Zombie Planet (40 page)

Read Zombie Planet Online

Authors: David Wellington

Tags: #Ciencia ficción, #Terror, #Fantasía

O quizá sí. Se dio media vuelta, absorbiendo la frenética energía del campamento, la gente corriendo en todas direcciones, los necrófagos adoptando formaciones defensivas. Encontró lo que quería y se dirigió allí a la carrera. Una única momia, de pie sola en la parte posterior del valle, al lado de una enorme formación rocosa. Tenía un fresco en las manos con algo redondo y turbio dentro.

—Me envía Ptolemaeus Canopus —dijo ella, derrapando para frenar en el barro—. ¿Estás bien? Tenemos que colaborar si queremos salir de aquí.

La momia no se inmutó. La cosa del frasco no se movió tampoco, pero podía sentir una bruma de energía oscura emanando de él. Estaba tratando de atraer su atención desesperadamente. Ella bajó la vista, y a través del cristal vio un cerebro humano. Asqueroso, pero ni de lejos lo peor que había visto.

Escuchó un prolongado alarido a su espalda y se dio media vuelta para mirar. La sangre salía proyectada por encima de la multitud como una fuente. A Gary le había crecido una articulación más al final de las patas, un pie curvo como una guadaña que parecía perfecto para eviscerar.

Bajó la vista hasta el cerebro. Estaba intentando decirle algo. Sintió un extraño peso en su mano izquierda. La notaba pesada como si le estuvieran tirando hacia abajo. Frunció el ceño. ¿Qué demonios quería el cerebro? Llegó a meterse la mano en el bolsillo, igual que había hecho mientras presenciaba la ejecución de Ptolemy. Lo hizo y tocó algo suave y peludo. Lo sacó de su bolsillo.

Oh. Vale. Le habían quitado la espada verde, al igual que el resto de sus armas, pero le habían dejado la soga y el ajado trozo de cuero que Mael Mag Och había llevado en su día como brazalete.

Sarah
—dijo él mientras ella tocaba el cuero de zorro con los dedos—.
En realidad no esperaba que lograras llegar tan lejos. Supongo que tampoco esperaba que fracasaras. A pesar de que algunas cosas vienen de familia, ay.

—Hola —respondió Sarah—. Tú debes de ser Mael Mag Och. Lo sé todo sobre ti, pero no nos hemos presentado como es debido.

La voz que rugió su respuesta en la cabeza de Sarah tenía un dejo de arrepentimiento. O tal vez Sarah se lo estaba imaginando.

Si me hubiera aparecido ante ti con mi propia forma, habrías salido huyendo. Fingí ser Jack porque sabía que era un nombre evocador, muchacha. ¿De veras tiene tanta importancia? Sigo siendo yo quien te dio tu don.

—¿Por qué? —preguntó ella—. ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué has hecho todo esto? ¿De verdad necesitaba otro progenitor para que me abandonara en el peor momento posible?

Fue idea de Nilla, para ser sincero. La muchacha rubia que has visto desaparecer allí.

—Nunca he oído hablar de ella.

Ah
—dijo Mael Mag Och—,
pero ella lo sabe todo sobre ti. La hija del héroe extraviado, sola en un país extranjero para ser criada por guerreros, para ser hecha fuerte y feroz. Su corazón estaba contigo, y en lo que Nilla se implica, mi corazón también se entrega. Ella y yo tenemos una peculiar historia, y yo tengo con ella una deuda importante.

—Me niego a creer que hicieras nada por la bondad de tu corazón. Tú planeaste esto, todo esto. Casi creo que tú hiciste que capturaran a Ayaan para que yo la persiguiera y acabara aquí.

