Refugio del viento (30 page)

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Authors: George R. R. Martin & Lisa Tuttle

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

—¡Maris! —exclamó—. Estaba preocupada, creí que algo iba mal. No sabíamos dónde estabas. ¿Han venido contigo S'Rella y Val? Les tocará pronto. De hecho, el próximo competidor será Sher.

—S'Rella está preparada para volar —respondió.

Luego le contó lo sucedido con Val. Al escucharla, la fuerza y la vitalidad parecieron huir de la maestra. El ojo sano se le llenó de lágrimas, y se apoyó todavía más en el bastón. De repente, parecía verdaderamente anciana.

—No podía creerlo —murmuró débilmente—. No podía… Ni después de esa terrible amenaza de los pájaros, ni aun así… No les creía capaces de una cosa semejante. —Tenía el rostro ceniciento—. Ayúdame, hija. Necesito sentarme.

Maris la rodeó con un brazo para sostenerla y la llevó hacia la mesa de los jueces. Shalli levantó la vista hacia ellas, preocupada.

—¿Va todo bien?

—No —respondió Maris, acompañando a Sena hasta una silla—. Val no volará hoy. —Miró alternativamente a todos los jueces—. Anoche le atacaron y le golpearon, en la taberna donde se alojaba. Le han roto un brazo y una pierna.

Todos los jueces parecieron sobresaltados.

—¡Es terrible! —exclamó Shalli.

La oriental dejó escapar una maldición, el juez de las Islas Exteriores sacudió la cabeza y el Señor de Skulny se levantó.

—Es intolerable. No consentiré que algo así suceda en mi isla. Encontraremos al culpable, tienes mi palabra.

—Lo hizo un alado —dijo Maris—. O un alado pagó para que se lo hicieran. Le rompieron el brazo derecho y la pierna derecha. Un-Ala. Ya entendéis.

Shalli frunció el entrecejo.

—Es una cosa terrible, Maris, pero un alado nunca haría algo así. Si estás intentando decir que Corm…

—¿Tienes pruebas de que ha sido un alado? —la interrumpió la juez oriental.

—Conozco la taberna en la que se hospedaba Val Un-Ala —añadió el Señor de la Tierra—. El Hacha de Hierro, ¿verdad? Mal lugar. Su propietario no es buena persona. Puede haber sido cualquiera. Una pelea entre borrachos, un amante celoso… He tenido que juzgar muchas de las cosas que han pasado allí.

Maris le miró.

—No me importa tu palabra, nunca averiguarás quién ha sido —le dijo—. Pero no es eso lo que me preocupa. Esta noche, quiero llevarle sus alas a Val.

—¿Sus… alas?

Me temo —intervino el juez del Archipiélago del Sur—, que tendrá que esperar al año que viene y volver a intentarlo. Siento que le hayan herido cuando estaba tan cerca de ganar.

¿Cerca? —Maris examinó la mesa y encontró la caja. La vació ante los jueces—. Nueve guijarros negros contra uno blanco. Esto es más que cerca. Aunque hoy hubiera perdido por cinco a nada, seguiría ganando.

No —negó Shalli, testaruda—. Corm merece una oportunidad. No permitiré que hagas trampas contra él en favor de Un-Ala, por mucha compasión que me inspire Val. Corm es muy bueno en los arcos, podría ganar por diez a nada, dos guijarros de cada juez. Y conservaría las alas.

—Diez a nada —repitió Maris—. No es muy probable.

—Es posible —insistió Shalli.

—Cierto —se adhirió la oriental—. No podemos dar la victoria a Un-Ala. No sería justo para Corm, que lleva tantos años volando bien. Creo que deberíamos descalificar a Val.

En la mesa, todos asentían, pero Maris se limitó a sonreír.

—Sabía que diríais eso. —Se puso las manos en las caderas, en actitud desafiante—. Pero Val tendrá sus alas. Por suerte, hay un precedente. Lo sentasteis vosotros mismos anoche, con S'Rella y Garth. Que la puntuación siga como está, que continúe la competición. Llamad a Corm.

