Un rey golpe a golpe (46 page)

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Authors: Patricia Sverlo

Tags: #Biografía, Histórico

Aunque siempre ha estado bajo la atenta mirada de una psicóloga argentina (y del mismo Sabino Fernández Campo, que acudía a su consulta por encargo real para monitoritzar los progresos de la joven princesa), Elena hizo Magisterio, estudios que finalizó con titulación oficial. Incluso después hizo algunas prácticas en el colegio privado Santa María del Ando, situado en Puerta de Hierro (Madrid), en la época en que era directora Isabel Carvajal Urquijo (hermana de Jaime, ex-compañero de estudios del rey desde sus primeros años en España y colaborador político suyo en los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición). Finalizada su etapa de formación, Elena se dedicó, como la infanta Cristina, a colaborar en actos oficiales que requerían la presencia de algún representante de La Zarzuela. Los asuntos culturales se los dejó a su hermana y ella se especializó en temas de educación y en niños discapacitados, aunque con algunas reservas.

En 1991, Elena, con su mejor intención, aceptó de motu propio la presidencia de los Juegos Paralímpicos españoles. Pero cuando la Casa Real se enteró, no lo encontró nada oportuno. Según la versión oficial, había varios grupos de poder introducidos en este organismo y no era aconsejable que un miembro de la familia real se mezclara. Parece que el entonces presidente del Consejo Superior de Deportes, Javier Gómez Navarro, tuvo que intervenir personalmente para deshacer el entuerto. Sabino Fernández Campo exigió que, a partir de ese momento, la Casa Real tuviera constancia de toda clase de actividades del príncipe y de las infantas. Y que no se aceptara nada sin consultar. En 1994 se anunció el compromiso oficial de la infanta con Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada, un chico de buena familia, el hijo más feo del conde de Ripalda, sin el menor asomo de titulación universitaria, sólo el bachillerato, y empleado de banca en París. La boda de la infanta, que se celebró en Sevilla el 18 de marzo de 1995, fue todo un acontecimiento en las revistas del corazón, que disparó de nuevo la popularidad de la familia real en las encuestas de opinión pública, después de haber pasado por instantes muy bajos. Por ello, no le tuvieron en cuenta al pueblo sevillano que rebautizara popularmente su Hospital Infanta Elena como «La Tonta», ni que hicieran bromas sobre si el rey dudaba entre otorgarle el título de duquesa de Lugo o el de condesa de Formentera. Cosas de la
grasia
andaluza. Incluso pasaron por alto que, en Madrid, determinados barrios Populares como Las Ventas se llenaran de pintadas firmadas por un tal «Comando Mateo Morral», que decían: «Basta de experimentos genéticos. No a las bodas reales».

Después de una breve estancia en París, Marichalar y Elena se instalaron en Madrid, donde viven actualmente. Y ya tienen dos hijos: Felipe Juan Froilán, que con cierta precocidad ha sido admitido en una antigua institución histórico-nobiliaria de la Rioja, y la recién nacida Victoria Federica.

Cristina, la infanta lista

Desde que nació, Cristina tuvo poco protagonismo en la vida pública. «Ay, qué rica… es niña. Bueno, ya llegará el niño, ya llegará», dijo la entonces princesa Sofía, con mucha tranquilidad, cuando se la trajeron. Don Juan ni siquiera fue a su bautizo. Según algunos historiadores, es «la infanta más lista de los Borbones». Disfruta de óptima salud y fue una estudiante poco problemática, que complementaba sus estudios con clases de piano en casa y la práctica de deportes, sobre todo la vela, a la que es una gran aficionada. Estudió en el colegio de Los Rosales, y después en el de Santa María del Ando. Más adelante hizo la carrera de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, sin planes de estudios especiales ni ningún otro privilegio salvo el de poder escoger los profesores que le gustaran más. Como la de Elena, su vida pública de infanta se basa en asistir a varios actos y, en su caso particular, a apadrinar desde Regimientos de Ferrocarriles hasta aviones de Iberia y corbetas de la Armada.