Todo más que cierto
—reconoció él—.
Pero incompleto. El mundo no gira a tu alrededor, Sarah. Tenía planes para los otros también. Ayaan debía asesinar al Zarevich en mi lugar. Era la candidata perfecta, en mi opinión. Una vez que él estuviera muerto, yo me haría con su imperio, ya que soy el único capaz de controlar su ejército de no muertos. No funcionó. Tú eras mi plan alternativo, y también has fracasado. Se supone que soy yo quien triunfa hoy, no su majestad la deformidad no muerta. ¿No te dije que reunieras un ejército? En cambio, tú traes un puñado de momias y un
freak
retorcido.

—Mi
freak
parece estar arreglándoselas muy bien —replicó Sarah, volviéndose y viendo a Gary segar una hilera de necrófagos. Su cuerpo había crecido considerablemente mientras ella hablaba con el cerebro, hasta el punto de que se parecía más a una araña gigante con una diminuta calavera humana en lo alto de su caparazón.

El hombrelobo fue a por él, sacando las uñas y lanzando patadas. Éste lanzó una estocada con la cola de hueso que parecía el aguijón de un escorpión y ésta se hundió profundamente en la tierra. Erasmus rodó a un lado y se levantó de nuevo para acuchillar una de las patas gruesas como troncos de Gary. Éste se arrodilló hacia delante por el empuje y Erasmus trató de subirse a la carrera a su espalda, clavándole las garras a Gary en su caparazón óseo para sujetarse.

En el costado de Gary se abrió una boca dentada. Los labios salpicados de púas de hueso mordieron el brazo izquierdo de Erasmus y los dientes se lo arrancaron limpiamente. Erasmus aulló de dolor mientras su cuerpo peludo rodaba hasta el suelo y la boca gigante trituraba la extremidad del hombrelobo. Una docena de finas lanzas salieron propulsadas del cuerpo de Gary para empalar al hombrelobo en un número igual de sitios. Erasmus no volvió.

—¿Ves? Mira eso —graznó Sarah emocionada.

Ah
—dijo el druida—,
nuestro Gary. Es un luchador. Eso te lo concedo. Pero la única cosa en la que cree es en la integridad de su propio escondite. Nunca se habría metido en esta pelea si hubiera corrido el menor peligro. Y a menos que me equivoque, tu Ayaan está a punto de golpear.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Sarah. La momia que sujetaba el cerebro inclinó la cabeza y Sarah se giró sobre sus talones para mirar adonde ella indicaba. Contó con el tiempo justo para ver a Ayaan remontar una pila de rocas en lo alto de una cresta en el lado sur. Sarah miró con más detenimiento y vio a su padre, con los ojos cerrados y los brazos extendidos, sus esqueléticas manos dirigidas hacia Gary.

—No —murmuró Sarah, la sílaba carecía de significado en su boca—. No, eso no está bien.

Es un mundo terrible
—afirmó Mael Mag Och—.
Lo ha sido durante doce años.

Ayaan cogió la cabeza de Dekalb con las dos manos. Él se revolvió y se agachó e intentó zafarse, pero estaba atrapado como un pez en un anzuelo. Ayaan apretó con más fuerza y la piel de la cabeza de Dekalb se oscureció y se abrió como una fruta podrida. El padre de Sarah lanzó patadas, pero no lograba alcanzar a Ayaan.

Sarah observó con un horror mudo como la cara de su padre se desprendía en largas y secas tiras de piel. Debajo, su calavera brillaba con energía oscura. La calavera se combó y tembló, y en su superficie apareció un entramado de grietas. Por las fisuras se filtraban haces de energía oscura. La oscuridad estalló desde las cuencas oculares vacías de Dekalb y su calavera se rompió en mil pedazos.

Ayaan dejó que el cuerpo descabezado cayera hacia delante. Había acabado. En el campo de batalla, Gary debía de haberlo sentido al instante. Debió de haberse dado cuenta de inmediato que ya no era inmune a los ataques del ejército del Zarevich. Dio una rápida cuchillada a todos los necrófagos y fanáticos de los alrededores y luego huyó a las colinas.

Así, sin más, su ataque concluyó. Así, sin más, desapareció. El espectro de verde ordenó a los fanáticos perseguir a Gary, pero todo el mundo veía que se replegaba.

