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Authors: Federico Moccia

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tengo ganas de ti (55 page)

Pero ¿qué hay aquí? Empiezo a leer.

28 de mayo de 2002

¡Hoy soy feliz, feliz como no lo be sido nunca! Finalmente he olvidado del todo a Francesco, lo he borrado, dinamitado, expulsado, para siempre…

Te creo, a saber qué clase de tipo era…

Porque ayer pasó la cosa más increíble de mi vida. Estaba en una fiesta en casa de Roberta Micchi, una chica mayor que yo, una a la que se tiran un montón de quinto. Me había colado con otras dos amigas (Ele y Simo) y nos estábamos divirtiendo cuando llegaron ellos…, los que se cuelan, los Budokani.

Joder, no me lo puedo creer, ¿habla de nosotros? Pero ¿de cuándo está hablando? ¿De qué fiesta? Sigo leyendo muy de prisa.

Descubrí que se llamaban así mientras arrojaban el pastel de la homenajeada y le daban a Gió (el hortera que le tira los tejos a Ele) ¡¡¡en toda la cara!!! Menuda puntería. Armaron un jaleo… Creo que también desaparecieron un montón de cosas. En resumen, estoy alucinada, estoy completamente loca por él. En cuanto entró, chocó conmigo. Pero me pidió perdón, y para que no me cayera, me cogió al vuelo y me agarró, abrazándome… ¡Ostras! De repente teníamos las caras a un milímetro y enloquecí. Quién sabe si él se dio cuenta. ¡Sólo sé que se llama Step! Un nombre divertido. ¡Además, es guapísimo! Sólo espero volver a verlo pronto…

Es decir, que nos habíamos conocido. Nos vimos. O, mejor dicho, chocamos… Pero ¿qué significa toda esta historia? Joder, ¿así que en la fiesta donde conocí a Babi, donde me duché con ella cargada al hombro, estaba también Gin? Chocamos…, no me acuerdo. Pero a lo mejor no se refiere a esa vez… Sigo leyendo veloz, hojeando otras páginas, buscando otros momentos, otros recuerdos, otras verdades. Y avanzo como enloquecido, sorprendido, alucinado. Hojeo de prisa las páginas del diario. Mis ojos vuelan entre las líneas… Adelante, atrás. Aquí.

¡Lo he visto! Son las dos y media de la madrugada y no puedo dormir. He estado en el Olimpica y él estaba allí con su amigo, que creo que se llama Pollo. ¡Ha ganado incluso una carrera! ¡Me gusta un montón, pero veo que tontea demasiado con esa imbécil de quinto, la Gervasi! Joder, Step, si sales con ella pierdes puntos. Ésa es una imbécil (me repito…), ¡de casa a la iglesia! Es más, no sé ni siquiera qué hacía allí, ¡¡¡hasta ha hecho de «camomilla»!!! O tú las transformas, Step, o no sé qué pensar. Debes de tener un don y no sé decirte cuál, no quisiera ser cursi, ¡¡¡pero la verdad es que con esa «batuta» tuya montas unas líos!!! Estaba también la ordinaria de Maddalena. Quién sabe si es verdad lo que dicen, que tienes una historia con ella. Bueno, no sé qué pensar. ¡Eh, príncipe mágico!, Cum laude o cómo demonios te llamen, antes o después te darás cuenta de que existo (espero). ¡Hasta me había puesto el cinturón de «camomilla»! Pasaste por delante de mí y ni te dignaste mirarme… TRANSFÓRMAME… De lo contrario, te embrujo yo. Bueno, me voy al sobre.

Me quedo sin palabras y continúo. Otra vez algo que tiene que ver conmigo.

