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Authors: Ángel Gutiérrez y David Zurdo

Tags: #castellano, #ficcion, #epubgratis

—Al contrario —afirmó Lightman—. La intuición vale más que los conocimientos. Eso decía Einstein, y yo lo comparto. Hay que estar atento a todos los sentidos y no olvidarse de ninguno. Pero no se preocupe. Podremos cumplir el plazo de treinta días que se ha establecido.

Si no había contratiempos, el primer ensayo de salto temporal se llevaría a cabo en un mes. De ser exitoso, harían historia en un sentido muy distinto al habitual. Por primera vez, la historia se convertiría en variable. Dejaría de ser una roca inmutable para transformarse en barro, susceptible de ser modelado a voluntad.

—He recibido órdenes de unirme al equipo encargado de supervisar los preparativos y ultimar la puesta en marcha de la NTTA. Así es que vamos a vernos más a menudo a partir de ahora.

Las siglas a las que la militar hizo referencia correspondían a las palabras National Time Travel Agency, es decir, Agencia Nacional del Viaje en el Tiempo.

—Tan importante es la NTTA como el proyecto en sí mismo —dijo Lightman.

—La máxima autoridad está de acuerdo. Hemos de fijar los protocolos de actuación antes de poner en práctica el viaje en el tiempo. Le informo personalmente de que hay una reunión programada a las tres de la tarde de hoy. Está usted convocado como director científico.

—Muy bien. Allí estaré.

La reunión comenzó puntualmente. A ella asistían el secretario de Defensa, el general designado como jefe militar del proyecto, un doctor en filosofía y psicología, un coronel experto en antiterrorismo, la comandante Taylor y, por último, el doctor Stephen Lightman. Ellos compondrían la cúpula de la nueva agencia nacional encargada de velar por la ética y el buen uso de los viajes en el tiempo.

Se había establecido una estricta regla fundamental para evitar efectos indeseados en los saltos temporales. Aunque era muy tentador regresar al pasado y, por ejemplo, matar a Hitler antes de su ascenso al poder, esa clase de actuaciones llevaban consigo una cantidad de implicaciones y riesgos que debían tomarse en consideración muy seriamente. Nada podía asegurar que, introduciendo un cambio como ése, no se desencadenara algo aún peor —si es que resulta imaginable— que la Segunda Guerra Mundial y, por concatenación de sucesos, que ya no existiera la NTTA para evitarlo.

Viajar al pasado era comprometer el futuro sin capacidad de control. Por ello se estableció que todos los saltos temporales se efectuarían hacia el futuro. Sin excepciones. Primero, un grupo de exploradores del tiempo serían los encargados de analizar cada caso con un año de anticipación. Sólo se intervendría en los acontecimientos más graves, elegidos por mayoría entre los miembros directivos de la NTTA y corroborados personalmente por el presidente de Estados Unidos.

Actuar en el futuro ofrecía una importante ventaja en relación con interferir en el pasado. Una vez hecho un cambio, se podía viajar de nuevo hacia delante, con más distancia, para comprobar su efecto. Si no resultaba completamente satisfactorio era fácil deshacerlo, enviando a otro agente que abortara la misión en el propio futuro. De eso modo, todo quedaría como en origen.

—Aunque estamos casi listos para el primer ensayo efectivo —comenzó su intervención el jefe militar del proyecto—, todavía hemos de esperar hasta que podamos iniciar de hecho las actividades de nuestra agencia del viaje en el tiempo. Pero, dada la importancia del asunto, debemos tener preparado un modelo sin fisuras que regule con precisión su naturaleza y sus funciones.

—Los informes preliminares han sido aprobados ya por el presidente —intervino el secretario de defensa.

—Todos tienen delante un borrador de las directrices de nuestra agencia. Una vez definitivamente establecidas, su cumplimiento será obligatorio y no podrán violarse, bajo ninguna circunstancia.

El documento llevaba un encabezado en el que se recogía la necesidad de crear ese conjunto de normas fundamentales. Apelaba también a la responsabilidad que todo poder implica, y más aún cuando ese poder supera con creces lo imaginado hasta el momento.

Regulación de la estructura y organización de la NTTA, constitución, atribuciones y seguridad

Objetivo: garantizar el cumplimiento de las directrices, la operatividad en la ejecución de las misiones, y la seguridad y mantenimiento del más absoluto secreto.

Normas directrices de los viajes en el tiempo

1. Nunca realizar, bajo ningún concepto, saltos al pasado, entendiendo éste como una fecha anterior a la del inicio de cada viaje. No alterar el presente, es decir, los acontecimientos que permitieron o demostraron la necesidad de actuar corrigiendo hechos que debían evitarse o provocarse. Si un agente actúa en su futuro y regresa después (lo que no se considera viaje al pasado, sino un retorno a su propia época), al volver, nada de lo que conoce puede haber sufrido alteraciones, pues la acción aún no se ha efectuado en la línea temporal. Por el contrario, si ejerciese algún cambio en su pasado, su época ya no sería como antes de viajar, quizá levemente, quizá catastróficamente. En un sentido extremo, podría desencadenarse una guerra mundial u otra clase de conflicto y ya no existir la posibilidad del viaje en el tiempo para corregir el error.

