—Ustedes dos han hecho que me pierda —dijo Nicole—. ¿De qué misiles están hablando?
Richard se inclinó hacia ella.
—Tanto Michael como yo estamos seguros —dijo gravemente— de que el Consejo de Gobiernos ha ordenado un ataque con misiles contra Rama. No tienen ninguna seguridad de que el general regrese alguna vez a la
Newton
y entre su código. Y el algoritmo de búsqueda con la pulsación automática de los números fue en el mejor de los casos una prueba al azar. Sólo un ataque con misiles puede garantizar que Rama no tendrá capacidad de dañar nuestro planeta.
—Así que tengo un poco más de cuarenta y ocho horas para hacer mis paces definitivamente con Dios —dijo el general O'Toole tras pensar varios segundos—. He vivido una vida fabulosa. Tengo mucho por lo que dar gracias. Iré a Sus brazos sin lamentar nada.
Cuando Nicole estiró los brazos por encima de su cabeza y a los lados, rozó a Richard a su izquierda y uno de los contenedores de agua que sobresalía ligeramente del estante a su espalda.
—Esto va a estar un poco apretado —observó, agitándose en su asiento.
—Sí, más bien —respondió distraídamente Richard. Su atención estaba enfocada en el display frente al asiento del piloto de la vaina. Entró algunas órdenes y aguardó la respuesta. Cuando finalmente llegó, Richard frunció el entrecejo.
—Supongo que haré otro intento de reordenar las provisiones —dijo Nicole con un suspiro. Se volvió en su asiento y miró los estantes—. Nos permitiría ganar algo de espacio y catorce kilogramos si nuestro rescate estuviera garantizado en siete días —dijo.
Richard no respondió.
—Maldita sea —murmuró cuando un conjunto de números apareció en el display.
—¿Qué ocurre? —quiso saber Nicole.
—Hay algo que no está bien aquí —dijo Richard—. El código de navegación fue desarrollado para una masa considerablemente menor... puedo que no converja si perdemos uno de los acelerómetros. —Nicole aguardó pacientemente a que Richard se explicara. —Así que, si nos da hipo a lo largo del camino, probablemente tengamos que detenernos durante varias horas y reinicializar.
—Pero creí que habías dicho que había suficiente combustible para los dos.
—Suficiente combustible, sí. De todos modos, hay algunas sutilezas en los algoritmos de navegación reprogramada que suponen que la vaina contiene menos de cien kilogramos, básicamente sólo O'Toole y sus pertrechos.
Nicole pudo leer la preocupación en el fruncido entrecejo de Richard.
—Supongo que estaremos bien, si nada funciona mal —continuó—. Pero ninguna vaina ha sido nunca operada bajo estas condiciones.
A través de la ventanilla frontal pudieron ver al general O'Toole cruzar la bodega hacia ellos. Llevaba un pequeño objeto en su mano. Era EB, uno de los pequeños robots shakesperianos de Richard.
—Ya casi olvidé que lo tenía —dijo un minuto más tarde, después de recibir el profuso agradecimiento de Richard. El cosmonauta Wakefield flotó en torno del depósito de pertrechos como un alegre niño, con una amplia sonrisa en su deleitado rostro.
—Pensé que nunca volvería a ver a ninguno de ellos —exclamó Richard desde una de las paredes donde lo había llevado su exuberante impulso.
—Pasaba por delante de su habitación —explicó el general O'Toole—, justo antes que la nave científica partiera. El cosmonauta Tabori estaba arreglando sus cosas. Me dijo que guardara este robot en particular, sólo por si acaso...
—Gracias, gracias, Janos —dijo Richard. Bajó caminando cuidadosamente la pared y se ancló en el suelo. —Éste es un robot muy especial, Michael —dijo con un enorme brillo en los ojos. Accionó la energía EB—. ¿Conoce algún soneto de Shakespeare?