La prensa rosa no dejó de atribuirle novios que, a excepción del empresario Pepe Barroso, eran todos de sangre real, o casi: Felipe de Bélgica, Cayetano de Alba, el príncipe de Noruega, Demetri de Yugoslavia… Pero estos supuestos noviazgos, si es que existieron, no cristalizaron. Y tal vez tuviera algo que ver la maldición de la hemofilia, que afecta a la línea femenina de su familia, como posibles transmisoras, desde que la introdujo su bisabuela Victoria Eugenia de Battenberg, que desde entonces las ha convertido a todas en «malos partidos» para la aristocracia.

Sea como sea, Cristina acabó escogiendo para casarse a todo un atleta, capaz de regenerar él solo toda la sangre de la familia: Iñaki Urdangarín, plebeyo, aunque con un antepasado obispo y mártir a manos de los mandarines (San Valentín de Berriotxoa, canonizado en 1988 y hoy patrón de Vizcaya), y una estrella del deporte pese a sus problemas de oído, que le incapacitaron para hacer el servicio militar obligatorio. Se casó el 4 de octubre de 1997 en Barcelona, ciudad donde ella ya residía antes por su trabajo en la Caixa. Como pareja, ostentan el título de duques de Palma y ya van por el segundo hijo. El primero, a quien pretendían poner un nombre sencillo, por cuestiones de protocolo lo tuvieron que llamar Felipe Juan Alfonso Pablo de Todos los Santos Urdangarín de Borbón. Ofició el acto religioso el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Rouco, con agua traída expresamente del río Jordán, como se hace para todos los bautizos de la Casa Real.

Felipe, el príncipe soltero

El príncipe Felipe no cuenta con el arsenal de chistes y gracietas de su hermana Elena. Un solo chiste fue suficiente para que la Casa Real mostrara su profundo desagrado, por lo que el director del diario en el que apareció, Pedro J. Ramírez, olvidó dar explicaciones y pedir disculpas públicamente. En la viñeta de
El Mundo
, firmada por Ricardo y Nacho, que en palacio causó un gran enojo, el príncipe salía anunciando al rey, su padre: «Papá, ahora que está a punto de casarse Cristina quiero darte dos noticias, una buena y otra mala… La buena es que he encontrado pareja… Y la mala es que es Alberto de Mónaco». Aunque el príncipe acababa haciendo un guiño a su padre —«¡Que era broma, hombre!»—, lo único que le faltaba al soltero de oro era que la corte se empezara a burlar de él en el mismo tono en que se hablaba de su colega, el heredero de Mónaco, siempre rodeado de modelos espatarrantes y de rumores incesantes sobre su homosexualidad, una condición absolutamente respetable pero complicada e incluso peligrosa para alguien que tiene como único objetivo en la vida garantizar la continuidad de la dinastía. El problema del príncipe Felipe es que pasan los años y se sigue resistiendo a encontrar una compañera. Y eso que la revista norteamericana
People
lo seleccionó en 1993 como uno de los 10 hombres más atractivos del mundo, y a pesar de la multitud de novias que se le atribuyen para disipar cualquier rumor.

Entre las aristócratas se le ha relacionado prácticamente con todas las posibles, incluyendo algunas primas o parientes próximas como María Pilar de Orleans-Borbón, Carolina de Borbón y Parma, Alexia de Grecia o Victoria de Borbón y Dos Sicílies. En la lista de las plebeyas hay un poco de todo. Chicas de buena familia, como Vicky Carvajal o Gabriela Sebastián de Erice; y otras de dudosa reputación, como la modelo noruega Eva Sannum o la camarera Alice Krejlova. Pero las dos únicas con las cuales ha sido fotografiado en actitud cariñosa, sin la distancia entre ellos que pudiera ponerlo en entredicho, fueron Isabel Sartorius y Gigi Howard. En ambos casos es necesario destacar el lío de intrigas y de presiones a la prensa que rodeó las aventuras, al más puro estilo de las peripecias protagonizadas por su padre en diferentes momentos de la vida del monarca, con algunas de sus conocidas ex-amantes, y con Sabino Fernández Campo de «apagafuegos» real.

