Mujer sobre mujer (42 page)

Read Mujer sobre mujer Online

Authors: Carmela Ribó

Te dejo un beso, el más enamorado de mi vida, donde vos quieras y cuan largo quieras. Mmm… cómo ansío tu boca. Con esta sed, como al agua.

L.

 

Un día después:

 

Reina mía:

Aquí me tienes desnuda y palpitante. Espero que te gusten. Las siguientes serán con ropa. Mañana te escribo. Te adelanto que te voy a exprimir por estas fotos! Te amo.

L.

 

Cinco horas después:

 

Pocahontas querida:

Cuando ya desesperaba de tenerlas algún día, he recibido tus fotos. ¡Qué explosión de alegría! ¡Cuánta belleza! ¡Ay, princesa Pocahontas, con cuánto dolor y con cuánto amor voy abarcando esa adorada geografía que tan mezquinamente me racionas! Debo confesarte una cosa. ¡Tu cuerpo me enloquece! Eres exactamente el modelo de mujer que me arrebata, y no lo digo por halagarte. Yo prefiero una mujer carnosa, con curvas, con esa lozanía que admiro en ti. ¡Ay, cogerte mientras con las dos manos acaricio la hermosura de ese brazo! Te hubiera amado con la misma locura con que te amo si hubieras sido de otra manera… pero ya veo que los dioses han terminado de derramar sobre mí sus bendiciones al entregarme a una amiguita tan sensual y hermosa. ¡Cuántos besos voy a verter, cuántas lamidas entre tu cuello y tus lolas antes de bajar a abrevar, sedienta, al garbancito rosado… hummmm! Ese es justamente el que necesito para oficiar mis ceremonias solitarias, el diario rito al que tu existencia y tu lejanía me obligan.

Ahora debo suplicarte que no seas cruel conmigo, que te apiades y me socorras. ¿Cómo puedes ser tan perversa con quien tanto te ama? Llevo una hora escudriñándote en la pantalla, centímetro a centímetro… ¡cuánta belleza! (Y cuánta coquetería, la del anillito en los dedos de los pies). Tienes pies de niña, pies para lamer, para besar, para hurgar con la lengua entre los deditos, para cosquillear tus plantas hasta que no puedas aguantar y tengas que ceder a otros requerimientos de más abuso… Te adoro en esas fotos. Ya sé que me las envías venciendo mil prejuicios y resistencias, pero si supieras el bien que me hace contemplarte no serías tan esquiva y te mostrarías más generosa. ¿Cuándo piensas levantar las barreras que todavía interpones entre nosotros? Si quieres ser mi dueña, y ya lo eres, también quiero que seas mi esclava. Una esclava bien mandada, te lo exijo, una esclava entregada a complacer a su señora, sin resistencias, sin tapujos, tan desvergonzadamente como ella te lo demande. Es un estado mental el que te pido, un nirvana sensual, un aniquilamiento de tus prejuicios y de tu voluntad, una entrega incondicional. Ya pasó el tiempo de negociar. Ahora ríndete y quiéreme hasta que nos hagamos daño.

Mientras yo me dejo arrebatar por estas fiebres de tenerte y desearte, a estas horas, mi amor duerme, y yo cuento los segundos hasta que lea estas líneas y sepa cuánto la quiero y lo sujeta que me tiene a su amoroso yugo… La vida no es cicatera, la vida me entrega tanta dicha, tan tardía y sin embargo tan joven, tan rejuvenecedora, este estremecimiento y esta locura que siento cuando te leo, cuando te oigo, cuando te contemplo… ¡ay, si el placer matara! Qué muerte más dulce, a tu lado, acurrucada en tu pensamiento, aniquilada, fundida en tu amor…

No puedo decirte más. Siento una extraña congoja, un deseo que me rompe el pecho y me anega los ojos de lágrimas… Amor adolescente y loco, cuánto te quiero.

