómo una comida tan buena puede acabar convertida en algo así.
Del mismo modo, nos preguntamos: «¿Cómo una relación tan prometedora puede haber acabado convirtiéndose en mierda?». Pues bien, una vez comenzamos a percibir las cosas desde una perspectiva más elevada, podemos ver más allá de los problemas y descubrir oportunidades y un potencial para crecer. Como don Antonio solía decirme, «Alberto, eres un cortador de maleza. Siempre estás arrancando las malezas de tu vida —los traumas infantiles, tus amores perdidos—. Tu jardín ya no tiene malezas, pero no has plantado flores o frutas. Acepta la presencia de algunas malezas para que puedas cultivar cosas bellas».
Mi educación como psicólogo me encerró en la creencia de que la vida está llena de problemas, y que sólo trabajando arduamente iba a poder encontrar las soluciones. No estaba soñando una vida apacible y fructífera, sino más bien una existencia llena de problemas, y eso fue justamente lo que el universo me proporcionó.
CÓMO SOÑAMOS Y MANIFESTAMOS EL MUNDO
Lo que vemos y experimentamos es el mundo que hemos manifestado a través de nuestros sueños —si no nos gusta, podemos abrir los ojos, ser conscientes y crear algo diferente—. Una manera de hacerlo es a través de la plegaria, que puede tener un gran efecto sobre ciertas situaciones. Uno de mis ejemplos favoritos proviene de un estudio realizado con cuatrocientos pacientes en la unidad de asistencia coronaria del Hospital General de San Francisco, en la década de los ochenta. El investigador Randolph Byrd preparó un experimento en que la mitad de los pacientes fueron objeto de plegarias, además de recibir los cuidados médicos habituales. Los doctores y las enfermeras no sabían qué pacientes habían sido objeto de plegarias. Mientras que ninguno de los que fueron objeto de plegarias experimentó un paro cardíaco o murió, doce de los pacientes del grupo de control sufrieron un paro cardíaco, y tres de ellos murieron.
Estamos acostumbrados a hacer peticiones específicas cuando rezamos, pero es más eficaz dejar que el Espíritu se encargue del resultado de cualquier situación. Los investigadores empleados por una organización llamada la Spindrift Foundation han estudiado el poder de la plegaria para curar organismos simples, como las semillas que están germinando. (Cuando se trata de evaluar los efectos de la plegaria, resulta fácil trabajar con plantas; después de todo, no hacen ejercicio, no siguen una alimentación especial, no toman suplementos vitamínicos, ni tienen a alguien fuera del grupo de estudio rezando por ellas.) Se evaluaron dos tipos de plegaria: la
plegaria dirigida
, en que quien reza le dice a la divinidad cuál es el problema y qué desenlace desea, como por ejemplo la plena recuperación de su tía después de un infarto; y la
plegaria no dirigida
, en que quien reza le comunica a la divinidad el nombre del receptor pero no busca un desenlace específico, confiando en que «se haga Tu voluntad». Los estudios con plantas realizados por la Spindrift Foundation mostraron que ambas estrategias funcionan, pero que la plegaria no dirigida es cuatro veces más eficaz que la dirigida, porque no es necesario decirle al Espíritu lo que debe hacer.
La visualización, como forma de plegaria, funciona en el nivel del colibrí y usa el lenguaje de las imágenes. Podemos crear una nítida imagen del hecho de estar viviendo en una gran casa al borde del mar, por ejemplo. Como expliqué anteriormente, la visualización es mucho más poderosa que las afirmaciones positivas, ya que éstas funcionan en el nivel de la mente (jaguar) y emplean el lenguaje de las palabras. Sabemos que una imagen vale más que mil palabras, de modo que para crear realmente una situación de paz en el mundo, necesitamos manifestar un mundo en paz a través de nuestras plegarias, y hacer esto en el nivel del colibrí. De otro modo, ¿cómo una única visualización de paz va a poder contrarrestar el efecto de cien imágenes de guerra y terror que vemos en un programa de noticias de treinta minutos?
LA REALIDAD QUE CREAMOS
El universo siempre nos devuelve el reflejo de las condiciones de nuestro sueño. Así, si sentimos miedo de no tener dinero, no lo tendremos. Sin embargo, si experimentamos un sentimiento de abundancia con lo que poseemos hoy, incluso si no tenemos dinero ahora mismo, esta abundancia se manifestará en el futuro, y podemos estar seguros de que más riquezas están en camino.
