Mujer sobre mujer (22 page)

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Authors: Carmela Ribó

Por aquí, hace tanto frío, que hoy llegué de la biblio, tomé una ducha casi hirviente y me embadurné enteramente con un gel cálido (se usa para tonificar y adelgazar, porque te fríe literalmente donde se aplica). Pero me puse tanto que después, durante la siguiente media hora, tuve que vestirme con un piyama ligero… hasta que al fin se disipó el calor. Esto te dará una idea de lo desesperado que es el invierno en Brooklyn. Y dura casi la mitad del año! Y la otra mitad llueve o hace calor, a medias…

Te quiero, amor.

L.

 

Dos horas después:

 

Estimada señora Laura:

Soy Eufemia, la doncella de la señora Concha. Le e dado muchas vueltas antes de escribir esta carta y si lo hago es para que usted sepa con quien se esta jugando los cuartos. La señora Concha hecho de esta casa a la señora doña Elvira, la madre de don Emilio, que era una santa, lo mismo que hecho a los señoritos Borja y Vitoria que se fueron de casa para no aguantarla. Y sepa usted que tiene una querida fija que es su amiga Montse Lopez de Binuesa y que de vez en cuando le pone los cuernos a don Emilio unas veces con mujeres y otras con muchachos masajistas y con un camarero del Club Puerta de Hierro que se llama Marciañez. Yo no busco ninguna ganancia con esta carta pero se lo quiero abertir para que usted sepa con quien se juega los cuartos que es la peor persona del mundo y tiene un agujero en cada mano con los dineros que gana don Emilio. Que la tiene a usté muy engañada.

Adios.

 

Un día después:

 

Lauri de mi alma:

Hoy parece que tengo el día más tranquilo. Tenía reunión de asociadas del Museo, pero llamé delegando mi voto y pretextando un resfriado. Afuera llueve y hace frío (la tele ha avisado de que se nos avecina una ola de frío procedente de Siberia: así que prefiero quedarme en casa).

Trifulca con Eufemia, la doncella, a la que he despedido por ladrona; sin informes ni nada. Que se vuelva a su pueblo a ordeñar vacas. Llantina de Fidelia, la cocinera, que le había tomado cariño, pero yo me he mantenido inflexible. Esto pasa cuando se dan confianzas al servicio. Yo venía notando que en mis ausencias registraba mis cosas y se probaba mis vestidos. Incluso alguna vez es posible que se haya puesto alguno para ir de discotecas de criadas en su día libre (he notado manchas de semen). En fin… Pilar Suances me ha recomendado otra doncella excelentemente informada que vendrá mañana. La tomaré en principio quince días como prueba. A ver qué tal resulta, porque el servicio está imposible.

Tarde anodina mirando llover detrás de los cristales del salón, un poco de mal humor por la escena que me ha montado Eufemia, después tomé un whisky cargado y más calmada me arrebujé en una mantita de lana que me regalo Vicky, pensando en ti, bebiendo café, soñando…

Te amo, Lauri. Siento participarte estas miserias domésticas, pero son también parte de mi vida. ¿Me perdonas?

C.

 

Seis horas después:

 

Caracola, amor:

Ay, mi dueña, que ha tenido que botar a esa mucama desleal. Y qué vergüenza que se probara sus vestidos y fuera con ellos de parranda. Pienso que quizá también te andaba en la compu. No leería nuestros
mails?
Nunca te he preguntado por esta doncella, pero, después de lo ocurrido, me gustaría que me hablaras de ella. Lo harás, mi reina, en la próxima carta?

Así que mi dueña anduvo melancólica… Y me parece estás un poco ahíta de algunas cosas también. Quizá me equivoco, Conchita, pero ya van unas cuantas alusiones un tanto desencantadas respecto a tus tareas. Yo te leo detenidamente, caracola. Ahora me decís que te sentís viviendo una vida cada vez más ajena a vos. Probablemente peco de literal, pero quizá algo está pasando justo ahora. Algo que no necesariamente deba ser inquietante o desdichado, pero sucede. Ya te has puesto a pensar con algún detenimiento en la razón de esas apreciaciones?

Quizá te parezca es un atrevimiento de mi parte, en cuyo caso me adelanto con disculpas (y con besos contritos en los labios y por toda tu egregia cabeza). Pero esta vez no te estoy preguntando para que me respondas a mí, esta vez la pregunta es una sugerencia para vos. Bueno, quizá debieran ser algunas más. La primera: te has preguntado si existe algo que ya no te colma de tu vida? Y la segunda: hay algo diferente que de verdad te gustaría hacer ahora? No importará que sea un proyecto que pueda parecer irrealizable. Aunque bien podría ser que el punto no sea hacer algo nuevo, sino un modo distinto de realizar lo que venís haciendo. Bueno, es tu vida y solo vos sabés eso. A lo mejor es hora de repensar algunas cosas y de buscar aquel sueño vestido de violeta, como decía Rubén Darío.

