Entretanto las noticias de los inquisidores venecianos anuncian nuevas preocupaciones en relación a la difusión de
El beneficio de Cristo
. Parece que en los campos están teniendo lugar episodios incontrolables.
Noticias de Venecia
—La Inquisición veneciana anda tras la pista de un franciscano, conocido con el apodo de fray Álamo, activo en la zona de Polesine. Muchos campesinos de esa región han revelado bajo confesión haber sido bautizados por él «en la nueva fe del beneficio de Jesucristo».
—Al otro lado del Po, una familia de pescadores se negó a hacer bautizar a su hijo, «ya que todavía no puede comprender el misterio de Jesucristo en la cruz». No hicieron la menor mención a fray Álamo.
—En Bassano una mujer ha pedido refugio en un convento de monjas, porque el marido la pegaba para convencerla de que se hiciera bautizar de nuevo. En casa del hombre ha sido encontrado un ejemplar de
El beneficio de Cristo
.
La burda religiosidad popular consigue dar vida a las más absurdas mezcolanzas. Ideas complejas en mentes elementales. ¿De dónde ha salido la idea de rebautizar a los adultos? Seguro que no del contenido del libelo herético.
Enterarse de noticias posteriores.
¿Hablarle de ello a Carafa?
27 de febrero de 1548
¿Por qué no ha usado todavía el viejo
El beneficio de Cristo
como arma contra Pole y los espirituales? ¿Por qué no ha desaprobado aún a los adversarios? Le bastaría con bien poco: sobre el libro se cierne la excomunión del Concilio, por lo que al viejo le bastaría con encarcelar a fray Benedetto de Mantua y hacerle decir los nombres de sus tutores, de quién recibió el encargo del texto, quién lo redactó e imprimió.
Es probable que Carafa tema jugar sus bazas demasiado pronto. Está esperando aún. Pero ¿qué? Paulo III no tiene para mucho tiempo y el inglés podría convertirse en Papa, para gran alegría del Emperador, que vería emprenderse una reconciliación con los protestantes.
Quizá sea justo esto lo que el viejo espera pacientemente, el golpe letal, lanzado en el último momento. Pero ¿cuánto cree poder vivir aún?
Viterbo, 4 de mayo de 1548
Fray Michele de Este, prior del convento de San Buenaventura, en Rovigo, interrogado por los inquisidores de la Serenísima con fecha del 12 de marzo de 1548, en relación a la actividad de un tal fray Álamo, sospechoso de herejía.
Un nombre y un apellido: Adalberto Rizzi, franciscano del convento de San Buenaventura, desaparecido a finales de enero de 1547, juntamente con un huésped alemán, un peregrino que dijo llamarse Tiziano, quien lo habría rebautizado con el agua de un charco.
Otras noticias llegadas a los inquisidores venecianos
—Vicenza, 17 de marzo de 1548: arrestados un carpintero y un tabernero, sorprendidos ladrando durante un bautismo. Interrogados sobre quién los había convencido de que «bautizar a los recién nacidos es como lavar a los perros», respondieron: «Uno que profesa la fe de Alemania, y lo hace con autoridad, porque es alemán».
—Padua, 6 de abril de 1548: el estudiante Luca Benetti sostiene públicamente que «el bautismo es inútil para las mentes que no pueden conocer los misterios de la fe, y especialmente el del beneficio de Cristo hacia toda la humanidad».
Tras oírle en relación con sus afirmaciones, sostiene que le fueron sugeridas por un literato alemán de nombre Tiziano.
Elementos del cuadro
Rovigo. Bassano. Vicenza. Padua.
Un recorrido, un camino. ¿Un viaje? O bien un semicírculo, cuyo centro es indudablemente Venecia.
Un alemán. Un alemán, cuya presencia quizá explica el origen de la idea del segundo bautismo.
(¿Un anabaptista?)
Un alemán que dice llamarse Tiziano. Regala ejemplares de
El beneficio de Cristo
y rebautiza a los lugareños.
Tiziano el Alemán.
El Fondaco dei Tedeschi en Venecia. Los frescos pintados por Giorgione y por su alumno Tiziano en las fachadas del Fondaco.
Nuestro anabaptista es un alemán que vive en Venecia.
Que es como decir una aguja en un pajar.
5 de mayo de 1548
Hay un tiempo y un lugar en el que cada cosa tiene un principio y un fin. Y luego hay cosas que en cambio retornan. Reaparecen de entre los recovecos del alma cual pedazos de corcho en la superficie de un lago. Poco menos que amenazas oscuras, o razones para vivir, venganzas, fragmentos, briznas.
Hay un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz. Hay un tiempo en el que cada cosa puede ser hecha y aquello para lo que no hay elección, porque de repente el coraje y el entusiasmo de veinte años desaparecen bajo las arrugas del rostro.