«Yo volaré por Val».

Y sabía que no podrían negárselo.

Maris tomó sus alas y se unió al grupo de los competidores, impacientes y cada vez más nerviosos.

Los arcos se habían erigido durante la noche, nueve estructuras de madera firmemente clavadas en la arena, en una ruta que exigía una serie de difíciles giros y maniobras. El primer arco, situado frente al risco de los alados, consistía en dos pértigas de madera negra, de unos doce metros de alto, a veinte metros de distancia la una de la otra. Fácil, pero el siguiente arco estaba a tan solo unos pocos metros playa abajo, no en línea recta, sino a un lado, de manera que el alado tenía que virar rápidamente si quería atravesarlo. Y el segundo arco era más pequeño, las pértigas eran un poco más bajas y estaban un poco más juntas. Así seguía el resto de la ruta, trazando curvas y obligando a maniobrar, cada uno de los arcos más pequeño que el anterior, hasta el noveno y último: dos pértigas que apenas alzaban dos metros y medio del suelo, a una distancia de exactamente seis metros y treinta centímetros. La envergadura de las alas era de seis metros. Nadie había conseguido nunca volar a través de más de siete puertas. No era sencillo: el récord de aquella mañana estaba en seis… Y lo había obtenido el increíble Lañe.

En esta prueba, los desafiantes solían volar en primer lugar. Se concedía al alado la cortesía de saber qué puntuación tendría que superar. Con las alas en los hombros, Maris contempló los intentos de los Alas de Madera.

Sher bajó en picado desde el risco de los alados hacia el primer arco. Pasó por poco bajo la cuerda y giró rápidamente hacia el segundo, pero seguía descendiendo, de prisa, demasiado de prisa. Asustado, el joven Alas de Madera se niveló rápidamente para evitar estrellarse contra el suelo y, repentinamente, empezó a elevarse. En vez de atravesar el segundo arco, pasó por encima. El alado al que Sher desafiaba sólo consiguió cruzar dos arcos, pero fue suficiente para garantizar la victoria.

Leya, que había estado atento a la estrategia de Sher, eligió otra diferente. Saltó del risco y describió un amplio círculo sobre la playa, y fue descendiendo gradualmente hasta atravesar el primer arco nivelado, en vez de descendiendo. Empezó a girar mucho antes de cruzarlo, así que lo que hizo en realidad fue girar graciosamente entre las pértigas, ya dirigiéndose hacia el segundo arco. También lo atravesó limpiamente, otra vez empezando pronto la maniobra de giro, pero esta vez fue un viraje más brusco, más peligroso, hacia arriba. Leya lo hizo bastante bien y consiguió cruzar el tercer arco, pero ya no tenía nada que hacer. Voló tranquilamente hacia el mar, errando el cuarto arco por un amplio margen. De todos modos, algunos espectadores aplaudieron, y su rival sólo pudo cruzar dos arcos antes de aterrizar bruscamente en la arena. Leya obtenía así su primera victoria, aunque no bastaba para conseguir las alas.

La voceadora anunció a Damen y a Arak. Los dos tuvieron problemas. Damen atravesó los arcos demasiado de prisa, y tras el segundo no se recuperó a tiempo para cruzar el tercero. Arak pasó a través del segundo arco a demasiada altura: la punta de un ala rozó la cuerda, y aquello bastó para desequilibrarle y para que perdiera el rumbo. Pero, incluso con el empate a dos puertas, Arak conservaba las alas por un amplio margen.

Sorprendentemente, también Kerr consiguió el empate. Al igual que Leya, cruzó el primer arco nivelado y ya iniciando el giro, y cruzó el segundo con facilidad. Pero, al igual que Leya, tuvo problemas al girar hacia el tercero. Y, a diferencia de Leya, no lo superó. Tropezó y aterrizó en la arena a pocos metros del arco, y los chiquillos atados a la tierra corrieron hacia él para ayudarle con las alas. Jon de Culhall intentó mantenerse a más altura para no sufrir la misma suerte de Kerr, pero pasó por encima del tercer arco, y muy a la derecha.

