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Authors: Michael Coleman

Tags: #Infantil, #Policíaco

Los bandidos de Internet (10 page)

—A lo mejor... sólo a lo mejor—dijo Alice— está por aquí.

—¿Ahí? —gritó Lauren—. Allie, hay que cuidar los disquetes. No tienen que ensuciarse ni llenarse de polvo. Quiero decir que...

El «¡Aja!» triunfal de su abuela la interrumpió. Acto seguido, sacaba un disquete de entre los trastos del cajón. En la carcasa negra tenía trozos de cinta aislante y una multitud de manchas no identificadas.

—¿Qué hace ahí? —exclamó Lauren, arrebatándoselo de la mano.

—Encontré unas recetas muy buenas en Internet —confesó Alice sin pizca de arrepentimiento—, así que pensé en guardarlas. Y lo hice en este disquete.

—Pero ¿por qué lo dejaste en ese cajón?

—Porque es el cajón de las recetas. —Alice levantó un libro de cocina de entre todo aquel desorden—. Bueno, ¿vas a probarlo o no?

Lauren le quitó todo el polvo que pudo y, confiando en que no le estropeara la unidad de disco, lo introdujo en la ranura.

Volvió a repasar la lista de archivos. Y ahí estaba: ZMASTER.BMP, el archivo que había estado buscando.

Empezó a escribirle un mensaje a Tamsyn...

Lauren salió del programa de correo electrónico e hizo clic en otro icono llamado TRANSFERENCIA DE ARCHIVOS. Cuando el programa se lo pidió, escribió el nombre del archivo, seguido del nombre de usuario de Tamsyn para indicar el destinatario.

La unidad de disco traqueteó y zumbó durante unos segundos con la luz verde encendida. Luego se apagó.

Lauren se recostó en la silla y suspiró. El plano ya estaba en camino. Ella había hecho todo lo que estaba en sus manos.

—Tamsyn —murmuró—, ahora el resto depende sólo de ti.

9

Instituto Abbey, 15.56 horas

La mano de Tamsyn se abalanzó sobre el ratón cuando oyó los dos pitidos seguidos.

—Lauren, que uno sea de Lauren —murmuró. Hizo clic en el botón ABRIR y vio las primeras líneas del encabezamiento. ¡Había tardado sólo unos segundos en cruzar el Atlántico!

De: [email protected]

A: [email protected]

Envío: Viernes, 24 de octubre a las

10.55 horas

Asunto: PLANO

—Por fin —dijo suspirando. Josh se puso a mirar por encima de su hombro y leyeron el mensaje de Lauren—. ¿Qué es un archivo de mapa de bits? —preguntó.

—Ah, ahora sí que sé contestarte —le respondió Josh—. Es un archivo que contiene una imagen. Muévete.

Rápidamente, Josh salió del programa de correo electrónico y entró en el administrador de archivos. Un archivo llamado ZMASTER.BMP los estaba esperando, tal como había dicho Lauren.

Con otro par de golpes de tecla, Josh descargó el archivo y entró en el programa de gráficos para vivisualizarlo.

Esto nos da más pistas —dijo Josh mientras observaban la pantalla—, pero sigue siendo una zona grande.

—Lauren dijo que es del barrio donde vive Rob —afirmó Tamsyn—. Debe de estar por donde la letra Z. —Acercó la cara a la pantalla—. ¡Lo que nos iría bien es una lupa!

—Una lupa al instante —dijo Josh. Colocó el puntero del ratón encima de la letra Z e hizo doble clic en él. El centro del plano aumentó de tamaño de forma inmediata—. La función de zoom —afirmó, haciendo otro doble clic para que el plano aumentara de tamaño todavía más.

—¡Mira! —exclamó Tamsyn—. ¡Ahí está!

La línea inferior de la Z había sido claramente modificada por Rob para que adoptara la forma de una flecha.

—¡Avenida Oaklands! —exclamó Josh.

—Venga, vamonos —dijo Tamsyn ya en pie.

—Un momento —dijo Josh—. ¿No deberíamos llamar a la policía? Eso es lo que quiere que hagamos.

—Josh, ¡tardaríamos días enteros en explicárselo todo! Si vamos con las bicis llegaremos enseguida. ¡Venga, vamos!

