Las cuatro revelaciones (3 page)

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Authors: Alberto Villoldo

Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo

Para los laikas, sin embargo, la sincronicidad es la principal ley de la vida. Creen que aunque las cosas puedan suceder debido a una causa anterior (por ejemplo, planta una semilla y el maíz crecerá), es igualmente probable que sucedan debido a las coincidencias, las casualidades y las circunstancias. Si dos amigos se encuentran accidentalmente en un aeropuerto, existe sin duda un motivo escondido para que esto haya sucedido. No obstante, la razón de ese encuentro aún no ha sido revelada, ya que está en el futuro.

CÓMO CAMBIAMOS NUESTRO MUNDO CON LA PERCEPCIÓN

Todos queremos mejorar el mundo. Miramos a nuestro alrededor y vemos problemas —crímenes, polución, abuso infantil…— y como somos una sociedad de reglas, creemos que las leyes y los mandamientos religiosos nos ayudarán a cambiar las circunstancias. Por ejemplo, los estadounidenses eligen a congresistas que aprueban más leyes cada año, con la esperanza de que estas reglas mejorarán la vida de los ciudadanos.

En cambio, los antiguos griegos eran un pueblo de
conceptos
—sabían que no existe nada tan poderoso como una idea cuyo momento ha llegado—. Como manipulaban las ideas con tanta elegancia, fueron capaces de inventar la democracia, desarrollar la filosofía y sistematizar las matemáticas. Sus vecinos romanos, por otro lado, eran grandes legisladores, y el derecho romano ha influenciado muchas leyes actuales en el mundo occidental. Cuando se enfrentaban a grandes problemas, los filósofos concebían nuevos sistemas, mientras que los romanos llamaban a sus legiones para que hiciesen cumplir los
preceptos
.

Los laikas no viven según unas reglas o ideas. Si quieren cambiar su mundo, no aprueban nuevas leyes ni inventan nuevas teorías. En lugar de eso, deciden cambiar la forma en que perciben un problema. Al modificar su
percepción
, convierten un problema en una oportunidad. Como verás, las cuatro revelaciones y sus prácticas correspondientes te ayudarán a cambiar tus percepciones, a soñar un mundo y hacerlo realidad.

LOS CUATRO NIVELES DE LA PERCEPCIÓN

Los Guardianes de la Tierra aprenden a experimentar las cosas de tal forma que ya no se las toman de manera personal, y hacen esto en el nivel perceptivo de la serpiente. En este nivel, los acontecimientos ya no te suceden a ti; simplemente ocurren. La paloma no defeca encima de tu coche para molestarte; tan sólo defeca, y te ensucia el parabrisas. No llueve para que te mojes; sencillamente llueve.

Cuando cambias la percepción de tus experiencias, también alteras la manera en que estas experiencias te afectan. Ya no eres la causa o el efecto de nada, y sientes un inmenso alivio porque el mundo es exactamente como debería ser —y no te necesita a ti para que arregles las cosas.

En Occidente, tenemos tendencia a asociar nuestra percepción con las docenas de estados de conciencia que ya conocemos. Por ejemplo, nos encontramos en un cierto estado de conciencia cuando nos estamos despertando o cuando estamos a punto de dormirnos, en otro cuando nos hallamos perdidos en nuestras ensoñaciones, en otro cuando nos sentimos enfadados, etcétera. En cada uno de estos estados, se activa una parte diferente del cerebro.

Los niveles de percepción, en cambio, existen independientemente de la mente. (De hecho, el segundo nivel del jaguar —del que hablaré en un momento— contiene la mente y todos sus estados de conciencia.)

Existen cuatro niveles de percepción a través de los cuales los laikas entran en contacto con el mundo. Estos niveles corresponden a las cuatro dimensiones de la manifestación de la vibración y la luz:
el mundo físico
(nuestro cuerpo),
el reino de los pensamientos y las ideas
(mente),
el reino del mito
(alma) y
el mundo del espíritu
(energía). Estos niveles de percepción están asociados a los cuatro cuerpos energéticos que conforman el campo energético humano.

Están anidados unos dentro de otros como si fueran muñecas rusas, con el cuerpo físico en la parte más interior, el cuerpo mental envolviendo y animando la cáscara física, el alma circundando el cuerpo físico y el mental, y, por fuera, el cuerpo espiritual animándolos y organizándolos a todos.

Cuando pasamos de un nivel de percepción al siguiente, conservamos nuestra capacidad para funcionar en el nivel inferior, pero tenemos una visión mucho más amplia de lo que estamos experimentando. Esto me recuerda la vieja historia del viajero que se encuentra con dos picapedreros. El viajero le pregunta al primero: «¿Qué estás haciendo?», y el picapedrero le responde: «Estoy tallando la piedra». Luego se acerca al segundo y le pregunta: «¿Qué estás haciendo?», y éste le responde: «Estoy construyendo una catedral». En otras palabras, ambos hombres están realizando el mismo trabajo, pero uno de ellos es consciente de que puede elegir formar parte de un sueño más grande.

