Rama II (67 page)

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Authors: Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Tags: #Ciencia Ficción

Ciertamente, yo nunca imaginé, hasta hace unos pocos años, que alguna vez llegaría a colaborar con otro escritor en una obra de ficción. La no-ficción es algo distinto: he colaborado en no menos de catorce proyectos de varios autores (dos con los editores de
Life,
y no puede pedirse más multiplicidad que eso). Pero la ficción... ¡imposible! Estaba completamente seguro de que nunca iba a permitir que nadie metiera mano en mi única marca de creatividad...

Bueno, ocurrió una cosa curiosa en el camino hasta el procesador de textos. A principios de 1986 mi agente Scott Merdith me llamó en su modo más persuasivo de "no- digas-que-no-hasta-que-haya-acabado". Había, al parecer, ese joven genio de productor cinematográfico que estaba dispuesto a filmar algo
—cualquier cosa—
mío. Aunque yo nunca había oído hablar de Peter Guber, sí había visto dos de sus filmes
(El expreso de medianoche, Abismo)
, y me había sentido completamente impresionado por ellos. Me sentí más impresionado todavía cuando Scott me dijo que la última producción de Peter,
El color púrpura
, había sido nominada para media docena de Oscars.

Sin embargo, gruñí para mí mismo cuando Scott siguió diciendo que Peter tenía un amigo con una brillante idea que le gustaría que yo desarrollara hasta convertirla en un guión cinematográfico. Gruñí, porque no hay nuevas ideas en ciencia ficción, y si realmente era brillante yo ya debería haber pensado en ella. Y odio los guiones cinematográficos; son increíblemente aburridos, casi ilegibles, y en lo que a mí respecta imposibles de escribir. Como una partitura musical, son un estadio intermedio necesario en una producción. Escribirlos requiere una considerable habilidad especializada, pero no poseen ningún valor literario o artístico propio. (Al menos una partitura musical es algo agradable de mirar.)

Luego Scott me explicó quién era el amigo, y tuve una reacción tardía. El proyecto me pareció de pronto muy excitante, por razones que no tenían nada que ver con Peter Guber, pero sí mucho con Stanley Kubrick.

Flashback.
Hace veinte años, en
2001: Odisea del espacio,
Stanley y yo habíamos visitado las lunas de Júpiter... sin soñar nunca que esos mundos completamente desconocidos serían de hecho reconocidos por robots mucho antes de la fecha de nuestra película. En marzo y julio de 1979, las dos sondas
Voyager
revelaron que Io, Europa, Ganimedes y Callisto eran lugares más extraños de lo que nosotros nos habíamos atrevido a imaginar. Las sorprendentes vistas de los satélites gigantes de Júpiter hicieron posible —no, imperativo— que yo escribiera:
2010: Odisea dos.
Esta vez, las secuencias jupíterianas podían estar basadas en la realidad, no en la imaginación; y cuando Peter Hyams filmó el libro en 1984, pudo usar auténticas imágenes de la nave espacial
Voyager
como fondo para buena parte de la acción.

Por espectaculares que fueran los resultados de la misión de 1979, yo esperaba confiadamente que quedarían completamente superados en el transcurso de una década. La nave espacial
Voyager
pasó sólo unas horas en las inmediaciones de Júpiter, rozando apenas el planeta gigante y sus lunas en su camino a Saturno. Pero en mayo de 1986, la NASA planeaba lanzar
Galileo,
una sonda espacial mucho más ambiciosa aún. Ésta no realizaría una simple pasada, sino una auténtica
cita; Galileo
pasaría dos años, empezando en diciembre de 1988, realizando una detallada exploración de Júpiter y sus principales lunas. En 1990, si todo iba bien, habría un flujo tal de nueva información sobre esos exóticos mundos que una tercera Odisea espacial sería inevitable. Eso era lo que yo planeaba escribir, había atado mi carro a
Galileo,
y difícilmente podían importarme menos las ideas de algún autor aficionado de ciencia ficción, ¿Cómo rechazarlo educadamente? Aún seguía preguntándome aquello cuando Scott prosiguió:

—Peter Guber desea volar a Sri Lanka, sólo por treinta y seis horas, a fin de presentarte al tipo. Se llama Gentry Lee, y déjame explicarte quién es. Trabaja en el Laboratorio de Propulsión de Chorro, y es Ingeniero Jefe del Proyecto Galileo. ¿Has oído hablar de él?

—Sí —dije débilmente, —Y, antes de eso, fue Director de Planificación de la Misión para los aterrizajes Viking, que nos enviaron esas maravillosas imágenes de Marte. Puesto que tenía la sensación de que el público no apreciaba lo que estaba haciendo en el espacio, formó una compañía con tu amigo Carl Sagan para hacer
Cosmos
... él fue el director de toda la serie de televisión...

—¡Basta! —exclamé—. Tengo que conocer a ese hombre. Dile al señor Gabor que lo traiga aquí inmediatamente.

—Se llama
Guber
—dijo Scott—. Peter Guber.

