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Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

Perdida en un buen libro (42 page)

—Es decir… —tartamudeó incrédulo—. ¿Kaine era…?

—Totalmente ficticio… sí —respondí, poniéndole una mano sobre el hombro.

—¿Quiere decir que después de todo el
Cárdenlo
no pertenecía a la biblioteca de mi abuelo? —preguntó, la confusión cediendo a la tristeza.

—Lo lamento, lord Volescamper —le dije—. Kaine robó el manuscrito. Usó su biblioteca como tapadera.

—Y si yo fuese usted —añadió Tweed en un comentario menos amable —, me iría al piso de arriba y fingiría haber estado dormido todo este rato. No nos ha visto, no nos ha oído, no sabe
nada
sobre lo sucedido aquí.

—¡Bingo! —gritó Raffles cuando giró la manilla de la caja, destrozando el cierre congelado del interior y abriéndola. Raffles me pasó el manuscrito antes de que él y Bunny se desvaneciesen para regresar a su propio libro, únicamente con las gracias de Jurisficción como recompensa por sus esfuerzos… un artículo valioso en el lado de la ley que ocupaban.

Le pasé el
Cardenio
a Tweed. Posó una mano sobre la obra recobrada y mostró una sonrisa muy poco común.

—Un diálogo trampa sin indicaciones, Next… eso es pensar rápido. Quién sabe, ¡es posible que lleguemos a convertirla en agente de Jurisficción!

—Bien, gracias…

—¡Gato! —volvió a aullar Tweed—. ¿Dónde está ese maldito librosabueso?
[39]

De la nada apareció un enorme sabueso de aspecto triste, nos miró lúgubre, emitió una especie de suspiro de desesperación perruna y luego comenzó a olisquear profesionalmente los libros dispersos por el suelo. Tweed fijó una correa al collar del perro.

—Si fuese de los que se disculpan… —admitió, tirando de la correa del librosabueso, que había captado el rastro de una palabrota de Kaine—, lo haría. ¿Se unirá a mí en la búsqueda de Kaine?

Era tentador, pero recordé la predicción de papá.

—Mañana tengo que salvar al mundo —anuncié, sorprendiéndome a mí misma por la normalidad con que lo dije. Tweed ni siquiera pareció sorprendido.

—¡Oh! —dijo—. Bien, entonces en otra ocasión. ¡Adelante, caballero, a buscar!

El librosabueso ladró de emoción y salió disparado; Tweed agarró con fuerza la correa y los dos desaparecieron dejando una fina neblina y el olor del papel caliente.

—Supongo —dio lord Volescamper, interrumpiendo el silencio con voz abatida—, que esto significa que después de todo no formaré parte del gobierno de Kaine.

—La política está sobrevalorada —le dije.

—Quizá tenga razón —admitió, poniéndose en pie—. Bien, buenas noches, señorita Next. No vi nada, no oí nada, ¿correcto? —Nada en absoluto.

Volescamper suspiró y miró los restos destrozados del interior de su casa. Se acercó a la puerta retorcida de acero y se volvió para mirarme.

—Siempre tuve el sueño profundo. Mire, ¿por qué un día no se deja caer para tomar un té con pastas?

—Gracias, señor. Lo haré. Buenas noches.

Volescamper se despidió desganado con la mano y desapareció. Sonreí para mí por la revelación de la naturaleza ficticia de Kaine; imaginaba que no ser real debía de ser un tremendo obstáculo para convertirse en primer ministro, pero no podía evitar preguntarme cuánto poder ejercía
realmente
en el mundo de la ficción y si volvería a saber de él. Después de todo, el partido
whig
seguía existiendo, con o sin su líder. Aun así, Tweed era un profesional y yo tenía otras cosas de las que ocuparme.

Miré a lo largo del pasillo, más allá de las puertas pulverizadas. La parte delantera de Vole Towers estaba prácticamente destrozada; el tejado se había derrumbado y los escombros se amontonaban allí donde la Bramadora había luchado con los mejores agentes de OE-14. Atravesé la puerta retorcida y recorrí el pasillo en cuyo suelo y en cuyas paredes la piel acerada de la bestia había dejado profundas marcas. Los agentes de OpEspec 14 que quedaban se habían retirado para reagruparse y yo me escabullí en medio de la confusión. Esa noche nueve hombres buenos cayeron frente a la Bestia Cazadora. Los agentes recibirían todos ellos estrellas de OpEspec por su «Notable valor al enfrentarse a la Alteridad».

Mientras recorría el camino de gravilla alejándome de lo que quedaba de Vole Towers vi un corcel blanco galopando hacia mí. El guerrero que lo montaba llevaba una lanza en ristre y, detrás de él, un perro ladraba. Le indiqué al rey Pelinor que se detuviese.

—¡Ah! —dijo, alzándose la visera y mirándome—. ¡La doncella Next! ¿Ha visto a la Bestia Cazadora, qué, qué?

—Se ha ido —le expliqué—. Lo siento.