Isabel Sartorius, hija de los marqueses de Mariño, fue la que más cerca estuvo de ser la novia oficial de Felipe de Borbón. Su relación se desarrolló entre 1989 y 1991, aunque algunas fuentes aseguran que se siguieron viendo en secreto unos cuantos años más. La joven se ganó enseguida el corazón de la prensa rosa española, que la bautizó como la «novia de España». No era de sangre real. Aún más, era sobrina del conocido ex-comunista Nicolás Sartorius, el mismo que, cuando en octubre de 1960 el entonces príncipe Juan Carlos intentaba acudir «de incógnito» a sus clases en la Facultad de Derecho, participaba en las protestas para que se volviera por donde había venido, a su Casita del Escorial. Pero todo aquello era ya agua pasada. Cuando fue nombrado rey, Juan Carlos quiso relacionarse con sus condiscípulos, incluyendo a los díscolos, en unas cenas mensuales que se encargó de organizar uno de sus amigos más discretos, el consultor Antonio Álvarez Couceiro. Y Sartorius, ya en otra línea, fue un asiduo de aquellos encuentros; y de otros en casa de su tío, el embajador Manuel Bermúdez de Castro, en los que los reyes confraternizaban con un grupo de militantes de izquierda, entre los cuales estaban, aparte de Nicolás Sartorius, Antonio Gutiérrez, Cristina Almeida, Diego López Garrido y Antonio Elorza. Pero, por otros motivos, La Zarzuela no aceptó a Isabel. Como ya comentamos en otro momento, a la reina y Sabino Fernández Campo se les atribuye el hecho de haber roto la pareja, en 1992. En aquel mes de junio en que el rey estaba desaparecido en Suiza y no se presentaba a sus obligaciones oficiales, tampoco se hallaba disponible el príncipe Felipe, que, según se dijo, estaba demasiado afectado por el gran disgusto que le había provocado la ruptura con Sartorius, aunque la explicación oficial de su ausencia fue que estaba entrenando con el equipo olímpico de vela. Después Sabino, el mes de agosto del mismo año, tuvo que ocuparse de los asuntos del hijo como ya tantas veces lo había hecho con los del padre, para conseguir evitar que el diario
Claro
sacara el historial con las drogas de la madre y el hermano de Isabel Sartorius, motivo por el cual, presuntamente, la reina había impedido que el compromiso de la pareja prosperara. La discreta Isabel Sartorius lloró en silencio sus penas de amor, y en 1995 se trasladó a Londres. Desde allí se informó un día de que estaba embarazada, aunque la prensa, que nunca había dejado de acosarla, no le conocía ninguno novio. Meses después se casó con el aristócrata Javier Soto, un matrimonio que todos los medios interpretaron como «de conveniencia» y del cual nunca se llegó a tener documentación legal. En 1997 volvió a España para dar a luz su hija Mencía. Unos días después anunció su separación matrimonial.

Otro embrollo grotesco del príncipe Felipe fue el que protagonizó con su novia norteamericana, la multimillonaria Gigi Howard, con la que le sorprendieron en actitud cariñosa en una idílica playa de la isla de Saint Martin, en el Caribe. Se habían conocido mientras el príncipe estudiaba un máster en los Estados Unidos, no lo bastante lejos de los paparazzi de la prensa rosa española. Después de haberlos cazado en Saint Martin, Hugo Arriazu (el mismo reportero que había descubierto a la infanta Elena en su secretísima luna de miel) continuó el seguimiento de la pareja, cosa que acabó provocando su ingreso en prisión en junio de 1995, en una trama al estilo del cine negro americano.

