Read Las cuatro revelaciones Online
Authors: Alberto Villoldo
Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo
En cuanto guerreros luminosos, trascendemos el miedo y la muerte, y somos capaces de aportar amor y belleza a cada encuentro. Ahora estamos listos para avanzar por el camino del visionario.
El camino del visionario
Ser un visionario significa caminar con suavidad sobre la tierra y soñar tu destino.
En este mundo moderno, el tiempo de los sueños ha quedado relegado al dominio de la no vigilancia. Para experimentarlo, tienes que echarte, cerrar los ojos y entrar en un estado de profunda ensoñación en que se aparecen imágenes. Sin embargo, para un Guardián de la Tierra, existe poca diferencia entre los sueños nocturnos y los diurnos de la vida cotidiana, con todo su misterio y su drama. Los Guardianes de la Tierra intentan permanecer plenamente despiertos incluso mientras duermen, a diferencia de la gente normal que suele estar totalmente dormida incluso cuando se encuentra en estado de vigilia. Cuando están despiertos, los Guardianes de la Tierra son capaces de soñar y manifestar un mundo de gracia y belleza. En este capítulo, aprenderás cómo crear con los ojos abiertos y comprenderás por qué tus sueños (y pesadillas) siempre se convierten en realidad.
La palabra
sueño
a menudo tiene una connotación negativa porque pensamos que es una pérdida de tiempo cuando sucede durante el día y algo totalmente sin sentido cuando tiene lugar a lo largo de la noche, o, en el mejor de los casos, un mensaje proveniente del subconsciente que deberá ser decodificado a la mañana siguiente. No nos damos cuenta de que en el fondo creamos la realidad en que vivimos, que soñamos un mundo y lo manifestamos — y que por lo tanto nuestra capacidad para crear hermosos sueños cuando estamos despiertos es muy importante.
Cuando domines el arte de soñar con los ojos abiertos, serás capaz de dejar de deambular inconscientemente por la vida. Podrás comenzar a crear una vida plena en lugar de conformarte con la pesadilla colectiva que la sociedad ha creado para ti —entonces serás el autor del poema épico de tu vida, en lugar de un participante involuntario en los acontecimientos que suceden a tu alrededor—. Cuando aprendas a soñar, ya no necesitarás interpretar los distintos papeles que te hayan asignado (víctima, verdugo o salvador). Te podrás liberar de las limitaciones de tus historias, en lugar de aferrarte a ellas para darte a ti mismo un falso sentido de seguridad.
Aquí se requiere la quietud que tiene el vuelo del colibrí. Debes ir más allá de las palabras inspiradoras y de las soluciones intelectuales para acceder a la quietud de tu alma, y crear una visión de cómo quieres que sea tu mundo —ya sea una imagen de tu propia vida o de la vida de todos en este planeta.
TOMANDO CONCIENCIA DE TUS SUEÑOS DIURNOS
Para comenzar a crear tu visión, debes tomar conciencia de tus sueños diurnos y de su simbolismo. En el psicoanálisis, aprendes que cada símbolo de tus imágenes nocturnas representa una parte de ti mismo: el amenazador fantasma, la bella doncella y la casa en llamas pueden ser todos interpretados como aspectos de tu yo. Por ejemplo, cuando estaba en la universidad, soñé que me encontraba dentro de un túnel y había una locomotora que avanzaba a toda velocidad hacia mí. Fui a ver a uno de mis profesores, que era muy bueno en el análisis de los sueños, y le conté mi pesadilla. Supuse que la locomotora representaba todas las asignaturas que estaba estudiando, y que sentía que me estaban abrumando y amenazando con aplastarme antes de que consiguiera graduarme.
Mi profesor estuvo de acuerdo en que podía ser ése el caso, pero que sólo era una interpretación superficial de mi sueño. Entonces me preguntó qué parte de mí era la locomotora descontrolada, inconsciente de lo que había a su paso. Luego quiso saber qué parte de mí era el túnel que contenía todos esos elementos en su interior. Yo reconocía esa parte de mí mismo que se sentía abrumada, pero también tenía una clara idea de lo que debía hacer y del rumbo que debía tomar —representado por la locomotora—, y todos estos elementos estaban dentro de un túnel —que simbolizaba mi subconsciente.
Puedes usar el mismo enfoque analítico para examinar tus sueños diurnos. Los símbolos se hallan en todas partes, y todo lo que experimentas refleja una parte de ti mismo —de modo que cuando puedas percibir la realidad de esta forma, comprenderás cómo estás soñando tu mundo.
Un día visité a una curandera en el suroeste de los Estados Unidos. Vivía en una cabaña de madera en las montañas y tenía la reputación de ser una persona que podía ayudarte a comprender los mensajes ocultos de los sueños. El camino hasta su casa no estaba bien señalizado, y varias veces tuve que retroceder y probar otro camino. Hacia el final, me perdí y tuve que subir por un terraplén hasta la cima de un barranco. Durante mi escalada, resbalé y me torcí el tobillo, así que tuve que cojear el resto del camino hasta llegar a su cabaña. Para entonces, estaba furioso y cubierto en sudor, preguntándome qué fue lo que me hizo intentar este viaje en primer lugar.
