Si la lectura de los dos últimos párrafos le resulta desagradable, incluso claustrofóbica, recuerde algo que comentamos al inicio de este libro: no estoy afirmando que la situación descrita sea buena o mala, cómoda o incómoda, agradable o preocupante. No es mi papel venderle nada ni convencerle de que algo es bueno o malo en sí mismo. Estoy afirmando que la situación es así, sin más. Dejemos a un lado los siempre cuestionables juicios de valor y centrémonos en la descriptiva.
Una sociedad hiperconectada parte de la base de un acceso relativamente ubicuo a los medios de producción. Indudablemente, la situación no es todavía así. En nuestra sociedad actual sigue existiendo una relativa brecha digital, una serie de segmentos poblacionales que no pueden acceder a un ordenador o a una conexión de banda ancha por razones económicas, culturales o de otro tipo. Sin embargo, la velocidad de difusión y la evidencia de la progresiva universalización de Internet debería llevarnos a pensar en un escenario futuro en el que el ostracismo de la red sea una situación muy poco habitual. En este momento, si tiene usted en torno a los cuarenta años y una cierta vida en Internet, y emprende la tarea de buscar a sus amigos del colegio, es más que posible que la sensación sea la de aislamiento: en un gran número de casos, el buscador le devolverá resultados no relevantes de personas con nombres parecidos o iguales, pero diferentes a las que usted buscaba. La red social Facebook alcanzó en Diciembre de 2009 los trescientos cincuenta millones de usuarios, lo cual representaría en torno a un escaso 5% de la población mundial tomada sin ningún tipo de restricciones. Si filtrásemos ese porcentaje por países o por otras variables (los Estados Unidos se encuentran enormemente sobrerrepresentados, como lo están determinados grupos de edad frente a otros, etc.), el resultado podría ser seguramente más bajo en el caso de un español de edad media. Sin embargo, la velocidad de extensión del fenómeno de las redes sociales es muy elevada, lo que lleva a que sus usuarios experimenten la sensación de una creciente presencia en un número cada vez mayor de segmentos sociodemográficos. Si eres usuario de una red social generalista como Facebook, empezarás a encontrarte con que cada día incorporas personas con perfiles más discordantes: tus compañeros de trabajo, una cara conocida de la televisión, tu suegra, etc., lo que empieza a reclamar una gestión cada vez más cuidada de los contactos en grupos en función de diversas variables.
La experiencia de vivir en una sociedad hiperconectada no resulta todavía habitual para la mayor parte de los usuarios de Internet. El perfil de usuario medio de la red suele ser el de una persona que la utiliza por lo general para tareas como acceder a su correo electrónico, leer la prensa, ver el extracto del banco, descargar algunas canciones y películas, comprar entradas de espectáculos y buscar algunas cosas en un buscador. Si tomásemos a ese usuario medio y lo acercamos de repente a la evidencia de que vive en una sociedad hiperconectada, lo normal es que su gesto sea de sorpresa, tal vez incluso de susto.
Y es que el nivel de conexión empieza a alcanzar niveles verdaderamente sorprendentes: resulta perfectamente normal que una persona se levante por la mañana, y se dirija a su ordenador antes de siquiera acercarse al desayuno. En muchos casos, desde la misma cama, navegando a bordo de dispositivos portátiles como iPhones o BlackBerries, convirtiendo la navegación en deporte compatible con el remoloneo de primera hora de la mañana. En ese primer acercamiento a la red, lo normal es hacer una revisión de la bandeja de entrada, pero también del lector de
feeds
. El fenómeno de los lectores de
feeds
RSS, cuyo exponente más destacado lo constituye a día de hoy Google Reader, es digno de mención: sus usuarios se suscriben a aquellas publicaciones o secciones de publicaciones que les interesan, y combinan los blogs de sus amigos y conocidos con las columnas de The Economist, los reportajes del Business Week o las alertas del Wall Street Journal. El lector de
feeds
multiplica exponencialmente su capacidad de hojear, de leer titulares, por lo que resulta perfectamente normal que mientras un usuario tradicional reduzca su lectura a un periódico o dos, uno que utilice un lector de
feeds
revise todos los días cuarenta o cincuenta fuentes diferentes. En muchos casos, esos
feeds
no son siquiera publicaciones, sino búsquedas de palabras clave o términos como el nombre de su empresa, de competidores o de productos que le brindan un panorama inmediato de lo que se ha mencionado al respecto en cualquier lugar de la red. El lector de
feeds
ofrece una manera rápida y cómoda de consumir noticias, pero facilita además todas las funciones adicionales necesarias: la de almacenar algo para referencia posterior, la de reenviarlo a un amigo o conocido, y la de compartirlo con sus amigos, así como su correspondiente función simétrica, la de basarse en lo que sus amigos leyeron o recomendaron para construir su lectura diaria.