—¡Corm de Amberly Menor! —anunció la voceadora—. ¡Val Un-Ala, Val de Arren Sur! —Siguió una breve pausa—. ¡Maris de Amberly Menor volará en lugar de Val. Maris de Amberly Menor!

La joven estaba en pie, en el risco de los alados, mientras los ayudantes le desplegaban las alas y encajaban cada montante en su sitio. A pocos metros, lo mismo sucedía con Corm. Le miró, y los ojos de Maris se encontraron con los del hombre, oscuros y ardientes.

—Maris Un-Ala —dijo con amargura—. En eso te has convertido. Me alegro de que Russ no haya vivido para verte.

—Russ estaría orgulloso —le respondió furiosa y sabiendo que Corm quería enfurecerla.

La ira implicaba imprecisión, y aquélla era la única esperanza del alado. Siete años antes, Maris le había derrotado en una carrera mucho menos civilizada. Confiaba en poder repetir la hazaña. Precisión, control, reflejos y sentido del viento: era todo lo que hacía falta, y Maris lo tenía en abundancia.

Tenía las alas extendidas y tensas, el metal se mecía suavemente a impulsos del viento. Maris estaba tranquila y segura de sí misma. Puso las manos en los asideros de las alas, echó a correr, saltó y se remontó. Se elevó más, y más, y más, hizo un bucle por el simple placer de hacerlo. Luego bajó en picado, deslizándose en el aire, cabalgando y utilizando las ráfagas y las corrientes, dirigiéndose hacia los arcos. Hizo un giro cerrado al cruzar el primer arco, con las alas describiendo una línea plateada entre la cúspide de una pértiga y la base de la otra. Se estabilizó con elegancia, y cruzó fluidamente el segundo arco. Lo que importaba era la sensación, el amor, no la idea. Era instinto, reflejos y conocer el viento, y Maris era el viento. Ahora venía el tercer arco, con el difícil giro hacia arriba, pero lo cruzó con facilidad, rápida, limpiamente. Luego hizo un correcto rizo sobre el agua y salió de él en el ángulo exacto para atravesar el cuarto arco, y también lo hizo, y el quinto requería un amplio y perezoso giro en descenso, y el sexto estaba justo delante, no en un ángulo difícil, pero sí preciso, así que descendió un poco y planeó sobre la arena, con las alas extendidas y tensas, y los espectadores gritaban y la aclamaban.

Todo terminó en un instante.

Cuando el sexto arco se alzaba ante ella entró en una plomada, una repentina bolsa fría que no tenía ningún derecho a estar allí. La atrapó y la retuvo sólo un momento, pero fue suficiente para que las alas rozaran la arena, y luego las piernas, y se detuvo bruscamente justo a la entrada del arco.

Una chiquilla rubia corrió hacia ella y la ayudó a levantarse, antes de empezar a plegarle las alas. Maris, feliz, respiraba entrecortadamente. Cinco, habían sido cinco. No era la mejor puntuación del día, pero sí una buena puntuación, y más que suficiente. Corm perdía ante Val por tanta diferencia que no le bastaría con derrotarla. Tenía que humillarla, aplastarla, conseguir dos guijarros de cada juez. Y no podría hacerlo.

Él también lo sabía. Voló sin poner el corazón, y ni siquiera se acercó al resultado. Falló en el cuarto arco. Era una victoria decisiva para ella, para Val. Mientras caminaba por la playa, con las alas al hombro, estaba rebosante de alegría.

Los gritos de los voceadores recorrieron la playa. S'Rella estaba al borde del precipicio, con el sol reflejándose en el brillante metal de las alas. Tras ella, Maris alcanzó a ver a la esbelta y morena Jirel de Skulny.

