—Claro, Teddy —respondió ella—. ¿Quieres un café antes de marcharte?
Teddy estaba calzándose las botas de vaquero.
—Ah… no, cariño. Ha sido estupendo. Me alegro de haber venido.
Casey no quería quedarse sola en la cama, así que también se levantó. Se puso una camiseta ancha, lo acompañó a la puerta y lo besó brevemente en los labios. Teddy le pellizcó la nariz y sonrió.
—Estupendo —dijo.
—Buenas noches, Teddy —se despidió ella. Cerró la puerta con llave y conectó la alarma.
Volvió al interior de la casa, apagó el equipo de música y miró a su alrededor para ver si Teddy había olvidado algo. Algunos hombres olvidaban cosas porque de ese modo tenían una razón para regresar. Pero no era el caso de Teddy. No quedaba vestigio alguno de su presencia. Sólo la cerveza sin terminar sobre la mesa de la cocina. Casey la arrojó al cubo de basura y limpió el círculo de humedad de la mesa.
Hacía meses que se decía que debía romper con Teddy (romper ¿qué?, romper
¿qué?
), pero por alguna razón nunca se atrevía a hablar con él. El trabajo ocupaba casi todo su tiempo y tenía pocas oportunidades de conocer gente. Hacía seis meses había ido con Eileen, la ayudante de Marder, a un bar
country
en Studio City. Era un sitio frecuentado por jóvenes del mundillo del cine, animadores de la Disney… gente divertida, según había dicho Eileen. A Casey le había parecido una tortura. No era hermosa ni joven, y no tenía el natural encanto de las jóvenes que deambulaban por el local luciendo tejanos ceñidos y camisetas minúsculas.
Todos los hombres eran demasiado jóvenes para ella, y sus caras imberbes aún no tenían una expresión definida. Casey se consideraba demasiado seria para ese ambiente. Tenía un trabajo, una hija, y se acercaba a los cuarenta. No volvió a salir con Eileen. No es que no le interesara conocer a alguien. Pero era demasiado complicado. Nunca tenía tiempo ni energía. Al final, decidió dejar de preocuparse.
De modo que cuando Teddy la llamaba y decía que estaba cerca de allí, ella le abría la puerta y se metía en la ducha. Se preparaba para él.
Hacía un año que se veían en ese plan.
Se preparó una taza de té y volvió a la cama. Apoyó la espalda contra la cabecera y comenzó a examinar los informes de los registradores de fallos.
A/S PWR TEST | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 |
AIL SERVO COM | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 |
AOA INV | 1 | 0 | 2 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 1 |
CFDS SENS FAIL | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 |
CRZ CMD MON INV | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 2 | 0 | 1 | 0 | 0 |
EL SERVO COM | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 |
EPR/N1 TRA-1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 |
FMS SPEED INV | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 4 | 0 | 0 | 0 | 0 |
PRESS ALT INV | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 3 | 0 | 0 | 0 | 0 |
G/S SPEED ANG | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 |
SLAT XSIT T/O | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 |
G/S DEV INV | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 5 | 0 | 0 | 0 | 1 |
GND SPD INV | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 2 | 1 | 0 | 0 | 0 |
TAS INV | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 |
TAT INV | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 |
AUX 1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 |
AUX 2 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 |
AUX 3 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 |
AUX COA | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 |
A/S ROX-P | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 | 0 |
RDR PROX-1 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 1 | 0 | 0 | 0 |
Había otras nueve páginas de aburridos datos. No tenía claro qué representaban las lecturas, en especial la correspondiente a los fallos de AUX. Una se refería probablemente a la unidad de potencia auxiliar, la turbina de combustión interna situada en la parte posterior del fuselaje, que proporcionaba potencia cuando el avión se encontraba en tierra y potencia auxiliar en caso de avería eléctrica durante el vuelo. Pero, ¿qué significaban las otras? ¿Eran lecturas de circuitos auxiliares? ¿Comprobaciones de sistemas redundantes? ¿Y qué era «AUX COA»?
Tendría que preguntárselo a Ron.
Pasó a la lista siguiente, que especificaba los fallos en cada tramo de vuelo. Echó un vistazo rápido, bostezando, y de repente se detuvo.
INFORME DE AVERÍAS DEU
TRAYECTO04 AVERÍAS 01
R/L SIB DISCR SENS PROX
8 ABRIL 00:36
FLT 180 FC052606H
ALT 37000
A/S 320
Casey frunció el entrecejo.
No podía creer lo que veía.
Una avería en el sensor de proximidad.
Exactamente lo que sugerían los registros de mantenimiento. Pasadas las dos horas de vuelo, un error en el sensor de proximidad había quedado registrado en la barra colectora. El ala tenía varios sensores de proximidad, pequeños atenuadores eléctricos que detectaban la proximidad de metales. Los sensores se necesitaban para confirmar que los
slats
y
flaps
estaban en la posición correcta, puesto que el piloto no podía verlos desde la cabina.
Según esta lectura, se había detectado una «discrepancia» entre los sensores de las partes derecha e izquierda. Si la caja eléctrica principal del fuselaje había presentado problemas, podían haberse producido fallos en las dos alas. Siguió leyendo para ver si el fallo se repetía.
