Pensar en Richard reavivó sus ansiedades.
Él pensará que lo he abandonado,
se preocupó.
¿Y cómo puedo esperar que piense otra cosa?
Nicole recordó los deprimentes primeros días de su embarazo de Geneviéve y lo muy solitaria que se había sentido, sin tener a nadie con quien poder compartir sus sentimientos. De nuevo sintió el fuerte anhelo de dar media vuelta y abandonar Rama. Su introspección se vio rota por la espectacular llegada de la luz. El amanecer había vuelto a Rama. Como antes, Nicole se sintió hipnotizada por la visión que la rodeaba.
No hay nada como esto en ninguna otra parte del universo.
Cuando alcanzó lo que había sido el campamento Beta, lo primero que hizo fue buscar y desempaquetar el gran bote de vela. Estaba almacenado al fondo de un gran contenedor. Se hallaba en buen estado. Trabajar en el ensamblaje del bote impidió que pensara demasiado en su decisión de abandonar la
Newton
. El ensamblaje mecánico no era su fuerte. Casi desesperó en una ocasión cuando tuvo que volver a desmontar toda una parte que le había tomado diez minutos unir. El ejercicio recordó varias frustrantes Nochebuenas en Beauvois, cuando ella y Pierre trabajaban casi toda la noche para montar los nuevos juguetes de Geneviéve.
Debería de haber una ley que obligara a vender sólo juguetes ya montados,
murmuró riendo mientras luchaba con las instrucciones de montaje del bote.
Nicole arrastró el casco del bote por las escaleras hasta colocarlo cerca del agua. Luego montó las principales subestructuras arriba en el acantilado, donde la luz era, más fuerte. Estaba tan enfrascada en su trabajo que no oyó los pasos hasta que estuvieron a tan sólo dos o tres metros de distancia. Cuando Nicole, que estaba trabajando de rodillas, se volvió hacia su derecha y vio algo que se le aproximaba ya muy cerca, se sintió absolutamente aterrada.
Unos momentos más tarde, ella y Richard se besaban y abrazaban.
—O'Toole viene también —dijo él, sentándose al lado de Nicole y empezando inmediatamente a trabajar en el bote—. Al principio, cuando le expliqué que no me marchaba sin ti, que cualquier vida que pudiera llevar en la Tierra no significaría nada si tú no estabas conmigo, me dijo que tanto tú como yo estábamos locos. Pero una vez que hablamos y le expliqué que creía que disponíamos de una decente probabilidad de advertir a los ramanes, decidió que prefería pasar sus últimas horas con nosotros que correr el riesgo de una muerte solitaria y dolorosa en la vaina.
—Pero pensé que habías dicho que el viaje sería seguro para un solo pasajero.
—Eso no está completamente claro. El software cargado en la vaina es una pesadilla. Por la programación puede decirse que todo se hizo muy apresuradamente. ¿Y cómo pudo ser comprobado de forma adecuada? Yendo solo, O'Toole tal vez hubiera tenido más posibilidades que nosotros dos juntos... Pero recuerda, tendría que enfrentarse a serios problemas cuando llegara a la Tierra. Ese consejo de guerra no sería una cosa intrascendente.
—No creo que Michael le tenga miedo a un consejo de guerra. Puede que deseara ahorrarle sufrimientos a su familia, pero...
Un grito desde la distancia interrumpió su conversación. El general O'Toole agitaba un brazo hacia ellos desde un todo terreno que se acercaba.
—Pero no lo entiendo —dijo Nicole—. ¿Cómo ha llegado aquí tan rápido? Tú no viniste caminando, ¿verdad?
Richard se echó a reír.
—Por supuesto que no. Dejé una radiobaliza en el fondo del telesilla. Después que llegué a Beta y vi que habías tomado el bote; envié el todo terreno de vuelta en automático.
—Eso fue valiente por tu parte —dijo Nicole—. ¿Y si yo hubiera partido ya durante el tiempo extra que te tomó hallarme a pie?
Richard miró por encima del acantilado al casco del bote cerca del agua.
—En realidad, te las has arreglado mucho mejor de lo que esperaba —dijo con una cierta ironía en la voz—. Hubieras podido terminar en una o dos horas más.
Sujetó las manos de Nicole cuando ésta intentó golpearlo.
El general O'Toole era el único marinero con experiencia de los tres. Después que alcanzaron el punto medio de su camino, relegó a Richard a que sostuviera un remo como una posible arma en caso de que el par de tiburones biots cuyas sombras habían visto alrededor se decidieran a atacar.
—Esto no es Marblehead o el Cabo —dijo mientras miraba a Nueva York—, pero definitivamente es una interesante navegación.
Durante el viaje Richard intentó, sin éxito, convencer a una nerviosa Nicole de que era muy improbable que los tiburones biots los molestaran.
—Después de todo —dijo—, no molestaron en absoluto a los botes durante la primera expedición a Rama. Debieron volcarme a mí debido a algo especial en el diseño de nuestras nuevas motoras.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Nicole, mirando incómoda hacia las sombras grises en el agua a su lado—. Y, si no van a atacarnos, ¿por qué llevan siguiéndonos tanto tiempo?
