Las cuatro revelaciones (20 page)

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Authors: Alberto Villoldo

Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo

La mayoría de los extraños que se sientan a mi lado en los viajes de avión quedan satisfechos con saber que soy profesor o antropólogo. Ya tienen una palabra para clasificarme, y podemos pasar a hablar del tiempo. No necesito explicarles que existen dimensiones que están más allá de lo que podemos ver u oír. Pero no escondo quién soy —si me encuentro con alguien que muestra una verdadera curiosidad y creo que puedo ser útil, le hablo en un nivel espiritual y conversamos sobre materias realmente importantes.

La transparencia quiere decir que existe una congruencia entre quien dices ser y lo que eres realmente. Quiere decir que predicas con el ejemplo. Pero no puedes mostrar tu verdadero yo a los demás si no sabes quién eres. En un ejercicio anterior, aprendiste que no eres tus roles: no eres una madre, un ejecutivo, un hijo o una hija; éstos no son más que papeles que interpretas, y no puedes ser contenido por definiciones tan limitadas. Tu verdadero yo es el observador, que contempla todo lo que haces y que sin embargo no se ve afectado por ninguno de tus pensamientos ni de tus actos. Este observador no puede ser definido por ningún rol, edad o posición social.

LA PRÁCTICA DE LA INTEGRIDAD

Practicas la integridad cuando tus palabras reflejan la verdad y reconoces su poder para crear la realidad. Después de todo, la Biblia dice: «En el comienzo era la Palabra… y la Palabra era Dios». Es decir, todo fue creado a partir de ella. Del mismo modo, la calidad de tu creación está determinada por la veracidad de tus palabras. Lo que dices es más importante que cualquier documento legal porque pone en movimiento un destino elegido —le da al universo instrucciones claras sobre el tipo de realidad que quieres crear.

Para los laikas, no existe nada más importante que ser fiel a tu palabra y por eso son muy cuidadosos con aquello que se dicen a sí mismos y a los demás. Creen que expresarle algo negativo a alguien equivale a echarle una maldición, y que decir algo positivo es como dar una bendición. Si le comentaras a alguien: «¿Te encuentras bien? No tienes buen aspecto hoy», hacia el final del día, esa persona caería enferma. Del mismo modo, si le dijeras: «Tienes un aspecto radiante», al cabo de algunos minutos o de algunas horas estaría radiante.

Pero ¿qué ocurre si esa persona tiene un aspecto horroroso? Si tus palabras han de reflejar la verdad, no puedes mentirle. Lo que sí puedes hacer es ver esa parte de tu amiga que siempre está radiante, independientemente de cómo se sienta ese día, y devuélvele el reflejo de ese resplandor. Podrías preguntarle: «¿Cómo van las cosas? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?». O podrías usar algunas palabras para recordarle su belleza: «¡Estoy siempre tan contento de verte! ¡Tu presencia es tan edificante!». Entonces tus palabras le proporcionarán verdad y belleza a tu amiga.

Lo que te repites a ti mismo es igualmente poderoso, cosas como
soy un perdedor, no soy tan inteligente como tal persona, nunca encontraré el amor
, así que debes tener cuidado. Si tu pensamiento interno es
no valgo para nada
, te condenarás al fracaso en todo lo que intentes.

Tu palabra es una promesa que haces. Y cuanto más lleves una vida espiritual, más poder tendrá tu palabra y menos espacio tendrás para escabullirte. Viví un ejemplo de esto en un viaje reciente a la India. Me detuve en Rishikesh, una ciudad sagrada al borde del Ganges, donde los tenderos no dejaban de molestarme ofreciéndome sus mercancías. Después de un rato, para que no siguiesen insistiendo, les dije que regresaría más tarde. «¿Lo prometes?», me preguntaron, y yo respondí: «Sí, desde luego». Sabía que no tenía ninguna intención de regresar a esas tiendas, pero mi respuesta me proporcionó algo de paz mientras seguía mi recorrido por el mercado.

Sin embargo, al regresar a los Estados Unidos, pasé la primera semana soñando que estaba atrapado en los bazares de Rishikesh, regateando con los mercaderes sobre el precio de productos que ni siquiera quería. Aunque no había regresado a esas tiendas, ¡tenía que cumplir mi palabra y volver a ellas durante mis sueños!

Ser fiel a tu palabra desarrolla un poder espiritual que es esencial si vas a soñar y manifestar un mundo mejor. Sin este poder, tus sueños nunca toman forma y siempre acaban viniéndose abajo justo antes de dar fruto. ¿Has conocido alguna vez a alguien a quien todo parece salirle bien, pero a quien luego todo se le desmorona en el último momento? Su relación acaba justo cuando estaba a punto de casarse, su gran negocio fracasa a última hora o encuentra el lugar perfecto para abrir una consultoría y está listo para empezar, cuando el propietario se niega a alquilarle el local. Como estos individuos carecen de convicción y tratan sus palabras como si no tuvieran mucho poder, sus planes fracasan inevitablemente.

