Las cuatro revelaciones (4 page)

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Authors: Alberto Villoldo

Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo

Al igual que el nivel mental incluye el físico, en el nivel del jaguar incorporamos lo que experimentamos en el estado de la serpiente. De modo que si sufrimos un dolor de cabeza, tenemos conciencia del dolor, pero también pensamos en si hemos podido consumir algo que lo pueda haber causado, como chocolate o vino tinto. Consideramos la posibilidad de que la migraña sea un síntoma de otro tipo de trastorno —quizá estamos asumiendo más responsabilidades de las que podemos manejar, o quizá estamos preocupados por nuestro trabajo o nos hemos peleado con nuestra pareja, y nuestro cuerpo reacciona creando un dolor de cabeza.

Con los ojos del jaguar, observamos al niño que se está comportando mal en clase y nos preguntamos: «¿Por qué este niño no puede quedarse tranquilo en su sitio?». Nos cuestionamos si el niño habrá comido muchos dulces y siente una gran necesidad física de moverse, o si estará aburrido con lo que el profesor está diciendo, y así sucesivamente. Somos capaces de percibir muchas más cosas acerca de la situación que en el estado de la serpiente; por lo tanto, podemos pensar en muchas más soluciones. No nos limitamos a castigar al niño que se ha comportado mal, sino que nos cercioramos de que haya tomado un buen desayuno y haya tenido la oportunidad de caminar y correr antes de sentarse en su sitio y concentrarse en escuchar al profesor. Del mismo modo, no nos limitamos a tomar una pastilla para el dolor, sino que aprendemos a asumir responsabilidades adicionales y comenzamos a expresar la ira que hemos estado reprimiendo. Como tenemos más posibilidades, somos capaces de realizar cambios eficaces y resolver problemas mucho más complejos.

3. EL ALMA Y LA PERCEPCIÓN SAGRADA:

EL NIVEL DEL COLIBRÍ

El siguiente nivel de percepción (que también incluye los dos anteriores) es el del alma. El lenguaje de este nivel está constituido por imágenes, música, poesía y sueños —es el reino del mito, donde el alma puede experimentarse a sí misma en un viaje sagrado, y por eso este nivel está simbolizado por el colibrí—. Aunque es muy pequeño, este pájaro es capaz de volar miles de kilómetros durante su migración anual desde Canadá hasta Brasil. Nunca pierde su sentido de la orientación o su voluntad para seguir adelante, y nunca se pregunta si tendrá suficiente comida o fuerza para el viaje. En el reino de lo mítico, todos somos como colibríes, en un grandioso viaje y con el anhelo de beber únicamente el néctar de la vida. Cuando no percibimos nuestro viaje como algo sagrado, nos quedamos atrapados en el nivel de la mente y sus complicados análisis sobre el mundo. Desde el nivel del colibrí, vemos todas nuestras experiencias como parte de un épico viaje.

El estado perceptivo del colibrí está asociado al neocórtex, la estructura más reciente del cerebro humano. El neocórtex comenzó a desarrollarse hace alrededor de 100.000 años, y a él le debemos nuestra capacidad para razonar, visualizar y crear. Es el cerebro de Galileo y Beethoven, de la ciencia, del arte y de la mitología.

En el nivel del alma, los problemas que no podemos resolver con la mente de repente presentan soluciones. Por ejemplo, hace algunos años en Perú, los indígenas comenzaron a creer que el barato y sano pan de grano entero que habían comido durante generaciones era inferior al pan blanco hiperprocesado que se vendía en las tiendas y que consumían los ricos. El resultado fue que comenzaron a alimentarse con este pan menos sano, y esto estaba afectando a la salud de la población.

El presidente de Perú podría haber intentado resolver este problema en el nivel de la mente y haber tratado de convencer a la gente mediante una campaña publicitaria de que el pan de grano entero es bueno para la salud, o podría haber persuadido al parlamento para que aprobara una ley que aumentara el impuesto sobre el pan blanco, en un intento por obligar a la gente a que comprara el otro tipo de pan. En lugar de eso, eligió afrontar el problema desde el nivel de percepción del colibrí.

El presidente reconoció que para la gente sencilla de su país el pan blanco había pasado a representar el éxito y la sofisticación, mientras que el negro de grano entero simbolizaba pobreza y precariedad. Sabía que tenía que cambiar su percepción de que el pan blanco es mejor, de modo que hizo un anuncio en la televisión en el que aparecía cenando con su familia en el palacio presidencial, y comiendo pan negro. Sabía que esto enviaría un mensaje de que el pan negro es el alimento de la gente exitosa y sofisticada, y la estrategia funcionó. Los indígenas de Perú volvieron a comer pan negro porque era el pan de los reyes, ¡no de los campesinos!