Y comienzas a temer la llegada de un mensajero. ¿Cuál será el próximo encargo? Temo el desagrado que recorre el estrecho camino que va del estómago a la mente. Algo que hay que ocultar detrás de la autoridad de las misiones cumplidas, detrás de la experiencia, y que sin embargo no puede desaparecer, es más, se torna cada día que pasa más fuerte, por cuanto querrías mandarlo al fondo, incapaz de encontrar una razón, el pretexto de mil rostros, de hombres y de mujeres mandados al infierno.
Luego, un buen día, te ves diciendo que no fuiste tú. Que no empuñaste la espada. Y entonces comprendes que estás acabado.
Viterbo, 10 de agosto de 1548
Han llegado de Ferrara las actas del interrogatorio de un tal fray Lucifer, relativas a la difusión de la herejía entre las comunidades de los llamados «piratas del Po», vieja plaga de los mercaderes ferrareses, recientemente extirpada por el duque Hércules II de Este.
El interrogado ha dado señales evidentes de locura, declarando ignorar en qué año de gracia estamos viviendo y manifestando el convencimiento de que León X es todavía Papa.
Acusado de haber introducido rituales heréticos y paganizantes entre los fugitivos de la ley de las marismas y en particular de practicar el bautismo de los adultos, se ha defendido sosteniendo haber recibido esa consigna de un misionero, un tal fray Tiziano, que le fue enviado por el abad de Pomposa. Aquel le habría hecho entrega del
librum de nova doctrina
,
El beneficio de Cristo
, imponiéndole acto seguido el segundo bautismo.
He roto la carta. Los inquisidores de Venecia no son más que unos ineptos siervos del Dux. Ni siquiera saben qué es el anabaptismo. No darían con nuestro misionero anabaptista ni aunque lo buscaran durante cien años. Nunca dos veces en el mismo sitio. Cada señalización proviene de una localidad distinta y todas tienen como epicentro a Venecia. Como un plan. Basta con reunir todas las piezas. Un solo hombre que se mueve por los territorios de la Serenísima y de Ferrara rebautizando a la gente, dejando traslucir el nombre que ha elegido. Cuando llega la Inquisición, él ya ha desaparecido en la nada, caído de nuevo en la intrincada historia que lo ha vomitado. Resulta bastante obvio: no se trata de un peregrino, no es posible seguir sus pasos. Únicamente salidas muy concretas, de efecto seguro, bautiza, deja su nombre bien grabado en los oídos y desaparece. Si no, ¿por qué elegir un tan extraño y famoso nombre?
17 de agosto de 1548
De la confesión de fray Adalberto Rizzi, también conocido como fray Álamo, capturado en la orilla ferraresa del Po con fecha de 30 de junio de 1548 y detenido en las cárceles del duque de Este:
«Y me invitó a considerar que habiendo preguntado a un niño de cinco años quién era Jesucristo, le respondió: una estatua. Y de lo cual deducía él que no era justo suministrar la doctrina a mentes incapaces de comprender…».
«Dijo que la devoción por las estatuas y los simulacros abría el camino a una fe ignorante e inepta…»
«Sí, afirmó llamarse Tiziano y dirigirse a Roma…»
El niño y la estatua.
Estremecimientos. Estremecimientos en la cabeza. El niño y la estatua.
Algo distante que se acerca a gran velocidad, arrastrado por un viento que barre la memoria.
El niño y la estatua.
Venecia, 30 de agosto de 1548
Una forma negra recortada en la puerta. Duarte Gómez da un paso, se detiene y da un taconazo. Rostro aceitunado, rasgos finos, levemente femeninos, interrumpidos por una arruga en la frente.
Una indicación a Demetra, que aleja a las muchachas.
—¿Qué pasa?
—Ven, te lo ruego.
El ayudante de los Miquez me acompaña fuera, al soportal y luego al callejón donde se entra de uno en uno. Los dos hermanos están allí. Como dos sicarios que esperan el paso de su víctima.
João, más alto, con un gran sombrero negro adornado por una cinta de cuero. Bernardo, con el aire de un chiquillo y una divertida mosca en el mentón. Las toledanas asoman por debajo de las capas. La luz va disminuyendo cada vez más.
—¿Qué sucede, señores? ¿A qué viene tanto misterio?
La acostumbrada sonrisa se resquebraja, como si se esforzara en mostrarla, por más que su estado de ánimo no se lo permite:
—Han apresado a Perna.
—¿Dónde?
—En Milán.
—¿Qué coño hacía en Milán? ¿No habíamos decidido olvidarnos de esa plaza?
Los rostros de los tres sefarditas se ponen sombríos, la luz sigue disminuyendo.
—Tenía que hacer una parada en Bérgamo, recoger el dinero de los libreros y volverse. Por lo que parece, ha querido arriesgarse. Se le acusa de vender libros heréticos.
Oigo resonar mi suspiro de un extremo al otro del callejón, me apoyo en la pared.
—¿El Santo Oficio?
—Puedes apostar lo que quieras.