Naturalmente, Sarah tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

—Papá —dijo Sarah. Lo último que le había dicho era que era un mal padre. Él le había suplicado que no se metiera en este lío.

—Papá —repitió ella. El cerebro tuvo suficiente tacto para mantener el silencio.

Capítulo 16

—Sí —dijo el Zarevich, su voz era lo bastante alta para sobrevolar las rocas y los huesos y reverberar en el aire frío y silencioso—, si no hay más interrupciones, entonces tal vez sea posible hacer lo que debemos hacer.

Algunos de los fanáticos todavía gritaban. Todos habían suplicado ayuda o asistencia. Se callaron cuando su señor lo ordenó. Aquéllos que antes se habían hecho cargo de montar la maquinaria alrededor del andamio y los que habían levantado los dos pinchos en lo alto del mismo, volvieron al trabajo. Había muchos cuerpos que retirar del campo de batalla, muchos ya se esforzaban por levantarse para comenzar la siguiente y gloriosa fase de su existencia.

Nadie tocó el cuerpo sin cabeza de Dekalb. Para ellos no era más que carne muerta. Sarah quería ir hasta él, tocar las manos de su padre por última vez, pero sabía que si lo intentaba las tropas del Zarevich le dispararían sin miramientos. No habría advertencias ni segundas oportunidades. La matarían. Sin su padre para protegerla y curarla, simplemente moriría. Y luego regresaría.

Una especie de convulsión la recorrió, causándole un profundo dolor en todo el cuerpo. Sus músculos se contrajeron y le dolieron los ojos. Le subió un sollozo y amenazó con convertirse en un aullido. Estaba sorprendida por su reacción emocional. No lo comprendía. Tenía una profunda pena, y sabía de antemano que la sentiría, pero ése no era el momento. Todavía no era el momento para procesar todo lo que había pasado.

La sacudió una y otra vez hasta que cayó postrada de rodillas, bajó la cabeza y lloró ardientes lágrimas que aterrizaron en el polvo. No tenía sentido. Ella era más fuerte que eso. Cerró las manos para que dejaran de temblar. Encontró la soga y la acarició entre los dedos, como si la estuviera enmarañando.

Muchacha, lo siento por ti, de verdad. Pero soy la última persona a la que deberías acudir en busca de consuelo. Me has fallado. Nos has fallado a todos.

Sarah negó, incapaz de comprender.

—¿Qué es tan importante… —preguntó, clavando los ojos en el frasco del cerebro, queriendo alargar la mano hasta el líquido y triturar la materia gris de su interior—. ¿Qué es tan importante que había de llevarme hasta mi padre y luego arrancarlo de mi lado de este modo? ¿Qué es tan importante para que Ayaan se haya convertido en ese monstruo? Por favor, Mael Mag Och, ayúdame. Ayúdame a comprender.

El fin del mundo
—le dijo él—.
¿Qué podría ser más importante que el fin del mundo?

Sarah se puso en pie, forzando a sus piernas a levantarse. La momia que sujetaba el frasco estaba tan quieta como un muerto. Una estatua perfecta, una cosa para sostener el frasco y nada más. La momia no reaccionó cuando Sarah se tambaleó hacia delante y cogió el frasco con las manos atadas. Le costaba sujetarlo, así que colocó la barbilla encima y la aguantó con los dedos extendidos por debajo. La momia no intentó detenerla. Ni siquiera bajó los brazos, simplemente se quedó allí, con los codos doblados, las manos extendidas, esperando a que ella depositara de nuevo el frasco.

En cambio, ella se dio media vuelta y comenzó a caminar. Hacia la Fuente. Hacia el horizonte de sucesos.

Lo que debería haber ganado la fortaleza de los brazos todavía se puede ganar con astucia
, le dijo él. Ella lo ignoró, pero tampoco soltó la soga. Pisó un trozo de pelvis y estuvo a punto de caerse, pero se las arregló para recuperar el equilibrio.