—Hay uno que a Kathleen le gusta especialmente, si puedo recordarlo. Creo que el primer verso es: "Esa época del año que puedes..."
Esa época del año que puedes ver en mí,
cuando las hojas amarillean, o ninguna, o pocas, cuelgan
de esas ramas que se agitan contra el viento,
desnudos coros arruinados donde cantaban los dulces pájaros.
En mí ves el crepúsculo de ese día,
cuando el ocaso se desvanece en el oeste...
La voz femenina que brotó de EB sobresaltó tanto a Nicole como al general O'Toole. Las palabras pulsaron una resonante cuerda en el general; se sintió profundamente emocionado, y unas cuantas lágrimas se acumularon en sus ojos. Nicole tomó la mano de O'Toole y la apretó compasivamente cuando EB terminó de recitar el soneto.
—No le has dicho nada a Michael sobre los problemas que hallaste en la navegación de la vaina —dijo Nicole. Ella y Richard estaban tendidos uno al lado del otro en uno de los pequeños dormitorios de la nave militar.
—No —respondió Richard en voz baja—. No deseaba preocuparlo. Él cree que vamos a estar seguros, y no quiero que piense de otro modo. Nicole extendió su brazo y acarició a Richard.
—Podemos quedarnos aquí, querido..., así al menos Michael sobrevivirá.
Él se volvió hacia ella. Nicole pudo decir que estaba mirándola aunque no podía verlo muy claramente en la oscuridad.
—He pensado en eso —dijo Richard—. Pero él no aceptará nunca... Incluso he pensado en enviarte a ti sola. ¿Lo aceptarías?
—No —respondió Nicole tras pensarlo un momento—. Creo que no. Prefiero ir contigo, a menos...
—¿A menos qué?
—A menos que realmente haya una gran diferencia en las posibilidades. Si uno de nosotros puede sobrevivir, pero los dos estamos condenados sin la menor duda, no tiene mucho sentido...
—No puedo ofrecerte ninguna evaluación exacta de probabilidades —interrumpió Richard—. Pero no creo que haya una diferencia importante si vamos juntos. Mis conocimientos de la vaina y de sus sistemas pueden casi valer la masa extra. Pero de cualquier modo, estaremos mejor fuera en la vaina que si nos quedamos aquí.
—Estás absolutamente convencido de que los misiles ya están en camino, ¿verdad?
—Sí, por supuesto. Ninguna otra cosa tiene sentido. Apostaría que un plan de contingencia semejante ya estaba en el desarrollo tan pronto como Rama cambió de rumbo y se encaminó hacia la Tierra.
Guardaron silencio de nuevo. Nicole intentó dormir, sin conseguirlo. Ambos habían decidió descansar durante seis horas antes de partir, para poder almacenar algo de energía para lo que indudablemente sería un viaje agotador. La mente de Nicole, sin embargo, no conseguía desconectarse. No dejaba de imaginar al general O'Toole pereciendo en medio de una bola de fuego nuclear.
—Es realmente un hombre maravilloso —dijo en voz muy baja. No estaba segura de que Richard siguiera aún despierto.
—Sí, lo es —respondió éste en el mismo tono—. Envidio su fuerza interior. No puedo imaginar entregar mi propia vida tan voluntariamente por alguien. —Hizo una breve pausa. —Supongo que es algo que procede de sus profundas creencias religiosas. No debe de ver la muerte como un fin, sino sólo como una transición.
Yo podría hacerlo,
pensó Nicole.
Yo podría entregar mi vida por Geneviéve. Quizás incluso por Richard y este bebé aún no nacido. Quizás en la religión de O'Toole todo el mundo forme parte de su familia.
Richard, mientras tanto, estaba luchando con sus propias emociones. ¿Estaba siendo egoísta no insistiendo en que Nicole fuera sola? ¿Podía él justificar realmente el riesgo extra de su presencia en términos de sus habilidades extras? Desechó esas cuestiones e intentó pensar en otra cosa.
