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Authors: Alberto Villoldo
Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo
Don Antonio me decía: «Yo podría poner la mano en la fuente de este río y crear una ola que cambiaría los contornos de la orilla río abajo. O, si te has caído de tu canoa, esa corriente podría empujarte hasta la costa y salvar tu vida. Podría crear esta poderosa ola con una mínima cantidad de mi energía».
Operar en el nivel literal para construir lo que yo pensaba que iba a ser una vida plena y feliz requería enormes cantidades de energía y atención. Mi maestro estaba intentando enseñarme que necesitaba ir río arriba y, desde el nivel de percepción del águila, afectar al flujo del río que alimentaba mi lago y que producía las inundaciones que destruían mis castillos. La única manera de hacer esto era elevar mi nivel de percepción.
Además de aprender los estados de percepción, tuve que dominar las prácticas de cada una de las cuatro revelaciones. Sólo entonces dejé de intentar construir una vida únicamente con el empleo, las relaciones personales y los proyectos adecuados, como si existiera una simple ecuación matemática para la felicidad. En lugar de eso, aprendí a operar desde una perspectiva más elevada y abrirme a una definición más amplia de la felicidad y del éxito. Entonces descubrí el poder para crear una historia distinta para mí mismo y el mundo. Sólo entonces pude crear un sueño nuevo y mejor. Sólo entonces pude desprenderme de las historias que me contaba continuamente a mí mismo… de esas que me mantenían atrapado en una existencia limitada.
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Ya es hora de pasar a la segunda parte de este libro y comenzar a conocer detalladamente cada una de las cuatro revelaciones. En el próximo capítulo, explicaré cómo vamos por la vida sin saber que seguimos viejos y anestesiantes guiones, y que podemos mudar nuestra piel de serpiente y renacer a una forma más creativa de vivir.
Las cuatro revelaciones
El camino del héroe
Ser un héroe significa que eres el autor de tu propio mito.
La primera revelación es el camino del héroe porque cuando sigues sus cuatro prácticas, conviertes tus heridas en una fuente de poder. Por mucho que hayas sido herido emocionalmente, cuando te trazas el camino del héroe, los traumas que hayas experimentado pueden ayudarte de hecho a encontrar tu fuerza y tu compasión.
Puedes lograr esto desprendiéndote de las historias de tu pasado, como una serpiente que muda su piel. Así dejarás de ser una víctima de lo que te ha sucedido y tendrás el poder para escribir tu propio relato de fuerza, curación y belleza. Ya no tendrás por qué ser el artista incomprendido, el rudo rebelde con el corazón de oro, el inocente que ha sido traicionado o el hijo del padre abusivo.
La primera revelación te muestra que éstos no son más que personajes que has creado para explicar lo que te ha sucedido. Tus historias personales no son más que cuentos que te has inventado; no representan tu verdadera identidad. El sufrimiento se produce cuando crees que son verdad —hayas sido tú el que ha creado estas historias o haya sido otra persona, tú las tomas por la realidad—. Los personajes de tu relato se convierten entonces en hambrientos fantasmas que se presentan a tu mesa y se alimentan de tus sobras.
Puede que trates de comprender a estos fantasmas y negocies con ellos porque crees que son genuinos. Pero sus quejas, exigencias y sed de atención son infinitas: la sombra de tu padre flota sobre ti, en busca de perdón o retribución, la imagen de tus hijos te dice que deberías haberlos educado de otra manera y el espectro de tu juventud te persigue, culpándote por haberla desperdiciado. Te ves bombardeado por las estridentes voces de todos los que has perjudicado o de todos los te han perjudicado a ti… y estas voces nunca se callan.
De hecho, si alimentamos estos fantasmas hambrientos, nos chuparán toda la fuerza vital. (Después de todo, ¿cuántas personas de cincuenta y tantos años conoces que aún estén forcejeando con el recuerdo de una madre neurótica o de un padre distante?) Podemos darnos una palmada en la espalda por haber sobrevivido a una infancia difícil o podemos racionalizar nuestras pautas de comportamiento echándole la culpa al racismo o a la discriminación que sufrimos, a cómo nuestros padres nos descuidaron o a cualquier otra razón lógica que explique por qué actuamos como lo hacemos. Mientras nos aferremos a la creencia de que estas historias son reales, seguiremos atrapados, alimentando continuamente a los hambrientos fantasmas en un deprimente proceso que simula, y sin embargo impide, la verdadera curación.
Demasiado a menudo trabajamos horas extras para satisfacer las exigencias de nuestra historia. ¿Cuántos rituales familiares continúan porque todo el mundo está convencido de tener que realizarlos para expresar su amor y lealtad a padres, hijos y hermanos? ¿Cuánta gente se pasa la vida en reuniones que no tienen ninguna utilidad práctica y que sólo sirven para perpetuar la idea de que los individuos productivos acuden a muchas reuniones importantes? ¿Cuántos estudiantes se obligan a elegir carreras prácticas en lugar de estudiar lo que realmente les gusta? Cuando eliminas los fantasmas de tu mesa y te desprendes de las historias sobre lo que supuestamente es «conveniente», «adecuado» y «mejor», quedas libre para explorar el misterio de quién eres realmente y de quiénes son las otras personas que hay en tu vida.