Dio un paso más y notó cómo se calentaba el frasco en sus manos. El cerebro no tenía músculos y no podía contraerse, pero ella percibía su conciencia golpeando las paredes de cristal, tratando de liberarse.

¡Muchacha! No me abandones ahora. Aposté por tu Ayaan y ella me dejó de lado demasiado pronto. Por esa razón han tenido que morir tantos. Ahora te estoy diciendo toda la verdad. No cometas el mismo error que ella, no si valoras las cosas que te he dado.

Sarah dio un paso más. Y otro. Dentro del frasco se formó una burbuja y salpicó la tapa al estallar. Notó a Mael Mag Och patearle las manos. Todo estaba en su mente, lo sabía, pero él se estaba enfrentando a ella. No quería seguir adelante.

—Mi madre. Mi padre. Ayaan. Jack. Todos mis progenitores. Todos muertos. No muertos. Y luego asesinados otra puta vez —recitó ella.

Me parece que debo protestar. Ayaan no ha muerto dos veces, Jack era una persona de mentira y tu madre...

—¡Tú no sabes nada de mi madre! ¡Y yo tampoco! ¡Ése es el maldito quid de la cuestión!

Ella siguió andando. El líquido del frasco alcanzó una temperatura incómoda. Le ardía la barbilla apoyada en la tapa caliente. Le dolían las manos por los ataques. Dio otro paso y el calor ya fue demasiado. Separó los dedos y se le cayó el frasco. El cristal se rompió al golpear contra la alfombra de huesos. Se hizo pedazos y la mitad del líquido se derramó. El cerebro estaba en lo que quedaba del frasco, una especie de taza con los bordes rotos, medio llena de líquido. El vapor ascendía desde la partición entre ambos hemisferios como una fantasmagórica cresta.

¿Crees que esto me matará?
—preguntó él. Sonaba bastante sereno—.
Esto no tiene sentido, sea lo que sea lo que quieras, muchacha. Tengo tantos cuerpos como quiero. Tengo tantos...

Ella guardó la soga de nuevo en su bolsillo. No quería oír nada más. Observó como el cerebro se ponía blanco y se encogía mientras él líquido hervía, silbaba y formaba espuma. Contempló como el cerebro hervía en sus propios jugos. Ése era el propósito. La hizo sentir un poco mejor. Ése era el fin.

Una montaña de carne que olía a fanático sin lavar la cogió por la cintura y la levantó por los aires. Ella no chilló. La llevaron de vuelta al campamento del Zarevich a la fuerza, lo más probable para ser asesinada.

Aunque la vida le guardaba otra sorpresa. Ayaan estaba esperándola cerca del andamio. Depositaron a Sarah bruscamente a los pies de la
lich
. Ayaan la ayudó a ponerse en pie.

—Eres tremendamente afortunada de que el Zarevich ya hubiera acabado con el cerebro. —Ayaan negó con la cabeza con ferocidad—. Detesto tener que jugar a ser la adulta y decirte que no te entrometas en las cosas que no comprendes.

—Entonces no lo hagas, y te devolveré el favor. —Sarah se negó a mirar a Ayaan.

Las dos mujeres que habían acompañado a Nilla mientras se acercaba a la Fuente regresaron. Los cables cruzaban el valle y subían por la cresta del lado más alejado. Sus caras y sus manos estaban cubiertas de un fino polvo blanco y amarillo. Un chico con un cubo de agua y un cazo fue corriendo hasta ellas y les permitió beber y asearse.

Other books

The Secret of the Painted House by Marion Dane Bauer
Romola by George Eliot
What Distant Deeps by David Drake
The Surgeon's Blade by Mortimer, Faith
Time of the Eagle by Sherryl Jordan
A Necessary Deception by Laurie Alice Eakes
Some Like It Hawk by Donna Andrews
Sierra Seduction by Richards, Kate
One by J. A. Laraque