Psicoanálisis de los cuentos de hadas (48 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

La injusticia cometida por la madrastra al negarse por dos veces a cumplir sus promesas contrasta, así, con la convicción de Cenicienta de que es preciso escoger entre el bien y el mal, al igual que hay que distinguir las lentejas buenas de las malas. Después de que la muchacha ha transformado su tarea en un problema moral de oposición entre el bien y el mal eliminando este último, se dirige a la tumba de su madre y le pide al árbol que la cubra «de oro y plata». El pajarillo la viste con un hermoso traje de oro y plata y con unas zapatillas decoradas con seda y plata. La última noche, las zapatillas que le concede el pajarillo son de oro.

En el cuento de Perrault, Cenicienta se ve obligada también a realizar una tarea antes de poder ir al baile. Después de que el hada madrina le ha dicho que debe ir a la fiesta, le ordena que recoja una calabaza del jardín. Aunque Cenicienta no comprende el significado de todo esto, lleva a cabo lo que se le exige sin rechistar. No es la muchacha, sino el hada madrina la que vacía la calabaza y la convierte en una carroza. A continuación le insta a que abra la ratonera y transforma los seis ratoncitos en hermosos caballos, y el más grande de ellos en un cochero. Finalmente, Cenicienta tiene que buscar seis lagartijas que, en un santiamén, se convierten en otros tantos lacayos. Sus harapos desaparecen para transformarse en un resplandeciente vestido, mientras que en sus pies se ajustan unas diminutas chinelas de cristal. Cenicienta, tan espléndidamente ataviada, se dirige al baile, pero el hada madrina le impone una condición: deberá abandonar el baile antes de medianoche, pues, de lo contrario, todo recobrará su forma original.

Las chinelas de cristal y la calabaza convertida en carroza son puras invenciones de Perrault: son elementos que tan sólo se mencionan en su versión y en las que derivan de ella. Marc Soriano considera que estos detalles no son más que una mofa para el oyente que toma la historia en serio, y comenta la ironía con que el autor trata este tema: si Cenicienta puede convertirse en una hermosa princesa, también los ratones pueden transformarse en caballos y en un cochero.
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La ironía es, en parte, el resultado de pensamientos inconscientes, por lo que la amplia aceptación de los detalles inventados por Perrault puede explicarse porque tocan la fibra más sensible del oyente. El aferrarse a las cosas que en el pasado nos han producido satisfacción, como último recurso; el cultivar el propio sentido de la moral; el permanecer fieles a las propias cualidades a pesar de los problemas planteados; el no permitir que la maldad o la hostilidad de los otros nos venza, son cosas tan evidentes en «Cenicienta», que Perrault no puede haber permanecido insensible a ellas. Por lo tanto, la conclusión sería que Perrault se defendió deliberadamente contra los sentimientos que despiertan estos aspectos de la historia. Su ironía anula la exigencia que subyace en el relato: nos vamos transformando a través de un proceso interno. Ridiculiza asimismo la idea de que los esfuerzos destinados a conseguir los objetivos más elevados nos permiten superar las ínfimas condiciones de nuestra existencia externa.
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Por ello, la «Cenicienta» de Perrault queda reducida a una hermosa fantasía, en la que no nos sentimos implicados en absoluto. Sin embargo, este es el tipo de historia que quieren oír la mayoría de las personas, lo que justifica la gran popularidad de que disfruta esta versión.

Aunque lo anterior pueda explicar el modo en que Perrault elaboró las antiguas versiones, no aclara en absoluto los detalles concretos que inventó de acuerdo con su comprensión consciente e inconsciente de la historia, y que aceptamos por esa misma razón. Contrariamente a la que postulan el resto de los cuentos de «Cenicienta», el relato de Perrault nos dice que fue la muchacha quien
eligió
el llevar una existencia entre cenizas. Esto la convierte en la niña de la etapa anterior a la pubertad, que todavía no ha conseguido reprimir el deseo de ensuciarse de pies a cabeza; que no experimenta ninguna repugnancia ante animalillos escurridizos como los ratones, las ratas y las lagartijas; y que vacía una calabaza, imaginándose que se trata de una hermosa carroza. Las ratas y ratones viven en rincones sucios y oscuros, robando comida y haciendo todo aquello que el niño desearía hacer también. A nivel inconsciente, despiertan asociaciones fálicas que indican el advenimiento del interés y de la madurez sexual. Por lo tanto, representa una sublimación el hecho de transformar estos animales insignificantes y repulsivos en caballos, cocheros y lacayos, dejando al margen sus connotaciones fálicas. A pesar de ello, este detalle parece correcto, como mínimo a dos niveles: estos animales encarnan la compañía de Cenicienta cuando vivía entre cenizas, y quizá también sus intereses fálicos; por otra parte, parece lógico que estos intereses tuvieran que sublimarse a medida que iba madurando, es decir, se preparaba para unirse con el príncipe.