2. Influir sólo en acontecimientos decisivos que afecten a una gran parte de la humanidad, directa o indirectamente. El viaje en el tiempo no debe esclavizar el futuro de la humanidad, a través de misiones arbitrarias o cuyo beneficio sea parcial. Un descubrimiento tan importante que puede alterar más que ningún otro el curso de la historia del ser humano ha de dirigirse inexcusablemente hacia el bien común, poniendo siempre los intereses generales por encima de los privados o arbitrarios.

3. Hacer incursiones hacia el futuro en un período de tiempo limitado a partir de la fecha de cada viaje. Dado que cada incursión temporal modificará el futuro, no tiene sentido explorar épocas muy alejadas que podrían experimentar cambios demasiado radicales. Esto invalidaría la información recogida y su posterior análisis. Los datos recabados en cada época han de ser lo suficientemente precisos para elaborar los planes de actuación, pero, a la vez, no deben producir una sobreabundancia que los haga inútiles en la práctica.

4. No establecer en el futuro contactos con personas ajenas a la agencia, salvo de carácter eventual y cuando resulte imprescindible. Como es obvio, un agente que viaja al futuro, mientras realiza su misión, tendrá contacto con las personas de la época en que se halla: en la calle, si se hospeda en un hotel, al tomar un taxi, en un restaurante... Pero todo esto debe hacerse sin llamar la atención, discretamente, evitando cualquier sospecha.

5. Nunca aportar elementos futuros a una época anterior a la que pertenecen, aunque esto suponga un adelanto tecnológico. Dado el carácter de beneficio común de la agencia, su personal, en los casos necesarios, puede disponer de tecnología futura recogida en las exploraciones. Sin embargo, la divulgación de la misma en épocas anteriores a su natural desarrollo perjudicaría a sus legítimos descubridores e incorporaría un elemento heterodoxo y anacrónico de consecuencias impredecibles.

Acabada la reunión, el profesor Lightman regresó a su despacho y llamó desde allí a su ayudante personal, el doctor en física cuántica Martin Lenard. Era su hombre de confianza, un científico sobresaliente que, a menudo, se adelantaba a sus propias ideas con soluciones imaginativas y brillantes.

—¿Cuándo piensas viajar a Suiza, Stephen?

Todos los trabajos sobre el viaje en el tiempo se habían hecho a caballo entre Estados Unidos y las instalaciones del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares, CERN, establecido en Suiza, muy cerca de la frontera con Francia. Allí se había creado un laboratorio supuestamente civil, que servía de tapadera de las auténticas investigaciones que Lightman y su equipo llevaban a cabo bajo el control del gobierno y el ejército americanos. Utilizar unas instalaciones no militares, como las del CERN, implicaba un cierto riesgo, pero los científicos del viaje en el tiempo no podían prescindir de su gigantesco acelerador de partículas, el LHC, único en el mundo entero. Sólo así era posible comprobar la base esencial de la teoría que sustentaba la posibilidad del viaje en el tiempo.

—Aún quedan dos semanas para el ensayo final —dijo Lightman—. Mi vuelo a Suiza está programado para ese momento. Tengo mucho que hacer aquí antes de marcharme a supervisar las pruebas. Cuando yo me vaya, tú te quedarás a cargo de todo esto. Si conseguimos lo que pretendemos, el viaje en el tiempo será un hecho, Martin. Dentro de un mes. Entonces empezará la parte realmente dura…

—Me sorprende que digas eso, teniendo en cuenta que llevas más de cuatro décadas entregado por completo a tu labor de investigación.

El profesor Lightman sonrió sin demasiado entusiasmo. Su rostro delgado mostró al hacerlo todas sus arrugas, muchas de ellas reflejo de un alma entusiasta pero extenuada por el esfuerzo de tantos años.

—Primero crearemos la bestia. Luego tendremos que dominarla. Debo decir que hasta ahora estoy satisfecho de los pasos dados por el gobierno en esta cuestión. Somos la principal democracia del mundo y confío en el criterio de nuestros dirigentes actuales. Pero las personas pueden cambiar. Los gobiernos y sus intenciones pueden cambiar. Y nuestra primera y más sagrada obligación es impedir que los viajes en el tiempo pueda caer algún día en malas manos o escaparse de nuestro control. Eso es algo que no debemos dejar al azar… —Lightman vaciló unos segundos antes de continuar—: Tengo un plan, Martin. He pensado que debes saberlo. Tú eres la persona en la que siempre he puesto mi absoluta confianza. Te considero un auténtico amigo y un hombre extraordinario. Puedo arriesgarme a revelarte lo que he ideado para garantizar que los viajes en el tiempo se utilicen con fines altruistas y pacíficos. Estoy seguro de que compartirás mi inquietud y mi deseo de guardarme, por así decirlo, ese as en la manga.