Gómez, nervioso, continúa dando taconazos contra el empedrado.
—¿Qué podemos hacer?
João muestra una hoja enrollada.
—Pagaremos y lo sacaremos antes de que el asunto se ponga demasiado feo. Duarte parte esta noche. Gonzaga me debe dinero: le he propuesto cancelar su deuda si intercede.
—¿Funcionará?
—Espero que sí.
—Mierda. No me gusta, João, no me gusta en absoluto.
—Ha sido pura casualidad, estoy convencido. Mala suerte e imprudencia.
Presentimientos pesimistas, no consigo pensar.
El mayor de los Miquez me obsequia con su sonrisa más sincera:
—Estate tranquilo. Soy todavía el financiero más importante en la ciudad. No se atreverán a tocarnos.
Aprieto las manos contra ambas paredes, como si quisiera desplazarlas:
—¿Hasta cuándo, João? ¿Hasta cuándo?
Venecia, 3 de septiembre
Tal vez alguien ha conseguido juntar las piezas del rompecabezas. Malas noticias de Nápoles: Infante, nuestro contacto allí, ha sido encarcelado y será interrogado por los inquisidores.
Lentamente están descubriendo la trama que hemos tejido en estos dos años.
El cardenal Carafa aún no ha alineado en orden de combate a sus mejores piezas: mientras sigan en auge Pole, Morone, Soranzo y todos los demás espirituales, tiene las manos atadas.
Si Reginald Pole se convierte en Papa antes de que Carafa consiga pasar al ataque, se pararía la Inquisición: todas las posibilidades volverían a estar abiertas, hasta la excomunión de
El beneficio de Cristo
se vería suspendida.
Tramas demasiado extensas para un solo hombre. Acaso también fascinantes para quien ha llegado al quinto decenio de su vida y es capaz de apreciar su geometría, el diseño, pero hay algo más que hacer. Algo personal.
Algo que lleva esperando desde hace veinte años. Cuando los músculos comienzan a ponerse rígidos y los huesos duelen, las cuentas que han quedado pendientes se vuelven más importantes que las batallas y las estrategias.
Tiziano el anabaptista tendrá que golpear de nuevo, pero lejos de aquí: con los vientos que comienzan a soplar, conviene mantener alejada la venganza de los asuntos venecianos.
Tienes que venir a buscarme. Para que yo pueda echarte el guante.
Venecia, 28 de septiembre de 1548
En Venecia la herejía está por todas partes.
En el modo de vestir de sus mujeres, con los pechos al aire y zapatos con suelas de un palmo de alto. En los mil callejones estrechos, donde susurrar doctrinas prohibidas. En los mismos cimientos imposibles que la sostienen.
También en Venecia los alemanes se encuentran por todas partes. No hay
calle
,
campo
o canal que no conozca el sonido de la lengua de Lutero.
Venecia: el terreno ideal para husmear el rastro.
Cervecería del Fondaco. Alusiones al anabaptismo lanzadas aquí y allá: miradas de asombro, referencias al exterminio de Münster, ninguna noticia útil. Tiziano:
¿Quién, el pintor?
Nada de nada.
Una vuelta por el mercado de Rialto, para husmear el ambiente. Puente arriba y abajo, y luego hasta San Marcos, a lo largo de la calle de las Mercerie. Gente ocupada en sus negocios, alemanes vendedores de pieles, impensables bautizando a un fraile en un convento de Rovigo, y mucho menos entre los estudiantes de Padua.
Los estudiantes: Tiziano es un tipo culto, alguien que es capaz de hablar igual de bien la lengua de la universidad que la del tabernero y del carpintero de Bassano.
Una sensación: el hombre que busco no frecuenta estos lugares.
Venecia, 30 de septiembre de 1548
Archivo de la Inquisición.
Tres alemanes implicados en procesos de herejía:
—Mathias Kleber, treinta y dos años, bavarés,
luthier
en Venecia desde hace doce años, sorprendido robando hostias consagradas del sagrario de la iglesia de San Rocco, condenado a la expulsión y redimido con el arrepentimiento y la conversión a la fe católica.
—Ernst Hreusch, cuarenta y un años, mercader de madera, natural de Maguncia, procesado por los escritos que exaltaban a Lutero en las paredes de las iglesias de San Mosè y San Zaccaria. Condenado a borrarlos y a pagar una ofrenda de ciento cincuenta ducados para las dos iglesias.
—Werner Kaltz, veintiséis años, vagabundo, procedente de la ciudad de Zurich, procesado por brujo, por sus actividades de quiromante, alquimista y astrólogo. Evadido de la cárcel de los Plomos, sigue huido.
Uno medio iconoclasta, el otro fanático de Lutero y el tercero brujo. Trato de imaginármelos en las distintas situaciones que han tenido a Tiziano como protagonista, pero ninguno parece verdaderamente adecuarse al papel del misionero anabaptista.