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Authors: Alberto Villoldo
Tags: #Autoayuda, Filosofía, Esoterismo
LA REIVINDICACIÓN DEL ASPECTO FEMENINO DE LA DIVINIDAD
Y los bendijo Dios, y les dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra».
Génesis, 1-28
En las tradiciones religiosas que abrazan una divinidad masculina, lo divino es considerado una fuerza que reside en los cielos, muy lejos de nosotros. En Occidente, hemos llegado a creer que para acercarnos a Dios tenemos que cultivar mediante el esfuerzo nuestra relación con él, rezando y realizando sacrificios. Pensamos que debemos ganarnos el amor y la atención de nuestro Creador, quien nos echó del paraíso por atrevernos a comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Según esta antigua historia, se suponía que debíamos seguir siendo como niños pero, al probar el fruto que Dios nos había prohibido, mostramos nuestra independencia, despertamos su ira y nos condenamos a vivir una vida de sudor y lágrimas, aliviada únicamente por la gracia de Dios.
Sin embargo, en las más antiguas teologías femeninas, nunca fuimos expulsados del Jardín del Edén ni separados de Dios. (Por ejemplo, los aborígenes australianos nunca fueron arrojados del Edén, ni tampoco lo fueron los subsaharianos de África o los indígenas americanos.) En lugar de eso, se nos dio el Jardín para que fuésemos sus guardianes y cuidadores. De acuerdo con estas antiguas creencias, la divinidad pone su fuerza vital en las semillas que sembramos en la fértil y rica tierra. Expresamos este potencial expandiéndonos con la divinidad a medida que producimos los frutos que alimentan a toda la humanidad. Los laikas, partidarios de esta antigua teología femenina, dirían:
«No estamos aquí sólo para producir maíz, sino para crear dioses». En otras palabras, participamos de hecho con la divinidad en la cocreación de nuestro universo. Reconocemos que todo en nuestro mundo es sagrado, incluidos nosotros, y que nuestra misión es fomentar la más plena expresión de esta divinidad.
UNA TEOLOGÍA HECHA MANIFIESTA
A lo largo de la historia, estas dos distintas teologías han tenido efectos muy diferentes en cómo los seres humanos han interactuado entre sí y con el mundo. Por ejemplo, cuando los europeos llegaron a las Américas, creyeron haber encontrado una enorme tierra despoblada con ríos cristalinos y abundante caza, y que Dios les había otorgado esos tesoros para que los usaran como ellos quisieran.
En realidad, había más de cien millones de indígenas que ocupaban esa tierra y que vivían en equilibrio con la naturaleza. Estos nativos tenían teologías femeninas y confiaban en que, mientras viviesen en armonía con la tierra, la Gran Madre cuidaría de ellos.
Los primeros habitantes de las Américas nunca temieron viajar grandes distancias —de Asia a Norteamérica y luego hasta Sudamérica— porque creían que dondequiera que fueran encontrarían abundante comida y cobijo. De modo que cazaron y recolectaron alimentos, y aprendieron a cultivar la tierra. Los Guardianes de la Tierra llevaron consigo estos conocimientos cuando cruzaron el estrecho de Bering hace miles de años y poblaron las Américas, desde Alaska hasta la Patagonia. Su sabiduría se había originado en los santuarios de los Himalayas y fue llevada hasta las Américas por intrépidos viajeros.
Cuando las teologías masculinas comenzaron a aparecer y las aldeas se convirtieron en ciudades, una nueva mentalidad comenzó a dominar. En lugar de trabajar con los recursos que tenían a su disposición, los seres humanos empezaron a atacar a sus vecinos, con la esperanza de adquirir más tierras y riquezas. Ya no estaban dispuestos a contentarse con lo suficiente para sobrevivir; en lugar de eso, la codicia comenzó a predominar. Creían que toda la comida del mundo les pertenecía y que se encontraban en la cima de la cadena alimenticia, en lugar de ser los
Guardianes
de ésta.
En Europa, estas ideas llegaron con los pueblos indo-europeos que venían de Asia central, hace seis mil años.
Estos pueblos creían poseer una justificación divina para sus invasiones y conquistas (de hecho, las espadas que usaban para derrotar a otros más tarde fueron invertidas para convertirse en la cruz, que fue el símbolo de las Cruzadas).
Los invasores creían tener un derecho sagrado sobre las riquezas porque adoraban al «verdadero» Dios, e incluso pretendían honrar a su Creador al masacrar a los infieles que no querían convertirse a su sistema de creencias.