En lugar de intentar forzar al universo para que acate tus deseos, practica la veracidad y aumenta tus reservas de poder personal. Esto hará que tus sueños se conviertan en una fuerza imparable que organice el mundo de la manera que hayas decidido. Cuando practicas la veracidad, dejas de buscarte excusas —lo que dices le comunica al universo que se puede confiar en ti.

HACER MAL USO DE NUESTRA PALABRA

Cuando hacemos mal uso de nuestra palabra, malgastamos el poder personal que hemos acumulado. Cuando usamos nuestra voz para culpar o avergonzar a otros, estamos cometiendo el peor tipo de ofensa, porque estamos usando nuestras palabras para destruir en lugar de para crear. Que un padre le grite con furia a su hija: «¡Eres una estúpida!» es peor que si la golpeara con una vara —las heridas físicas cicatrizan rápidamente, pero las emocionales causadas por esa frase dejan una cicatriz que durará muchos años.

El mal uso de nuestra palabra reduce nuestro poder personal, de modo que lo único que podemos hacer es fantasear. Cuando perdemos una cantidad suficiente de nuestro poder, nuestra realidad sólo puede reflejar el mundo que nos rodea, haciendo que nos veamos atrapados en la pesadilla colectiva de nuestro tiempo.

Un ejemplo principal de cómo hacemos mal uso de la palabra es el cotilleo, que se ha convertido en el pan de cada día de nuestra cultura actual. Hablamos mal de otros a sus espaldas sin pensar en lo que estamos haciendo, con un sentimiento de camaradería y solidaridad hacia nuestros compañeros de cotilleo, y disfrutando de «formar parte del club» —el hecho de estar bien cuando otros no lo están.

Nuestra defensa del chismorreo consiste en alegar que es verdad: nuestro suegro es realmente un sabelotodo, nuestra vecina es efectivamente una mala madre y ese actor de Hollywood está realmente loco. Sin embargo, cuando practicamos la integridad no malgastamos nuestras palabras de esta forma. En lugar de eso, somos capaces de ver la inseguridad del sabelotodo y su necesidad de sentirse inteligente e importante, y sentimos compasión por él. Comprendemos que nuestra vecina no es mala persona, sino que está agobiada por el estrés y con miedo de que su hijo la avergüence o siga el mal camino. Y también nos damos cuenta de que no conocemos en absoluto a ese actor.

En otras palabras, encontramos la manera de ser amables y de servir de ayuda, conscientes de que esta actitud tiene más probabilidades de fomentar la curación y el crecimiento de los demás que la de tratarlos con desprecio. Dejamos de cotillear y de sentirnos superiores porque sabemos que eso nos impide ver nuestros propios defectos e intentar corregirlos. Reconocemos a estos individuos como maestros y les agradecemos el hecho de recordarnos que debemos aceptar a los demás con todas sus imperfecciones.

El cotilleo es un veneno que hace que nos sintamos bien con nosotros mismos a costa de los demás. Cada vez que hablamos mal de alguien, estamos echando una maldición que nos traerá desgracias tanto a nosotros como a él. Nuestras palabras crearán un puente energético hasta ese individuo, garantizando que él o alguien como él aparecerá tarde o temprano en nuestro futuro.

Tenemos muchas oportunidades para practicar la veracidad cuando interactuamos con nuestras familias, porque con ellas realizamos una gran parte de nuestro crecimiento emocional — primero con nuestros padres, luego con nuestra pareja y más adelante con nuestros hijos—. Mantener nuestra palabra con los seres queridos es el reto más difícil, así como el más gratificante, ya que nuestros hijos y cónyuges siempre nos van a pedir cuentas. Mi hija me dirá: «Pero, papá, me prometiste que…», y casi siempre tiene razón. Entonces desisto de trabajar y hago lo que le había prometido. Si no puedo dejar lo que estoy haciendo en ese momento, le pido que me conceda un poco más de tiempo. Pero no intento escabullirme del acuerdo.

La comunicación con mi hija está basada en la integridad, en la veracidad y en cumplir mi palabra. Así, de vez en cuando, mi hija se me acerca y me dice: «Pero, papá, me prometiste que…», y luego se echa a reír porque sabe que no es verdad. Entonces cambia sus palabras y me insinúa: «Me gustaría si pudiéramos…». Con nuestro ejemplo le mostramos a los demás que la integridad es la forma más elevada de práctica espiritual, no importa lo difícil que a veces sea mantenerla.

La práctica de la integridad también requiere que asumamos la responsabilidad de nuestros errores. Muchas veces nos sentimos tan avergonzados de haber metido la pata que intentamos echarle la culpa a otra persona: «Era tan difícil trabajar con él que se me hizo imposible cumplir con nuestro acuerdo» o: «Si ella hubiese dejado las cosas más claras, no me habría equivocado». Siempre nos vemos envueltos en conflictos, malentendidos y desacuerdos; sin embargo, cuando practicamos la integridad, elegimos no ponernos a la defensiva ni echarle la culpa a alguien y escribir una historia en la que somos las víctimas de otra persona.

