Los bandidos de Internet (3 page)

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Authors: Michael Coleman

Tags: #Infantil, #Policíaco

Tamsyn le obedeció y la pantalla volvió a cambiar.

—¿Impresionada? —preguntó Tamsyn—. ¿Por recibir un mensaje desde el otro extremo del aula?

—¡Pero yo podría estar en la otra punta del mundo! —exclamó Josh—. ¡Ahí está la gracia! Es igual de fácil enviar un mensaje a cualquier lugar. A cualquier lugar del mundo. —Tamsyn asintió. Era impresionante pero, ¿resultaba útil?—. Venga, vamos —dijo Josh mientras le daba un codazo desde atrás.

—Venga, ¿qué?

—Que contestes. Que me envíes un mensaje de respuesta. Haz clic en el botón RESPONDER —le indicó Josh inclinándose hacia ella y señalando la pantalla. Tamsyn le obedeció un tanto molesta porque fuera él quien llevara la iniciativa, pero interesada en ver qué iba a ocurrir. Al hacer clic en el botón RESPONDER, la pantalla desplazó el mensaje de Josh hacia abajo para que Tamsyn pudiera escribir algo.

Gracias por tu interesante mensaje, Josh. ¡No es precisamente
David Copperfield
, pero para ser tuyo no está nada mal!

Cuando acabó, hizo clic en ENVIAR. Poco después el ordenador de Josh emitió un pitido.

—Ya está —dijo él—. Ha llegado a mi buzón. Y permanecerá ahí hasta que lo abra. Está bien, ¿eh?

Tamsyn se echó a reír. Josh era como un niño con un juguete nuevo.

—Josh, no está mal, pero cualquier día de éstos me traeré un buen libro.

—Así que lo que tú quieres es un buen libro, ¿eh? Muy bien, mira esto —le dijo con una sonrisa de oreja a oreja y sentándose a su lado. Volvió rápidamente al menú inicial. Esta vez hizo clic en ARTE—. Piensa que esto es como si fueras introduciéndote cada vez más en el interior de montones de información —prosiguió Josh mientras surgía otro menú compuesto por texto en su totalidad y con algunas palabras subrayadas. Hizo clic en una línea que decía: «Catálogo de textos electrónicos en Internet.» Entonces apareció en pantalla una lista de títulos de obras literarias. Tamsyn tuvo el tiempo justo de darse cuenta de que aquello era una lista de clásicos antes de que Josh volviera a hacer clic. Al cabo de tan sólo diez segundos, se vio una página de texto.

—Pero si eso es... —empezó a decir Tamsyn.


David Copperfield
—rió Josh—. Todo el libro si te tomas la molestia de ir pasando de página.

—¿De dónde ha salido? —preguntó sorprendida.

—¿Me creerás si te digo que de un ordenador de América? Lo encontré por casualidad cuando estaba mirando qué había, mientras tú te ponías al corriente de todos los culebrones, me parece.

—Bueno, Josh —sonrió Tamsyn—, siento habértelo puesto tan difícil. Pensaba que sólo querías jugar y ya está...

—Hablando de juegos. —A Josh se le iluminó el rostro—. He encontrado un montón. Déjame enseñártelos.

A Tamsyn le bastó oír eso para colgarse la mochila al hombro.

—Eso será la lección dos, ¿de acuerdo? Mañana.

—Como quieras —respondió él. Miró su reloj—. ¡Anda! ¡Sí que es tarde!

Tamsyn también consultó la hora. Era mucho más tarde de lo que pensaba. ¿Era ésa la razón por la que personas como Josh pasaban tanto tiempo con los ordenadores, porque perdían la noción del tiempo?

Josh se levantó y cogió todas sus cosas rápidamente.

—¡No debería estar aquí! ¡Tengo que recoger la compra de camino a casa!

—Pues entonces márchate. Yo ya acabaré con esto —dijo Tamsyn soltando la mochila.

