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Authors: Michael Coleman

Tags: #Infantil, #Policíaco

Los bandidos de Internet (9 page)

Mitch empezó a escribir de inmediato...

Perth, Australia

21.15 horas (13.15 horas en el Reino Unido)

—¡Tom! ¿Estás listo, Tom?

Mientras la voz de su madre resonaba por el pasillo vacío del instituto, Tom Peterson consultó el reloj situado en la parte superior de la pantalla. Las nueve y cuarto. Malas noticias.

Siguió oyendo la voz de su madre.

—Acabaré dentro de un cuarto de hora. No me hagas esperar igual que ayer. Tu padre ha dicho que hoy llegará pronto, así que ves acabando.

Tom volvió a consultar el reloj. No había ninguna duda. Su madre limpiaba cada vez más rápido su instituto, el East Perth High. Tendría que empezar a pensar en la forma de hacerla trabajar más. Tomó nota mentalmente de iniciar la campaña «Ensuciad más para mi madre a lo largo del día». Sus compañeros deberían ser capaces de hacerle ese favor a cambio de alguna pequeña recompensa.

El pitido que indicaba la llegada de un mensaje de correo electrónico pareció sonar más alto de lo normal en la silenciosa sala de ordenadores. Tom vaciló.

¿Debía aventurarse a abrirlo? La noche anterior había hecho esperar casi media hora a su madre y la comida que había puesto en el horno para la cena de su padre se había quemado. El señor Peterson, detective del cuerpo de policía de Perth, se había puesto como un loco al llegar a casa y encontrar un trozo de pollo chamuscado esperándole encima de la mesa.

«¡Todo el día de vigilancia en espera de un robo que no se produce —había gritado—, y llego a casa y me encuentro esto!»

Tom vaciló. ¿Debía abrir el mensaje y arriesgarse a hacer esperar a su madre otra vez? Sólo tardaría un minuto, más o menos.

Inclinándose hacia delante, Tom hizo clic en el icono ABRIR. Inmediatamente apareció en pantalla el mensaje de Lauren, que también había recibido Mitch.

Tom lo observó un momento, no muy seguro de qué hacer. Prácticamente no sabía nada de Rob, ¿o sí?

¿Qué es lo que siempre decía su padre? Cualquier hecho, por pequeño que sea, puede marcar la diferencia en una investigación.

El sonido de un cubo al introducirse en un armario le incitó a actuar. Rápidamente, Tom empezó a escribir:

Tamsyn, lo único que sé de ZMASTER es...

8

Instituto Abbey, 15.30 horas

Tamsyn estaba ansiosa por que finalizaran las clases. Casi antes de que la campana acabara de sonar, salió disparada del aula y se dirigió a toda prisa hacia el edificio de Tecnología. Su entusiasmo era contagioso. Incluso Josh empezó a apresurarse al verla marchar tan deprisa.

En cuanto se conectó vio la indicación de la línea de estado: CORREO: 2 MENSAJES EN ESPERA. Tamsyn se llevó una buena decepción al ver que ninguno de los mensajes era de Lauren King. Eran de los otros dos amigos de la lista de distribución de ZMASTER. Suponiendo que se trataba de más reacciones a su broma de
David Copperfield
, Tamsyn los abrió.

Poco después miraba la pantalla, presa de la emoción. ¡Durante el tiempo que había pasado en clase aquella tarde, los mensajes habían recorrido el mundo!

—¡Zanelli! —exclamó Tamsyn mientras Josh cruzaba el umbral de la puerta—. Se llama Zanelli. Rob Zanelli.

—Zanelli —dijo Josh—. Eso explica claramente

la Z de ZMASTER.

Tamsyn volvió la vista a la pantalla y abrió el otro mensaje. Era de Tom.

—¡Y vive en Portsmouth! —exclamó Tamsyn—. ¡Por eso nos pide ayuda a nosotros, porque vivimos en la misma ciudad!

—O porque nos puede hacer quedar como unos primos —dijo Josh, que aún no estaba muy convencido.

—Bueno, sólo hay una forma de averiguarlo, ¿no? —respondió Tamsyn con furia—. Pues venga. Yo esperaré aquí para ver si Lauren King nos responde.

—¿Venga? ¿Venga qué? —inquirió Josh mirándola.

—Pues que vayas a buscar un listín de teléfonos. ¡No puede haber muchos Zanelli en Portsmouth!

Josh volvió resoplando. Llevaba el listín de teléfonos de Portsmouth bajo el brazo. Lo había sacado de la secretaría escondido debajo del jersey.

Abrió el listín casi por la última página.

—Yung —leyó, repasando la lista de nombres—. Zabrocki, Zacher, Zacks, Zambra, Zawodski... —Josh negó con la cabeza—. No sale ningún Zanelli.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Pues no lo sé —dijo Josh al tiempo que dejaba caer el listín al suelo—. A lo mejor no quieren que salga el número en la guía. Tal vez sean gente importante.