Hojeó las páginas rápidamente, pero no vio nada. Sin embargo, un solo fallo del sensor significaba que había que revisarlo. Una vez más tendría que consultar con Ron…
Era muy difícil formarse una idea de lo ocurrido en el vuelo basándose en esa información dispersa. Necesitaba los datos del registrador de vuelo. Llamaría a Rob Wong por la mañana y le preguntaría qué había averiguado.
Mientras tanto…
Casey bostezó, bajó un poco las almohadas y siguió trabajando.
Estaba sonando el teléfono. Casey se despertó y se giró, amodorrada. Oyó un crujido de papeles bajo su codo. Bajó la vista y vio los documentos esparcidos sobre la cama.
El teléfono seguía sonando. Levantó el auricular.
—Mamá. —En tono solemne, casi lloroso.
—Hola, Allie.
—Mamá, papá quiere que me ponga el vestido rojo y yo quiero ponerme el azul de flores.
Casey suspiró.
—¿Qué te pusiste ayer?
—El azul. ¡Pero no está sucio!
La batalla de costumbre. Allison siempre quería volver a ponerse la ropa que había usado el día anterior. Con sólo siete años, tenía fuertes tendencias conservadoras.
—Cariño, sabes bien que quiero que vayas al colegio con la ropa limpia.
—Pero está
limpio
, mamá. Y
detesto
el vestido rojo.
Un mes antes el vestido rojo era su favorito. Allison quería llevarlo puesto todos los días.
Casey se sentó en la cama, bostezó, miró los papeles con las abigarradas columnas de datos. Oyó la voz quejumbrosa de su hija a través del teléfono y se dijo: Es lo último que necesitaba. ¿Por qué demonios no se ocupaba Jim de resolver la cuestión? Todo era mucho más difícil al otro lado de la línea telefónica. Jim no sabía hacerse respetar, no tenía autoridad, y la natural tendencia de la niña a enfrentar a sus padres provocaba interminables discusiones a larga distancia como aquélla.
Problemas triviales, pueriles juegos de poder.
—Allison —dijo Casey, interrumpiendo a su hija—. Si tu padre dice que te pongas el vestido rojo, obedécelo.
—Pero mamá…
—Ahora manda él.
—Pero mamá…
—Eso es todo, Allison. Se acabó la discusión. El vestido rojo.
—Mami… —Rompió a llorar—.
Te odio.
Y colgó.
Casey pensó en volver a llamarla, pero decidió no hacerlo. Bostezó, se levantó de la cama, entró en la cocina y encendió la cafetera. Oyó el pitido del fax en el comedor y fue a mirar el papel que salía del aparato.
Era una copia de un comunicado de prensa de una empresa de relaciones públicas de Washington. Aunque la firma tenía un nombre neutral —Instituto de Investigación Aeronáutica—, Casey sabía que representaba al consorcio de Airbus. El comunicado estaba escrito como una noticia de un servicio cablegráfico, con título y todo. Rezaba:
LA JAA RETRASA LA CERTIFICACIÓN DEL REACTOR DE FUSELAJE ANCHO N-22, ALEGANDO CONTINUAS IRREGULARIDADES DE AERONAVEGABILIDAD.
Casey suspiró.
Sería un día espantoso.
Casey subió por la escalera metálica hacia la sala de batalla. Cuando llegó al rellano, se encontró con John Marder, que se paseaba de un extremo al otro, esperándola.
—Casey.
—Buenos días, John.
—¿Has visto lo de la JAA? —Le enseñó el fax.
—Sí.
—Es una tontería, por supuesto. Pero Edgarton se ha puesto como un basilisco. Está furioso. Primero, dos incidentes en dos días con los N-22, y ahora esto. Le preocupa que la prensa se nos eche encima. Y duda que el personal de relaciones públicas de Benson sepa manejar el asunto.
Bill Benson era uno de los empleados más antiguos de la Norton. Se ocupaba de las relaciones con los medios de comunicación desde los tiempos en que la compañía vivía de los contratos militares y no filtraba ninguna información a la prensa. Benson, un tipo brusco y testarudo, jamás se había adaptado al mundo post-Watergate, donde los periodistas eran celebridades capaces de derrocar gobiernos. Era famoso por sus peleas con los reporteros.
—Este fax puede despertar el interés de la prensa, Casey. Sobre todo entre los periodistas que no están al tanto de la corrupción en la JAA. Y sin duda no querrán hablar con un agente de prensa, sino con algún ejecutivo de la compañía. Así que Hal quiere que te ocupes tú de todas las entrevistas relacionadas con la JAA.
—¿Yo? —preguntó Casey. Olvídalo, pensó. Yo ya tengo un trabajo—. A Benson no le hará ninguna gracia.
—Hal ha hablado personalmente con él. Benson lo entiende.
—¿Estás seguro?
—También creo que deberíamos presentar un buen informe de prensa del N-22 —prosiguió Marder—. Algo más ambicioso que la basura habitual de Relaciones Públicas. Hal sugirió que prepararas un informe exhaustivo para refutar las alegaciones de la JAA… Ya sabes, horas de servicio, antecedentes de seguridad, fiabilidad y toda la pesca.
—De acuerdo… —Era una montaña de trabajo y…
—Le he dicho a Hal que estabas muy ocupada, y que esto sería una carga adicional para ti —añadió Marder—. Ha aceptado subirte dos puntos la cuota de incentivos.
La cuota de incentivos, el programa de bonificaciones de la compañía, constituía gran parte del salario de los ejecutivos. Un ascenso de dos puntos significaba un aumento significativo para Casey.