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Authors: José Mallorquí

Tags: #Aventuras

Tras la máscara del Coyote / El Diablo en Los Angeles (23 page)

—Buenos días, princesa.

—Buenos días, señor
Diablo
—replicó Irina.

Los dos montaron a caballo.

—¿Qué bulto es ése? —preguntó Mariñas, señalando el que llevaba en la grupa su caballo.

—Creo que son trescientos o quinientos mil dólares de los suyos. Me los dio
El Coyote
.

Picaron espuelas y descendieron por el lado opuesto de la colina antes de que se diera la alarma en el fuerte. Cuando sonaron los cañonazos que anunciaban la fuga del reo, Mariñas e Irina estaban ya muy lejos, hacia el Norte, en tanto que todas las persecuciones se organizaban en dirección Sur, hacia la frontera mejicana.

Don César levantó la cabeza al oír los cañonazos. Luego, sonrió, Mariñas había huido. Sin duda con Irina. ¿Serían felices?

En aquel momento se abrió la puerta. Guadalupe apareció en el umbral.

—¿Tomará el señor el desayuno en el comedor o en el cuarto? —preguntó.

—¿A qué viene eso, Lupita? —Preguntó don César—. ¿Por qué me llamas de usted y sigues portándote como una criada?

Don César comprendió que Lupe estaba resentida porque durante unos quince días él había estado fuera del rancho, por Méjico y Tejas. Pero… él amaba a Lupe.

—Sigo siendo la criada del señor Echagüe —respondió Guadalupe.

—¿Te olvidas del lazo que nos une?

—He pedido a fray Andrés que lo haga romper. El matrimonio no ha sido consumado. Se verificó bajo amenazas. No es válido. El Papa lo anulará.

—¿Estás loca? —Gritó don César, poniéndose en pie de un brinco—. Tú eres mi mujer. Mi esposa legítima. Y no recurrirás al Papa ni al demonio.

—Permítame el señor salir de la habitación. No es correcto…

Las manos de don César se cerraron como garfios en los brazos de Lupe.

—¿Qué es eso de que no es correcto que mi mujer esté en mi cuarto? Te estás poniendo muy tonta, Lupita, y te voy a enseñar…

No siguió porque sus brazos habían atraído contra su pecho a Guadalupe y sus labios habían alcanzado los de ella; pero al cabo de un momento la apartó de sí, rabioso.

—En mi vida había encontrado unos labios más fríos que los tuyos —gruñó.

—Sin duda, los labios de la princesa Irina eran más cálidos o estaban más acostumbrados que los míos a besar.

Don César cerró los puños. Haciendo un esfuerzo, preguntó:

—¿No crees que, después de tantos años, ya es hora de que dejemos de hacer el tonto y de no comprendernos?

—Si el señor me suelta, dejará de destrozarme los brazos.

—¡El señor, el señor, el señor! ¿Es que no sabes decir otra cosa? ¿Por qué crees que me casé contigo, tonta?

—Porque el señor Mariñas le obligó; pero en Roma se lo arreglarán todo y yo podré seguir siendo el ama de llaves de su rancho.

—Bien. Muy bien. Si no fuese quien soy te pegaría un par de bofetadas. Tal vez así despertaras a la realidad.

—Creo que será mejor que le traiga el desayuno aquí, señor. Si le ven tan excitado, los sirvientes harían comentarios desagradables.

—¡Guadalupe! —Gritó don César—. Si vuelves con el desayuno y con esos modales de dama ofendida, tiro el desayuno por la ventana y… y…

—Perfectamente, señor —replicó Lupe—. Volveré cuando el señor haya encontrado la palabra que le falta. Hasta luego, señor.

Don César quedó solo, sintiendo que todo giraba a su alrededor, mientras se preguntaba:

—¿Y ésa es la mujer que, según fray Jacinto, estaba loca por mí? Por las muestras… Cuando vea a ese fraile voy a decirle lo que opino de los que se ponen a dar consejos…

De pronto, don César sonrió. Su sonrisa se fue haciendo más amplia y, por fin, el hacendado comentó en voz alta:

—Ya comprendo. Todo eso lo hace para que no me dé cuenta que está loca por mí.