A la lectura de
feeds
se superpone en muchos casos el uso de herramientas de microblogging, con Twitter como el fenómeno más destacado. ¿Qué lleva a muchos millones de personas en todo el mundo a compartir con otros lo que están haciendo, en un máximo de ciento cuarenta caracteres? La experiencia de Twitter resulta indispensable para entender su uso: por mucho que nos lo expliquen, no lo entenderemos en base teórica. Sin embargo, su uso es enormemente adictivo, porque permite por un lado sentirse mucho más cerca de aquellos a los que se sigue y que le siguen a uno, mientras posibilita también la construcción de canales de comunicación inmediatos con un efecto brutal sobre la viralidad, sobre la difusión de información. Un usuario con un Twitter muy seguido puede difundir información entre miles de personas en cuestión de segundos: un comentario sobre el nombramiento de un ministro puede desencadenar cientos de comentarios y reenvíos (conocidos como retweets o RT), que a su vez llegan a las redes de todos los usuarios que lo hacen, y terminar conformando, por ejemplo, una reacción de rechazo que se articula en cuestión de escasas horas y se convierte en un auténtico y espontáneo
tour de force
con el gobierno que lo nombró. Y ese mismo canal utilizado como arma de acción política, puede servir en cambio durante muchos otros momentos como herramienta para comentar que una persona va a salir de copas, para contar un chiste, para difundir un enlace o, simplemente, para dar los buenos días o las buenas noches.
En Agosto de 2009, un usuario de Twitter recolectó una media de once mil tweets o actualizaciones de Twitter al día con la frase “buenos días” y sus equivalentes en diferentes idiomas, y las representó sobre un globo terráqueo, mostrando una secuencia de actividad a nivel mundial retransmitida por este canal, como si fuera un patio de vecinos a escala planetaria. Durante la primera mitad de ese mismo año 2009, Twitter perdió su identificación con el perfil de usuario avanzado, y conquistó los mercados masivos: personajes habituales en el papel cuché, presentadores de televisión, actores, deportistas y famosos de todo tipo irrumpieron en Twitter y acumularon de golpe millones de seguidores, proporcionando una nueva oleada de popularidad a la herramienta y orientándola al consumo masivo.
La sociedad hiperconectada significa que miles de personas permanecen en un estado de constante conexión: no prestan atención consciente a ello ni le dedican tiempo de manera exclusiva, pero reciben una retroalimentación constante de su entorno. En realidad, los usuarios de este tipo de herramientas utilizan, por ejemplo, una pestaña o serie de pestañas en un navegador, que suelen mantener abiertas en todo momento, pero pocas veces en primer plano. Mientras están leyendo noticias, trabajan con esa pestaña, pero en cuanto terminan, la mantienen abierta en segundo plano o minimizada, y simplemente vuelven a ella en las pausas de su trabajo principal o cada cierto tiempo. En un terminal móvil, el modelo de interacción es idéntico: el terminal permanece en el bolsillo o es utilizado para hablar por teléfono, escuchar música o ver una película, pero con cierta periodicidad no necesariamente regular, el usuario conmuta a la tarea correspondiente y echa un vistazo a lo que están haciendo sus amigos en Twitter, dónde se encuentran físicamente en Latitude, los nuevos mensajes de correo, etc. Algunas tareas gozan de estatus especiales, como es el caso de los SMS o la mensajería instantánea, a los que se reconoce un carácter de sincronicidad que hace que el usuario interrumpa casi cualquier otra tarea para pasar a atenderlas (de ahí lo molesto y ofensivo que resulta su mal uso, como es el caso, por ejemplo, de los SMS publicitarios enviados por las compañías telefónicas).