Por tanto, cuando nuestra vida no va bien, la solución más eficaz no consiste en cambiar de profesión, de pareja o de ciudad, sino en intentar mejorar la pureza de nuestros sueños. Cambiamos nuestro sueño, y nuestra vida sentimental o profesional adquiere equilibrio. Esto no quiere decir que continuemos en una relación abusiva o en un mal trabajo, sino que no dejamos ese trabajo o esa relación heridos y culpándolos por habernos victimizado. Nos libramos de las historias improductivas y en su lugar imaginamos las experiencias que nos gustaría tener.
Hay una vieja historia de un viajero que se encuentra con otro que viene en sentido opuesto. El primer viajero le dice al segundo: «Me dirijo a la ciudad de la que vienes. Dime, ¿qué tal es? ¿Es la gente buena, honesta y confiable?». El segundo viajero le responde con otra pregunta: «Dime, ¿cómo eran los habitantes de la ciudad de donde tú vienes?». El primero contesta: «Oh, ¡eran egoístas y malvados! Me robaron, me negaron alojamiento y me cobraron demasiado por la comida. No hay una persona decente en toda la ciudad». Entonces, el segundo viajero le dice: «Pues bien, eso es exactamente lo que encontrarás en la ciudad a la que te diriges».
El segundo viajero se da cuenta, a diferencia del primero, de que vayas donde vayas, allí estarás. Tú llevas la energía de tus creencias, tu estado mental y tus emociones a cada circunstancia, y el universo responde cumpliendo tus expectativas. No hay ninguna realidad objetiva porque todas tus profecías se cumplen a sí mismas. Esto es soñar.
Podemos lograr cualquier cosa que deseemos si creemos realmente en el sueño que nos gustaría experimentar y seguimos el camino del visionario. Logramos esto mediante las prácticas de la mente de principiante, y viviendo con coherencia, transparencia e integridad.
LA PRÁCTICA DE LA MENTE DE PRINCIPIANTE
Para practicar la mente de principiante debemos abandonar nuestras nociones preconcebidas. Como dijo Jesús: «Os digo que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos». En otras palabras, nuestras vidas se hacen mucho más simples cuando no cargamos con el peso de nuestras historias y expectativas. Los laikas dicen que esto sucede cuando podemos caminar por la nieve sin dejar huellas. Abandonamos nuestro cinismo, y nos abrimos a las oportunidades que se nos ofrecen. Recuperamos la inocencia y la espontaneidad. Volvemos a ser como niños y a experimentar las cosas como si fuera la primera vez.
Los practicantes del zen intentan alcanzar lo que se conoce como la «mente vacía». Hay una historia de un maestro y su discípulo, en que este último está bastante satisfecho de sí mismo y de todo lo que ha aprendido. El maestro lo invita a tomar té y le llena la taza hasta que la bebida comienza a desbordar. Consternado, el discípulo le grita: «Pero, maestro, ¡la taza ya está llena!». A lo cual el maestro responde: «¿Cómo puedo enseñarte nada si tu mente también está llena?».
Compara esto con lo que sucede en Occidente, donde cuanto más sabes, más vales. La práctica de la mente de principiante nos exige que abandonemos esta creencia y nos convirtamos en
amateurs
. De hecho, la palabra
amateur
proviene de un término francés que significa «amante». Los
amateurs
aman la vida, y se maravillan ante las distintas experiencias que ésta les ofrece. Para ser uno de ellos, tenemos que dejar de lado nuestros conocimientos. Sin embargo, comprendemos que cuando practicamos la mente de principiante, no
olvidamos
nuestros años de experiencia —simplemente no confundimos lo que aprendimos ayer con lo que estamos descubriendo hoy.
Debemos decirnos a nosotros mismos: «Esto es lo que creo que puede ser verdad, pero déjame comprobarlo empíricamente». Desarrollamos una relación hipotética con la vida en lugar de una relación fija. Entonces, cuando nos encontramos en una situación en la que ya hemos estado antes, no damos por sentado el desenlace, porque cuando lo hacemos, este desenlace se convierte en una profecía que se cumple a sí misma. Nos decimos: «Esto parece ser una discusión con mi pareja. De hecho, parece ser la misma discusión sobre dinero que tenemos todo el tiempo. Pero quizá no lo es; quizá se trate de algo distinto». Es posible que sea una oportunidad para profundizar en nuestra relación y fortalecerla.