—Somos una curiosidad, eso es todo —respondió Richard. De todos modos, tensó todos los músculos cuando una de las sombras viró repentinamente hacia el bote. Desapareció bajo ellos y se reunió con su compañera al otro lado. —¿Lo ves? —dijo, relajando la presión sobre el remo—. Ya te dije que no había nada de qué preocuparse.
Amarraron el bote al lado de Nueva York antes de subir por la escalera más cercana. Puesto que el general O'Toole nunca había estado en Nueva York y se sentía naturalmente muy curioso acerca de todo lo que veía, Richard pasó adelante para empezar a trabajar con el ordenador mientras Nicole brindaba a O'Toole el más breve de los tours turísticos por el camino.
Cuando Nicole y el general alcanzaron la Sala Blanca, Richard ya tenía algunos progresos de los que informar.
—Mi hipótesis era correcta —indicó, sólo segundos después que los otros dos se reunieran con él—. Estoy completamente seguro de que ahora he conseguido el acceso a toda la lista de sensores. Tienen que disponer de radar o su equivalente a bordo. Mientras intento localizarlo, ¿por qué ustedes dos no desarrollan un diagrama de flujo acerca de cómo comunicar nuestra advertencia? Recuerden, háganlo simple. Probablemente no tendremos más de veinticuatro horas antes que lleguen los primeros misiles.
Veinticuatro horas,
se dijo Nicole.
Un día más.
Miró a Richard enfrascado en su teclado, y al general O'Toole, que contemplaba algunos de los objetos negros esparcidos aún por los rincones. Los momentáneos sentimientos de cariño hacia los dos hombres se vieron rápidamente truncados por una brusca erupción de miedo. La realidad de su situación la abrumó.
¿Vamos a morir todos mañana?,
se preguntó.
—En realidad, no deberíamos sorprendemos —dijo Richard sin ninguna emoción. Los tres estaban sentados frente a la gran pantalla negra.
—Todos lo esperábamos.
—Pero también esperábamos estar equivocados —indicó O'Toole—. A veces resulta deprimente darte cuenta de que tienes razón.
—¿Estás seguro, Richard —preguntó Nicole—, de que cada uno de esos blips representa un objeto en el espacio?
—No creo que haya ninguna duda —respondió Richard—. Sabemos seguro que estamos contemplando el output de un sensor. Y mira, te mostraré cómo cambiar los campos. —Richard llamó a la pantalla un display que mostraba un cilindro, definitivamente Rama, en el centro de un conjunto de círculos concéntricos. A continuación tecleó otro par de órdenes, que dieron como resultado un movimiento en la pantalla. El cilindro se hizo cada vez más pequeño, hasta colapsarse por último en un punto. El tamaño de los círculos concéntricos alrededor del cilindro disminuyó también durante el movimiento, y nuevos círculos aparecieron por los bordes de la pantalla. Finalmente, un grupo de puntos, dieciséis en total, surgieron por el lado derecho del display.
—Pero, ¿cómo sabes que son misiles? —preguntó Nicole, indicando los pequeños puntos de luz.
—No lo sé —dijo Richard—. Pero sé que son objetos volantes que trazan una línea recta entre Rama y la Tierra. Supongo que podrán ser envíos de paz, pero seriamente lo dudo.
—¿Cuánto tiempo? —preguntó O'Toole.
—Es difícil decirlo con exactitud —respondió Richard tras una pausa—. Estimaría dieciocho o veinte horas hasta el primero. Se han abierto más de lo que esperaba. Si marcamos su rumbo durante una hora más o menos, tendremos una estimación más exacta del momento del impacto.
El general O'Toole silbó suavemente y luego reflexionó durante varios segundos antes de hablar.
—Antes que intentemos decirle a esta nave espacial que está a punto de verse sometida a un ataque nuclear, ¿responderás una pregunta sencilla para mí?
—Si puedo —indicó Richard.
—¿Qué te hace pensar que Rama puede protegerse a sí misma de estos misiles que se le acercan, si somos capaces de comunicarle la advertencia?
Hubo un largo silencio.
—¿Recuerdas en una ocasión, Michael, hará casi un año —dijo Richard—, en que estábamos volando juntos de Londres a Tokio y nos pusimos a hablar de religión?
—¿Quieres decir cuando yo estaba leyendo a Eusebio?
—Creo que sí. Me hablaste de la historia primitiva del cristianismo... Sea como fuere, en medio mismo de la conversación, yo te pregunté de pronto si creías en Dios.
¿Recuerdas tu respuesta?
—Por supuesto —indicó O'Toole—. Es la misma respuesta que le di a mi hijo mayor cuando se declaró ateo a la edad de dieciocho años.
—Tu respuesta en aquel avión capta perfectamente mi actitud en la situación actual. Sabemos que Rama es extremadamente avanzada tecnológicamente. Por supuesto, cuando fue diseñada, tuvo que tornarse en consideración la posibilidad de un ataque hostil... Quién sabe, quizá posea incluso un poderoso sistema de propulsión que todavía no hemos descubierto y que le permitirá maniobrar para salirse de la trayectoria. Apostaría...