Cuando como en un restaurante en Perú, siempre lleno mi bolsa con los panecillos sobrantes, porque sé que tendré una oportunidad para ayudar a alguien dándole un panecillo que puede ser su única comida del día. Una vez que estaba viajando con un anciano laika, me vi rodeado de niños en una estación de autobús, y todos ellos esperaban que les diese alguna moneda o algún caramelo. Comencé a sacar los panecillos de mi bolsa y a distribuirlos, pero el anciano me dijo: «Éste no es el pan que estos niños necesitan. El tipo de comida que mi pueblo precisa es el alimento para el alma, no para el estómago». Me quitó la bolsa y se puso a distribuir él mismo los panecillos, pero, al hacerlo, comenzó a contarles a los niños historias sobre sus antepasados incas.

Después, explicó: «Estas historias son el alimento que desean realmente. Les di no sólo el pan que los alimentará esta noche, sino el que los alimentará a lo largo de toda la vida». El anciano percibía las cosas con los ojos del colibrí —para él, las historias eran un alimento para el alma—. Cuando me vio repartiendo los panecillos, intervino en el nivel de lo sagrado al ofrecerles a estos niños la mitología de su pueblo.

En el nivel del alma, las cosas son lo que realmente son: una expresión de lo sagrado. Una casa no es simplemente un techo sobre tu cabeza, es un hogar. Una esposa o un marido no es sólo la persona con la que compartes los deberes de la casa y la educación de los hijos, es alguien que tú has elegido, un compañero o compañera en un gran viaje. En este estado, miras un pedazo de pan y te preguntas: «¿Tengo hambre de pan, o tengo hambre de la posibilidad de compartir que el pan representa?». Comprenderás la importancia de distribuir el pan entre otros, y cómo tu barriga nunca podrá estar verdaderamente llena mientras otras personas pasen hambre en el mundo.

En el nivel del colibrí, percibimos más allá de la superficie de las conversaciones y escuchamos mensajes escondidos. Operamos con metáforas, de modo que si sufrimos una migraña, nos preguntamos: «¿Estaré volviéndome loco? ¿Qué pensamientos están atascados en mi cabeza? ¿Qué significa esto?». En la medicina china, se dice que la ira no expresada reside en nuestro hígado, de modo que si tenemos problemas de hígado, sabemos que puede ser una señal de nuestra ira reprimida. De esta manera, si nuestra función hepática es lenta, nos preguntamos: «¿Qué medicamento puedo tomar?», pero también: «¿Cómo puedo practicar el perdón, tanto conmigo mismo como con los demás?». Comprendemos que la enfermedad es una señal de advertencia que nos dice que está ocurriendo algo a lo que debemos prestarle atención, y no tratar sólo el síntoma.

Cuando vemos un niño hiperactivo con los ojos del colibrí, nos preguntamos: «¿De qué manera puede ser el problema de este chico una oportunidad?». Reconocemos que darle Ritalin a un niño hiperactivo puede hacer que permanezca en su sitio y se concentre en lo que el profesor le está diciendo, pero somos conscientes de que esto le puede quitar su capacidad natural para hacer varias cosas a la vez. En la jungla, el «problema» de comportamiento de este niño o su «déficit de aprendizaje» podrían ser una ventaja —sería capaz de escuchar a los pájaros llamándose entre ellos y el rumor de la cascada, así como mantener al mismo tiempo una conversación, además de permanecer atento ante cualquier peligro potencial. En el nivel del colibrí, consideramos que la capacidad del niño para distraerse con facilidad es un don que le resultará muy valioso en el viaje de su alma.

En este nivel, presentimos que todos nos encontramos en un viaje de crecimiento y curación, en busca de nuestro destino: una situación de divino bienestar. Si experimentamos una migraña, nos preguntamos a nosotros mismos: «¿Qué camino me está señalando este dolor de cabeza?». Es posible que debamos comer menos chocolate, tomar algún medicamento y reducir el estrés en nuestras vidas. También es posible que el camino hacia la curación implique un viaje más amplio: quizá necesitemos terminar una relación infeliz, puede que haya llegado la hora de abandonar una remota área rural donde no podemos encontrar trabajo ni crear un sentido de comunidad, o precisemos liberarnos de la ira y la frustración que sentimos hacia nuestros padres, y también del miedo a acabar siendo igual a ellos. Curamos el dolor de cabeza curando el alma. Vemos caminos que nos llevarán a recobrar la salud, y comenzamos nuestro viaje de curación.

El nivel del colibrí es mucho más poderoso para producir cambios que el del jaguar. Por eso la visualización es más poderosa que la simple recitación de afirmaciones positivas. Cuando quieras asegurarte de que tu futuro vaya a tener un resultado deseable, necesitas visualizarlo sólo una vez desde el estado de percepción del colibrí. Desde el nivel del jaguar, tendrás que repetir la afirmación verbal docenas o quizá centenas de veces para obtener un resultado similar.

4. LA PERCEPCIÓN ESPIRITUAL:

EL NIVEL DEL ÁGUILA

Cuando el águila sobrevuela el valle, es capaz de captar visualmente los árboles, el río e incluso la curvatura de la tierra…; sin embargo, también puede divisar un ratón que se encuentra 700 metros por debajo de ella. Su capacidad para ver al mismo tiempo tanto el panorama global como una pequeña parte de él es una cualidad característica del nivel del espíritu.