Bueno, se acordó que los dos volarían a Sri Lanka y que, si me gustaba la idea de Gentry (y, cosa igual de importante, Gentry), yo desarrollaría un esbozo, quizás una docena de páginas, que contuviera los personajes, las localizaciones, el desarrollo y los elementos básicos a partir de los cuales un guionista competente pudiera generar un guión cinematográfico.

Llegaron a Colombo el 12 de febrero de 1986... justo dos semanas después del desastre del
Challenger
. 1986 tenía que ser el Gran Año para el Espacio, pero ahora todo el programa de la NASA estaba en total confusión. En particular,
Galileo
iba a sufrir un retraso de años. Llegaría 1995 antes que pudiera haber ninguna nueva noticia sobre las lunas de Júpiter. Podía olvidarme de
Odisea tres
..., del mismo modo que Gentry podía olvidarse de hacer algo con
Galileo
excepto llevárselo de Cabo y guardarlo entre bolas de naftalina.

Afortunadamente, la Cumbre Guber-Lee-Clarke fue bien, y durante las siguientes semanas llené floppy discs con conceptos, personajes, ambientes y situaciones... cualquier cosa que pareciera remotamente útil a la historia que habíamos decidido llamar
Cuna
. Alguien dijo en una ocasión que escribir una obra de ficción consiste en la eliminación de alternativas. Muy cierto: hubo un momento en el que calculé que, si usaba todos los elementos que había creado en todas sus combinaciones posibles, habría suficiente material como para quinientos millones de Cunas distintas.

Envié el que seleccioné finalmente, en forma de esbozo de cuatro mil palabras, a Gentry. Le gustó, y voló de nuevo a Sri Lanka para que yo pudiera acabar de perfilar algunos detalles. Durante una maratón de tres días en las montañas encima de la antigua capital, Kandy, pese a la distracción del panorama más espléndido que haya conocido nunca, completamos una demi-hemi-semi-final versión de ocho mil palabras que finalmente se convirtió en la base de la novela. Desde entonces, pudimos seguir colaborando por medio de frecuentes llamadas telefónicas y trasmitiéndonos metros y metros de copias de impresora a través del Pacífico.

La redacción tomó la mayor parte del año, aunque por supuesto ambos nos dedicamos también simultáneamente a otros proyectos. Cuando descubrí que Gentry poseía una base considerablemente mejor que la mía en literatura inglesa y francesa (por aquel entonces yo era inmune ya a tales sorpresas), me resistí heroicamente a todos los intentos de imponerle mi propio estilo. Eso trastornó a algunos de los lectores antiguos, de ACC, que cuando apareció
Cuna
bajo nuestros nombres conjuntos se vieron desconcertados por algunos pasajes en los que opinaron que yo hubiera podido practicar un poco de saneamiento. Los primeros fragmentos de diálogo, expliqué, eran el resultado de los años de Gentry con los ingenieros y matemáticos, de peludos nudillos y grandes bebedores, de la División de Astrodinámica del LPC, donde la policía de Pasadena tiene que ser llamada a menudo para apaciguar peleas a puñetazo limpio sobre funciones de Bessel y ecuaciones diferenciales parciales no lineales.

Hasta ahora, sin embargo, por todo lo que sé, ningún consejo escolar ha exigido que
Cuna
sea retirado de las estanterías. Menciono esto porque acabo de descubrir, ante mi asombrada indignación, que esto fue algo que ocurrió realmente con
Regreso a Titán
hace una década. Lo que es más, el consejo escolar implicado entonces en el asunto siguió adelante hasta eliminar cualquier colección que contuviera cualquier cosa escrita por mí.

Me habría gustado haberlo sabido entonces. Habría disfrutado diciéndoles a aquellos aprendices de ayatollahs que la versión para
Libros para los ciegos
de la novela que tanto los ofendió fue grabada por una dama muy poco propensa a promover la pornografía. Y que resulta que está casada con un Lord primer magistrado de Inglaterra.

Aunque
Cuna
fue concebida originalmente como un proyecto para una película, y se preparó un guión para la Warner Films, las posibilidades de que alguna vez llegue a la pantalla parecen hoy por hoy remotas. Por un cúmulo de mala suerte, toda una sucesión de películas sobre submarinismo/extraterrestres apareció en el mercado por el tiempo de la publicación del libro, y la mayoría de ellas se hundieron sin dejar la menor huella.

Pero Peter Guber, me alegra decirlo, ha seguido avanzando de éxito en éxito. Sus últimas producciones,
Las brujas de Eastwick, Gorilas en la niebla y Rain Man
han sido muy bien recibidas; incluso esta corta lista muestra su interés en proyectos valiosos y muy poco usuales. Quizá realice
cuna
cuando el ciclo de una vuelta completa de nuevo, como inevitablemente ocurrirá. "Hay" una marea en los asuntos de los hombres"... y en las películas.