La versión de Perrault hace que Cenicienta sea más aceptable para nuestra comprensión consciente e inconsciente del contenido de la historia. A nivel consciente estamos dispuestos a aceptar la ironía que reduce la historia a una hermosa fantasía sin contenido profundo, puesto que nos libera de la obligación de enfrentarnos al problema de la rivalidad fraterna, y de la tarea de internalizar nuestros primeros objetos, constriñéndonos a vivir de acuerdo con sus exigencias morales. A nivel inconsciente, los detalles que Perrault añade parecen convincentes a partir de nuestras experiencias infantiles sepultadas en los recuerdos, ya que parasen indicar que para convertirnos en personas maduras debemos transformar y sublimar nuestra temprana fascinación en cuanto a la conducta instintiva, tanto si se trata de la atracción que sentimos hacia la suciedad, como hacia los objetos fálicos.

La Cenicienta de Perrault, que asiste al baile en una carroza tirada por seis caballos y custodiada por seis lacayos —como si el baile hubiera de celebrarse en el palacio de Versalles en la época de Luis XIV—, debe regresar antes de medianoche porque en ese instante recobrará su aspecto harapiento. Sin embargo, la tercera noche, no presta suficiente atención al reloj y, al tener que huir apresuradamente, antes de que el encanto desaparezca, pierde una de sus zapatillas de cristal. «El príncipe corrió tras ella y preguntó a los guardianes de palacio si habían visto salir a toda prisa a una princesa, pero éstos le respondieron que tan sólo había pasado una jovencita vestida de harapos, y que parecía más bien una pobretona que una dama de la nobleza.»

En la historia de los hermanos Grimm, Cenicienta puede permanecer en el baile hasta que lo desee, y cuando se va, lo hace únicamente por su propia voluntad y no por obligación. En el instante en que decide retirarse, el príncipe se brinda a acompañarla, pero la muchacha lo esquiva y se esconde. «El hijo del rey esperó hasta que finalmente llegó el padre de la niña, y le dijo que una extraña muchacha se había escondido en el palomar. El viejo pensó: "¿Será Aschenputtel?". Pidió que le trajeran un hacha y partió el palomar en dos, pero no había nadie dentro.» Entretanto, Cenicienta ha conseguido escapar y cambiarse de ropas. Al día siguiente, vuelve a repetirse la misma escena, con la única excepción de que Cenicienta se esconde entre las ramas de un peral. Pero, al tercer día, el príncipe hace embadurnar las escaleras con pez; y, así, cuando Cenicienta huye de nuevo, una de sus zapatillas se queda pegada en un escalón.

Hay variantes de la historia de Cenicienta en que la muchacha toma la iniciativa para que el príncipe la reconozca, en lugar de esperar pasivamente. En una de ellas, el príncipe le regala una sortija, que ella amasa en un pastel que luego sirven al hijo del rey; sólo se casará con la muchacha que pueda ponerse el diminuto anillo.

¿Por qué acude Cenicienta por tres veces consecutivas al baile para encontrarse con el príncipe y huir de él, regresando a su humillante situación? Como sucede a menudo, repetir tres veces los mismos actos refleja la posición del niño respecto a sus padres y su intento por alcanzar la verdadera identidad mientras va eliminando la temprana convicción de que él es el elemento más importante de la constelación triangular de la familia y, a la vez, el temor posterior de ser el más insignificante. La verdadera identidad no se alcanza a través de estas tres repeticiones, sino gracias a una de sus consecuencias: el hecho de que el zapato se ajuste a su diminuto pie.

A nivel manifiesto, la huida de Cenicienta significa que desea ser elegida por lo que es en realidad y no por la apariencia externa de un momento dado. Sólo si el ser amado la ve en su humilde posición y, aun así, sigue deseándola, querrá ella entregarse a aquel que le ha dado esta prueba de cariño. Pero, si se tratara únicamente de esto, bastaría con que perdiera la zapatilla la primera noche. A nivel profundo, las tres veces en que acude al baile simbolizan la ambivalencia de la muchacha, que quiere realizarse a sí misma personal y sexualmente, y que, al mismo tiempo, teme llegar a hacerlo. Es una ambivalencia que se refleja también en el padre, quien se pregunta si aquella hermosa muchacha no será su hija Cenicienta, pero que, al mismo tiempo, desconfía de sus impresiones. El príncipe, como si intuyera que no podrá conquistar a Cenicienta mientras ésta permanezca vinculada emocionalmente a su padre, en una relación edípica, no intenta atraparla él mismo, sino que pide al padre que lo haga en su lugar. Sólo si el padre da muestras de querer deshacerse de este lazo con su hija, podrá esta última transferir su amor heterosexual de un objeto inmaduro (el padre) a un objeto maduro: su futuro marido. El hecho de que el padre destruya los escondites de Cenicienta —cortando a hachazos el palomar y el peral— demuestra que está dispuesto a entregar a su hija al príncipe. No obstante, sus esfuerzos no obtienen el resultado pretendido.