La primera revelación está asociada a la serpiente —el cuerpo físico, el mundo material, y la percepción sensorial—, y a medida que la domines, comenzarás a ver más allá del nivel más simplista y literal de la realidad. Empezarás a reconocer los acontecimientos de tu infancia y adolescencia que moldearon tu personalidad, y la influencia que tus padres y tu cultura han ejercido sobre ti. Y luego, cuando
esa
historia ya no tenga nada que ofrecerte, podrás crear una nueva que se ajuste mejor a la odisea de un héroe. Serás capaz de abandonar la tediosa historia de un hombre de mediana edad que está reviviendo su adolescencia, o de una mujer cuarentona intentando aparentar que tiene veinte años, y escribir una mucho más original para ti mismo. Reconocerás la divina coreografía de acontecimientos pasados que te han llevado a iniciar este viaje de aprendizaje, curación y descubrimiento.
LA MANIFESTACIÓN FÍSICA DE NUESTRAS HISTORIAS
Nuestras historias son tan poderosas y convincentes que las interiorizamos y quedan alojadas en nuestro tejido muscular como memorias celulares. De modo que, cuando «somatizamos» estos relatos, nuestra manera de hablar y caminar cambia. Podemos olvidar que somos poetas y no sólo padres, y vernos hablando en lenguaje de bebé.
Podemos convencernos a nosotros mismos de que somos perpetuas víctimas, y, en lugar de caminar con confianza, nos arrastramos con los hombros caídos y la mirada baja.
Los actores que realmente quieren vivir su papel suelen comenzar por observar las características físicas y movimientos de un joven encolerizado, de una mujer deprimida de mediana edad o de un hombre inocente, porque comprenden que las historias de estas personas se manifiestan en su apariencia física y en sus movimientos.
Sea cual sea la imagen de la persona que seas en tu historia, tú la encarnarás y la gente responderá a ello. Tu apariencia y tus actos transmitirán si eres inaccesible o amigable, débil o poderoso, firme o inseguro. Además, te des cuenta de ello o no, le sonreirás a las personas que estén supuestamente en tu círculo y evitarás aquellas cuyo lenguaje corporal o apariencia indique que no pertenecen a tu mundo (porque no aceptas sus historias). Piensa en la gente que se sienta a tu lado en un autobús lleno —es más probable que pertenezcan a tu círculo social que las personas que presentan una apariencia y un comportamiento distinto al tuyo.
Recuerdo un verano que pasé hace varios años en un barrio de mala reputación de la ciudad de Nueva York. Los primeros días vi que la calle estaba llena de asaltantes y violadores; sin embargo, a lo largo de las semanas siguientes, descubrí que estos «siniestros personajes» eran simplemente mis vecinos. Y eran gente extremadamente amable —simplemente había adoptado una apariencia que inspiraba respeto en Nueva York—. Poco después de este descubrimiento, vi a un amenazador personaje reflejado en un escaparate y me asusté. Entonces comprendí que yo también había desarrollado una actitud y una apariencia que inspiraba respeto en la calle, y casi no me reconocí a mí mismo.
POR QUÉ NOS AFERRAMOS A NUESTRAS HISTORIAS
Nos aferramos a nuestras historias porque nos beneficiamos de ellas, incluso cuando a veces nos hacen sufrir.
Generalmente, la recompensa principal es que nuestro ego tiene la oportunidad de ser una estrella si decidimos participar en ese drama. Creemos que algún día superaremos nuestra espantosa infancia o nuestra desastrosa vida amorosa si nos esforzamos lo suficiente en mejorar, pero no consideramos la posibilidad de abandonar el papel de víctima. Hacer esto exigiría que el ego abandonara su necesidad de estar a cargo de contar la historia.
Tu ego tiene un poderoso instinto de supervivencia y hará prácticamente cualquier cosa para seguir vivo. Luchará contra el anhelo de curación, e insistirá en su necesidad de tener razón. Debes de haber experimentado esto al discutir con otra persona: había una parte de ti que quería dejar de hacerlo y encontrar un terreno común con el otro, pero tu ego insistió en que tú sabías más o en que tenías un punto de vista superior, y exigió que siguieses batallando hasta derrotar a la otra persona. Tu ego te ha convencido de que si abandonas tu historia, ya no serás amado, apreciado, reconocido o tomado en cuenta —prácticamente desaparecerías.
A menudo, el beneficio de aferrarnos a nuestras historias reside en que nos dan una falsa sensación de seguridad y propósito.