Eso es, lo sabía, está con los demás y ha pasado por la piazza Euclide…

Me ha dicho Ele que siempre quedan ahí…

Continúo un poco más. Hojeo dos o tres páginas de prisa…

¡No me lo puedo creer! ¡¡¡Han empezado a salir!!! ¡¡¡Step, te odio!!! ¡Y por si fuera poco, esa boba de la Gervasi se ha dado de hostias con The Body! ¡Con Madda Federici! ¡Entonces era verdad que tenías una historia con ella! Claro que a Babi le ha dicho de todo… Y le ha dado. No hay derecho, joder… ¡Oye, cuando es necesario, es necesario! ¡¡¡Pero cómo coño sales con una tía así, Step!!! Te juro que un día tendrás que explicármelo. ¿No te das cuenta de que esa tipa no tiene agallas? ¿Que para ella tú eres un juguete caro? ¡En cuanto te tenga, acabarás en el armario con todos esos juguetes del pasado de los que ya se ha hartado! Es verdad que a veces los hombres sois de un ridículo y de un banal que no os dais cuenta del oro que tenéis al lado (¡yo!), y vais a buscar el cobre lejos (¡¡¡ella!!!). Pero qué suerte tiene… Quiero ver cómo se las apaña. ¡¡¡Y tanto que quiero verlo!!!

Y de hecho, lo hace. Hojeo las páginas y me doy cuenta de que no me ha dejado ni un instante. Página tras página. Gin… Lo has anotado todo. Siempre estabas ahí.

Ayer estuve en Fregene. Estaba en Mastino. Pasó por allí. Madre mía, de ensueño. Está muy moreno. Me gustaría gritarle: «¡¡¡Step, estás para chuparse los dedos!!!» Estábamos jugando al pañuelo mientras esa sosa de la Gervasi estaba sentada en un patín, ¡¡¡y al principio ni siquiera se dio cuenta de que habías llegado!!! ¡Pero qué imbécil puede llegar a ser!

Y él, demasiado encantador, la ha hecho subir en la moto y le ha vendado los ojos para llevarla quién sabe dónde… Un rapto de ensueño… ¡MI SUEÑO ! ¡¡¡Dios mío…, me han robado mi sueño!!! ¡Devolvédmelo, es mío!

Demasiado simpática. Silenciosa espectadora. ¿Cómo puedo olvidarme? Aquella vez que fui con Babi a la casa de las rocas, a Feniglia, sueños que se rompen en las rocas del pasado. No quiero ni pensarlo… Quiero seguir adelante. Dos páginas después.

¡No me lo puedo creer! ¡¡¡No me lo quiero creer!!! Y en cambio, es verdad. Ele me ha llamado para avisarme…, he ido hasta allí para comprobarlo. No quiero fiarme de nadie en esas ocasiones. Y en cambio, es exactamente así. ¡Allí, en ese puente, preciosa!

¡Tú y YO … A TRES METROS SOBRE EL CIELO! ¡Si un chico escribiera algo así para mí, ¿cómo iba a dejarlo escapar?! ¡Gervasi, me cago en la puta, qué potra que tienes!

Y aún más, aún más…

¡Han venido a la fiesta donde yo estaba, no me lo puedo creer! Se han disfrazado de Tom y Jerry. Dios mío, estoy fatal…

Y aún más…

Su amigo Pollo ha muerto. He estado en la iglesia. Me hubiera gustado abrazarlo. He rezado por él, por su amor. Pero él en este momento la necesita a ella, no a mí.

Y sigo en silencio entre esas páginas, leyendo fragmentos de mi vida. Revisitándolos a través de su escritura, sus notas coloridas, sus frases subrayadas.

¡Lo han dejado! He sabido que lo han dejado. Me lo ha dicho Silvia, la Serva, la llaman así porque siempre lo sabe todo de todos y vive de observar. ¡Es verdad! Lo siento… Sé que no tendría que estar tan contenta. ¡Pero cómo lo estoy, para enloquecer! ¡Para enloquecer! Quiero hacerte feliz, Step. Quiero hacer que te sientas amado… Te lo ruego, dame esa posibilidad…

Y aún más. Aún más.

Es Navidad. He salido y he ido hacia su casa, es decir, donde vive ahora, a casa de su hermano. Lo he visto salir en moto con su hermano Paolo detrás. Estaban abrazados, se estaban riendo. Bien, estoy feliz. Me parece que está mejor. Si quieres de verdad a una persona tienes que pensar en su bien, en lo que lo hace realmente feliz. No debes ser egoísta… (Madre mía, me estoy convirtiendo en una pesada…) ¡De todos modos, lo he visto hacer un caballito alucinante con el hermano detrás, gritando! Me ha hecho reír mucho. He vuelto a casa. He abierto el regalo de mis padres. ¡Me han regalado un pijama precioso! ¡Step, cuando lo veas, te relamerás los bigotes! (¡Qué cursi que soy!) Después me he metido en la cama y he abrazado la almohada. ¿Soy estúpida? La he besado como si fueras tú, Step. ¡Me gustas demasiado! Me he dormido soñando…, una cosa que es también un deseo. Antes o después, nos encontraremos…

Y aún más. Aún más. Avanzo entre páginas alegres y trozos de vida que le afectan sólo a ella. Aquí. Habla otra vez de mí.