Saludé a la anciana, que me preguntó qué estaba haciendo tan lejos de la civilización. Le expliqué que había estado en las cercanías visitando a un conocido chamán y que había oído hablar de su capacidad para interpretar los sueños. Mi miró con desconfianza, pero después de un rato me invitó a que me sentara, diciendo: «Primero interpretemos tu día. Dime cómo llegaste hasta aquí, y luego te contaré algunas cosas sobre ti».
Al mirar por la ventana, vi su camioneta estacionada en la entrada… y un cuidado camino de gravilla que conducía hasta su cabaña. Por lo visto, había elegido el camino más difícil para llegar hasta su casa. Entonces comprendí cómo mi viaje hasta allí era un símbolo de la manera en que yo avanzaba por la vida: a menudo tomaba el camino equivocado, me sentía frustrado, perdía la paciencia y acababa en una situación desesperada en que tenía que escalar tomando la vía más difícil, y me lesionaba al hacerlo. Así fue cómo hice mi posgrado y cómo pasé los primeros años de mis investigaciones en la Amazonia, donde me gané una reputación, entre mis colegas antropólogos, de ser capaz de perderme en los lugares más improbables. En mi afán por comprender los misteriosos símbolos de mi sueño nocturno, había pasado completamente por alto el significado de mi sueño diurno.
SUEÑOS AMERICANOS
Cuando dormimos, generalmente sentimos que no tenemos casi ningún control sobre lo que sucede en nuestra conciencia —y a veces advertimos lo mismo cuando estamos despiertos. Se nos dice todo el tiempo que los acontecimientos simplemente «suceden», que lo mejor que podemos hacer para cambiar nuestro mundo es trabajar más arduamente e intentar influenciar a otras personas para que actúen como nosotros queremos. Establecemos reglas e intentamos hacerlas cumplir, pero nunca es suficiente. (Vale la pena señalar que cinco de los Diez Mandamientos pretenden regular los impulsos de nuestro primitivo cerebro reptiliano y mamífero, que están asociados a los niveles de la serpiente y del jaguar.) No se nos ocurre que deberíamos ver las cosas de otra forma e imaginar maneras mucho más creativas de resolver nuestros problemas. Esto requiere que consigamos ir más allá de la serpiente y del jaguar —niveles primitivos y ensimismados— para acceder al nivel del colibrí. En los niveles inferiores de la percepción, nos resulta imposible salir del trance cultural en que hemos sido educados.
En los Estados Unidos, existe hoy un canal de noticias que, en lugar de intentar ampliar las perspectivas de la gente, procura confirmar las creencias que ésta ya tiene. Sus televidentes quieren que se les confirme que el mundo es un lugar poco fiable, lleno de personas bondadosas como ellos que respetan a sus vecinos, y de individuos malvados que hacen cosas horribles y piensan de manera distinta.
Atrapados en nuestro trance cultural, los estadounidenses ya no vivimos en una democracia, sino en una «mediocracia». Los medios de comunicación están tan influenciados por sus patrocinadores corporativos que incluso los grandes acontecimientos mundiales son convertidos en artículos de opinión. Ya en el año 1880, John Swinton, un periodista del
New York Times
, comentó: «El trabajo de los periodistas consiste en destruir la verdad… Somos los instrumentos y los vasallos de hombres ricos que permanecen en segundo plano». Esta opinión sigue siendo válida hoy en día: como los anunciantes que financian las noticias están interesados en crear buenos consumidores que compren sus hamburguesas, no tienen ningún interés en ayudarnos a pensar con creatividad y originalidad.
Cuando nos tragamos sin más todo lo que nos dicen las noticias, perdemos nuestra creatividad y nuestra capacidad para transformar nuestro planeta en aquello que deseamos. Aunque no podamos soñar un mundo en que no haya abusos, podemos vislumbrar uno en que el crimen y la violencia no tengan lugar en nuestras vidas —donde no seamos ni víctimas ni verdugos.
NUESTRO PODER PARA CREAR UNA VIDA MEJOR
Digámoslo claramente: la realidad no es ninguna maravilla para la mayoría de nosotros. Si lo fuera, habría menos gente consumiendo drogas y alcohol para escapar de su infelicidad. Para gran parte de la gente, la realidad es una pesadilla, no un sueño agradable.