Después de todo, ¿quiénes somos si ya no podemos ser esa sabia figura de autoridad, ese rebelde creativo o ese amante padre de familia? En mis inicios, cuando ejercía la psicología, escuchaba cómo la gente hablaba de la historia de su vida, reivindicando el derecho a sentirse víctima de su infancia, de sus maridos o esposas, de la economía.
Inevitablemente, estas personas se cansaron de estos poco originales relatos que sólo servían para mantenerlas encerradas en su sufrimiento. Sin embargo, no conocían otro camino, y se vieron repitiendo el mismo drama una y otra vez, con distintos empleos, parejas y amigos. A veces abandonaban la terapia cuando les decía que no eran los únicos que se aburrían mortalmente con sus historias. (En aquellos tiempos, yo era joven y no sabía cómo ayudar a mis clientes a crear una nueva historia, un mito heroico que diese poder en lugar de quitarlo.)
En realidad, nuestra historia se convierte en una sentencia de muerte para el héroe interior, porque exige que rechacemos aquello que no encaje en sus estrechos roles. Por ejemplo, yo tengo hijos, pero no soy «padre». Obviamente, ejerzo de padre, y creo que lo hago bien, pero eso no define quién soy. También escribo y realizo curaciones, pero no soy escritor o curandero. Lo que soy es un misterio del cual descubro nuevas pistas cada día. En ocasiones me siento totalmente confuso respecto a quién soy, pero no dejo que eso me impida ser un buen padre. Simplemente me doy cuenta de que un rol como «padre», «escritor» o «curandero» es algo demasiado pequeño para describir lo que soy.
Si te identificas con el papel de padre o de madre, recuerda que llegará un momento en que tus hijos ya no necesiten a alguien que cuide de ellos. ¿Quién serás cuando se vayan de casa? ¿Cómo cambiará tu rol? Muchos padres y madres se deprimen cuando el último de sus hijos se marcha del hogar, y el síndrome del nido vacío los obliga a afrontar el hecho de que ya no se los necesita para lavar la ropa de los niños o para asegurarse de que coman tres veces al día. Del mismo modo, si te identificas con el papel de empresario, escritor, curandero, marido o esposa, llegará el día en que dejarás de desempeñar ese papel. Tendrás que crearte una nueva identidad, y eso puede ser atemorizante porque no sabes si vas a encontrar una que tenga sentido para ti.
Cada personaje de tu historia presenta evidencias falsas de tu verdadera naturaleza. Y cuando insistas en sólo ver a los demás —sea tu madre, tu padre, tu jefe o tu hijo— bajo el papel que interpretan en la historia de tu vida, tu percepción te impedirá experimentar quiénes son en realidad. Esto creará ira en ti y en ellos. Sin embargo, cuando te desprendas de tu historia, tus relaciones con las personas que amas y con las que te peleas comenzarán a mejorar, y el resentimiento se disolverá.
ABANDONAR NUESTROS ROLES
Cada historia tiene un reparto de protagonistas que interpretan ciertos papeles. Cuando practicamos el camino del héroe, abandonamos los limitados personajes con los que nos identificamos, así como las creencias que éstos tienen por verdaderas. Nuestros personajes se convierten en lo que
hacemos
, pero no son lo que
somos
. Podemos seguir ejerciendo de enfermera, madre, hijo, vendedor, agente inmobiliario o jubilado, y ser muy eficaces al desempeñar cada una de estas tareas. Podemos participar en el mundo sin dejarnos poseer por lo que a fin de cuentas es poco importante. En otras palabras, no somos la colada, el cocinar o el limpiar —simplemente realizamos estas tareas sin lucha ni dolor.
Siempre me había desconcertado esa parte de la Biblia en que Cristo pregunta: «¿Quién es mi madre?». Luego comprendí. Cristo se estaba liberando del papel de «hijo de María» (con todo lo que implica ser un buen hijo judío) para asumir el de «hijo de Dios». Como puedes ver, cada papel que interpretamos es un conjunto de creencias y de expectativas, y cuando el mundo no encaja con las primeras y no responde a las segundas, nos sentimos decepcionados y nos lo tomamos como algo personal. Cuando abandonamos nuestros roles, podemos hacer lo que tenemos que hacer. Ya no nos tomamos las cosas como algo personal ni necesitamos que nuestro ego reciba atención y aprobación.
El siguiente es un poderoso ejercicio que suelo realizar con mis alumnos para ayudarlos a abandonar sus roles.
EJERCICIO 2: QUEMANDO TUS ROLES
Estás leyendo este libro en el nivel del jaguar, usando tu mente para comprender el lenguaje y las ideas. Este ejercicio tiene lugar en el nivel del colibrí —en el nivel de lo sagrado— y el objetivo es desenredar las cuerdas energéticas que te mantienen atado a un determinado rol. Se realiza mejor junto a una hoguera, pero también lo puedes hacer encendiendo una vela dentro de casa. También necesitarás palillos de dientes, un bolígrafo y algunos pedazos de papel.