S'Rella saltó, y Maris se quedó allí de pie, mirándola. Su corazón volaba con ella, lleno, lleno de esperanza. S'Rella giró y trazó un círculo, una aproximación racional, en vez de la intuitiva velocidad que había utilizado Maris. Descendió planeando suavemente, como habían hecho Leya y Kerr en sus respectivos turnos. A través del primer arco, girando, nivelándose, virando ya en dirección contraria —Maris contuvo el aliento durante un minuto— y a través del segundo, y ahora un giro muy, muy cerrado hacia arriba, un viraje imposible, como si el mismo viento hubiera cambiado de dirección a sus órdenes, y a través del tercer arco, todavía controlando la situación, y otro giro cerrado y ya estaba cruzando el cuarto —la gente empezaba a levantarse y a gritar— y el quinto le resultó tan sencillo como a Maris, y ahora era al sexto al que se acercaba, al sexto, en el que ella había fallado, y las alas le temblaban un poco pero volvía a estabilizarlas mientras se acercaba, a un poco más de altura que su amiga, y la bolsa de aire frío la afectaba sin llegar a derribarla, y entonces también cruzaba el sexto arco —gritos por todas partes— y el séptimo exigía un viraje en una fracción de segundo, y S'Rella también lo hacía, y volaba hacia el octavo…

…Y era demasiado estrecho, las pértigas estaban demasiado juntas, y S'Rella iba un milímetro desviada. El ala izquierda se estrelló contra la pértiga, y cayeron juntas, y la joven quedó tendida en el suelo.

Y Maris sólo fue una entre las docenas de personas que corrían hacia ella.

Cuando llegó a su lado, S'Rella estaba sentada, jadeante, riéndose, rodeada de atados a la tierra que la colmaban de alabanzas y felicitaciones. Los chiquillos se arremolinaban en torno a ella para tocarle las alas. Pero S'Rella, con el rostro enrojecido por el viento, no podía dejar de reír.

Maris se abrió paso entre la multitud y la abrazó, y S'Rella seguía riendo.

—¿Estás bien? —preguntó Maris, alejándola un poco de ella para verla mejor. S'Rella asintió sin dejar de reír—. Entonces, ¿qué…?

La jovencita se señaló un ala, el ala que había golpeado el arco. El tejido, prácticamente indestructible, estaba intacto, pero uno de los montantes se había roto.

—Esto se arregla fácilmente —dijo Maris tras examinarlo—. No pasa nada.

—¿No lo entiendes? —dijo S'Rella, poniéndose en pie de un salto. El ala derecha estaba tensa, resplandeciente, pero la izquierda colgaba inerte y rota, el tejido plateado barría la arena.

Maris la miró y se echó a reír.

—Un-Ala —dijo débilmente.

Se abrazaron la una a la otra sin dejar de reír.

—Jirel no te ha dejado mal —dijo Maris a Garth aquella noche, cuando se sentó junto a él al lado de la chimenea. Su amigo estaba animado, tenía mejor aspecto y volvía a beber cerveza—. Fue una sustituía admirable, cruzó cinco arcos tan bien como yo. Pero claro, cinco no son siete, y no fue suficiente. Ni siquiera el Señor de la Tierra pudo votar por un empate.

—Bien —asintió Garth—. S'Rella se merece las alas. Me gusta esa chiquilla. Oblígala a prometerte que vendrá a verme pronto.

Maris sonrió.

—Lo haré —respondió—. Siente no haber venido esta noche, pero quería ir a ver a Val. Yo también iré cuando me marche de aquí. No me gusta, pero…

Suspiró.

Garth bebió un buen trago de cerveza y contempló el fuego durante un largo momento.

—Lo siento por Corm —dijo—. Nunca me gustó, pero volaba bien.

—Tranquilo —le respondió Maris—. Está deprimido, pero se recuperará. El embarazo de Shalli pronto será demasiado avanzado para que vuele, así que Corm podrá usar las alas unos cuantos meses, y si le conozco bien convencerá a Shalli para que las comparta con él incluso después de que nazca el bebé. Y el año que viene, podrá desafiar a alguien. No a Val, desde luego. Corm es más inteligente que todo eso. Apuesto a que nombrará a alguien como Jon de Culhall.

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