Tan pronto como surge al mundo real, el héroe del cuento de hadas (niño) puede encontrarse a sí mismo como una persona de carne y hueso, y entonces hallará, también, al otro con quien podrá vivir feliz para siempre; es decir, no tendrá que experimentar de nuevo la angustia de separación. Este tipo de cuentos está orientado de cara al futuro y ayuda al niño —de un modo que éste puede comprender, tanto consciente como inconscientemente— a renunciar a sus deseos infantiles de dependencia y a alcanzar una existencia independiente más satisfactoria.
Hoy en día los niños no crecen ya dentro de los límites de seguridad que ofrece una extensa familia o una comunidad perfectamente integrada. Por ello es importante, incluso más que en la época en que se inventaron los cuentos de hadas, proporcionar al niño actual imágenes de héroes que deben surgir al mundo real por sí mismos y que, aun ignorando originalmente las cosas fundamentales, encuentren en el mundo un lugar seguro, siguiendo su camino con una profunda confianza interior.
El héroe de los cuentos avanza solo durante algún tiempo, del mismo modo que el niño de hoy en día, que se siente aislado. El hecho de estar en contacto con los objetos más primitivos —un árbol, un animal, la naturaleza— sirve de ayuda al héroe, de la misma manera que el niño se siente más cerca de estas cosas de lo que lo están los adultos. El destino de estos héroes convence al niño de que, como ellos, puede encontrarse perdido y abandonado en el mundo, andando a tientas en medio de la oscuridad, pero, como ellos, su vida irá siendo guiada paso a paso y recibirá ayuda en el momento oportuno. Actualmente, y más que nunca, el niño necesita la seguridad que le ofrece la imagen del hombre solitario que, sin embargo, es capaz de obtener relaciones satisfactorias y llenas de sentido con el mundo que le rodea.
Al mismo tiempo que divierte al niño, el cuento de hadas le ayuda a comprenderse y alienta el desarrollo de su personalidad. Le brinda significados a diferentes niveles y enriquece la existencia del niño de tan distintas maneras, que no hay libro que pueda hacer justicia a la gran cantidad y diversidad de contribuciones que dichas historias prestan a la vida del niño.
La presente obra pretende mostrar cómo dichos relatos representan, de forma imaginaria, la esencia del proceso del desarrollo humano normal, y cómo logran que éste sea lo suficientemente atractivo como para que el niño se comprometa en él. Este proceso de crecimiento empieza con la resistencia hacia los padres y el temor a la madurez, terminando cuando el joven se ha encontrado ya a sí mismo, ha logrado una independencia psicológica y madurez moral, y no ve ya al otro sexo como algo temible o demoníaco, sino que se siente capaz de relacionarse positivamente con él. En resumen, este libro explica por qué los cuentos de hadas brindan contribuciones psicológicas tan positivas al crecimiento interno del niño.
El placer que experimentamos cuando nos permitimos reaccionar ante un cuento, el encanto que sentimos, no procede del significado psicológico del mismo (aunque siempre contribuye a ello), sino de su calidad literaria; el cuento es en sí una obra de arte, y no lograría ese impacto psicológico en el niño si no fuera, ante todo, eso: una obra de arte.
Los cuentos de hadas son únicos, y no sólo por su forma literaria, sino también como obras de arte totalmente comprensibles para el niño, cosa que ninguna otra forma de arte es capaz de conseguir. Como en todas las grandes artes, el significado más profundo de este tipo de cuentos será distinto para cada persona, e incluso para la misma persona en diferentes momentos de su vida. Asimismo, el niño obtendrá un significado distinto de la misma historia según sus intereses y necesidades del momento. Si se le ofrece la oportunidad, recurrirá a la misma historia cuando esté preparado para ampliar los viejos significados o para sustituirlos por otros nuevos.
Como obras de arte que son, estos cuentos presentan muchos aspectos que vale la pena explorar, además del significado y el impacto psicológico, al que este libro está dedicado. Por ejemplo, nuestra herencia cultural encuentra expresión en tales historias, y, a través de ellas, llega a la mente del niño.
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Otro volumen podría exponer con más detalle la incomparable contribución que los cuentos de hadas pueden, y deben hacer, a la educación moral del niño, tópico que sólo se menciona en las páginas siguientes.
Los estudiosos de lo popular aproximan los cuentos de hadas, de modo relativo, a su propia disciplina. Los críticos literarios y los lingüistas examinan su significado por otras razones. Por ejemplo, resulta interesante comprobar como algunos ven, en la escena en que Caperucita Roja es devorada por el lobo, el tema de la noche tragando al día, de la luna eclipsando al sol, del invierno sustituyendo a las estaciones cálidas, del dios tragando a la víctima del sacrificio, etc. Estas interpretaciones, por muy interesantes que sean, ofrecen muy poco al padre o educador que quiera saber el significado que una historia aporta al niño, cuya experiencia está, después de todo, considerablemente lejos de las interpretaciones del mundo basadas en deidades naturales o celestiales.