Estoy rota. Estoy fatal. He sabido que se marcha. Ostras, la suya debe de haber sido una historia realmente importante, si ha tomado esa decisión. Pero me acuerdo de una frase que mi madre siempre me ha dicho, es una cosa preciosa: «Puedes cambiar de cielo pero no puedes cambiar de estado de ánimo.» ¿Le servirá marcharse? Sólo sé que te esperaré, Step…

Es cierto. A veces no sirve estar solo bajo otro cielo. Lo que tienes que resolver está siempre dentro de ti, estés donde estés. Y aun más. Aun más.

¡No me importa, nadie sabe nunca nada de Step! ¡Coño, no puede ser! He decidido que quiero conocer a su madre. Ella sabrá algo, ¿no?

Y aún más. Aún más. Hojeo apenas algunas otras páginas.

Lo he conseguido. La he conocido «por casualidad» en el supermercado. Quizá se haya dado cuenta… (¡espero que no!) Hemos congeniado un montón… Me gusta, pero no sé, es como si estuviera mal por algo, tiene una tristeza, me trata como si fuera mayor pero… Es fuerte… Es realmente guapa. ¡Es igual que su hijo!

Mamá se había dado cuenta. A ella no se le escapaba nada. Y aún más. Aún más.

Estoy encantada. Nos hemos hecho amigas. Me ha contado algunas cosas de Step. Me parece conocerlo de toda la vida. Es precisamente la persona que hubiera querido conocer. ¡Estoy supercontenta porque me ha dicho que vuelve la semana próxima!

Y aún más. Aún más.

¡¡¡Qué demonios!!! Me he equivocado en todo… He llegado a las ocho y media de la mañana… ¡No había entendido que llegaba a las ocho y media de la tarde! Como dicen a. m. y p. m. ¡¡¡Claro que una no va a andar mirando esos detalles cuando sabe que llega Step!!! ¡No me lo puedo creer! ¡He ido al aeropuerto y lo he esperado durante doce horas, y luego no he tenido el valor de hacer nada! ¡Es decir, en un momento dado, él se ha vuelto y yo me he escondido inmediatamente detrás de una columna, aunque quizá me haya visto! ¡Ostras, se ha dado cuenta de que alguien lo observaba! Pero ¿qué pasa?, ¿acaso tienes ojos en el cogote?… Es demasiado encantador. Ha adelgazado. Ha crecido. ¡Ha… ha!

No me lo puedo creer, vino al aeropuerto… Y aún más. Aún más.

Esta noche lo pillo, estoy segura. Ya he pensado bien el plan. Por la tarde he ido al garaje, he abierto el tubito que une el depósito con el motor (Paolo me lo ha explicado todo perfectamente. ¡¡¡Es demasiado, Paolo, y demasiado fácil lo demás!!!), así no tendrá gasolina. Tendrá que echar a la fuerza. He oído en el gimnasio qué iba a hacer, o sea, que sólo tiene dos posibilidades: o se para en la gasolinera de Flaminia o en la de corso Francia. Pero uno después del gimnasio quiere correr. Para mí que se irá lejos. Tiene ganas de viento, además, un tipo como él, al que le gustan tanto las motos… Bueno, de todos modos, ante la duda, bloquearé los surtidores de las dos gasolineras. ¡Qué más me da! Lo espero en Flaminia y si veo que no llega vuelvo atrás a la de corso Francia. Un plan perfecto… Al fin y al cabo, un tozudo como él no aceptará nunca dejarse joder… ¡no por el dinero, sino por principios! ¡Un tipo acostumbrado a joder… no se deja joder!

No puedo creer lo que estoy leyendo. Paso la página. Y aún más. Aún más.