Y me has insinuado, o algo más, la posibilidad de cortar con esa vida desatenta y venirte a esta orilla a mi lado. Ay, Conchita, nada me haría tan feliz! Vos y yo viviríamos una nueva vida en esta casita que parece hecha para las dos. Aquí estaría Mitilene, viva, de ladrillo y madera, y no en los sueños desesperados de nuestro amor. Solo quiero que lo consideres en serio. En lo económico nos arreglaríamos. Aquí no es difícil encontrar trabajo. Quizá retornarías a los estudios que abandonaste para casarte con el creso, darías clases de español, no sé…

Y por favor, caracola, nada de limitarte en la respuesta por causa de compromisos y deberes y esta obligada vida que vivimos todos. Yo te propongo hablar contigo y darte una contestación que se centre pura y exclusivamente en vos, en nadie más (incluyéndome). Y que sea tan genuina, sincera y libre de aprehensiones como si formularas un deseo al genio de Aladino. Te podrá parecer algo muy cándido, pero es algo importante y necesario para el alma. Lo pensarás, amor?

Lauri.

 

Doce horas después:

 

Lauri preciosa:

Tu carta. Cuántas veces la he leído? Sé que a veces tus preguntas de diosa sabia solo quieren incitar respuestas que debo darme a mí misma. Cuánta hondura hay en ti, princesa india, amiga que conoce los secretos del corazón. Solamente te equivocas en considerarme tan excelsa y no verme como la pobre criatura desamparada que en realidad soy. Esta mañana he dado un largo paseo solitario y soleado. Inevitablemente empiezas a acompañarme en todos los paseos. Me detengo frente a un escaparate y pienso si a ti te gustaría ver esas cosas; ante un edificio singular (el Círculo de Bellas Artes, búscalo en Google) y pienso qué te parecería esta arquitectura tan europea y decadente. He paseado contigo nuevamente en el mercado de San Antón. Ahora sé que te gustan los puestos coloristas de frutas exóticas y verduras… Me he comprado un cartucho de naranjas mandarinas y las he ido compartiendo contigo. Yo sostenía el cartucho y tú echabas las mondas dentro, a veces me ponías en la boca un gajo especialmente dulce. ¿Me volveré loca cuando te tenga aquí? Tengo una enfermiza necesidad de ti. Lo hago todos los días y en el momento del éxtasis cierro los ojos y dejo de ver tus lolas enmarcadas en mimbre para concentrarme casi dolorosamente en el sabor de tu códice purpúreo en mis labios, en mi lengua.

Ya ves que inconscientemente pienso que nuestro encuentro será en Madrid. También sé que aquí tendremos que ocultarnos más que si yo fuera a Nueva York. El problema de ir a Nueva York no es en sí la excusa (podría pretextar unas compras ineludibles en la Gran Manzana), el problema es que, como ya me ocurrió una vez en Roma y otra en Venecia, al bajar del avión me esté esperando una señorita experta en tiendas, en museos y restaurantes
(coaching)
, para acompañarme a todas partes y tutelar mi estancia. Emilio es así de atento (o sea, de controlador).

Quiero decir que mejor nos encontramos en Madrid, a pesar de todos los inconvenientes.

Te quiero y te deseo, princesa lejana sin la que ya no puedo vivir. Te quiero, amor.

C.

PD: ¿Para qué hablar de esa petarda, de Eufemia, si ya ha salido de esta casa y yo la he olvidado? No tiene interés ninguno. Y estate tranquila que en mi compu no puede haber curioseado porque desconoce la clave para acceder a los archivos: Atichnoc.

Lo olvidaba. Se me avecina otra jornada en una finca de Guadalajara. ¡Qué aburrimiento! De buena gana rompía con todo esto, hacía un par de maletas y marchaba a tu lado con un billete solo de ida.

 

Un día después:

 

Caracola:

Así que la dueña compró un cartucho de naranjas mandarinas y pensó en mí. Mi amor, no sabría decirte con qué desesperada pasión me gustan las mandarinas! Las adoro como a todo lo cítrico, las voy pelando y exprimo la cáscara para sentir la suavidad del óleo. Me restriego las manos y me perfumo el cuello y la nuca con ese aroma. Sí, tengo ciertos delirios vinculados con la inocente mandarina. Ahora te dará vergüenza y te parecerá una mala idea pasear conmigo con aquel cartucho de mi rubia obsesión… Bueno, ya algo te conté cuando te dije (te lo habré dicho?) que lo único que comía cuando estaba embarazada eran papas con queso y mandarinas. Llegué a comer una docena de una sentada. Y después me horrorizo de aquella comilona en la montería… Una vez te preguntabas a qué sabría mi piel. Bueno, a juzgar por las muchas que como y que comí en mi vida, quizá sabe a mandarinas.