La sonrisa desapareció.

—Pero ¿en qué ha demostrado que esté loca por mí? En nada. Absolutamente en nada. ¿Cómo es posible que después de veinte años de vivir al lado de esa mujer la conozca menos que el primer día?

Acariciándose el bigote, don César decidió por fin:

—Bien; la conquistaremos como sea; a golpes, a besos, a caricias o a latigazos; pero lo que es el Papa no anula nuestro matrimonio. ¡Estaría bueno que esa tonta fuese a tener más energía que
El Coyote
!

Si Guadalupe hubiera oído esto habríanse calmado muchos de sus temores de haber ido demasiado lejos en su farsa.

—Tal vez conseguí que mis labios estuvieran fríos —sonrió—; pero el corazón era una brasa viva que estuvo a punto de fundir mi alma y mi voluntad.

Y los dedos de Guadalupe acariciaron suavemente los labios que, por primera vez, había besado el hombre a quien ella amaba más que a su vida y más que a su propia alma.

Algo acerca del
Coyote
Por J. Mallorquí

Hace unos cinco años y como complemento para una colección que se publica en América, escribí mi primera novela del Oeste. Hasta entonces me había dedicado a otro tipo de literatura, y sólo circunstancialmente escribí aquella novelita. A finales del 1942 fui encargado de idear alguna colección nueva para una editorial barcelonesa. El azar trajo a mi memoria aquella novelita y propuse que sirviese de modelo para la nueva colección. Se aceptó la idea y así nació una popular colección de novelas del Oeste, que aún se publica con éxito y en la cual mi nombre aparece velado por un seudónimo (uno de los siete u ocho que utilizo). Así, casi involuntariamente, empecé a escribir novelas de aventuras que tienen por escenario el Oeste norteamericano. Al fundarse la Editorial Clíper fui encargado de colaborar en la
Colección de Novelas del Oeste
, donde, bajo los seudónimos (ya abandonados) de Carter Mulford, Leland R. Kitchell y Mallory Ferguson, escribí una serie de novelas entre las que figuró
El Coyote
. Encariñado con el personaje creado en ella, propuse que se publicaran sus aventuras en colección aparte, y así nació
El Coyote
.

¿Qué me sugirió la creación de este personaje que tanta popularidad ha alcanzado? En primer lugar el profundo conocimiento que tengo de California, de su historia, de sus usos y sus costumbres. Por eso situé la acción en Los Ángeles, ya que ello me permitía, además, utilizar a un personaje de nuestra raza, con todos sus defectos pero, sobre todo, con sus virtudes de heroísmo y caballerosidad, que no hubiese podido hallar en una figura de otra sangre.

Tal vez los lectores hayan advertido cierta semejanza entre
El Coyote y El Zorro
. No niego que don César se parece al héroe que popularizó el cine; pero también se parece a Pimpinela Escarlata, a Dick Turpin y a otros muchos de los que tal vez sea hermano, pero no copia exacta. Cada país tiene un héroe enmascarado que ha impuesto la Ley y el orden ocultando su verdadera personalidad, y esa ha sido la base en que se ha creado
El Coyote
. El motivo de su éxito creo que debe buscarse en su carácter y, acaso, también, en el esfuerzo que vengo realizando para que el interés predomine en todas sus aventuras, a la vez que me esfuerzo en que la lógica impere en ellas y todo ocurra de una manera factible.

(Texto publicado originariamente en la novela
La Justicia del Coyote
, en 1945.)