A un nivel muy diferente, el palomar y el peral representan los objetos mágicos que han ayudado a Cenicienta hasta el momento presente. El primero es el lugar en el que habitan los pájaros bondadosos que ayudaron a Cenicienta a limpiar las lentejas; sustitutos del pájaro blanco del árbol que le proporcionó los hermosos vestidos y las zapatillas providenciales. El peral, a su vez, nos recuerda el árbol que había crecido en la tumba de la madre. Cenicienta debe abandonar la creencia y la confianza de que los objetos mágicos van a ayudarla siempre, si quiere vivir de modo satisfactorio en el mundo real. El padre parece comprender esta necesidad y, por ello, destruye sus escondites: ya no puede seguir ocultándose entre las cenizas ni buscar refugio en lugares mágicos huyendo de la realidad. Desde ahora, Cenicienta no podrá existir ni por debajo de su estatus real ni por encima de él.

Cox, siguiendo a Jacob Grimm, cita la anticua costumbre alemana en la que el novio regalaba a la novia un zapato en señal de compromiso.
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Pero esa tampoco es una explicación del porqué ha de ser precisamente un zapato de oro el que decida quién es la verdadera esposa, en la versión china, y una zapatilla de cristal, en el cuento de Perrault. Para que la prueba tenga sentido, es necesario que el zapato sea una chinela, que no tenga elasticidad alguna o, de lo contrario, se adaptaría a cualquier pie, por ejemplo, al de las hermanastras. La sutilidad de Perrault queda patente en el detalle de que la zapatilla sea precisamente de cristal, material que no cede, extraordinariamente frágil y que se rompe con gran facilidad.

Un diminuto receptáculo en el que un miembro del cuerpo debe deslizarse e introducirse hasta quedar bien ajustado puede considerarse como un símbolo de la vagina. Algo frágil y que no debe maltratarse, porque podría rasgarse, nos recuerda el himen; por otra parte, algo que se puede perder fácilmente después de una gran fiesta, cuando el amante intenta retener a su pareja, parece una imagen sumamente apropiada para definir la virginidad, especialmente cuando el hombre tiende una trampa —las escaleras embadurnadas con pez— para atrapar a su amada. La huida de Cenicienta para escapar de su situación podría representar sus esfuerzos por proteger su virginidad.

En el cuento de Perrault, la orden del hada madrina de que Cenicienta regrese a casa a una hora determinada, de lo contrario todo podría desbaratarse, es semejante a la exigencia de un padre que prohíbe a su hija permanecer demasiado tiempo fuera de casa por la noche, por temor a lo que pueda pasar. Muchas de las historias de «Cenicienta» en que la muchacha escapa para evitar ser violada por un padre «desnaturalizado» preconizan la idea de que su huida del baile está motivada por el deseo de protegerse contra una posible violación o contra sus propios impulsos. Este hecho obliga al príncipe a buscar a la muchacha en casa del padre de ésta, acción paralela a la del novio que va a pedir la mano de su prometida. En la «Cenicienta» de Perrault, es un caballero el que prueba la zapatilla alas mujeres del reino, y en la de los Hermanos Grimm es el propio príncipe quien se la entrega a Cenicienta para que se la calce con sus propias manos, mientras que, en muchas otras historias, es el príncipe mismo quien introduce el zapato en el diminuto pie de la muchacha. Esta acción podría compararse al momento en que el novio pone el anillo en el dedo de la esposa, como parte más importante de la ceremonia nupcial, lo cual es símbolo del vínculo que les unirá de ahora en adelante.

Todo esto se puede adivinar fácilmente. Al escuchar la historia se tiene la impresión de que el ajustar la chinela significa contraer un compromiso, y queda bien claro que Cenicienta es una novia virgen. Todos los niños saben que el matrimonio está relacionado con el sexo. En otros tiempos, cuando los niños crecían en contacto con la naturaleza y los animales, sabían que el sexo consistía en que el macho introdujera su órgano en la hembra, pero los niños de hoy en día tienen que aprenderlo de las palabras de sus padres. Sin embargo, teniendo en cuenta el tema central de la historia, la rivalidad fraterna, hay, al margen de este, otros significados simbólicos relacionados con el hecho de que una hermosa zapatilla se ajuste al pie apropiado.

La rivalidad fraterna es el tema principal de «Cenicienta», al igual que de otros muchos cuentos de hadas. En estos relatos, la rivalidad fraterna suele darse entre hermanos del mismo sexo. Pero en la vida real, es mucho más frecuente que exista una mayor rivalidad entre hermano y hermana.

La discriminación que sufren las mujeres, comparadas con los hombres, es una vieja historia a la que ahora se empieza a desafiar. Sería extraño que esta discriminación no engendrara celos y envidia entre hermanos y hermanas en el seno de la familia. Las publicaciones psicoanalíticas están llenas de ejemplos de niñas que tienen envidia del aparato sexual masculino; la «envidia del pene» por parte de la mujer ha sido un concepto muy extendido durante algún tiempo. Lo que no se ha clarificado suficientemente es que esta envidia sea unidireccional, pues también los niños sienten celos de lo que las niñas poseen: los pechos y la posibilidad de tener niños.
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