Te hablo todo el tiempo en mi cabeza (antes solía hablar conmigo). Me levanto a leerte en mi buzón. Releo tus cartas primeras y a veces las contesto aunque sean ya agua pasada. Me acuesto luego de escribirte. Me duermo con dos dedos en mi planta de albahaca, imaginándote. Me despierto y están tus fotos dándome buenos días.

No te conozco aún, es cierto. Pero hago todo por descifrarte! Últimamente es mi mayor (mi único) empeño. Lo demás es «hacer» medio de remolona… Una tal Concha de lo más escogido de la alta sociedad madrileña se ha convertido en la asignatura más apasionante de mi estudioso día. A veces me asaltan celos porque intuyo que quizá tenga otras amantes en su círculo, incluso mocetones fornidos y verriendos que colmen su desatada sensualidad. Me contarás si alguna vez lo haces? No estaré celosa, solamente entenderé que tus impulsos tan intensos lo requieren y que así te preparas y entrenas para nuestro encuentro. Quiero saberlo todo de ti, hasta tus últimos e inconfesables secretos, quiero que te entregues por completo a mi escrutinio, que no me ocultes nada. Quiero titularme en ti, seré una experta, una afamada autoridad, una fuente obligada de consulta, cuando algún día quieras saber algo de vos que vos misma no sepas. Ya te habré dicho hoy que te quiero? Es que ando últimamente un tanto olvidadiza…

Ah, no hablemos, caracola, de «lo concreto». Me asusta y desagrada la expresión, como si pudiera de pronto materializar un elefante en la mesita de mi computadora, solo con pronunciarla. Me hace feliz tu falta de resignación para vivir sin conocerme en «lo más profundo». Con eso basta. Basta para mi paz y mi alegría. (Lamento aquel berrinche. Sé que ha pasado ya tanto tiempo… pero no quería dejar de decir algo: ya te advertí que soy muy caprichosa y también sensible. Por aquí le dicen «malcriada», pero es por desconocimiento del idioma).

No importan mucho ahora los lugares de nuestro encuentro. Madrid o Brooklyn? Pensemos dónde estaremos más cómodas para vivir con intensidad y sin interrupciones nuestro encuentro. Ya sé que querés verme, y eso me hace sentir más alegría. Vivo en una casa de adobe cerca de la playa. Mi amada plantó tres parras que ya dan frutos y una hilera sonriente de cipreses. Siempre he vivido aquí y a excepción de mi niñez argentina, ya borrosa en mi recuerdo, nunca he salido lo que se dice de viaje. Bueno, al menos no han sido viajes tridimensionales. Esto tiene una historia. La contaré algún día.

Y qué me gustaría hacer? Volverme tonta sin remedio, sin solución alguna, sin el menor pronóstico de recuperación de mis heridas, los atropellos de tu amor. Quiero convalecer de vos y conversar mucho, muchísimo, con caracola.

No he visto casi nada fuera de la ventana de Google y la cajita boba. Donde quiera que esté, será el lugar del mundo más soñado (estaré con mi amada, no te olvides). Pero me gustaría mucho ver el campo. Y caminar, también. Ya verás que soy bastante entretenida cuando camino mucho. (Empiezo a gimotear, a sacarme piedras del zapato, a rogarle a Yahvé por una botella de agua fría, a pedirle a san Cono que una nube permanente cubra el sol, a tirarme en el pasto fingiéndote un esguince, para obligarte a detenerte y a otras cosas). Me gustará andar contigo, estoy segura!

Bueno, sigamos con lo etéreo de lo concreto. Mmm… Cuándo nos vemos? Cuando tú quieras, amor. Quizá en Semana Santa pueda escoger unos días en la biblio (me los deben) para volar a España y ver desfilar al Ku Kux Klan piadoso a tu lado, e incluso disfrazarme con una de esas máscaras para parecer misteriosa y atractiva. No sé. Tendré que ponerme, sí, en tus manos. Será un gran sacrificio, pero estoy bien dispuesta. Mi capacidad de aceptación es algo digno de encomios y vos ya has tenido hartas pruebas. Se pondrá divertido, caracola, porque sos una mandona y yo estoy acostumbrada a moverme con total prescindencia. Pero seré adorable la mayor parte del tiempo! Lo prometo. Quizá tendré una pataleta, nada serio, porque no me dejaste demorarme comprando unas almendras en alguna posada, o quería hacer pis en un lugar muy santo o repleto de abolengos nobilísimos, en fin, esas cosas… También es posible que entre en éxtasis y acierte a dar un comentario del todo inteligente (no olvidemos que soy una chica leída y documentada en Atlas de Geografía e Historia).

Añorabas una carta bien larga, larga? Esta lo ha sido. Y ya podrás bien comprobar in situ que no es lo mismo excelencia que larguras. Pero qué no haría yo por darte gusto? Tengo la persistente sensación de que algo se me olvida. Ah, por fin lo recordé! No podría nunca olvidarme, no hay forma de que un soplo de amnesia desvanezca este propósito, esta determinación cargada de certezas, esta… (Qué sería?).

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