Manor House, 16.15 horas

El sonido sibilante dejó de oírse.

Se había oído incluso desde el salón y Rob se había estado imaginando la llama puntiaguda del soplete oxiacetilénico mientras cortaba un círculo alrededor de la robusta rueda de la combinación.

Tal como había esperado, había resultado un trabajo arduo. Recordaba que su padre había dicho alguna vez que la caja fuerte tenía unas características similares a las de la casa: vieja y robusta.

Rob se puso en tensión y aguzó el oído para ver si percibía otros sonidos que pudieran darle una idea de lo que ocurría. Delante de él, en el sofá en el que había estado sentada desde que lo había sacado del estudio, Elaine Kirk permaneció inmóvil hasta que se oyeron unos pasos en el suelo de madera del vestíbulo.

Entonces se levantó con aspecto nervioso.

—¿Brett? ¿Lo has encontrado? —preguntó Elaine cuando se abrió la puerta con brusquedad. Brett Hicks entró con el rostro sudado y manchado.

No le respondió. Sus ojos se posaron directamente en Rob.

—Bueno, me estoy empezando a enfadar. ¿Dónde está? ¿Dónde está ese disco de oro?

Rob intentó disimular lo asustado que estaba.

—¡No lo sé! En la caja fuerte. Tú dijiste que estaba en la caja fuerte.

—¡Pues no está! —Con un súbito arranque de ira, Hicks arrojó un puñado de billetes y papeles por el suelo—. ¡Unos mil pavos y un montón de pólizas de seguros! Ya está.

Elaine Kirk se arrodilló y empezó a recoger los billetes.

—¿Mil? Brett, cojámoslos. Venga, vamos...

—¡No! —Hicks la miró airadamente—. Quiero ese disco —dijo con voz queda y amenazante—. Ese disco está aquí y voy a encontrarlo. —Volvió a mirar a Rob—. ¿En qué otro sitio puede estar? Piensa, antes de que me enfade de verdad y haga algo de lo que arrepentirme.

Mientras pronunciaba estas palabras, una expresión de temor se apoderó del rostro de Elaine Kirk.

—Por favor, Brett. No pensaba que esto iba a ser así. Vamonos.

—No vamos a ninguna parte hasta que encuentre el disco. —Apretó los puños y se acercó a Rob—. Piensa rápido, nene. ¿Dónde puede estar?

Rob sacudió la cabeza con fuerza. ¿Qué podía decir? ¿Qué podía hacer para ganar tiempo?

—Ya te lo he dicho. No lo sé. Yo no entro en el estudio de mi padre. Yo tengo mi habitación... —Se calló como si acabara de decir algo en contra de su voluntad. Hicks se percató de ello enseguida.

—¿Tu habitación? —Miró a Elaine Kirk—. ¿Su padre entra en su habitación?

—Por supuesto —asintió la profesora—. En cuanto llega a casa por la tarde y antes de marcharse por la mañana. —Hizo un gesto en dirección a Rob—. Los dos, él y la señora Zanelli.

—Esta mañana. ¿Ha entrado en su habitación esta mañana? —le preguntó Hicks con aspecto amenazador.

—Sí, sí, estoy segura. Estaba saliendo cuando he llegado yo —afirmó Elaine.

—¿Y no se te ha ocurrido decírmelo antes? —gritó Hicks—. ¡Ese disco puede haber estado en la habitación del muchacho todo este tiempo!

Elaine Kirk se echó atrás cuando vio que se acercaba a ella con la mano levantada. Entonces, sin mediar palabra, él cerró la puerta de un golpe y recorrió el pasillo en dirección al dormitorio de Rob. Elaine temblaba de miedo.

Rob cerró los ojos, desesperado. Ahora no era más que cuestión de tiempo. Hicks registraría toda la habitación y, tarde o temprano, volvería.

Portsmouth, 16.15 horas

El tráfico de Portsmouth iba aumentando a medida que la gente salía del trabajo y se dirigía a su casa. Tamsyn, haciendo caso omiso de todo lo que le habían enseñado sobre civismo en la conducción de bicicletas, bajaba y subía de las aceras para avanzar con más rapidez.

Josh, que iba detrás de ella, hacía todo lo posible por seguirla.

—Podemos ir por un carrilbici que hay allí —gritó Tamsyn al llegar a un cruce que conocía—. Llegaremos antes.