Albert Einstein dijo una vez que los problemas que afrontamos no pueden resolverse en el mismo nivel en que fueron creados. En ese sentido, ser capaz de pasar a un nivel más elevado de percepción puede ayudarnos a encontrar soluciones a nuestros problemas, resolver conflictos, curar enfermedades y experimentar la unidad con toda la creación, mientras que antes sólo percibíamos angustia y separación.

En este capítulo aprenderás que existe una solución espiritual para cada problema que encuentres en el mundo físico, en tu mente y en tu alma. Aprenderás que no puedes eliminar la escasez de tu vida al conseguir otro trabajo, o al superar, mediante la comprensión de tu infancia, tus sentimientos de abandono o de ira.
Sólo puedes resolver estos problemas en el nivel superior al cual fueron creados.

Los Laikas asocian cada nivel de percepción con el animal que representa los poderes y habilidades que uno debe adquirir para influenciar la realidad en esa dimensión. (Cada nivel tiene también un lenguaje propio que podemos aprender a dominar). Veamos ahora con más detalle cada uno de estos niveles.

1. EL CUERPO Y LA PERCEPCIÓN FÍSICA:

EL NIVEL DE LA SERPIENTE

La serpiente es una criatura instintiva con unos extraordinarios sentidos que le permiten saber dónde hay comida y dónde un depredador. De la misma forma, en el reino físico, los humanos confiamos en nuestros sentidos para que nos den una imagen de nosotros mismos y del mundo. Éste es un nivel de percepción muy material, donde todo es tangible, sólido y difícil de cambiar, donde la realidad es un 1% espíritu y un 99% materia.

Con la percepción de la serpiente, podemos ver, tocar e incluso oler el objeto que tenemos delante, como por ejemplo una barra de pan, y sabemos que está ahí, físicamente presente. No imaginamos las espigas de trigo, al panadero amasando o el fuego que convirtió la masa en un pan que podemos comer —sólo vemos un objeto que va a saciar nuestra hambre—. Asimismo, no vemos el sexo como un acto de amor, sino como una ansia física que va a satisfacer nuestro deseo.

En el nivel de la serpiente, el lenguaje que usamos para describir la realidad es molecular y químico. Podríamos describir el pan científicamente, llamándolo «una sustancia alimenticia creada a partir del trigo, de la levadura y de otros ingredientes; una sustancia que tiene una cierta composición química». También podemos describirlo como un alimento, y seguimos nuestro instinto para comerlo si tenemos hambre. Todo es tal como parece: una barra de pan es sólo eso; una paloma defecando es sólo eso.

Cuando vemos los problemas únicamente a través de los ojos de la serpiente, intentamos encontrar soluciones físicas. Queremos cambiar de trabajo o de coche, encontrar una nueva pareja o tener una aventura. Si sentimos un dolor de cabeza, lo llamamos «migraña» y buscamos algún medicamento. Si vemos a un niño portándose mal en clase y peleándose con un compañero, lo tildamos de «travieso» y lo castigamos. A veces, estas soluciones funcionan, pero a menudo son demasiado simplistas.

En el nivel de la serpiente, dependemos totalmente de nuestro instinto y no reflexionamos con más profundidad sobre nuestros problemas. Estamos funcionando a partir de esa parte del cerebro que compartimos con los lagartos y los dinosaurios, es decir, somos conscientes de nuestros cuerpos físicos, pero no de los niveles mental, creativo y espiritual. En este estado, percibimos las formas externas y aceptamos sólo lo que es obvio, pero permanecemos ciegos a nuestros sentimientos y a los de los demás. Carecemos de un pensamiento rico y complejo, y simplemente actuamos y reaccionamos. Este estado puede ser muy útil para funcionar en el mundo físico. Después de todo, necesitamos pagar las cuentas, cortar el césped y llevar a los niños al colegio sin buscarle ningún otro significado a estos actos. Y, como señaló una vez Sigmund Freud, «a veces un puro es simplemente un puro».

Actuar desde el nivel de la serpiente —es decir, poner un pie frente a otro— puede ser muy útil para superar crisis urgentes. Nuestro cerebro reptiliano posee el control, funcionando a partir del instinto de supervivencia, y simplemente hacemos lo que hay que hacer sin perder una valiosa energía pensando sobre el asunto, analizándolo o angustiándonos por su causa. Todos sabemos lo agotadora que puede resultar una persona que se niega a funcionar desde este nivel, incluso cuando lo más práctico es hacerlo así, y que prefiere buscarle un significado profundo a los asuntos más triviales, en lugar de simplemente poner manos a la obra.