—No has dicho mucho acerca del bebé —indicó suavemente Nicole tras otro corto silencio.
—Realmente no he tenido tiempo de integrarlo, o integrarla, en lo que está sucediendo —respondió Richard—. Supongo que me he mostrado insensible... Ya sabes que me siento feliz al respecto. Simplemente deseo aguardar hasta que hayamos sido rescatados antes de empezar a pensar seriamente en lo que será ser padre. —Se inclinó hacia Nicole y le dio un beso. —Ahora, querida, espero que no pienses que soy grosero, pero voy a intentar dormir un poco. Puede que transcurra mucho tiempo antes de que tenga otra oportunidad.
—Por supuesto —dijo ella—. Lo siento. —La mente de Nicole derivó a otra imagen, esta vez la de un niño muy pequeño.
Me pregunto si será inteligente,
pensó.
¿Y tendrá los ojos azules y los dedos largos de Richard?
Nicole estaba encogida en una bola en la esquina de la apenas iluminada habitación. El sabor del melón maná estaba aún en su boca. Fue despertada por unos extraños golpes en su hombro. Nicole alzó la vista y vio al ave de terciopelo gris inclinada sobre ella. Los anillos cereza en torno de su cuello resplandecían en la oscuridad.
—Ven —dijo suplicante el ave—. Tienes que venir con nosotros.
Ella siguió al ave hasta el pasillo y giró a la derecha, lejos del corredor vertical. Las otras aves estaban de pie inmóviles contra la pared. Todas la observaban muy atentamente. La procesión siguió al ave gris por el túnel.
Al cabo de unos momentos el túnel se expandió a una amplia habitación. Había una pequeña y solitaria luz, en la pared más alejada, pero aparte de eso la habitación estaba a oscuras. Había otras formas presentes, pero Nicole no podía verlas claramente. Ocasionalmente divisaba sus siluetas cuando se movían cruzando el haz de la única fuente de luz. Empezó a decir algo, pero el líder de las aves la interrumpió.
—Shhh —dijo—, pronto estarán aquí.
Nicole oyó un ruido avanzar hacia ellos desde el lado opuesto de la sala. Sonaba como un carretón con ruedas de madera recorriendo un suelo de tierra. A medida que se aproximaba, las aves en tomo de Nicole retrocedieron y se apretaron contra ella. Unos momentos más tarde hubo un fuego delante de ellas.
Había un féretro encima de un carretón en llamas. Nicole jadeó. El cuerpo de su madre, vestido con regias ropas verdes, yacía encima del féretro. A la luz de las llamas Nicole pudo ver algunas de las otras figuras en la estancia. Richard le sonreía, sujetando de la mano a una niña pequeña de piel oscura de unos dos años. El general O'Toole estaba muy cerca del fuego, arrodillado a su lado y rezando. Detrás de él había una gran cantidad de biots, y dos o tres formas extrañas que debían ser octoarañas.
Las llamas consumieron el féretro y empezaron a quemar el cuerpo de su madre. Éste se alzó lentamente de su posición supina. Cuando se volvió en dirección a Nicole, su rostro cambió. Era la cabeza de Omeh sobre el cuerpo de su madre.
—Ronata —dijo claramente—, las profecías deben ser escuchadas. La sangre senoufo se difundirá, incluso en las estrellas. Minowe será dejada atrás. Ronata debe viajar con aquellos que vienen de muy lejos. Ve ahora, y salva a los extraños y a los hijos de Ronata.
No puedo creer que esté haciendo esto,
se dijo Nicole mientras cargaba su último trasbordador de pertrechos al montacargas en la parte superior de la escalera Beta. Estaba oscuro dentro de Rama. El haz de su linterna brillaba en el negro vacío.