—Vaya, es una pena —anunció Pelinor con tristeza, dejando la lanza en el estribo—. Una verdadera pena, ¿eh? La encontraré, se lo digo. Es la suerte de los Pelinor, ir a buscar a la bestia bestial. Venga, ¡nos vamos!

Espoleó al caballo y galopó por el parque de Vole Towers. Los cascos de su montura levantaban grandes trozos de hierba y el enorme perro blanco corría tras él ladrando furiosamente.

Volví a mi apartamento después de hacer una llamada anónima a
The Mole
sugiriéndoles que confirmasen la verdadera existencia del
Cardenio.
El hecho de que todavía tuviese el apartamento confirmaba de una vez por todas que Landen no había regresado. Había cometido la estupidez de creer que la Goliath respetaría su parte del acuerdo. Me senté en la oscuridad durante un rato, pero incluso los tontos necesitan descansar, así que me eché a dormir
debajo
de la cama, por si acaso, lo que fue un acierto: a las tres de la madrugada la Goliath apareció, echó un buen vistazo y se fue. Seguí oculta por si acaso y me alegré de haberlo hecho porque OpEspec apareció a las cuatro de la madrugada e hizo exactamente lo mismo. Sabiendo que ya no me interrumpirían más, salí del escondite y me metí entre las sábanas. Estuve durmiendo de un tirón hasta las diez de la mañana.

31

Crema Maravillosa

Desde el descubrimiento de las calorías y el «consumo de azúcar», el terreno de los budines ha sufrido terriblemente. Hubo una época en la que uno podía disfrutar sincera e inocentemente del placer absoluto de un buen y pegajoso budín de caramelo; cuando el helado era realmente de nata y un pastel Bakewell realmente estaba bien horneado. Pero los gustos cambian, y el mundo de los dulces a menudo ha tenido que pasar por amargas experiencias y sufrir dramáticos cambios para mantenerse al día. Mientras que una salchicha normal y un
kedgeree
común se mantienen a la cabeza de las preferencias culinarias de la nación, el budín debe estar continuamente modificándose para satisfacer nuestras papilas gustativas. De bajo en grasas a 0% de materia grasa, de sin azúcar a incluso sin sabor; sólo nos cabe esperar y ver cuál será el siguiente paso…

C
ILLA
B
UBB

No dejes tus postres para más tarde

Miré con cuidado por la ventana mientras me tomaba el desayuno y vi un Packard negro de OpEspec en la esquina, sin duda esperando a que apareciese. Al otro lado de la calle había otro coche, en esta ocasión del inconfundible azul profundo de la Goliath; el señor Cheese estaba apoyado contra el capó, fumando. Puse la tele y pillé las noticias. La entrada forzada en Vole Towers estaba muy censurada pero informaban acerca de que un «organismo» desconocido había logrado entrar en el edificio, había matado a varios agentes de OE-14 y se había llevado el
Cardenio.
Habían entrevistado a lord Volescamper, quien insistía en que había estado «profundamente dormido» y no se había enterado de nada. Yorrick Kaine estaba «en paradero desconocido» y las encuestas a la salida de los colegios electorales indicaban que Kaine y los
whigs
no habían estado a la altura de las expectativas. Sin el
Cardenio,
el potente
lobby
de Shakespeare había demostrado su lealtad a la administración actual, que había prometido posponer, con la ayuda de la CronoGuardia, la demolición en el siglo XVIII de la vieja casa de Shakespeare en Stratford.

Me permití una sonrisa sardónica por la caída dramática de Kaine, pero sentí pena por los agentes que se habían tenido que enfrentar a la Bestia Cazadora. Crucé la cocina.
Pickwick
me miró y luego miró su plato vacío de la cena con aire acusador.

—Lo siento —murmuré, y le serví frutos secos—. ¿Cómo va el huevo?


Ploc-ploc
—dijo
Pickwick.

—Bien —respondí—, como quieras. Yo sólo preguntaba.

Preparé otra taza de té y me senté a pensar. Papá había dicho que el mundo se acabaría aquella misma tarde, pero no tenía ni idea de si
realmente
iba a pasar o no. En cuanto a mí, OpEspec y la Goliath me perseguían; no tenía más opción que ser más lista que ellos u ocultarme bien durante mucho tiempo. Pasé la mayor parte del día recorriendo mi apartamento, intentando decidir qué era lo mejor. Escribí mi relato de lo sucedido y lo oculté detrás del frigorífico, por si acaso. Esperaba que papá apareciese, pero las horas pasaron y todo siguió como siempre. Los vehículos de la Goliath y OpEspec fueron sustituidos por otros dos a mediodía y, a medida que iba haciéndose tarde, yo me desesperaba más. No podía quedarme atrapada para siempre dentro de mi propio apartamento. Podía confiar en Bowden y en Joffy… quizás incluso en Miles. Decidí escaparme y usar un teléfono público para llamar a Bowden, y estaba a punto de abrir la puerta cuando alguien pulsó el botón del intercomunicador. Salí rápidamente de mi apartamento y corrí escaleras abajo. Si conseguía pasar por la entrada de servicio podría escapar. Pero sobrevino el desastre. Uno de los residentes salía justo en ese momento y abrió la puerta. Oí una voz brusca.