—¿Puedo interrumpir un segundo? —intervino Nicole—. Yo no estaba con ustedes dos en aquel vuelo a Tokio. Me gustaría saber cuál fue la respuesta de Michael a tu pregunta.
Los dos hombres se miraron el uno al otro durante varios segundos. Finalmente, fue el general O'Toole quien respondió.
—Fe informada por el pensamiento y la observación —dijo.
—La primera parte de tu plan no es difícil, y estoy de acuerdo con el enfoque, pero no tengo ninguna imagen mental de cómo comunicaremos la situación, o de cómo enlazaremos de forma no ambigua la idea de la reacción nuclear en cadena con la aproximación de los misiles.
—Michael y yo trabajaremos en esto mientras tú desarrollas los gráficos para el primer segmento. Él dice que recuerda razonablemente bien su física nuclear.
"Y recuerda no hacer demasiadas suposiciones —indicó Richard a Nicole—. Debemos aseguramos de que cada parte del mensaje es una unidad autocontenida.
El general O'Toole no estaba con Richard y Nicole en aquel momento. Tras dos horas de intenso trabajo, se había alejado por el túnel hacía unos cinco minutos. Sus dos colegas empezaron a preocuparse por su ausencia.
—Probablemente ha ido al cuarto de baño —dijo Richard.
—Puede que se haya perdido —respondió Nicole. Richard se dirigió hacia la entrada de la Sala Blanca y llamó hacia el corredor.
—Hola, Michael O'Toole —dijo—. ¿Todo va bien?
—Sí —llegó la respuesta desde la dirección de la escalera central—. ¿Pueden tú y Nicole venir aquí un minuto?
—¿Qué ocurre? —inquirió Richard unos momentos más tarde, cuando él y Nicole se reunieron con el general al pie de la escalera.
—¿Quién construyó todo esto? —preguntó O'Toole, con los ojos fijos en el alto techo encima de su cabeza—. ¿Y para qué creen que fue construido?
—No lo sabemos —respondió impaciente Richard—, y no creo que podamos resolverlo en los próximos minutos, ni siquiera horas. Mientras tanto, tenemos trabajo...
—Discúlpame un momento —interrumpió firmemente O'Toole—. Necesito hablar de esto antes de poder seguir. —Richard y Nicole aguardaron a que continuara. —Estamos lanzándonos a toda velocidad a enviar un mensaje de advertencia a cual sea la inteligencia que controla este vehículo. Presumiblemente, hacemos esto a fin de que Rama pueda tomar medidas para protegerse a sí misma. ¿Cómo sabemos que ésta es la acción correcta para nosotros? ¿Cómo sabemos que no estamos siendo traidores a nuestra especie?
El general O'Toole agitó los brazos hacia la amplia caverna alrededor.
—Tiene que haber alguna razón, algún plan para todo esto. ¿Por qué había todos ésos objetos humanos falsos abandonados en la Sala Blanca? ¿Por qué nos invitaron los ramanes a comunicarnos con ellos? ¿Quiénes y qué son esas aves y esas octoarañas?
—Sacudió la cabeza, frustrado por todas las preguntas sin respuesta. —Dudaba acerca de destruir Rama; pero dudo igualmente acerca de enviar el mensaje de advertencia. ¿Y si Rama escapa al ataque nuclear gracias a nosotros y luego destruye la Tierra?
—Eso es extremadamente improbable, Michael. La primera Rama cruzó el sistema solar.
—Espera un minuto, Nicole, si no te importa —interrumpió Richard suavemente—. Déjame intentar responderle al general.
Avanzó y apoyó un brazo en el hombro del general O'Toole.
—Michael —dijo—, lo que más me impresionó de ti desde la primera vez que nos conocimos fue tu habilidad en comprender la diferencia entre las respuestas que podemos conocer, como resultado de la deducción o del método científico, y aquellas preguntas para las que no hay siquiera un enfoque lógico válido. No hay forma alguna en que podamos comprender a Rama en estos momentos. Todavía no disponemos de los datos suficientes. Es como intentar resolver un sistema de ecuaciones lineales simultáneas cuando hay más variables que condiciones, Existen hipersuperficies múltiples de soluciones correctas. O'Toole sonrió y asintió con la cabeza.
—Lo que sabemos —prosiguió Richard— es que una flotilla de misiles se acerca a Rama. Probablemente se hallan armados con ojivas nucleares. Tenemos una elección, advertir o no advertir, y debemos tomarla basándonos en la información que tenemos en este momento.
Richard extrajo su pequeño ordenador y se situó al lado de O'Toole.
—Puedes representar este problema como una matriz de 3 x 2 —dijo—. Supón que hay tres descripciones posibles de la amenaza ramana: nunca hostil, siempre hostil, y hostil sólo si es atacada. Dejemos que estas tres situaciones representen uno de los ejes, las hileras, de la matriz. Ahora considera la decisión a la que nos enfrentamos. Podemos advertirles, o decidir no hacerlo. Observa que sólo importa una advertencia
con
éxito. Así que tenemos dos descripciones en el otro eje, las columnas, de la matriz: Rama advertida y Rama no advertida.