(No me importa que seas una bruja mala, ¿de qué otra cosa estoy rodeada?).

C.

PD: Se me olvidaba, o quizá lo olvidaba porque no quiero que llegue, princesa bonita. El viernes, dentro de tres días, salimos como todos los años para la montería del corzo en Toledo. Emilio y una docena de amigos con armas y sus señoras, entre ellas yo, permaneceremos en la finca todo el día vigilando el guiso (llevamos cocineros) y preparando las bebidas (siempre alcohólicas) para cuando los señores regresen de la jornada cinegética, sudorosos y selváticos, oliendo a jara y a campo, con sus atuendos de loden verde, su camaradería un poco bruta, sus chistes subidos de tono y sus atavismos de macho cazador. Estaremos aislados varios días, porque en La Campana (la finca de mamá) no hay cobertura para el teléfono ni puedo enviar o recibir
mails
. Lo siento.

 

Cuatro horas después:

 

Conchita:

Me decís que anoche estabas desvelada. Yo también, caracola. Pensé en esa cacería de inocentes animalitos. He visto en Google a los corzos, tan lindos. Qué crueldad matarlos! Y por qué? Por deporte de señores acaudalados, sí? Y lo que más me duele: en esos días de atavismo y ferocidad, supongo que Emilio y tú dormiréis en una sola cama y que él te requerirá cada noche. No me digas que no, por favor, ni que también allá tienes tu propia alcoba donde él no entra. No me engañes, te lo suplico. Sí, ya lo sé, estoy celosa. Tú tendrás sexo cada día, con él, y yo ni siquiera tendré una carta tuya ni una llamada. Sufrí mucho toda la tarde dándole vueltas al asunto en mi cabeza. Me tomé una tila, me fui a la cama. Allí seguí sufriendo, sin conciliar el sueño, imaginando escenas. Tanto que a las tantas me levanté y preparé un café con leche, que tomé a medias mientras comía una manzana. Di un par de vueltas más y terminé como siempre, releyendo tus cartas. Soñándote. Todavía tendrás la osadía de decir que son puras bobadas eso de las energías que se reconocen y andan al unísono? Mujer de poca fe, te amo! Y te pido perdón, mi dueña: no volveré a despertarte, ni a perturbar tu sueño con mis deseos de caracola. Prometo, en adelante, ser más considerada con mi dueña (y conmigo, que cada vez estoy más pálida de los insomnios!).

Tus nanas. Ay, si pudiera cuidarte. Yo estaría allí, tan solícita, esponjando tus almohadas, pasándote las manos por la frente para refrescarla, dándote masajes con aceite de limón en el pecho y la espalda. Hasta podría arrimar un hornillo y poner nubecitas con vapor de eucaliptus. (Que son muy buenas para estos casos).

Lo ves? Nada de sexo. Malpensada. O casi nada… Quizá si estuvieras muy majadera entonces me vería obligada a contentarte con otras golosinas que te administraría teniendo tu cabeza en mi regazo. Pero esto únicamente es para casos extremos. Y me parece que tus nanas no llegarán a tanto. O sí, mi sol? Ahora que te leo más atentamente, tengo la impresión muy vaga de que tus convalecencias no son obstáculo suficiente para que pienses en mis albahacas. Si serás terrible! Y esforzada. Que no te arredran cansancios, ni distancias, ni siquiera los desfallecimientos de esas largas jornadas de atender a la gente!

Voy a hacer algo más en estos días de ausencia, he pensado retomar mis lecturas de ayurveda, porque ya es hora de la sintonización del segundo nivel. Las he venido postergando diciéndome que no logro enfocarme en estos temas. Y es rigurosamente cierto. Pero algo constructivo habrá que hacer, aparte de extrañar a Conchita. Quizá en unos meses ya pueda tener mi graduación de ayurveda master. Bueno, sé que no te interesan estos temas, pero yo igual te cuento. (Era algo muy serio y avisado aquello de que tendrás que encontrarme la perilla de
off
…).