Cuando evitamos asumir la responsabilidad de nuestros errores e intentamos encubrirlos con medias verdades y falsedades absolutas, tejemos una densa red de engaños en la que nos perdemos. Es posible que comencemos a creernos las mentiras que hemos contado, incluso cuando no tienen sentido. Podemos destruir nuestras relaciones con otras personas y arruinar nuestra reputación. Pero el peor daño es que desperdiciamos el poder personal que podríamos haber usado para soñar un mundo de belleza y hacerlo realidad.

Responsabilizarte de tus errores significa no sólo reconocerlos sino también corregirlos. Recuerdo a un amigo mío que iba de puerta en puerta vendiendo un remedio para la enfermedad del olmo holandés en la década de los sesenta, cuando esta dolencia afectaba a muchos árboles de la ciudad. Mi amigo realmente creía en este remedio —de hecho, cuando unos meses después descubrió que no funcionaba, fue a ver de nuevo a cada uno de sus clientes para ofrecerles un reembolso.

Finalmente, ser fiel a tu palabra nunca significa dejar de expresarla. Es increíble la cantidad de agravios que pueden resolverse con un simple «perdóname». Durante muchos años, me sentí muy mal porque mi padre nunca me dijo: «te quiero». Pero más adelante, a lo largo de mi vida, cuando comprendí el elevado coste de no decir las cosas, le perdoné y sentí compasión por él. Comprendí lo difícil que debía de haberle resultado no ser capaz de expresar sus sentimientos.

Cuando reconocemos que las palabras tienen poder y que los acontecimientos más casuales están cargados de significado, estamos listos para ir más allá del colibrí, hasta alcanzar un nivel de percepción en que no necesitamos analizar, visualizar ni hacer nada en absoluto para comprender nuestro mundo y cambiar nuestro sueño. Cuando estamos en el nivel del águila, nos experimentamos a nosotros mismos dentro del sueño y sabemos que somos el soñador. Percibimos que aunque podemos cambiar el sueño, todo es exactamente como debe ser porque sentimos nuestra unidad con el Espíritu, cuyo sueño es siempre perfecto tal cual es.

Revelación 4

El camino del sabio

Ser un sabio significa que cuando miras a tu alrededor, sólo percibes belleza.

En este capítulo, comprenderás cómo todo lo que experimentas es una proyección de tu paisaje interior, o sueño. Esto quiere decir que nunca te sucede nada y que nunca nadie te hace nada, ya que tú eres el creador de cada acontecimiento y de cada incidente de tu vida. Por tanto, no necesitas arreglar nada en el mundo exterior —si quieres transformar alguna circunstancia que parece ser externa a ti mismo, sólo tienes que apropiártela y cambiarla desde dentro.

Para los laikas, el mundo es una pantalla sobre la que proyectamos nuestra película. Esto no quiere decir que el mundo no sea real…: es
muy
real. Simplemente confundimos la imagen que proyectamos con la realidad, y tratamos de cambiar la acción que aparece en la pantalla cuando lo que realmente hace falta es transformar totalmente el guión. Una vez comprendas que puedes hacer esto siempre que quieras, dejarás de ser para siempre una pobre víctima o un inocente espectador.

Si tu pareja te dice algo ofensivo, tú curarás esa herida interiormente. Y aunque no seas capaz de cambiar lo que haya dicho (nada puede hacerlo, ni la psicoterapia ni una réplica indignada),
puedes
modificar tu experiencia de esas palabras. Cuando las palabras de tu pareja ya no te molesten, él o ella estará menos motivado a proyectar sus heridas sobre ti. O si llegas tarde al aeropuerto y pierdes tu vuelo, no hay mucho que puedas hacer al respecto, pero sí
puedes
curarte interiormente, y luego todo saldrá exactamente como debería salir. Cuando sabes que estás soñando todo lo que está sucediendo, puedes comprender que perder tu vuelo no es más que una parte de una película que tú has escrito —incluso si no eres consciente de ello.

Al igual que no recuerdas haber soñado durante la noche, también puedes olvidar que estás visualizando mientras estás despierto. Probablemente ya ha habido veces en que eras consciente de estar en medio de un sueño, y quizá incluso te dijiste a ti mismo que debías recordar este hecho al despertar. Esto se conoce como
sueño lúcido
. A lo largo de milenios, los Guardianes de la Tierra han desarrollado prácticas que los ayuden a mantenerse conscientes durante el sueño, influenciando así las experiencias que viven al soñar. También maduraron métodos que los ayudaran a recordar que están soñando mientras se encuentran despiertos, con objeto de poder dirigir sus imágenes diurnas con más gracia y lucidez. Aprenderás estas disciplinas más adelante, en este mismo capítulo.

EL PAPEL DEL SUEÑO CONSCIENTE

Interactuamos con el ámbito de la vibración y de la luz mediante la práctica del
sueño consciente
. En el nivel del colibrí, rezamos sin usar palabras, quizá viendo cómo el empleo que deseamos viene hacia nosotros mientras visualizamos la abundancia. Pero cuando pasamos al nivel del águila, no nos limitamos a visualizar una taza de arroz o una casa en la playa, en un intento por definir y controlar cómo se va a manifestar la prosperidad que creamos —en lugar de eso, dejamos que el universo se encargue de los detalles.

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