—No olvides apagar los ordenadores —le recordó Josh mientras introducía sus libros y papeles en una bolsa de deporte en la que no parecía caber nada más—. El señor Findlay se mosquea mucho si nos los dejamos encendidos.

—No te preocupes —le dijo Tamsyn—. ¡Apagar ordenadores es mi especialidad, recuérdalo!

Josh recorrió el pasillo del edificio de Tecnología a toda prisa y salió por las puertas giratorias como un torbellino. Tamsyn se acercó lentamente al ordenador que había estado utilizando su amigo y sintió la suave ola de calor que despedía la parte posterior del aparato.

Cerró la aplicación para volver al menú inicial. Seleccionó la opción de salir y esperó a que el sistema se cerrara antes de apretar el botón de apagado.

Cuando el ventilador del ordenador se detuvo, el aula quedó casi en silencio, aunque no del todo porque el ordenador que ella había utilizado seguía en marcha.

Entonces fue cuando oyó el pitido característico que indicaba la llegada de un mensaje por correo electrónico.

Manor House, 17.30 horas

Rob Zanelli se volvió al oír que llamaban a la puerta de su habitación.

—Hola, papá —dijo cuando éste entró.

El señor Zanelli llevaba una traje azul muy elegante. Tenía el cabello negro y algunas canas en las sienes.

—Hola —dijo su padre—. ¿Qué tal va todo?

—Bien, supongo —respondió Rob, encogiéndose de hombros.

El señor Zanelli se sentó en la cama de su hijo. Miró los libros de texto de Rob, que estaban bien apilados sobre la mesa e hizo un gesto con la cabeza.

—¿Cómo van los estudios? ¿Qué tal está Elaine? ¿Vas adelantando con ella? —sonrió pero de forma poco convincente.

Rob exhaló un suspiro. Parecía haber mantenido esta misma conversación con su padre muchas veces.

—No tengo ningún problema con ella, papá, pero ya sabes lo que quiero.

Ahora le tocó suspirar al señor Zanelli. Era el gerente de su propia empresa, GAMEZONE, dedicada a la creación de juegos de ordenador. Su esposa también formaba parte de la dirección de la empresa. Entre los dos ganaban mucho dinero, pero ambos sabían, al igual que Rob, que había algo que no podían comprar.

—Rob —dijo el señor Zanelli—. Ya sé lo que vas a decirme, que quieres ir al instituto, ¿no?

—Claro —asintió él—. Y no entiendo por qué no me dejáis ir.

—Ya lo sabes. Porque nos preocupa que te pueda ocurrir algo.

—Pero a mí no. ¿Por qué os preocupáis?

El señor Zanelli se puso en pie bruscamente.

—Mira, ya hablaremos de esto en otro momento, ¿de acuerdo?

Rob asintió. «En otro momento.» Siempre le daban la misma respuesta. Además, era consciente de que nada iba a cambiar. No iban a dejarle que fuera al instituto con otros jóvenes; tendría que seguir estudiando solo con una profesora particular como Elaine Kirk.

—¿Qué hay de nuevo por Internet? —preguntó su padre aprovechando la oportunidad para cambiar de tema—. ¿Has establecido algún contacto nuevo?

—Unos cuantos —afirmó Rob un poco más animado. Tal vez sus padres no estuvieran preparados para dejarle ir al instituto como a los demás muchachos, pero lo cierto es que siempre intentaban compensarlo con creces. Él tenía todos los accesorios necesarios para el ordenador y algunos más.

—¿De dónde? —le preguntó el señor Zanelli—. ¿De qué continente? ¿O son todos de uno distinto?

—Pues en realidad son de este continente —respondió con una sonrisa—. De esta ciudad.

—¿De Portsmouth?

—Los he encontrado en un sitio de cibernovatos. Acaban de entrar en la Red. He estado esperando a que se les diera un nombre de usuario.

—¿Y ya lo tienen?

—Dos de ellos sí —sonrió—. Lo he descubierto justo antes de que entraras. De hecho acabo de mandarle un mensaje por correo electrónico a uno.