Te envuelvo con mi amor, ahora. Para que puedas descansar, olvidada de todo lo que sea que te abrume.

Un beso. Lento, resbaladizo y bajando por el cuello hasta tu corazón, donde se queda, porque al fin está en casa.

Lauri.

 

Una hora después:

 

Princesa adorada:

Así que eran celos. Y mira que intento no herirte. Vida mía, tú eres inteligente y debes comprender que mi deber de esposa es acompañar a mi marido a ciertas invitaciones. El otro día, claro, fui acompañada. Yo, como conozco tus celos, procuro ocultarte esos extremos, por eso te lo cuento todo, y muy pormenorizadamente, salvo lo que sé que va a herirte. Lo siento. No quisiera hacerte sufrir jamás, princesa de mi alma, pero, como sabes, debemos acomodarnos a que las cosas sean así. En adelante te prometo también que no mencionaré nada de niñeras, ni de mujeres pasadas con las que mantuviera alguna relación más allá de la amistad (en el presente solo te tengo a ti, que ocupas todo mi corazón, mi alma y mis pensamientos). ¿De acuerdo? No quiero que sufras por mí, vida mía.

C.

 

Un día después:

 

Caracola:

Y yo soy una bruja mala?

Aquí hay una única hechicera y sos vos, caracola, que desapareciste todas mis conquistas de mujer liberada y me tenés como una cautiva, pendiente de tus cartas, atada a mi buzón y enamorada de tus feromonas. (Si no te amara con toda el alma y entregada como una gata en celo, bien que habría dado guerra). Pero aquí estoy, sumisa como siempre. Y nada digo, ya casi ni protesto contra el destino cruel al que me condenaste… Te amo tanto! Ingrata, adorable Conchita.

Ya olvidaste tu proyecto de romper con todo e iniciar una nueva vida conmigo?

Triste Lauri.

 

Un día después:

 

Loca. ¿Cómo puedes pensar que he olvidado mi promesa? Estoy arreglándolo todo para nuestra nueva vida. Paciencia, amor.

Ya salimos, princesa mía. Te echaré de menos cada día. Dejo un beso en tus labios. Pensaré en ti.

C.

 

Tres días después:

 

Caracola:

Aquí estoy escribiéndote y muy muy sola, porque mi dueña ya está por esos montes asesinando animalitos o presenciando cómo otros los asesinan, ese hervor de machos ricos que quieren regresar a las cavernas y a sus instintos más elementales. Lo que temo es que también despierten los otros instintos y me desgracien a la dueña.

Ay, siento decirte eso. Son los celos, sí. Y saberte definitivamente lejos de tu compu. O sea de mí. Y lo digo con total desparpajo. O vos pensabas que para mí tu compu sería otra cosa más que esta blanca hoja de Word en que te leo y escribo? Pues no, señora: hablando con la verdad más absoluta, tu compu es el espejo donde leés mi alma y mis anhelos y donde últimamente guardás también esos retazos del todo impresentables que te mandé de mí. Ya no quiero acordarme… También mi Sofía, que solía ser un portal dimensional para otros viajes, otros descubrimientos, hace ya mucho es exclusivamente el lugar mágico donde puedo tenerte y engaño a veces tus ausencias. Quién lo diría, esta virtualidad, tan despreciada antes de conocerte! Aparte de Mitilene, ese único espacio en donde te convoco con la alegría de un encuentro cotidiano. Este ritual de hablar contigo y construir un puente de letritas endebles para estar con vos. Esta ilusión de cercanía… Yo no puedo creer que ya ni esto tengo!