Se desviaron por una calle adyacente y Josh vio que Tamsyn tenía razón. La gruesa línea blanca del carrilbici se perdía en la distancia. Pronto llegarían a la concurrida rotonda de Hilsea.

—¡Ya estamos cerca! —gritó Tamsyn—. ¡Tenemos que subir hasta la colina de Portsdown!

—¡Nunca lo conseguiré! —dijo Josh con voz entrecortada.

—¡No estás en forma! —le dijo ella por encima del hombro. Cambió de marcha y pedaleó con fuerza para ascender por la serpenteante carretera A3. Cuando llegaron a la cima de la colina, Tamsyn también se había quedado sin aliento—. Avenida Oaklands —dijo jadeante mientras Josh se detenía montado en su bicicleta—. ¡Ya hemos llegado!

Echaron un vistazo a su alrededor. La avenida Oaklands era una alameda y cada una de las casas estaba bien separada de la calzada por unos setos frondosos. La casa que tenían más cerca tenía una verja de hierro detrás de la cual se distinguía un sendero de gravilla bien delimitado.

—Ésta no es —afirmó Tamsyn convencida.

—¿Y cómo lo sabes? —le preguntó Josh mirándola fijamente.

—¡Pues porque tiene un sendero de gravilla!

—¿Qué? —Josh meneó la cabeza—. ¿Un sendero de gravilla? ¿Y eso qué tiene que ver?

—Mucho tiene que ver. ¡Empujar una silla de ruedas por un sendero de gravilla tiene que costar un montón! Josh, seguro que por aquí hay una casa que se ha modificado para eliminar las barreras arquitectónicas. Tendrá caminos llanos y rampas en vez de escaleras. Me apuesto lo que quieras. —Avanzó rápidamente calle abajo—. Lo único que tenemos que hacer es encontrarla. Y rápido...

Manor House, 16.29 horas

Los ruidos procedentes de la habitación de Rob no dejaban lugar a dudas de lo que acontecía. Hicks estaba vaciando todos los armarios, todos los cajones. Buscaba por todas partes: en las cajas de disquetes de Rob, en las estanterías... debajo de la cama.

—Rob... —No fue más que un susurro. Elaine Kirk lo miraba, con expresión desvalida—. Lolo siento. —Eso fue todo lo que pudo decir.

Rob la miró al tiempo que se preguntaba por qué se había liado con alguien como Hicks.

Se oyó otro estrépito considerable procedente de la habitación de Rob y luego un portazo. Elaine Kirk levantó la mirada al darse cuenta de que Hicks volvía.

—Debe de haberlo encontrado —susurró.

Pero Rob no la estaba escuchando. Ni tampoco le preocupaba que Hicks, que ya había entrado en el salón, hubiera encontrado el disco de oro o no.

Estaba pensando, pensando a toda velocidad, qué hacer cuando los dos muchachos que acababa de ver subiendo por el sendero llamaran a la puerta.

16.33 horas

—¿Estás segura de que es aquí? —inquirió Josh, examinando la fachada de la casa.

—No —respondió ella—. Pero creo que es la que más se acerca a lo que buscamos, ¿no?

La habían visto bajando por la avenida Oaklands. Un rótulo en la entrada la identificaba como «Manor House». Además, la casa estaba acondicionada como ella había dicho. La puerta principal parecía más ancha de lo normal. Los senderos y el camino de entrada al garaje estaban perfectamente alquitranados. Y se llegaba a la puerta delantera a través de una rampa.

Tenía que ser aquélla. No obstante, al llegar a la puerta de entrada de Manor House, Tamsyn vaciló. ¿Y si se trataba de un terrible error? ¿Deberían echar a correr para no quedar como unos primos?

Dejó el dedo suspendido sobre el timbre. Se encontraba incrustado en la pared al lado de la puerta, encima de algo parecido a un pequeño altavoz.

Entonces, con un movimiento decidido, lo pulsó.

10

Manor House, 16.34 horas

El chirrido del timbre pareció cortar el aire como una navaja.

En el interior de la casa se hizo el silencio más absoluto durante unos segundos. Elaine Kirk levantó la mirada, tenía los ojos entrecerrados y un aspecto interrogador. Hicks se paró en seco.

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