Las misiones de California

Las misiones de California fueron: La de San Antonio de Padua, al Sur de Monterrey. La de Santa Bárbara, muy próxima a Los Ángeles. La de San Buenaventura, que con la anterior y otras más, forma una cadena que desciende desde San Francisco hasta la frontera mejicana, bordeando el mar. Bajando del Norte es la misión que se encuentra a continuación de la de Santa Bárbara. La de San Carlos y Carmelo de Monterrey. Santa Clara, al Sur de San Francisco, tocando el extremo inferior de la gran bahía de San Francisco. La de Santa Cruz, totalmente desaparecida. San Fernando, inmediata a Los Ángeles, hacia el Norte. La de San Francisco de los Dolores o Misión Dolores, hoy totalmente reconstruida y constituyendo una joya artística de la ciudad de San Francisco. La de San Francisco Solano. San Gabriel, al Oeste de Los Ángeles. Santa Inés, al Norte de la misión de Santa Bárbara. La de San Diego, la más próxima a la frontera de la California mejicana. San Juan Bautista, a 45 kilómetros de Monterrey. San Juan de Capistrano, una de las más bellas de todas las misiones californianas, al Sur de Los Ángeles. La de San José, junto a la bahía de San Francisco. La de San Luis Obispo, entre Monterrey y Los Ángeles. La de San Luis Rey, entre Capistrano y Méjico. La de San Miguel. Purísima, al Sur de la de San Luis Obispo. La de San Rafael, al Norte de San Francisco. La de Santa Rosa, la más al Norte de todas. Soledad, cercana a Monterrey, unos 50 kilómetros hacia el Sur.

Éstas son casi todas las misiones que hubo en California. El sistema de las misiones duró relativamente poco, menos de sesenta años. Al independizarse Méjico se destruyó el sistema de las misiones, cuya labor entre los indígenas se considera hoy fabulosa, por los inmensos beneficios que produjo. El nuevo régimen quiso borrar de ellas la influencia española y dar plena libertad a los indios. Como ocurre siempre, fue más fácil destruir en unos pocos meses la labor de medio siglo que ofrecer a cambio nada verdaderamente útil. La decadencia de los indígenas siguió inmediatamente a la de sus misiones, hasta desaparecer totalmente su raza.

José MALLORQUÍ.

Texto publicado originariamente en el
Extra El Coyote
nº 3, en 1946.

JOSÉ MALLORQUÍ FIGUEROLA, Barcelona, 12 de febrero de 1913 – 7 de noviembre de 1972, escritor español de literatura popular y guionista, padre del también escritor César Mallorquí. El padre del futuro novelista abandonó a su madre, Eulalia Mallorquí Figuerola, poco antes de nacer. El niño fue criado por su abuela Ramona, después pasó a un internado de los Salesianos. Esta niñez le produjo su carácter tímido y soñador. Fue mal estudiante y a los 14 años abandonó el colegio y comenzó a buscarse la vida trabajando. Fue un gran lector de todo cuanto caía en sus manos. A los 18 años una herencia cuantiosa de su madre fallecida le proporcionó un periodo de bienestar y lujo y una vida diletante, practicando toda clase de deportes. En 1933, comienza a trabajar para la Editorial Molino. Aparte de dominar el francés, aprendió con un amigo inglés, lo que le permitió traducir y leer en ambas lenguas en idioma original. Mallorquí se anima a escribir aventuras como las que traduce y publica en «La Novela Deportiva», de Molino (que se publicó en Argentina a partir de 1937), larguísima colección íntegramente escrita por Mallorquí y que constó de 44 novelas, más otras doce en su segunda época, ya en España.

Notas

[1]
Véase
El Coyote en Monterrey
.
<<

[2]
Véase
La mano del Coyote
.
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[3]
Véase
El Coyote extermina La Calavera
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[4]
Véase
Tras la máscara del Coyote
.
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[5]
Véase
El Coyote y el secreto de la diligencia
.
<<

[6]
Véase
Llega el Coyote
.
<<

[7]
(
N. de la T
).
<<

[8]
Véase
Tras la máscara del Coyote
.
<<

[9]
Telesforo Cárdenas y Luis María Olaso tienen un importante papel en
Llega el Coyote
y en
La vuelta del Coyote
, respectivamente.
<<

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