¡¡¡Lo he conseguido!!! He vuelto a casa y he hecho como Julia Roberts en Pretty Woman, dar vueltas con el puño junto a mi cara para celebrar el espléndido plan logrado. ¡Lo he conocido! ¡¡¡Mítica Gin!!! Un poco más y me tumba sobre el capó con un puñetazo en plena cara. ¡Uf! Las he pasado canutas. Sabía que se había escondido, pero ¿qué podía hacer? ¡Tenía que hacer ver que caía en la trampa y, en cambio, ha sido él quien ha caído! ¡¡¡Y de lo lindo!!! He esperado dos años, además de las doce horas en el aeropuerto. Qué cansancio. ¡Pero estoy segura de que valdrá la pena! Estoy segura de que irá muy bien, de ensueño.

18 de septiembre

¡Bravo! ¡Me ha ido bien, pero qué digo, superbien! He pasado la prueba en el TdV, donde él trabaja. ¡De locos! ¡Lo he logrado! La verdad es que no me lo esperaba. ¡Pero lo más absurdo es que ha pasado también Ele! ¡Oh, nunca había superado una prueba! Step… ¿Y si me traes suerte? De una cosa estoy segura, ahora lo veré todos los días. ¿Y ahora? ¿Adónde vas a escapar? Pero así es demasiado perfecto… Demasiado bestia. Demasiado bonito. ¡Por otro lado, de vez en cuando hay justicia en el mundo! Oh, pero aún no me lo puedo creer… ¡De todos modos, este poema es para ti!

Step. Siempre he tenido ganas de ti.

Tengo ganas de ti.

Por todo lo que he imaginado, soñado, deseado.

Tengo ganas de ti.

Por lo que sé y aún más por lo que no sé.

Tengo ganas de ti.

Por ese beso que aún no te he dado.

Tengo ganas de ti.

Por el amor que nunca he hecho.

Tengo ganas de ti aunque nunca te he probado.

Tengo ganas de ti, de ti entero.

De tus errores, de tus éxitos, de tus equivocaciones, de tus dolores,

de tus simples incertidumbres, de los pensamientos que has tenido

y de los que espero que hayas olvidado, de los pensamientos que aún no tienes.

Tengo ganas de ti.

Tengo tantas ganas de ti que nada me basta.

Tengo ganas de ti y no sé ni siquiera por qué…

Uf. TENGO GANAS DE TI.

Repentinamente oigo un golpe. Me vuelvo en seguida. Gin está en la puerta de la habitación.

Y Paolo está detrás de ella.

—Perdóname, Step, no he podido pararla. Se ha metido en casa como un huracán y…

Levanto la mano. Paolo lo entiende. Se interrumpe. No dice nada más. Se queda con cara de idiota, inmóvil en la puerta, mientras Gin entra en la habitación. Camina lentamente y me mira, pero parece pasar a través de mí. Es como si su mirada fuera lejos buscando quién sabe qué. Descubierta en su verdad de amor. Más allá… Tiene los ojos tristes. Húmedos.

Carentes de cualquier sonrisa. Preciosos. Y se me encoge el corazón. Porque tiene una luz que conozco. Veo todo lo que he vivido, todo lo que he pasado, todo lo que he naufragado.

—Gin…, yo…

—Sh —me dice ella. Y se lleva el dedo índice a la boca, como una niña dulce. Cierra los ojos y sacude la cabeza—. No digas nada, por favor. —Recupera los diarios, uno tras otro, los apoya sobre la mesa y los revisa. Los cuenta y los mete en su bolso. Y se marcha así, sin volverse, en silencio.