En el nivel del águila, la realidad es un 99% conciencia y un 1% materia. Hay poca forma o sustancia, y el lenguaje es energía. El cerebro asociado a este nivel es el córtex prefrontal, que algunos científicos llaman el «cerebro de Dios». En el nivel del águila, ya no hay una persona pobre recibiendo un pedazo de pan y una persona rica entregándoselo —sólo Espíritu alimentando al Espíritu—. Ya no nos sentimos individuos separados de nuestro entorno y de los demás; las barreras se disuelven cuando nuestras almas individuales reconocen su unidad.

Llamo a esta situación el «estado ¡puf!» porque en este nivel de percepción la materia simplemente desaparece. Cuando observamos al niño hiperactivo, no vemos enfermedades o problemas —sólo es Dios experimentándose a sí mismo bajo la forma de este niño—. Cuando le preguntas a un laika quién es, te dirá: «Soy las montañas, soy el río, soy el águila, soy la roca». Desde el nivel del jaguar, es posible que se vea a sí mismo como una persona que se está recuperando de la pérdida de un ser querido, pero desde el nivel del águila, sabe que es Dios disfrazado de ser humano, así que intenta residir permanentemente en las alturas del águila.

Cuando nos enfrentamos a una dificultad, cuanto más nos acerquemos al nivel del Espíritu, menos energía necesitaremos para cambiar las cosas. En el nivel más bajo, podemos ver guerra, pero desde más arriba, seremos capaces de ver el malestar de la gente que nos va a llevar a la guerra, lo cual es un problema mucho más fácil de resolver. Abajo está la polución; más arriba, la cuestión de por qué usamos envases plásticos y por qué los tiramos al suelo. Desde el nivel del colibrí, insistimos en que hay que reciclar; desde el del águila, nos preguntamos por qué no eliminamos del todo los envases plásticos. Abajo está nuestro hijo teniendo problemas con la ley y con otras personas; arriba, la cuestión de si le estamos enseñando con nuestro ejemplo a relacionarse con los otros y a respetarlos.

En los niveles inferiores de la percepción, podemos intentar buscar una manera de evitar la guerra y la polución, ayudar a los desfavorecidos o convencer a los que se niegan a reciclar la basura —pero en el nivel del águila, podemos convertirnos en paz—. Podemos transformarnos en belleza y en fuerza curativa, y encarnar las limpias aguas de un río. Dejamos de percibir una separación entre nosotros y nuestro entorno, o entre nosotros y otras personas.

Una manera de comprender este elevado tipo de percepción, donde se disuelven nuestras ideas tradicionales sobre la naturaleza de la realidad, es considerar la física cuántica. Los físicos han descubierto que, en el nivel subatómico, la materia es mucho menos sólida y tangible de lo que pensábamos. En otras palabras, una mesa no es sólida en absoluto, sino un remolino de partículas y ondas. Werner Heisenberg fue el primero en dejar perplejos a los físicos con esta idea, postulando en su «principio de incertidumbre» que cuando observamos un electrón para medir su velocidad, esto cambia su posición. De modo que si esperamos que se comporte como una partícula, éste se comporta como partícula; si diseñamos un experimento donde tiene que actuar como onda y golpear simultáneamente dos blancos dispuestos lado a lado, el electrón cooperará. Este descubrimiento fue muy perturbador para muchos científicos, incluido Einstein, quien exclamó que «Dios no juega a los dados» con el universo. Sin embargo, los Guardianes de la Tierra siempre han sabido que nuestra percepción del mundo determina su propia naturaleza.

En otras palabras, tanto la física cuántica como los Guardianes de la Tierra afirman que el mundo se está soñando a sí mismo y que así es como se manifiesta: las ardillas, los peces y nosotros lo estamos soñando —incluso las piedras lo están haciendo, aunque su sueño es profundo y duradero—. La física cuántica explica cómo sucede; los laikas nos dicen cómo hacerlo. La física nos enseña cómo el agua se evapora y forma una nube de vapor, mientras que los laikas nos muestran cómo hacer que llueva.

Obviamente, los humanos experimentamos la realidad a través de nuestra propia percepción, y no mediante la de los alces o las piedras. Se decía que algunos laikas podían adoptar la forma del jaguar o del águila, y sentir el roce de la vegetación a medida que avanzaban por la jungla, o el viento en las alas cuando sobrevolaban el valle. Hacían esto para percibir el mundo a través de los ojos de otro, para descubrir si había un río al otro lado de la montaña o para saber por qué los cóndores se estaban extinguiendo.

En la física, la teoría del caos explica que una tormenta tropical en el Caribe puede haber sido causada por una mariposa en Pekín que batió las alas. Es muy difícil modificar un huracán de categoría 5 (o un cáncer muy avanzado), pero los Guardianes de la Tierra saben que, desde el nivel del águila, podemos atravesar el tiempo y encontrar ese huracán cuando no es más que un susurro de brisa en el borde del ala de una mariposa —es decir, podemos arreglar esa tormenta antes incluso de que haya nacido—. Éste es el don de esta dimensión: no existe el tiempo, de modo que podemos cambiar las cosas antes de que sucedan. Podemos soñar un mundo y hacerlo realidad antes de que la energía adquiera una forma física.

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