Los instintos de la serpiente también son muy útiles porque pueden alertarnos de un peligro antes de que lo percibamos conscientemente —un lugar o una persona nos da «malas vibraciones» sin que sepamos muy bien por qué, o presentimos que hay un coche de policía más adelante, y disminuimos la velocidad—. La serpiente es un estado esencial que hay que dominar, ya que tenemos que ser eficaces en el mundo físico y actuar con sentido práctico. Pero cuando dejamos que nos domine nuestra necesidad de sobrevivir por cualquier medio, no es muy agradable estar con nosotros. Perseguimos los símbolos más literales de seguridad, como tener una gran cuenta bancaria y muchos juguetes materiales, y nos dejamos dominar por la codicia, la avaricia y la sospecha. Nos crispamos, nos contraemos y atacamos antes de que el enemigo pueda hacerlo; acumulamos armas y construimos barreras. De hecho, los arqueólogos que han excavado los yacimientos neolíticos han descubierto que las primeras defensas construidas por los seres humanos no habían sido diseñadas para protegerlos de enemigos físicos, sino de los invisibles peligros y espíritus malignos que percibían desde el estado de la serpiente.

Desgraciadamente, una gran parte de la humanidad ha vivido en el nivel de la serpiente durante miles de años. Mucha gente que toma literalmente la Biblia y el Corán, con sus mandamientos de matar a los infieles, aún reside en este nivel. Es importante ser capaz de pasar a uno superior, por nuestro propio bien y el del mundo, porque el nivel de la serpiente es el del cruel «ojo por ojo y diente por diente».

2. LA MENTE Y LA PERCEPCIÓN EMOCIONAL:

EL NIVEL DEL JAGUAR

En el siguiente estado de percepción, el del jaguar, la mente interpreta nuestra realidad. Reconocemos que la mente es capaz de crear enfermedades psicosomáticas o restaurar la salud, que la ira reprimida puede causar cáncer, y que una actitud positiva puede traernos alegría y paz a nosotros mismos y a los que nos rodean. Somos conscientes de que nuestras experiencias son influenciadas por nuestros pensamientos y que todo no es necesariamente como parece ser en el mundo físico.

Ahora, cuando miramos una barra de pan, sabemos que proviene del trigo y del panadero, y pensamos en sus muchas posibilidades. Podemos elegir comenzar a comerla, guardarla para más adelante o envolverla y dársela a alguien que es pobre. Podemos agregarle mantequilla y ajo, y meterla en el horno, o hacer algo realmente fuera de lo normal, como lanzársela a alguien al otro lado de la habitación y comenzar una batalla de comida. Pero nos han enseñado ciertas creencias sobre el pan, que influyen en nuestra decisión de qué hacer con él. Sabemos que no está bien desperdiciar comida, así que abandonamos rápidamente la idea de lanzársela a alguien sólo por diversión.

En resumen, comprendemos que tenemos varias opciones, pero también sabemos que estas opciones se ven limitadas por nuestras creencias acerca del pan. También entendemos los significados simbólicos de este alimento: «ganarse el pan», «más bueno que el pan», «el pan nuestro de cada día»… Un pedazo de pan puede representar algo más que el hecho de saciar nuestra hambre, y una relación sexual puede significar más que la mera satisfacción de nuestro deseo —puede ser un acto de intimidad.

El reino de las creencias, ideas y emociones está asociado al jaguar porque este tipo de percepción puede transformar de repente las situaciones, haciendo que las veamos de forma distinta, y esta criatura es el arquetipo del cambio repentino. El jaguar divisa su presa y se abalanza sobre ella, arrebatándole rápidamente la vida; sin embargo, esto ayuda a disminuir la población de otros animales y mantiene el equilibrio en la selva, permitiendo que proliferen otras formas de vida dentro del ecosistema. Del mismo modo, una única revelación puede permitirnos liberarnos de nuestros sentimientos negativos o de una antigua forma de actuar que nos impedía progresar.

Los instintos del jaguar son diferentes a los de la serpiente, a la que sólo le preocupa la supervivencia. Los jaguares son curiosos e inquisitivos —nuestro instinto de gato nos conduce hacia las personas y las situaciones apropiadas (o a las equivocadas, si nuestro instinto felino es deficiente)—. La percepción del jaguar está asociada al
cerebro mamífero
, el cerebro de la emoción y de los profundos sentimientos de amor, intimidad, empatía y compasión. Pero también es el cerebro de la agresión, la superstición, los amuletos, los hechizos, Nostradamus y Genghis Khan. El lenguaje en el nivel del jaguar es hablado o escrito, y lo usamos para crear y expresar ideas, creencias y sentimientos. Aquí comprendemos símbolos y signos, y nos podemos poner de acuerdo en que ciertos sonidos son palabras que tienen un significado específico.

En el nivel del jaguar, reconocemos que le podemos dar un pescado a un hombre hambriento, pero que enseñarle a pescar sería una solución más práctica a largo plazo. Sabemos que le podemos dar un pedazo de pan a un niño hambriento, pero también que no sólo de pan vive el hombre. Nos elevamos por encima del nivel literal y vemos una gama más amplia de posibilidades en cualquier situación. Si padecemos una migraña, nos preguntamos a nosotros mismos: «¿Cuál puede ser la causa? ¿Qué es lo que mi cuerpo está intentando decirme?».

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