Instituto Abbey, 17.34 horas

Tamsyn observó la pantalla y el mensaje que aparecía en ella.

CORREO: 1 MENSAJE EN ESPERA

¿Se había estropeado? ¿Lo había roto con la mirada? No, aquello no tenía ningún sentido. Sabía lo que había ocurrido: alguien acababa de enviarle un mensaje.

Pero ¿quién?

Enseguida supo la respuesta. ¿Quién iba a ser sino Josh? Lo de recoger la compra había sido una excusa para largarse. Debía de haber ido a otro ordenador del instituto para conectarse a Internet desde ahí. En la biblioteca probablemente.

«Típico», pensó Tamsyn. De todas formas, no le costaba nada mirarlo. Con un movimiento de cabeza, se sentó e hizo clic en ABRIR. Rápidamente se dio cuenta de que el mensaje no se lo había enviado Josh.

—¿ZMASTER? —murmuró Tamsyn resoplando—. Me suena a mago raro.

Lo cierto es que todo aquello resultaba un tanto misterioso. Quienquiera que fuese aquel ZMASTER, ¿cómo sabía de su existencia? ¿Los había estado espiando de alguna manera que ella no acertaba a comprender? No sabía si responderle para iniciar una relación por correspondencia o borrar el mensaje.

«Responderé», decidió. Como mínimo, el hecho de haber recibido un mensaje por correo electrónico de alguien de fuera del instituto haría que Josh se corroyera de envidia. No muy convencida, hizo clic en el botón RESPONDER y empezó a escribir:

ZMASTER, ¿EH? ¡VAYA NOMBRECITO! NO, EL INSTITUTO ABBEY NO ES NI UN MUERMO TOTAL NI ESTÁ LLENO DE LISTILLOS. LO QUE SÍ ABUNDA ES LA GENTE CON NOMBRES NORMALES. ASÍ QUE, ¿CÓMO TE LLAMAS, ZMASTER? P.D.: ¡YO ME LLAMO TAMSYN, NO «TAMMY»!

«Me pregunto qué le parecerá esta respuesta», pensó Tamsyn después de enviar la nota. Tal vez encontraría un mensaje esperándola a la mañana siguiente.

Pero no hizo falta esperar tanto. Con el convencimiento de que sería buena idea empezar a redactar el informe sobre Internet ahora que tenía la información a mano, dejó el ordenador encendido y empezó a anotar algunos comentarios. Oyó el pitido antes de acabar.

—¿Ya? —murmuró la muchacha al ver el aviso de MENSAJE EN ESPERA otra vez.

Poco después, Tamsyn se encontraba mirando la pantalla.

—¿Netiqueta? ¿Que no escriba en mayúsculas? —murmuró Tamsyn mientras iba leyendo. Hizo una mueca de asco.

»¿Quién se ha creído que es? Muy bien, ZMASTER —dijo al empezar a escribir—, veamos qué te parece esto.

ENTÉRATE BIEN, ZMASTER, SEAS QUIEN SEAS. ¡ESCRIBO EN MAYÚSCULAS PORQUE *ESTOY* GRITANDO! ¡CUANDO QUIERA UNA LECCIÓN DE EDUCACIÓN DE UN MENTECATO COMO TÚ, YA TE LO PEDIRÉ! HASTA ENTONCES, ¡¡¡CÓMPRATE UN BOSQUE Y PIÉRDETE!!!

3

Manor House

Jueves, 23 de octubre, 9.05 horas

—Rob, ¿Elaine te comentó quizá que hoy llegaría tarde?

Rob levantó la mirada cuando su madre entró en su dormitorio. Llevaba el mejor traje que tenía. Seguramente, aquella mañana se celebraba una reunión importante en GAMEZONE.

—No —respondió Rob. Consultó el reloj de pared—. De todas formas, sólo pasan cinco minutos, mamá.

—Tengo que repasar algunos documentos —afirmó la señora Zanelli—. Tenemos una reunión de la junta a las diez en punto.

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