Acusaron al periodista de espionaje telefónico por haber pinchado, supuestamente, las líneas de la Howard, acción que, en cambio, había efectuado un confidente de la Policía norteamericana que no resultó acusado de nada. En el juicio, la acusación contra Arriazu se basó en el testimonio del agente Hunker de la Policía yanqui. Pero estuvo rodeado de contradicciones y zonas oscuras. Por ejemplo, el juez interrumpió la declaración de Hunker cuando los abogados de Arriazu intentaban averiguar quién le había ordenado controlar los movimientos del periodista, incluso su cuenta corriente, antes de los hechos que se le imputaban. Lo único que al final quedó claro fue que, a instancias de no se sabe quién, la Policía norteamericana había colaborado activamente en el acoso al reportero, que al final tuvo que ser absuelto. Y así están las cosas a comienzos del nuevo siglo, mientras el «campechano» rey de España continúa asegurando como si nada que su hijo se casará «cuando le dé la gana».

Aventuras sentimentales aparte, otros datos interesantes en su biografía pasan por la promulgación del decreto que le proclamaba príncipe heredero, siete meses después de las primeras elecciones generales, en enero de 1978, cuando estaba a punto de cumplir diez años. En septiembre de 1987, Juan Carlos mencionó por primera vez, en una entrevista con Jim Hoagland, del Washington Post, que llegaría el día en que cedería el trono al príncipe de Asturias. Y unos años después, en 1992, llegarían las tensiones surgidas en la pareja real que, presuntamente, llevaron a la reina a pensar en la abdicación del rey en favor de su hijo, como una manera de liberar a su marido de las servidumbres que impone la institución. Los rumores se difundieron justo en los momentos previos a la salida de Sabino de la Casa Real, coincidiendo también con la célebre conjura «republicana», más adelante revelada por José María Ansón en su famosa «ansonada». Pero es dudoso que el príncipe tuviera ni siquiera conocimiento de todo esto en su día. A lo largo de todos estos años, su actividad se centraba en su formación académica y militar. En la Escuela Naval de Galicia, siguiendo la tradición del centro, compartía habitación con tres camaradas que cambiaban regularmente, cosa que permitía que todos los alumnos de la Marina se conocieran entre ellos.

Después dio la vuelta al mundo en el Juan Sebastián Elcano, como ya había hecho su padre, y todavía se lo pasó mejor, de escándalo. Fue su segundo año de formación militar y era el benjamín de su promoción. Con 72 compañeros de promoción, hizo una travesía de cinco meses de duración, pasando por las Canarias, Río de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo, El Salvador, Santo Domingo y Baltimore, hasta acabar su recorrido en Cádiz.

La preparación académica de Felipe —bajo la atenta mirada de su tutor, cargo que ocupó el general Alcina durante diez años (de 1984 a 1994), al cual muchos conocían familiarmente como «la niñera»— pasó en primer lugar por un colegio de la burguesía madrileña y, después, por la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, con un plan de estudios especial. A continuación se consideró conveniente que completara su formación con períodos de estudios en universidades extranjeras. Primero convalidó el COU en Lakefield (Canadá) y después hizo un máster de Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetown (Washington), centro regentado por jesuitas donde se prepara a la clase dirigente norteamericana y de los principales países desarrollados. Allí estudiaron, por ejemplo, el ex-presidente Bill Clinton y varios miembros de la familia Kennedy. Aparte de su perro Puskis, el diplomático Enrique Pastor como tutor y los escoltas (que aprovecharon para hacer un curso de inglés y recibieron sus diplomas al mismo tiempo que el príncipe), le acompañó su primo Pablo de Grecia, que conoció allí a su actual esposa, la rica heredera Marie Chantal Miller, íntima amiga de Gigi Howard, por cierto. Además de estudiar, Felipe practicó la vela, y en 1992 fue designado miembro del equipo español que representó a España en los Juegos Olímpicos de Barcelona, y provocó tiernas lágrimas de emoción en su hermana Helena cuando se paseó como portabandera en la ceremonia inaugural. Y además siente pasión por la ecología, que hoy en día vende mucho y le llevó a protagonizar la serie
La España salvaje
de TVE que, pese a su presencia, fue un fracaso rotundo de audiencia.

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