Algunos usuarios mantienen, además, presencia en la web mediante un blog. Los bloggers forman un subconjunto especialmente interesante dentro de la web social, porque son uno de sus principales productores. Crear un blog resulta extremadamente sencillo, algo que verdaderamente cualquiera puede hacer. Pero mantenerlo no lo es tanto, y obliga a un derroche creativo importante, a una complejidad no vinculada a la herramienta, sino a la creatividad, a la inspiración. El aporte de muchos blogs es completamente original, procedente de las neuronas de su autor o autores, a menudo tras interaccionar con otros contenidos que, además, suelen siempre enlazar. El de muchos otros es resultado de tomar contenidos que han visto en otros lugares y llevar a cabo un proceso de redifusión con un grado de transformación mayor o menor: los llamados clipblogs, o blogs de recortes sin más añadido de valor que la mera recopilación, tienen generalmente muy poca popularidad, porque los lectores prefieren dirigirse a las fuentes en las que éstos beben. Cuando la tarea de recopilación es manual, llevada a cabo por un autor en función de su criterio, el aporte de valor existe: el lector está fiando su selección al criterio del recolector, y por tanto obtiene de ello un ahorro de trabajo. Cuando la selección se limita a escoger unas pocas fuentes que posteriormente son recolectadas de manera automática, el valor aportado es prácticamente nulo.
Algunos blogs, fundamentalmente a base de trabajo y demostración repetitiva de aporte de valor a sus usuarios, consiguen convertirse en referentes para algunos segmentos de usuarios. Habitualmente, los usuarios acaban “conociendo” al autor o autores del blog, asumiendo sus sesgos, filias y fobias, y escogiendo entre identificarse con ellos o descontarlos adecuadamente. Junto con el autor o autores del blog, los usuarios del mismo conforman su comunidad, y contribuyen a la generación de valor gracias a sus comentarios y reacciones al contenido. No todos los blogs tienen comentarios, pero los comentarios son una parte importante de un blog: sin ellos, un blog puede seguir siendo un medio participativo porque otros bloggers pueden sostener la conversación mediante referencias en sus respectivas páginas, pero el volumen de aportaciones disminuye notablemente como resultado de la discriminación (“si tienes página propia, puedes participar porque de hecho no podría impedírtelo, pero si no la tienes, limítate a leer”).
Los bloggers suelen, además, llevar un sistemático control de sus estadísticas de acceso. Tener un blog y no tener cuenta en servicios como StatCounter o Google Analytics es como navegar a ciegas. Se trata de servicios que se instalan sin complejidad de ningún tipo copiando y pegando un código sobre la página del blog: en realidad, estos servicios conocidos como “de seguimiento de huella” generan una llamada a un servidor cada vez que la página es descargada por un usuario, servidor en el que se lleva a cabo un control estandarizado. Generalmente, el blogger no se limita a comprobar el número de visitas, sino que interactúa con el contenido y la comunidad mediante una observación cuidadosa de, por ejemplo, las páginas de las que proceden sus visitas, los contenidos que reciben una mayor popularidad, o el nivel de seguimiento de los enlaces que aporta en las entradas. Los enlaces, no lo olvidemos, son la verdadera esencia de un blog: un blogger se diferencia de un medios convencional porque aporta a su lector todo lo necesario para que éste pueda volver a las fuentes que se utilizaron, las que puedan servir para ampliar la información facilitada, o las que son consultadas de manera habitual. Contrariamente a lo que ocurre en los periódicos online tradicionales, que se negaban a incluir enlaces por miedo a que los lectores “se escapasen”, un blog es un ejercicio constante de envío de lectores a las fuentes utilizadas: “si te ha interesado lo que has leído, vete aquí, vete allí, léete ésto o aquello, etc.”. Y contradiciendo el razonamiento de los editores de diarios clásicos, esta actividad de referencia se convierte en uno de los principales valores de la página: el lector, cuando los enlaces suministrados están bien escogidos y aportan valor, pasa a considerar la página como una referencia válida, y vuelve a ella con asiduidad, se fideliza cada vez más en su uso.