El sueño había sido tan increíblemente vivido que Nicole se había sentido completamente desorientada durante más de cinco minutos después de despertar. Incluso ahora, casi dos horas más tarde, cuando cerraba los ojos, podía ver perfectamente el rostro de Ornen y oír su mágica voz, entonar las palabras.
Espero que Richard no se despierte antes que yo me haya ido,
pensó.
No hay forma alguna en que pueda comprender nunca.
Regresó al trasbordador e hizo un último viaje a través del casco hacia la
Newton
. Durante treinta minutos había estado redactando mentalmente su adiós, pero ahora había llegado el momento. Nicole se sentía aprensiva, "Querido Michael y queridísimo Richard", empezaría, "esta noche he tenido el sueño más apremiante de mi vida. El viejo jefe senoufo Omeh se me apareció y me dijo que mi destino estaba en Rama."
Nicole cruzó la esclusa de aire y entró en el centro de control. Se sentó frente a la cámara y carraspeó.
Esto es ridículo,
pensó, justo antes de encender las luces.
Debo de estar loca. Pero
el poder de la imagen de Omeh en su mente calmó todas sus dudas de último minuto. Momentos más tarde siguió con sus observaciones finales a sus amigos:
—No hay ninguna forma en que pueda resumir en este corto adiós la importancia de Omeh y mis antecedentes africanos en mi vida: Michael, Richard puede decirle algo acerca de las historias senoufo mientras los dos vuelan de regreso a la Tierra. Baste decir que nunca he sido engañada por el viejo chaman. Sé muy bien que las voces de un sueño no tienen sustancia y que la mayor parte de las veces son creaciones del propio subconsciente, pero pese a todo he decidido seguir las instrucciones que me dio Omeh.
"Tengo intención de hacer todo lo posible para comunicarle a Rama que hay misiles nucleares en camino contra ella. No sé exactamente cómo lo conseguiré, pero tengo algunas horas para planear mientras ensamblo el bote de vela para cruzar el Mar Cilíndrico. Recuerdo, Richard, nuestra conversación acerca de los mandos del teclado que pueden conducir a la jerarquía superior...
"Me resulta extremadamente difícil decir adiós de este modo, y soy agudamente consciente de que esto es un pobre sustituto de un abrazo final. Pero si ustedes dos estuvieran despiertos, jamás me permitirían volver al interior de Rama... Te quiero, Richard, no lo dudes ni por un momento. Sé que es improbable, pero quizás algún día, de algún modo, nos unamos de nuevo en algún otro lugar. Te prometo que, si sobrevivo, daré a luz a nuestro hijo. Nunca dejaré de hablarle de la inteligencia, el ingenio y la sensibilidad de su padre.
"Tengo una última petición. Si resulta que cualquiera de los dos alcanza sano y salvo la Tierra y yo nunca regreso a ella, por favor explíquenle a Geneviéve lo que me ocurrió. Cuéntenle toda la historia, acerca del sueño, el frasquito y la visión, y el Poro cuando yo era una niña. Y díganle que la he querido con todo mi corazón.
Las lágrimas resbalaban por sus mejillas cuando terminó su mensaje. Se puso de pie y rebobinó la cinta. La hizo pasar durante un minuto, para asegurarse de que la había grabado adecuadamente, y luego se dirigió a la esclusa.
Dios mío,
pensó, mientras se ponía el casco,
voy a hacerlo realmente.
Durante el fantasmagórico descenso de Nicole en el telesilla en medio de la oscuridad, sintió fuertes recelos acerca de su decisión de regresar. Sólo fue su suprema autodisciplina la que le permitió alejar de sí los temores que la asaltaban. Mientras subía al todo terreno y empezaba a conducir hacia el Mar Cilíndrico, pensó acerca de cómo se comunicaría con la inteligencia que gobernaba Rama.
Definitivamente usaré imágenes,
se dijo,
y siempre que sea posible el exacto lenguaje de la ciencia. Eso al menos he aprendido de Richard.