Setenta y nueve

Una iglesia. Desnuda. Un centenar de personas. Algunos en pie, otros sentados, algunos apoyados en aquellas grandes columnas antiguas, oscurecidas por el tiempo pasado, por las muchas oraciones escuchadas, por los deseos invocados, por los dolores sufridos. Los suyos, los de muchas personas. Los de los demás. Y después está mi dolor. Aquí, presente. El dolor de no haber sabido ser del todo el protagonista de mi vida, de haber perdido sólo el tiempo… Y además, para esto. Juzgar. Yo, juzgando a mi madre. No puedo entender cómo no me di cuenta entonces. Repentinamente me percato de que todo se me ha escapado de las manos. Cómo enceguecido por quién sabe qué razón, he corrido furioso, ciego y rabioso hacia quién sabe qué justicia… Y sólo ahora entiendo cuánto he fallado. En mi papel más sencillo. No se me pedía nada más, nada, sólo el silencio. No expresarme. Entre otras cosas, porque no tenía títulos, ni papel, ni poder, ni derecho… Nada. Nada que me diera esta facultad: perdonar. Perdonar. ¿Quién soy yo para perdonar? ¿Quiénes somos nosotros para perdonar? ¿Quiénes somos para agenciarnos ese título? Y, sin embargo, tozudo, egoísta, ciego, he querido convertirme en juez. Sin ningún derecho, sin ningún papel, sin méritos, sin un porqué. Sin… Prosopopeya. Presa de quién sabe qué, de qué voz escuchada, fruto de esa burguesía tan insulsa… Y después, algo aún peor. No sólo arrogarse el derecho a perdonar, sino no saber siquiera hacerlo. No perdonar. Eso. Estoy aquí, en esta iglesia, en silencio. Y estoy mal. No hay nada peor que sentir que la vida se te escapa de entre las manos como si fuera la arena que pensabas hace un tiempo que era tuya y que, en cambio, ya no te pertenece. Como si estuvieras de pie, inmóvil, por casualidad, en una fábrica cualquiera, esclavo del viento y de todo lo que él ha decidido para ti. Ya no tengo nada entre las manos, ya no me queda nada. Y me avergüenzo. Miro a mi alrededor. Mi padre, mi hermano, sus parejas. Incluso Pallina, Lucone, Balestri y mis otros amigos. Falta alguno… Sobra también alguno. Pero no me apetece pensarlo. Ésta es una de esas cosas que se deben hacer para quedar bien, porque nunca se tiene el valor de ser coherente hasta el fondo, porque nunca se sabe qué nos espera… No, no quiero ni pensarlo. Hoy no. Además, a mi alrededor hay mucha gente de la que no sé ni siquiera el nombre. Parientes lejanos, primos, tíos, amigos de la familia, personas que recuerdo sólo por fotos descoloridas, recuerdos confusos de fiestas, de momentos pasados, más o menos felices, de sonrisas, de besos y de otras cosas, qué sé yo, de quién sabe cuántos años hace. Un cura ha leído un texto. Ahora está diciendo algo. Intenta hacerme entender que todo lo que está sucediendo es bueno para nosotros. Es bueno para mí. Pero no consigo seguirle el hilo. No, no puedo. Mi dolor es tan grande. No consigo pensar, entender, aceptar, estar de acuerdo… ¿Cómo puede todo esto ser bueno para mí? ¿Cómo, de qué manera, por qué absurda razón? Ha dicho cosas, me ha contado historias, me ha hecho promesas… Pero no logra convencerme. No. Sólo estoy seguro de una cosa: mi madre ya no está. Eso es lo único que tengo claro. Y eso me basta. O mejor dicho, no me basta para nada… Mamá, te echo de menos. Echo de menos el tiempo que no tendré para vivirte otra vez, para poder decirte lo que ahora he entendido. Y lo digo en silencio. Pero tú me oyes. Empieza a sonar un órgano. Desde el fondo de la iglesia veo llegar a Gin. Va vestida en tonos oscuros y camina en silencio. Pasa bajo las arcadas, se mantiene fuera de la vista de muchos, pero no de la mía. Después deposita con dulzura una corona de flores a los pies del altar y me mira. Desde lejos. En silencio. No hace nada más. Ni una sonrisa, ni un reproche. Nada. Una mirada limpia como sólo la suya puede serlo. Por encima de todo, capaz de no mezclar el dolor y el respeto con ninguna otra cosa. Una última mirada. Luego la veo regresar al fondo de la iglesia. Poco después, todo se ha acabado. La busco a la salida, pero ya no está. La he perdido. Varias personas vienen hasta mí, me abrazan, me dicen cosas, me dan la mano. Pero no puedo sentir, entender… Intento sonreír, decir gracias, no llorar. Sí, sobre todo no llorar. Pero no puedo. Y no me avergüenzo. Mamá, te echaré de menos. Estoy llorando. Estoy sollozando. Es un desahogo, una liberación, es el deseo de ser otra vez niño, de ser querido, de volver atrás, de no querer crecer, de necesitar su amor puro. Alguien me abraza, me coge por los hombros, me aprieta con fuerza. Pero no eres tú, mamá. No puedes ser tú. Y yo me apoyo, me doblo. Escondo mi cara y mis lágrimas. Y quisiera que no fuera tarde. Mamá, perdóname.

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