—Pues si son importantes —estalló Tamsyn—, ¿por qué no he visto su nombre en los periódicos?

Casi al mismo tiempo que lo decía, la muchacha miró a su amigo. Al unísono, se les iluminó el rostro al darse cuenta de qué podían hacer. Se abalanzaron para coger el ratón a la vez pero Josh llegó el primero.

Volvió a la página inicial e hizo clic en el NAVEGADOR DE LA RED. Apareció el menú de inicio.

—¡Ahí! —exclamó Tamsyn señalando una línea—. ¡Prueba ahí!

Josh hizo clic en NOTICIAS, desde donde pasó a otro menú dividido en INTERNACIONAL, NACIONAL y LOCAL. Josh seleccionó LOCAL y apareció otro menú.

—¡Josh! —exclamó Tamsyn señalando algo. En la parte inferior del menú se encontraba una entrada que no habían visto antes: BÚSQUEDA POR PALABRAS CLAVE. Josh hizo clic en ella. Inmediatamente apareció un panel:

BUSCAR:

Tamsyn se inclinó hacia delante y escribió: ZANELLI... y esperó.

—¿Qué está haciendo? —dijo después de que pasaran casi dos minutos y no apareciera nada.

—¿Buscando archivos? —respondió Josh no muy seguro—. Puede haber un montón. Depende de la fecha desde la que empieza a buscar noticias.

Justo cuando Tamsyn estaba a punto de darse por vencida, la búsqueda finalizó.

—¿Accidente automovilístico? —preguntó Tamsyn con voz queda.

Ella y Josh se miraron el uno al otro. En silencio, hicieron clic en el botón del ratón. Después de una breve pausa, en pantalla apareció un artículo periodístico. Estaba fechado el 5 de mayo de hacía cinco años:

—Rob Zanelli —susurró Tamsyn.

Leyeron el resto del artículo, casi sin acordarse por qué habían efectuado la búsqueda. Al final, Tamsyn hizo clic en el segundo artículo. Estaba fechado en el mes de octubre, cinco meses después del primero.

Tamsyn se levantó y se puso a mirar por la ventana del edificio de Tecnología. «Inválido», pensó. Qué horror. ¿Podía tener eso algo que ver con el hecho de que necesitara ayuda?

—¡Josh, tenemos que hacer algo! —exclamó.

Josh presentaba el mismo aspecto de impotencia que ella.

—Tamsyn, sé sensata. ¿Qué podemos hacer? No sabemos dónde vive.

—Podríamos llamar a la policía. Contarles lo que sabemos. Ellos podrían encontrarlo, ¿no?

—¿Llamar a la policía? —Josh arqueó una ceja—. ¿Y qué les decimos? Tamsyn, no sabemos nada.

Tamsyn se recostó en la silla. Josh tenía razón, era consciente de ello. Pero quedarse ahí sin hacer nada... Miró la pantalla de Internet. ¿Por qué no había respondido Lauren King? Estaba claro que se había totomado en serio su mensaje porque lo había enviado a los demás, pero ella no había respondido.

¿Por qué no?

Toronto, Canadá

10.50 horas (15.50 horas en el Reino Unido)

—¡Allie, tiene que estar por aquí! —gritó Lauren.

Volvió a introducir un disquete en la disquetera del ordenador y repasó la lista de archivos que contenía.

Nada. El archivo que buscaba no estaba. —¿Los has probado todos, Lauren? —preguntó su abuela.

—¡Cincuenta veces! —Lauren extrajo el último disquete de la caja de plástico que tenía sobre las rodillas—. Voy a probar éste una vez más. Si no está aquí, entonces podemos dar por desaparecido el archivo de Rob. —Cambió el disquete y volvió a hacer clic en el icono correspondiente a la unidad de disco A: de su administrador de archivos. Cuando apareció la lista de archivos, Lauren movió la cabeza—. No está aquí. No está en ninguno de éstos, Allie. ¡He probado los diez disquetes y no está en ninguno de ellos!

¿Diez?

Extrajo el disquete de la unidad de disco y lo introdujo de nuevo en la caja.

—Ocho, nueve. Falta uno —dijo Lauren.

—¿Estás segura? —preguntó Alice inclinándose para cerciorarse de ello.

—Sí, en esta caja había diez disquetes. —Lauren levantó la mirada debido al súbito movimiento de su abuela.

»Allie... —empezó a decir, pero ella ya había salido del salón.

Se oyó un cierto estrépito y unos cuantos golpes antes de que volviera a aparecer con un cajón del armario de la cocina en sus manos. Alice lo vació en la moqueta del salón bajo la sorprendida mirada de Lauren.

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