Recientemente, un policía me hizo parar porque estaba conduciendo con exceso de velocidad. Inmediatamente me maldije a mí mismo por ser tan estúpido para conducir a 110 kilómetros por hora en una zona donde la velocidad máxima es de 80. Además, estaba furioso porque me hubiesen pillado… y decidí practicar la mente de principiante. Cuando el policía se acercó a mi coche, bajé la ventanilla, sonreí y dije: «Sé que iba con exceso de velocidad y que merezco una multa. No tengo ninguna excusa. ¿Qué tal su día?». Acabamos conversando un rato y me habló de su problema de fatiga crónica, no me puso la multa y se quedó encantado cuando le regalé una copia de mi libro
Shaman, Healer, Sage
. Para que esto funcione, por supuesto, tiene que ser algo auténtico, sin ninguna intención oculta de librarse de la multa. Y funcionó —tanto el oficial como yo tuvimos una nueva experiencia.
DESPRENDERTE DE LO QUE SABES
Practicar la mente de principiante tiene mucho en común con la teoría científica. En la ciencia, creamos una hipótesis basada en lo que hemos observado, y luego la contrastamos con los hechos. Si la evidencia no encaja con la teoría, desechamos la hipótesis. Esto es muy distinto a lo que sucede con la religión, en que la hipótesis es considerada sagrada. En la religión, la contrastamos con los hechos, y si éstos no encajan, conservamos la teoría y desechamos las evidencias. Por esta razón, la abrumadora cantidad de datos científicos que confirman que la evolución humana es un proceso que ha durado millones de años no sirve para convencer a un fundamentalista que cree que Dios creó el mundo en seis días y que los dinosaurios vivían en armonía con Adán y Eva en el Jardín del Edén. (Un reciente sondeo de Gallup indica que cerca del 47% de la población de los Estados Unidos piensa que Dios creó a los seres humanos tal como son en la actualidad hace más o menos unos 10 000 años.)
Practicar la mente de principiante exige que abandonemos nuestros dogmas, sean cuales sean. Obviamente, es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo cuando el dogma nos ha servido de ayuda. Recuerdo la conversación que tuve con mi abuela sobre el nacimiento de Jesucristo. Ella no encontraba ningún motivo para abandonar su creencia de que la madre de Jesús era literalmente virgen, y mi argumento de que esto era algo que había que tomar en sentido figurado —que Jesús nació de una madre pura de corazón— no la convenció en lo más mínimo.
Todos
los dogmas son peligrosos. Aunque las creencias de mi abuela puedan parecer inofensivas a primera vista, muchísima gente ha ido a la guerra para proteger ideologías parecidas.
Pero por rígida que sea la religión, la ciencia también puede serlo, y convertirse en un conjunto de conocimientos en lugar de en
una forma de adquirir
conocimientos. Durante los primeros años de mis investigaciones, por ejemplo, comprobé que muchos científicos rechazaban de buenas a primeras los estudios que estaba realizando porque no encajaban con sus presuposiciones. Luego, cuando la física cuántica y la teoría del caos pasaron a gozar de aceptación popular, mi trabajo comenzó a obtener un mayor reconocimiento por parte de los científicos y los médicos. El dogma de la ciencia hace que a menudo dejemos de hacernos preguntas importantes que podrían significar un gran progreso en nuestra capacidad para curarnos a nosotros mismos y a nuestro planeta.
Aunque esperamos que los niños digan cosas ilógicas e insólitas, y nos divierten sus creativas ideas y preguntas, los adultos que rompen con la ideología dominante e imaginan nuevas posibilidades a menudo son considerados lunáticos o medio chiflados. En 1899, el inventor serbio Nikola Tesla alegó que cuando estaba trabajando en su laboratorio de Colorado Springs recibió unas señales energéticas provenientes de Marte, bajo la forma de chasquidos. Tesla fue ridiculizado, pero alrededor de cien años más tarde, los investigadores descubrieron que no todo era producto de su imaginación: comprendieron que probablemente había captado ondas de radio naturales que son comúnmente transmitidas por las nubes de gas y otros materiales cósmicos. Tesla fue un visionario cuyas invenciones tecnológicas incluyen la corriente alterna, la telegrafía sin hilos, la central eléctrica de Niagara Falls y, sobre todo, la famosa bobina de Tesla, usada en las radios (y que genera un alto voltaje). Todos estos inventos debieron de haber parecido absurdos cuando los mencionó por primera vez.