Aunque disfruté enormemente trabajando con Gentry, cuando terminamos de acunar
cuna
yo no tenía planes para ninguna otra colaboración... —porque el cometa Halley estaba dominando entonces mi vida, al tiempo que fracasaba en dominar los cielos terrestres. Me di cuenta de que su próxima aparición, en 2061, proporcionaría una espléndida oportunidad para una tercera Odisea del espacio. (Si el muy retrasado
Galileo
cumple con su misión como se espera en 1995, y envía de vuelta megabytes de nueva información del sistema joviano, puede haber una Odisea final. Pero no hago promesas.)

En el verano de 1987,
2061: Odisea tres
se vendía estupendamente en las librerías, gracias, y yo estaba empezando a sentir de nuevo esos insistentes dolores de culpabilidad que asaltan a un autor cuando no está Trabajando En Un Proyecto. De pronto, me di cuenta de que uno de ellos me estaba mirando directamente al rostro.

Quince años antes, la última frase de
Cita con Rama
decía "Los ramanes hacen todo por triplicado". Esas palabras habían sido un pensamiento de último minuto cuando estaba haciendo la revisión final. No tenía —hago una cruz sobre mi corazón— ninguna secuela en mente; simplemente parecía la forma abierta más correcta de terminar el libro. (En la vida real, por supuesto, ninguna historia termina nunca)

Muchos lectores —y críticos— saltaron a la conclusión de que yo había planeado desde el principio una trilogía. Bien, no era así... pero ahora me di cuenta de que era una espléndida idea. Y Gentry era precisamente el hombre para el trabajo: tenía toda la base sobre mecánica celeste y quincallería espacial para ocuparse de la próxima aparición de los ramanes.

Esbocé rápidamente un espectro de posibilidades, de un modo muy parecido a como había hecho con
cuna
, y en un tiempo notablemente corto nació
Rama II. El jardín de Rama y Rama desvelado
seguirán durante el período 1989-91.

Así que, una vez más, Gentry Lee no para de cruzar el Pacífico para sesiones de
brainstorming
en las colinas de Sri Lanka, y el cartero se queja de los abultados paquetes de copias de impresora que tiene que mantener en equilibrio sobre su bicicleta. Esta vez, sin embargo, la tecnología ha acelerado nuestras operaciones intercontinentales. El fax nos permite intercambiar ideas casi a tiempo real; es mucho más conveniente que el enlace por Correo Electrónico que utilizamos Peter Hyams y yo mientras realizábamos el guión de 2010.

Hay mucho que decir sobre este tipo de colaboración a larga distancia; si están demasiado juntos, los coautores pueden malgastar una gran cantidad de tiempo en trivialidades. Incluso un escritor solitario puede pensar en interminables excusas para no trabajar; con dos, las posibilidades se ven reducidas al menos a la mitad.

Sin embargo, no hay ninguna forma de demostrar que un escritor esté descuidando su trabajo; aunque sus ronquidos sean ensordecedores, su subconsciente puede estar trabajando duro. Y Gentry y yo sabíamos que nuestras más alocadas excursiones a la literatura, a la ciencia, al arte o a la historia podían darnos muchos elementos útiles para el relato.

Por ejemplo, durante la redacción de
Rama II
se hizo evidente que Gentry estaba enamorado de Eleanor de Aquitania (no te preocupes, Stacey: lleva setecientos ochenta y cinco años muerta), y yo tuve que disuadirlo con tacto de dedicar páginas y páginas a su sorprendente carrera. (Si se preguntan ustedes cómo E de A puede tener la más remota conexión con las aventuras interestelares, les aseguro que tienen placeres almacenados.) Ciertamente, aprendí de Gentry mucha historia francesa e inglesa que no me enseñaron en la escuela. La ocasión en la que la reina Leonor regañó a su hijo, el intrépido rey guerrero
Ricardo Corazón de León, frente a sus tropas,
por fracasar en darle un heredero al trono, debió de ser uno de los momentos más picantes de toda la historia militar británica. Bueno, no hay forma en que podamos presentar de otro modo a este galante pero gay Corleone, que fue a menudo padrino, pero nunca padre... muy al contrario de Gentry, cuyo quinto hijo llegó hacia el final de
Rama II
.

Pronto conocerán ustedes la más apreciada creación de Gentry, el aún por nacer san Michele de Siena. Un día, estoy seguro, lo encontrarán de nuevo, en libros que Gentry publicará bajo su solo nombre, con el mínimo de ayuda o estorbo por mi parte.

Mientras escribo estas palabras, estamos justo llegando a la mitad de nuestro cuarto libro conjunto. Y, aunque creemos saber lo que va a ocurrir a continuación, estoy seguro de que los ramanes tienen todavía una cuantas sorpresas preparadas para nosotros...

FIN

Agradecimientos

Mucha gente distinta contribuyó a esta novela durante, numerosas conversaciones a lo largo de un período de dos años. Fueron especialmente valiosos los comentarios o intuiciones de Bebe Barden, Paul Chodas, Clayton Frohman, Michael Glassman, Bruce Jakosky, Roland Joffe, Gerry Snyder e Ian Stewart.

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