Los europeos perfeccionaron tanto la tecnología de la guerra que, cuando Francisco Pizarro y Hernán Cortés llegaron al Nuevo Mundo en el siglo XVI, fueron capaces de derrotar al imperio inca y al azteca con menos de cuatrocientos hombres, equipados con cañones, acero, caballos… y microbios. Los laikas huyeron a las montañas, donde mantuvieron escondida la antigua teología femenina, conscientes de que algún día tendrían que bajar a los valles para recordarle a la gente un modo de vida sostenible.
En la actualidad, podemos ver los devastadores resultados de esta mitología masculina: la deforestación, la contaminación de las aguas, la polución del aire, la erosión de los suelos… Nuestro clima está cambiando a causa del calentamiento global, y, como resultado, las sequías han empeorado, los huracanes se han intensificado, y cada año desaparecen entre cien y mil veces más especies de plantas y animales que hace quinientos años.
Los laikas afirman que hace mucho tiempo nuestro planeta fue un lugar tóxico para los seres humanos, pero la Madre Tierra enterró esas toxinas en su vientre para que la superficie pudiese convertirse en un paraíso habitable de color verde y azul.
Según las antiguas leyendas, los conquistadores iban a liberar esos venenos, convirtiendo la tierra en un páramo tóxico, y los humanos no sabríamos cómo contener esos venenos. La naturaleza habría de recobrar lentamente su salud.
La ciencia moderna confirma esta predicción. Hace doscientos cincuenta millones de años, la atmósfera de la tierra consistía principalmente en dióxido de carbono (CO2), que es tóxico para los humanos. Luego, cuando apareció la vida vegetal, las plantas convirtieron el CO2 en oxígeno. Esto hizo que la mayor parte del carbono del aire quedase atrapado en la vegetación y acabase en el subsuelo. Con el tiempo, se convirtió en combustibles fósiles, enterrados en las capas profundas de la tierra. Ahora estamos extrayendo estos combustibles fósiles y quemándolos, liberando venenosos hidrocarburos en la atmósfera. Estamos creando el mismo entorno que hizo imposible la vida sobre la tierra y, sin embargo, hacemos muy poco para revertir esta dramática situación. De hecho, ciertos individuos están preparándose ansiosamente para buscar petróleo también en los polos, ya que es posible que el calentamiento global derrita los cascos polares.
Afortunadamente, existe un movimiento para recuperar los antiguos valores femeninos. Por ejemplo, mucha gente está rechazando la estructura piramidal de mando característica de las teologías masculinas —la idea de que se debe obedecer a los sacerdotes que se subordinan a los obispos que se someten a los papas que acatan las órdenes de Dios—. Mucha gente se niega también a suscribir las creencias propagadas por los científicos, que afirman que lo que no puede ser medido, percibido o controlado mediante los cinco sentidos no es real. Muchos ya no sospechan de su propio corazón, y ya no creen que tengan que confiar en dogmas o en la interpretación que otras personas hacen de lo sagrado. Están comenzando a buscar en su propio interior y en la naturaleza para encontrar el camino.
UN CONOCIMIENTO EXPERIENCIAL
Y dijo Jehová Dios: «He aquí que el hombre es como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre». Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
Génesis 3, 22-23
En una teología femenina, el camino hacia la iluminación es un camino individual. Se nos pide que confiemos en nuestras propias experiencias, en nuestras propias interpretaciones y en nuestra propia conciencia. Aunque los laikas valoran el camino de la meditación y de la oración tanto como los que creen en una teología masculina, también reconocen un tercer camino espiritual: el del conocimiento directo. Ellos no tienen ningún gran mito sobre la divinidad castigando a los humanos por haber comido el fruto del árbol del bien y del mal. En lugar de eso, creen que nuestro destino es adquirir sabiduría, ¡y que nuestro error fue no haber comido lo suficiente de ese fruto!
En la edad de la información, no somos capaces de aceptar ningún conocimiento que vaya más allá de los meros hechos y de la disposición lógica que hagamos de ellos. Tenemos religiones —e innumerables personas las practican—, pero demasiado a menudo la esencia espiritual de esas enseñanzas se ha perdido. Nos muestran interpretaciones de interpretaciones de estas grandes verdades, y analizamos y diseccionamos estas ideas, pero nunca se nos ocurriría irnos al desierto durante cuarenta días, como hizo Jesús, o meditar bajo el árbol Bodhi, como hizo Buda.
Es como si pasáramos el tiempo examinando cientos de libros de cocina llenos de complejas recetas y discutiendo interminablemente sobre el contenido nutricional de ciertos alimentos y dietas, pero sin comer nada nunca. Mucha gente ha perdido la conciencia del valor de experimentar directamente lo sagrado… pero, por fortuna, la práctica de las cuatro revelaciones nos permite hacer justamente eso.