En los cuentos de hadas abundan los motivos religiosos; muchas historias de la Biblia son de la misma naturaleza que dichos cuentos. Las asociaciones conscientes e inconscientes que los relatos provocan en la mente del que las escucha, dependen de su marco general de referencia y de sus preocupaciones personales. Por lo tanto, las personas religiosas hallarán en los cuentos muchos aspectos importantes que aquí no se mencionan.
La mayor parte de los cuentos de hadas se crearon en un período en que la religión constituía la parte fundamental de la vida; por esta razón, todos ellos tratan, directa o indirectamente, de temas religiosos. Los cuentos de
Las mil y una noches
están llenos de referencias a la religión islámica. Muchos relatos occidentales poseen un contenido religioso, pero la mayor parte de estas historias están, hoy en día, olvidadas, siendo desconocidas para el gran público, precisamente porque, para muchos, estos temas religiosos ya no provocan asociaciones de significado universal ni personal. Una de las historias más hermosas de los Hermanos Grimm, la olvidada «Hija de Nuestra Señora», ilustra esto perfectamente. Comienza igual que «Hansel y Gretel»: «Muy cerca de un frondoso bosque vivía un leñador con su mujer». Como en «Hansel y Gretel», este matrimonio es tan pobre que apenas tiene con qué alimentar a su hijita de tres años de edad. Conmovida por su miseria, la Virgen María se les aparece ofreciéndose para cuidar a la pequeña, a la que se lleva consigo al cielo. La niña vive allí una vida maravillosa hasta que cumple los catorce años. En aquel momento, como en el cuento tan distinto de «Barbazul», la Virgen confía a la niña las llaves de trece puertas, de las cuales tan sólo puede abrir doce pero no la que hace trece. La niña no puede resistir a la tentación, miente y, por lo tanto, tiene que volver a la tierra, muda. Sufre grandes penalidades y está a punto de ser quemada en una pira. Pero en aquel preciso instante, cuando ya sólo desea confesar su delito, recupera la voz y al arrepentirse la Virgen le concede «felicidad para toda la vida». La moraleja de la historia es la siguiente: la voz que sirve para decir mentiras nos conduce sólo a la perdición; por lo tanto, seria mejor estar privados de ella, como la heroína de esta historia. Sin embargo, si se utiliza la voz para arrepentirse, para admitir nuestras culpas y declarar la verdad, ésta puede redimirnos.
Algunas de las historias de los Hermanos Grimm contienen o empiezan con alusiones religiosas. «El hombre viejo vuelto a la juventud» empieza diciendo: «Hace mucho tiempo, cuando Dios andaba todavía por la tierra, él y san Pedro se detuvieron una noche en casa de un herrero…». En otra historia, «El pobre y el rico», Dios, como cualquier otro héroe de un cuento de hadas, está cansado de tanto caminar. La historia empieza así: «En tiempos remotos, cuando el Señor aún solía andar por la tierra entre los hombres, una vez se sintió cansado y le sorprendió la noche sin que pudiera encontrar ninguna posada. Allí, a los dos lados del camino, había dos casas, una frente a la otra…». Aunque el aspecto religioso de los cuentos de hadas sea importante y, a la vez, fascinante, no entra, en este caso, dentro de los propósitos del presente libro y, por esta misma razón, prescindiremos de él. Incluso para el objetivo, relativamente restringido, de este libro, es decir, el de indicar por qué los cuentos de hadas tienen tanto significado para los niños y les ayudan a luchar con los problemas psicológicos provocados por el crecimiento y a integrar su personalidad, han de aceptarse algunas importantes, pero necesarias, limitaciones.
La primera de ellas se apoya en el hecho de que hoy en día sólo un número muy reducido de cuentos es del dominio público. Muchos detalles citados en este libro podrían haberse ilustrado más vivamente si se hubiera podido hacer referencia a algunas de las historias más confusas. Pero, puesto que estos relatos, aunque en otros tiempos fueran familiares, hoy en día son desconocidos, hubiera sido necesario volver a imprimirlos aquí, haciendo de este libro un volumen de considerable tamaño. Por ello, he decidido centrarme en unos pocos cuentos de hadas que todavía siguen siendo populares, y, a partir de los mismos, mostrar algunos de sus significados subyacentes, y cómo éstos pueden relacionarse con los problemas infantiles del crecimiento y con nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo. La segunda parte del libro, más que esforzarse por lograr una perfección exhaustiva, fuera de todo alcance, examina detalladamente algunos de los cuentos más conocidos, por el placer y el significado que se puede obtener de los mismos.