Ahora bien, afirmar que todos los individuos tienen la capacidad para crear o cambiar su realidad tiene una fuerte carga política. ¿Quiere esto decir que los trescientos millones de personas que viven en la miseria en la India simplemente no están soñando de la forma adecuada? Y ¿qué hay de todos los que murieron con el tsunami que golpeó el sureste asiático en el 2004 o los que perdieron su hogar a causa del huracán Katrina al año siguiente en los Estados Unidos? Ante tanto sufrimiento humano, es fácil desechar la idea de que soñamos nuestro mundo y así lo manifestamos, y pensar que no es más que una tontería característica del movimiento Nueva Era. Parecería más razonable culpar de estas catástrofes a la pobreza. Mucha gente piensa que si eliminásemos la pobreza, ya no habría sufrimiento. Sin embargo, la riqueza no cura la infelicidad. Algunos de los individuos más desgraciados que he conocido viven rodeados de lujo, mientras que muchas de las personas más felices con las que he estado tienen muy pocas comodidades materiales.
La idea de que soñamos nuestro mundo y de que así lo manifestamos no debe ser usada como una excusa para no implicarse socialmente o para no ayudar a aquellos que lo necesitan. Más bien estas tragedias deberían empujarnos a hacer más por ayudar a los demás. De hecho, no tenemos por qué esperar a que suceda un desastre para comprender que necesitamos compartir nuestros recursos y detener la destrucción del medio ambiente. Y podemos soñar un mundo en que estas tragedias no nos sucedan a nosotros.
Si muchos de nosotros tenemos un sueño de esperanza y de grandes posibilidades, podemos cambiar mucho las cosas. Una de las razones por las que publico mis libros con Hay House , por ejemplo, es porque se trata de una editorial que está empeñada en mejorar el mundo. Mi contable se quedó asombrado cuando rechacé la oferta de una gran editorial de Nueva York. Pero Hay House dona todos los beneficios de sus ventas en Sudáfrica a los huérfanos con sida, y me gusta que mis libros ayuden a apoyar esos esfuerzos. Y lo que es más, sé que formo parte de un equipo —desde los encargados del almacén hasta los vendedores— que comparte conmigo una cierta visión del mundo.
Si eres un visionario, puedes elegir rechazar la pesadilla que te presentan los medios de comunicación y la gente que te rodea. No tienes por qué participar en el sueño que dice que el propósito de la vida de todo el mundo consiste en ser un niño totalmente obediente y un excelente estudiante, y luego casarte, formar una familia, tener un trabajo seguro, una casa en un buen barrio y un televisor con doscientos canales… después de lo cual te jubilarás y te irás a vivir a una agradable y bien protegida urbanización. Aunque esto pueda ser el sueño americano, no tiene por qué ser el tuyo (¡obviamente no es el mío!). Hay muchos otros sueños más interesantes que puedes crear.
Demasiado a menudo damos por sentado lo que nuestro sueño colectivo nos dice que es posible o imposible, aceptable o inaceptable. Recientemente, alguien que conozco se mudó de Nueva York a una ciudad más pequeña. A pesar del buen servicio de autobuses y de otros transportes públicos en la nueva ciudad, además de la proximidad de su casa a la zona comercial, muchos de sus nuevos vecinos no podían entender su decisión de no comprarse un coche. Insistían en que se le iba a hacer insoportable tener que caminar varias manzanas hasta el supermercado cuando hiciera frío, aunque eso era justamente lo que había tenido que hacer durante los años que vivió en Manhattan. Como estas personas estaban tan acostumbradas a subirse al coche para hacer cualquier recado, pensaban que la decisión de mi amiga era demasiado radical. No estaban habituados a ver las cosas de otra manera y a abrirse a nuevas posibilidades.
De hecho, la mayoría de nosotros no somos conscientes de que estamos siendo soñados y de que podríamos imaginar algo distinto que sea exclusivamente nuestro. Sólo reconocemos esto cuando salimos de nuestra muy limitada experiencia y nos vemos expuestos a algo nuevo —por ejemplo, cuando un joven de la zona protestante fundamentalista de los Estados Unidos se va a la universidad o entra en el ejército, y se queda asombrado al ver que hay gente que es agnóstica, y que sin embargo es muy ética y decente.
Durante los primeros días con mi maestro laika tuve una experiencia que me mostró las limitaciones de mis creencias. Don Antonio y yo estábamos caminando por el altiplano —una meseta árida y montañosa que se extiende desde Cuzco hasta el lago Titicaca en Perú— y le dije que la tradición cristiana nos enseña a pedirle ayuda al cielo siempre que necesitemos auxilio u orientación. Él sonrió y me dijo que los laikas se la piden a la Madre Tierra, no a los cielos.
Yo seguía obstinadamente insistiendo en que la divinidad estaba en lo alto, cuando entramos en una pequeña aldea y vimos tres caballos a nuestra derecha. Don Antonio señaló el estiércol fresco y me pidió que le llevara un poco. Encontré un pedazo de cartón para que sirviera como pala y, cuando regresé hasta donde estaba, vi que había hecho un pequeño agujero en la tierra. «Pon la mitad del estiércol aquí», me dijo. Lo hice, y él lo cubrió con tierra. Luego me señaló una roca cercana y me pidió que colocara el resto del estiércol sobre ella. Después seguimos nuestro camino, y don Antonio se negó a comentar nada sobre ese tema.