—Buscamos a la señorita Next… de OpEspec.

Maldije a la señora Scroggins cuando contestó:

—Cuarto piso, ¡segunda puerta a la izquierda!

La salida de incendios estaba justo delante de la vista de los de OpEspec y la Goliath, así que corrí de vuelta a mi piso, sólo para descubrir que en mi huida me había quedado encerrada fuera. No había dónde ocultarse excepto tras una planta de plástico en una maceta que era siete veces demasiado pequeña, por lo que abrí la ranura del correo y siseé:


Pickwick.

Salió del salón y llegó a la entrada, donde me miró, inclinando la cabeza a un lado.

—Bien. Ahora escucha. Sé que Landen decía que eras muy inteligente y si no haces lo que te pido me van a meter en bucle y a ti te van a mandar al zoo. Bien, necesito que encuentres mis llaves.

Pickwick
me miró dubitativa, dio dos pasos al frente para luego relajarse y soltar un
ploc.

—Sí, sí, soy yo. Tendrás todas las golosinas que puedas comer,
Pickers,
pero necesito las llaves. Mis
llaves.

Obedientemente,
Pickwick
se sostuvo en equilibrio sobre una pata.

—Mierda —murmuré.

—¡Ah, Next! —dijo una voz a mi espalda. Apoyé la cabeza contra la puerta y la ranura se cerró.

—Hola, Cordelia —dije en voz baja sin girarme.

—Bien, nos lo
has
estado poniendo difícil, ¿no?

Hice una pausa, me volví y me puse en pie. Pero Cordelia no venía con otros tipos de OpEspec… sino con un hombre y su hija, los ganadores del concurso. Quizá las cosas no estuviesen tan mal como pensaba. Le pasé el brazo sobre los hombros y la alejé un poco.

—Cordelia…

—Dilly.

—Dilly…

—¿Sí, Thurs?

—¿Qué cuentan en OpEspec?

—Bien, cariño —respondió Cordelia—, tu orden de detención sólo se conoce dentro de OpEspec… Flanker espera que te entregues. La Goliath le cuenta a todo el mundo que robaste algunos secretos industriales muy importantes.

—Es todo mentira, Cordelia.


Eso
ya lo sé, Thursday. Pero tengo un trabajo que hacer… ¿te reunirás ahora con mi gente?

Acepté y volvimos junto a los otros dos, que repasaban un folleto del Gravetubo.

—Thursday Next, éstos son David Graham y su hija, Molly.

Le di la mano a David; Molly me miró indecisa desde detrás de una pierna de su padre, aferrando un peluche.

—Os invitaría a tomar café —expliqué—, pero me he quedado encerrada fuera.

David rebuscó en su bolsillo y sacó unas llaves.

—¿Son tuyas? Las he encontrado en el camino de entrada.

—No lo creo muy probable.

Pero
eran
mis llaves… un juego que había perdido unos días antes. Abrí la puerta.

—Pasad. Ésta es
Pickwick.
No os acerquéis a las ventanas; fuera hay algunas personas con las que no quiero encontrarme.

Cerraron la puerta al entrar. Molly, superando su timidez inicial, miró fijamente a
Pickwick,
quien le devolvió la mirada.


Ploc
—dijo
Pickwick.

—Dodo —dijo Molly.

Pickwick
agarró a Molly por el puño de la manga y la llevó a la cocina para enseñarle el huevo.

—¿A qué te dedicas, David? —pregunté mirando por la ventana de la cocina. No tendría que haberme molestado; los dos coches y sus ocupantes seguían en el mismo sitio.

—Soy recaudador de fondos —respondió—. Hace tiempo que quería conocerla.

—¿Por qué?

Se encogió de hombros.

—No sé. Supongo que me interesaba el tipo de persona que puede viajar por los libros.

—Ah —respondí ausente, deteniéndome para reflexionar lo
absolutamente improbable
que era que los invitados de Cordelia hubiesen encontrado mis llaves cuando otros residentes no las habían ni visto.

—¿Puedo hacerle una pregunta, señorita Next? —preguntó David.

—Llámame Thursday. Un minuto.

Fui al salón por el entropioscopio y lo agité mientras regresaba.

—Bien, Thursday —siguió diciendo David—, me preguntaba…

—¡Mierda! —exclamé, mirando al patrón en espiral de lentejas y arroz—. ¡Vuelve a pasar!

—Tu dodo dice que tiene hambre —comentó Molly.

—Es una artimaña para conseguir golosinas. Cordelia, ¿le das a Molly una golosina para que se la dé a
Pickwick?
Están encima de la nevera.

Cordelia dejó su bolso y bajó el bote de vidrio.

—Lo lamento, David, ¿qué decías?

—Bien. ¿Cómo…?

Pero yo no prestaba atención. Había una mujer sentada en el murete de la entrada del edificio de apartamentos. Tenía veintitantos años, iba vestida con colores algo chillones y leía una revista de modas.

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