Si esta obra estuviera dedicada sólo a una o dos historias, se podrían mostrar varias de sus facetas, aunque tampoco en este caso se lograría un estudio completo, pues cada historia tiene significado a muchos niveles. El que un cuento sea más importante que otro para un niño determinado y a una edad determinada, depende totalmente de su estadio de desarrollo psicológico y de los problemas más acuciantes en aquel momento. Al escribir este libro parecía razonable centrarse en los significados básicos del cuento de hadas, pero esto tiene el inconveniente de descuidar otros aspectos que podrían ser mucho más significativos para algún niño en particular, debido a los problemas con los que en aquel momento esté luchando. Por lo tanto, esta no deja de ser otra limitación necesaria de esta obra.
Por ejemplo, al tratar de «Hansel y Gretel», el empeño del niño por seguir junto a sus padres, aunque haya llegado la hora de lanzarse al mundo por sí solo, es violento, al igual que la necesidad de superar una oralidad primitiva, simbolizada por el apasionamiento de los niños por la casita de turrón. Así, parece que este cuento tiene mucho que ofrecer al niño pequeño que está a punto de dar sus primeros pasos por el mundo. Da forma a sus angustias y le inspira seguridad frente a estos temores, porque, incluso en su forma más exagerada —angustia de ser devorado—, se muestran injustificados: al final vencen los niños y el enemigo más temible —la bruja— es totalmente derrotado. Así, podría decirse que esta historia alcanza mayor atractivo y valor para el niño a la edad de cuatro a cinco años, es decir, cuando los cuentos de hadas empiezan a ejercer su beneficiosa influencia.
Sin embargo, la angustia de separación —el temor a ser abandonado— y el miedo a morir de hambre, junto con la voracidad oral, no son exclusivos de ningún período de desarrollo en particular. Tales temores se dan en todas las edades en el inconsciente, por lo que dicho cuento tiene también sentido para niños mayores, a la vez que los estimula. Evidentemente, a un adolescente le resulta mucho más difícil admitir, de modo consciente, su miedo a ser abandonado por sus padres o enfrentarse a su voracidad oral; razón de más para dejar que los cuentos hablen a su inconsciente, den cuerpo a sus angustias inconscientes y las liberen, sin llegar nunca al conocimiento consciente.
Otros personajes de la misma historia pueden ofrecer la guía y la seguridad que tanto necesita el niño ya mayor. Una niña, en su temprana adolescencia, quedó fascinada por «Hansel y Gretel», que le brindó un gran consuelo leyéndolo una y otra vez y fantaseando sobre dicho cuento. De pequeña había estado dominada por un hermano mayor. En cierto modo le había mostrado el camino, como Hansel al ir esparciendo las piedrecitas que les guiarían a él y a su hermana de vuelta a casa. En la adolescencia, esta chica seguía apoyándose en su hermano, y esta escena del cuento le inspiró confianza. Pero, al mismo tiempo, se resintió por el dominio de su hermano. Sin ser consciente de ello en aquel momento, su lucha por la independencia giraba en torno a la figura de Hansel. La historia le dijo a su inconsciente que seguir el camino de Hansel le haría quedarse atrás en vez de ir adelante; por otra parte, es también significativo que al principio de la historia fuera Hansel el que guiara, mientras que al final es Gretel quien consigue la libertad y la independencia para ambos, puesto que es ella quien vence a la bruja. Una vez alcanzada la edad adulta, esta mujer comprendió que dicho cuento la había ayudado mucho a abandonar la dependencia en su hermano, al convencerla de que una temprana dependencia en él no tenía por que influir en su vida posterior. Así, una historia que, por una razón, había sido significativa para ella cuando era niña, le proporcionó una guía en la adolescencia por otra razón completamente distinta.
El tema central de «Blancanieves» es el de una niña que, todavía en la pubertad, supera, en todos los aspectos, a su perversa madrastra, quien, loca de celos, le niega una existencia independiente, simbólicamente representada por el esfuerzo de la madrastra por ver aniquilada a Blancanieves. Sin embargo, el significado más profundo de esta historia, para una niña de cinco años, estaba muy lejos de los problemas de la pubertad. Su madre era tan fría y distante que la niña se sentía perdida. El cuento le aseguró que no tenía por qué desesperarse: Blancanieves, traicionada por su madrastra, fue rescatada por personas del sexo masculino; primero, los enanitos y, más tarde, el príncipe. Esta niña tampoco se desesperó por el abandono de su madre, sino que confiaba en que algún hombre la salvaría. Segura del camino que Blancanieves le mostraba, se volcó hacia su padre, el cual respondió favorablemente; el final feliz del cuento hizo posible que esta niña encontrara una solución satisfactoria a la situación inevitable que estaba viviendo y a la que la había proyectado la falta de interés por parte de su madre. De este modo, vemos cómo una historia puede tener un importante significado, tanto para un niño de cinco años como para otro de trece, aunque el sentido personal que obtengan del cuento sea totalmente distinto.