LAS CUATRO REVELACIONES
La sabiduría de los laikas consiste en cuatro revelaciones, cada una con cuatro prácticas que nos permiten ir más allá de la mera comprensión y experimentar realmente un cambio de percepción —ayudándonos así en nuestra propia transformación y en la del mundo—. Las revelaciones y las prácticas son:
* Revelación 1:
el camino del héroe
.
Prácticas
: no juzgar, no sufrir, desapego, belleza
* Revelación 2:
el camino del guerrero luminoso
.
Prácticas
: ausencia de miedo, ausencia de acción, certeza, ausencia de enfrentamiento
* Revelación 3:
el camino del visionario
.
Prácticas
: mente de principiante, vivir con coherencia, transparencia, integridad
* Revelación 4:
el camino del sabio
.
Prácticas
: dominio del tiempo, adueñarte de tus proyecciones, sin mente, alquimia indígena
Aprendí las cuatro revelaciones bajo la tutela de don Antonio. Juntos, viajamos desde el lago Titicaca, «el mar en la cima del mundo», a través de la selva amazónica, hasta las ruinas de los reinos en el desierto de Perú. Él creía, al igual que yo, que los nuevos Guardianes de la Tierra vendrían de los dominios del águila —es decir, de América y de Europa—. Ha llegado el momento de divulgar estas revelaciones. Creo que don Antonio me instruyó para que yo sirviera de puente y divulgase estas enseñanzas de los antiguos laikas en el siglo XXI.
A lo largo de los últimos veinte años, he enseñado a mis alumnos a que usen las revelaciones para su curación personal y para ayudar a otros mediante el trabajo con la esencia luminosa del cuerpo. Muchos de ellos han obtenido resultados extraordinarios, restaurando su salud y transformando la vida de los demás. Las revelaciones les han permitido convertirse en personas de poder y gracia, así como seguir el camino de los Guardianes de la Tierra.
Si quieres comenzar a vivir tu vida de forma distinta y percibir las cosas con nuevos ojos, es importante que vayas más allá de una mera comprensión intelectual de las revelaciones y sigas de hecho sus prácticas. Si no lo haces, es posible que te sientas inspirado por las revelaciones, pero no podrás transformarte realmente a ti mismo.
Al dominar las prácticas energéticas de las revelaciones, podrás liberarte de las historias que tu cultura y tus genes han escrito para ti —la historia de cómo debes vivir tu vida, reaccionar ante el mundo que te rodea y morir—. Podrás convertirte en el autor de tu propia vida, desafiando las viejas ideas sobre causa y efecto así como sobre los límites del tiempo.
En los siguientes capítulos, conocerás los cuatro niveles a través de los cuales la vibración y la luz crean la vida: el de la serpiente, el del jaguar, el del colibrí y el del águila. Y lo que es más, aprenderás técnicas prácticas que te ayudarán a soñar y manifestar un mundo de abundancia, salud y felicidad —para ti, para tus seres queridos, y para todas las personas y criaturas—. Te convertirás en un Guardián de la Tierra.
Comprender la energía de la percepción
En la ciencia, creemos que el universo funciona de acuerdo con una serie de preceptos, o reglas, que nos permiten predecir lo que va a suceder y responder de forma apropiada a las diversas situaciones. La física tiene sus leyes, las matemáticas sus teoremas y la biología sus principios.
Por ejemplo, los axiomas de las matemáticas establecen que dos más dos sea siempre igual a cuatro, y las leyes de la física nos aseguran que los objetos nunca caerán hacia arriba.
Tal vez la regla más importante de la ciencia sea la ley de causa y efecto, o causalidad. Es decir, cuando una manzana cae de un árbol, sabemos que va a ir a parar al suelo, cuando una paloma defeca al volar por encima de nuestro coche, podemos estar seguros de que el excremento se estrellará contra nuestro parabrisas y cuando accidentalmente olvidamos una cita para encontrarnos con alguien, tenemos la certeza de que esa persona estará enfadada con nosotros. También nos da seguridad el hecho de creer que si nos esforzamos, aprendemos y seguimos todas las reglas, tendremos el máximo control sobre nuestras vidas, y esto nos hará sentirnos felices y protegidos.
Cuando las reglas dejan de funcionar —cuando dos más dos
no
dan el resultado esperado—, nos sentimos furiosos y desorientados. No podemos comprender la muerte de una persona joven y sana, porque se nos ha enseñado que si vivimos nuestras vidas de la manera correcta, no tendremos que enfrentarnos a la muerte durante mucho tiempo. Aunque comprendemos que no tenemos un control total sobre los acontecimientos, creemos que mientras hagamos lo que se supone que debemos hacer, podemos contar con que nada malo nos ocurra. Como pensamos que la causalidad es una ley confiable de la naturaleza, vivimos según las reglas y raramente intentamos violarlas.