Hoy abrí mi correo y encontré solamente un enunciado (un único enunciado!) de Conchita. Más una interjección. Cuánta pobreza y desconsuelo! Y más aún sabiendo que mañana y pasado y traspasado tampoco encontraré tus cartas. Si supieras, mi vida, cuánto pesa ese vacío, esta otra ausencia… Dónde estará mi luz ahora? Por qué no estás conmigo? Ya sé que es egoísta y hasta desconsiderado… Que está muy bien eso de andar en un palacio remoto lleno de voraces varones con escopetas, todas esas cosas que son parte integral de tu vida de dama española de la alta sociedad. Pero no me resigno. Soy egoísta, posesiva y mala, y ya que no puedo tenerte encadenada a mí, lo más justo y hasta correctísimo sería que lo estuvieras al teclado. Y desde luego, escribiéndome a mí! Concha de Madrid, yo no sé cómo has hecho, con qué ensalmos de magia me dominas y me posees. Cuento los días hasta tu regreso y es un contar tan largo y lento. Qué tormento de ábaco.

Te quiero, Concha. Me ha costado una lucha, un demorado ejercicio de sinceridad conmigo misma, asumir que también te necesito. Al fin lo he dicho. Y para hacerme cargo de que también podría ser algo que me suceda solo a mí.

Te quiero.

L.

 

Una semana después:

 

Lauri de mi alma:

Ya estoy de regreso. Estos días de ausencia me han servido para distanciarme y ver lo nuestro con cierta claridad. Sí, cada vez lo tengo más claro y más decidido.

Hacía tanto frío, en el campo, sin ti!

Te quiero más que nunca.

C.

 

Un día después:

 

Caracola:

Qué espanto las cabezas de los ciervos, los pobres animales asesinados por millonarios y ministros y especuladores! He notado que tú apareces en un ángulo de la foto con cierta reluctancia, como si te costara posar en la perpetuación de esa carnicería. Ya me imagino que no estabas a gusto. Vale de verdad la pena tener que pasar por esas pruebas solo para conservar el estatus de señora con criados, joyas y todo eso? Esa de la foto, vestida de verde austriaco y con montera, me gusta menos que vos en la otra foto, la que estás con las dos amigas, guachita linda, en medio de esos parajes, esas lejanías azules. Hay algo intenso y latente en tu tierra, aún no acierto a definirlo. Pero es un lugar de arcanos, es mucho más de lo que a simple vista se puede ver. Es tu aire también. A pesar de que imagino estarás un poquito cansada con tantos compromisos, he tenido la impresión (viendo tus fotos) de que despierta en vos muchas y quizás encontradas emociones. Me contarás en qué pensabas durante esos paseos en la arboleda? Qué hermosa mi dueña tan pálida, entre el verde y esos caminos de cascos azafranados. Siempre pienso lo mismo: caracola, las ropas del siglo veinte no te visten como debieran! Y sí: sos mayestática. Hoy no te contaré de mis pequeños deberes de abeja laboriosa: un día en la colmena igual a otros. Pero he leído a Manrique (también a él lo extrañaba), un artículo sobre la tumba de Tutankamon, también hice algunos subrayados en el manual de ayurveda y cada noche releo alguna de tus cartas. Hace días que miro de soslayo a las hermanitas Brontë. Si llego a Jane Eyre, estaré perdida: es el libro que leo desde siempre, cuando la realidad me pesa demasiado y solo quiero irme para no estar aquí. Te estoy extrañando mucho, Concha. He estado apurando estos días sin vos. Yo, que siempre busco un despacioso transcurrir del tiempo… Empiezo a entristecerme, Concha de mis desvelos. Y como soy de natural memoriosa, pasarán muchos años de nuestro encuentro y alguna vez (cuando esté muy enojada con vos) te voy a recordar esta maldad de abandonarme una semana entera para asistir a la hecatombe de los adorables ciervos.

Other books

The Last Straw by Simone, Nia
Seducing Jane Porter by Dominique Adair
Storm Surge by Celia Ashley
Her Perfect Stranger by Jill Shalvis
Blackjack by Andrew Vachss
My Secret Unicorn by Linda Chapman
On Thin Ice by Linda Hall
Fury of Desire by Callahan, Coreene