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Authors: Geling Yan
Años más tarde, Shujuan logró averiguar también lo que le había sucedido a Doukou. Halló varias fotografías tomadas por las autoridades de la Zona de Seguridad como prueba de las brutalidades cometidas por el ejército japonés. En tres de ellas reconoció el perfil de Doukou, que seguía siendo hermoso a pesar de su pelo enmarañado y la hinchazón de su rostro. Con el fin de la guerra y la rendición japonesa, encontró un nuevo testimonio en el cuaderno de notas de un prisionero de guerra japonés. Era una fotografía en la que se veía a una niña atada a una silla antigua de madera con las piernas abiertas. El objetivo apuntaba directamente a sus partes íntimas. El rostro estaba borroso, seguramente porque la violencia con la que luchaba por librarse no permitió que la lente la enfocara bien. Pero Shujuan estaba segura: se trataba de Doukou. Los soldados japoneses no se conformaron con violar y desmembrar a aquella niña en la flor de la vida, sino que también se encargaron de inmortalizar su deshonra.
Pudo imaginar los últimos instantes de aquella muchacha apenas algo mayor que ella misma entonces, cómo había saltado el muro de la iglesia y habría tratado de orientarse en la penumbra del amanecer, sola y borracha. Había estado encerrada desde pequeña en el burdel, de hecho había vivido como una pequeña esclava recluida a la fuerza, por lo que en cuanto se encontró en medio de la calle se sintió perdida, especialmente en aquella Nanjing devastada, donde por todas partes se veían edificios en ruinas, restos de incendios, carros volcados y tiendas vacías. Debió de vagar, desorientada. Luego llegaron los soldados japoneses.
Shujuan supo qué ocurrió a continuación gracias al testimonio de los propios soldados. Varios de ellos persiguieron a Doukou por una calle lateral. Los japoneses salieron tras ella. Doukou tenía piernas rápidas y ágiles, y consiguió esquivarlos adentrándose en una zona de callejuelas estrechas. La estaba atravesando cuando tropezó y cayó sobre un bulto muy blando. Lo palpó y resultaron ser las vísceras que sobresalían de un vientre. Su chillido fue igual de espantoso. Gritó durante medio minuto seguido mientras pataleaba sin moverse del sitio y sacudía sus manos congeladas y empapadas de aquella sustancia pegajosa. Aquello fue su perdición. Los tres soldados que la habían dado ya por perdida la rodearon. Su grito despertó a una unidad de caballería acuartelada no muy lejos de allí que acudió inmediatamente a inspeccionar qué estaba pasando.
Aquel grupo de soldados japoneses formó una cola en perfecto orden para abusar de ella en el almacén de una tienda saqueada. Dentro quedaba una silla de madera muy pesada que se convirtió en el potro de tortura de Doukou. Los soldados esperaban su turno vestidos únicamente con una tira de tela que les cubría la entrepierna. Le ataron las manos y los pies a los brazos de la silla de manera que quedara totalmente abierta. Su boca no se detuvo ni un momento, si no era para maldecirles era para escupirles. Disgustados porque así no podían hacerlo a gusto, los japoneses intentaron hacerla callar a bofetadas.
Atada a sus quince años en aquella silla, Doukou sólo tenía una idea en mente: que me muera ya. Su único deseo era morir cuanto antes, convertirse en una voluta de humo, invulnerable a espadas y pistolas, ágil y escurridiza como el viento. Mientras lo pensaba, Doukou no dejaba de insultarles y escupirles. Después de varias bofetadas, lo que arrojaba por su boca ya no eran saliva y flemas sino sangre. Las alimañas con forma humana que tenía delante fueron alcanzadas e inundadas por aquellos chorros de sangre. El más grande, sin embargo, fue el que brotó primero de su pecho; le siguió el del hombro, y finalmente el del vientre. A aquellas bestias no les gustaba que las muñequitas con las que saciaban su apetito fueran tan escandalosas ni que escupieran sangre, así que utilizaron las bayonetas para que se comportara como una niña buena.