Los comentarios son otro fenómeno interesantísimo y en permanente evolución: para la mayoría de los blogs, obtener comentarios es una tarea ardua, porque precisan de una implicación del usuario mucho mayor que la simple lectura. En un blog que reciba, por ejemplo, muchísimas visitas procedentes de motores de búsqueda, será relativamente normal encontrar un número de comentarios bajo: los visitantes que proceden de motores de búsqueda, conocidos habitualmente como “paracaidistas”, carecen por lo general de la implicación necesaria para escribir comentarios de calidad. Sin embargo, no debemos considerar a esos visitantes como de menor importancia o valor: si el blog tiene publicidad, esos mismos “paracaidistas” pueden ser una interesante fuente de ingresos, dado que acuden al blog en el llamado “modo búsqueda”, y son por tanto más susceptibles de hacer clic en la publicidad del blog que aquellos que acuden rutinariamente en busca de nuevos contenidos. Esto genera una interesante dualidad entre bloggers comerciales y los que no lo son, y nos permite hacernos una idea del valor de muchas variables en esta especie de “economía de la atención” que se genera en torno a esta sociedad conversacional.
En el fenómeno blog, auténtico detonante en su momento de la génesis de la sociedad conversacional, cabe absolutamente cualquier cosa. Un amplio porcentaje de blogs creados en servicios gratuitos como Blogger o Squidoo corresponde a los denominados
splogs
o
spam blogs
, páginas de enlaces destinadas a la venta ficticia de productos fraudulentos o al envío de enlaces a otras páginas para mejorar su visibilidad en los buscadores. Pero también hay blogs personales pertenecientes a individuos que extraen múltiples posibles beneficios de los mismos, desde mantener un catálogo de enlaces interesantes comentados hasta dar rienda suelta a su imaginación, pasando por constituirse de un modo u otro como referente en un tema o conjunto de temas determinados, o generar ingresos gracias a la publicidad. Hay blogs personales que acaban teniendo, cuando su escala lo permite, un componente importante de blog comercial, de ingresos razonables derivados de la publicidad, pero también hay blogs comerciales diseñados como tales desde el primer momento, como es el caso de redes conocidas como Weblogs, Inc. o Gawker Media en los Estados Unidos, o Weblogs S.L. en España. En Octubre de 2005, AOL adquirió Weblogs, Inc. por veinticinco millones de dólares, y levantó la alarma acerca del impacto de los blogs en el panorama publicitario: debido a la mayor implicación de sus usuarios y a una concepción de la publicidad mucho más adaptada al medio y a las reglas tácitas del juego, muchos blogs estaban obteniendo resultados notables en cuanto a eficiencia publicitaria, resultados que iban en muchas variables bastante más allá que lo que se obtenía habitualmente en los medios online convencionales como diarios o portales. Los blogs, por norma general, se negaban a mezclar publicidad y contenidos, rechazaban los formatos intrusivos tan típicos del momento como insoportables y odiados por los internautas, y heredaban en muchas ocasiones ratios de
clickthrough
proporcionales a los de los enlaces de otros tipos: en cierto sentido, un blog que proporcionaba a sus visitantes enlaces de calidad, trasladaba ese efecto incluso a su publicidad.