Ni en un millón de años Lightman podría haber imaginado la equivocación que suponía confiar en Martin Lenard. Lo que estaba a punto de contarle era como poner una tierna cabritilla ante un lobo hambriento.

—Amigo mío —prosiguió Lightman, agitando una de sus manos con el dedo extendido—, si se hiciera necesario, sí realizaríamos un viaje al pasado…

28

Conmocionado al entender por fin el engaño al que había sido sometido durante décadas y los inconcebibles peligros inherentes, Edwin Aldrin decidió revelar a Ned el contenido del cofre hallado por Armstrong en la Luna. Ya no tenía sentido seguir ocultándolo. Se trataba de un mensaje desesperado para evitar las investigaciones sobre los viajes en el tiempo, que traerían consigo la destrucción de toda la humanidad por culpa de un error científico. Un mensaje en una botella, enviado desde el fututo por el propio Stephen Lightman, responsable de ellas, para avisarse a sí mismo del peligro.

—Lo que no entiendo es cómo se envió ese mensaje y luego, en lugar de abandonarla, siguió con su investigación —dijo Ned.

Aldrin tenía una respuesta para esa incógnita que, en realidad, era evidente.

—No se lo dieron. El mensaje nunca llegó a su destinatario.

El rostro de Ned mostró una repugnancia inmediata ante esa idea que ahora también le resultaba obvia.

—Lightman eligió la Luna porque sabía exactamente quién hallaría el mensaje, cuándo y dónde —siguió Aldrin—. Debió de pensar que el gobierno de Estados Unidos y la NASA comprenderían la gravedad del asunto y cumplirían sus deseos. Pero está claro que atribuyó demasiada buena voluntad a quienes tenían que canalizar sus indicaciones para evitar el desastre.

—¿Qué les dijeron a ustedes?

—A nuestro regreso, en el portaviones que nos recogió en el Pacífico, nos pidieron que mantuviéramos el hallazgo en secreto y nos prometieron cumplir a rajatabla las recomendaciones de Lightman. Habíamos leído la libreta que había en el cofre durante el viaje de regreso. Lo sabíamos todo. El presidente Nixon incluso nos dirigió un mensaje en que nos felicitaba por haber cumplido una misión doble para con la humanidad. Hipócrita…

—Si Lightman ha participado en las investigaciones —dijo Ned, hilando por su cuenta más cabos—, sospecho que tratan de buscar una vía alternativa.

—La pregunta es si esa vía alternativa existe. Por lo que decía Lightman en su manuscrito, la causa del desastre era el viaje en el tiempo en sí mismo. Decía que era posible físicamente pero implicaba la destrucción del futuro.

—¿De qué modo?

—Por la generación de un agujero negro estable… ¿Conoce usted el CERN, Horton?

—Es el centro europeo de investigaciones nucleares.

—En efecto. Hace poco se inauguró un nuevo y gigantesco acelerador de partículas, para poder experimentar con energías de un nivel hasta ahora inaudito. Ciertos renombrados científicos hicieron saltar las alarmas. Alguno de esos experimentos podría resultar catastrófico. Y precisamente en uno de ellos se cree que existe la posibilidad de generar un agujero negro en miniatura. En teoría se disipará en un tiempo infinitesimal. Pero si no fuera así, el resultado sería el mismo que anunciaba Lightman.

—El fin del mundo.

—El fin del mundo, del sistema solar y del recuerdo de la existencia humana. El único vestigio que quedaría de nosotros y nuestra historia son las emisiones radioeléctricas emitidas hacia el espacio. Ni siquiera las sondas Voyager escaparían a la irresistible atracción gravitatoria del agujero negro. Ésta alcanzaría las regiones más exteriores del sistema solar, como el Cinturón de Kuiper y los confines de la Nube de Oort. Incluso quizá llegara a absorber las estrellas más cercanas a la Tierra, en la constelación del Centauro.

—Puede que hayan dado realmente con el modo de evitarlo…

—Lo dudo. Como le he dicho, Lightman decía en su carta que era la esencia misma del salto temporal la que implicaba la destrucción. Afirmaba expresamente el motivo por el cual el viaje en el tiempo provocaría la catástrofe definitiva. No logro acordarme de sus palabras exactas, aunque lo explicaba con claridad… El problema guarda relación con un principio físico inviolable: la conservación de masa y energía en el universo. Al realizar un viaje en el tiempo con un objeto material, se produce un defecto de masa en nuestras coordenadas espacio-temporales y un aumento en las de destino. Al parecer, el universo lo compensaría generando una singularidad que iría aumentando su tamaño hasta alcanzar un punto estable. En ese proceso, toda la materia y la energía en un radio de miles de unidades astronómicas serían inevitablemente devoradas.

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