Si finalmente se quedó en silencio no fue porque se rindiera ante su violencia sino porque de repente le vino a la cabeza Wang Pusheng. Recordó la petición de matrimonio que le había hecho la noche anterior, su plan de mendigar tocando la
pipa
y poder pasar el resto de su vida junto a él. El corazón se le partió en pedazos.
Pensó también en lo que le había prometido: conseguiría las cuatro cuerdas para tocar para él
Noche de luna primaveral a orillas del río
y
Tres estrofas sobre las flores de ciruelo
. Wang Pusheng moriría sin que ella hubiera podido cumplir su promesa.
Shujuan recordó el día que escuchó a Doukou tocar
La recogida de las hojas del té
con aquella
pipa
de una sola cuerda. En aquel momento le había sonado tan opresiva como una marcha fúnebre. En cambio ahora le parecía la música más hermosa que jamás había escuchado.
GELING YAN nació en Shanghai en 1958 en el seno de una familia de artistas y a los trece años entró a formar parte de l Ejército Popular de Liberación. Escribió sus primeras novelas en China, antes de trasladarse a Estados Unidos en 1989. Ha publicado más de veinte títulos, entre los que destaca
La novena viuda
(Alfaguara, 2011), declarada por
Asia Weekly
como una de las diez mejores novelas en lengua china de 2006. Su obra, traducida a catorce idiomas, ha sido llevada al cine con gran éxito y ha recibido numerosos premios, entre ellos el Premio a la Mejor Novela otorgado por el Primer Festival de Novela China en 2010 para
Little Aunt Tatsuru
, y por la Academia China de Ficción en 2008 para
Little Aunt Tatsuru
y en 2011 para
The Criminal Lu Yanshi
.
Actualmente Geling Yan vive parte del año en Berlín y parte en Beijing.
Las flores de la guerra
es su última novela.
[1]
Vestido femenino con cuello cerrado y aberturas laterales. (
N. de la T.
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[2]
Personaje principal de la novela clásica china
Viaje al Oeste
. (
N. de la T.
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[3]
Pasta fina rellena de carne o verduras que se sirve en sopa. (
N. de la T.
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[4]
Instrumento musical de cuatro cuerdas, similar al laúd. (
N. de la T.
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[5]
El nombre de Yusheng contiene el carácter chino 玉
[yù]
, que significa «jade». (
N. de la T.
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[6]
Benincasa hispida
, de la familia de las cucurbitáceas, llamada literalmente en chino 冬瓜, «melón de invierno». (
N. de la T.
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[7]
Personaje femenino de una leyenda popular china que muere trágicamente por amor. (
N. de la T.
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[8]
Nombre que tradicionalmente se le otorga a un hombre al llegar a su madurez como símbolo de respeto. Esta costumbre ya no es tan habitual en la sociedad actual. (
N. de la T.
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[9]
Los Cuatro Libros: La Gran Ciencia, La Doctrina del Justo Medio, Analectas de Confucio y Mencio. Los Cinco Clásicos: Libro de Cantos, Libro de Historia, Libro de Cambios, Libro de Ritos y Anales de Primavera y Otoño. (
N. de la T.
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[10]
Baile de salón estadounidense que se baila a un ritmo muy rápido y que incluye acrobacias. Muy popular en los años treinta. (
N. de la T.
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[11]
John Rabe, comerciante y diplomático de origen alemán, impulsor del Comité Internacional para la Zona de Seguridad de Nanjing. (
N. de la T.
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[12]
Misionera estadounidense. Establecida en China desde 1912, fue miembro del Comité Internacional para la Zona de Seguridad de Nanjing durante la invasión japonesa. (
N. de la T.
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[13]
Burdeles creados por el ejército japonés en los que obligaban a trabajar como esclavas sexuales a las mujeres chinas. (
N. de la T.
)
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