Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) (28 page)

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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Ensayo, Historia

En Boston, los gángsters de la mafia local se sintieron ofendidos por la conmoción Zep y por unas horas pareció que iba a desenterrarse el fantasma de Al Capone y los recuerdos del Día de San Valentín de 1929. En Baltimore la policía se vio obligada a echar gases lacrimógenos al público para disolverlo.

En 1971 las reacciones de locura y entusiasmo por la música y el grupo se repitieron, y esta vez con peligro para ellos mismos. Un tumulto en Milán estuvo a punto de costarles la vida, cuando el público, enardecido, arrasó el escenario y el equipo de sonido. Lograron salvarse llegando al hotel, pero la policía tuvo que declarar la zona «área restringida» al colapsar los fans los alrededores, dispuestos a entrar como fuese para «saludar» a sus ídolos. Jimmy Page declaró que se sentía asustado y acosado por el poder incontrolado de su música.

Sólo que una cosa eran los escándalos, en gran medida inherentes a toda banda de éxito, y otra esa leyenda negra citada al comienzo, y que marcó sus primeros retazos en 1973. Este año se llevó a cabo la única película del grupo, el amplio documental
The song remains the same
(estrenado en 1976), y víctima de una desnutrición alarmante Jimmy Page tuvo que permanecer en reposo durante varias semanas. Entonces empezó a hablarse de su interés por la magia negra, el ocultismo, el espiritismo y la parapsicología, y como consecuencia de ello, todavía se convirtió más en un personaje misterioso.

En realidad los toques mágicos en la carrera Zep, siempre de la mano del inductor y maestro de ceremonias Jimmy Page, ya se habían manifestado en 1971, al editarse el cuarto álbum del grupo, sin título y con cuatro signos cabalísticos en el interior (unas extrañas letras para Page, una pluma en un círculo para Plan, tres círculos unidos para Bonham y tres elipses unidas por un círculo para Jones). En otoño e invierno de 1973
The song remains the same
seria completada con escenas de la vida de cada miembro del grupo inmersas en una especie de fantasía onírica. Pero en el caso de Jimmy Page más bien parecían surgidas de una pesadilla o ser un extracto visual de las fantasías medievales. Por estos días Page vive en Boleskin House, en el Lago Ness. La casa perteneció en otro tiempo a Aleister Crowley, un personaje misterioso y unido a lo sobrenatural. Tanto ella como los manuscritos que se guardan en sus estanterías revelan lo que sus muros le inspiraron… y lo que Jimmy recibió a continuación.

De hito en hito, de récord en récord y de noticia en noticia, Led Zeppelin atraviesa la mitad de los 70 convertido en un huracán. En la gira americana de 1975 se reproducen los incidentes. El
show
de Boston ha de ser suspendido antes de que comience y los daños por la vorágine destructora del público ascienden a setenta y cinco mil dólares. El 8 de marzo en West Palm Beach, Florida, el
Sheriff
local suspende el concierto ante la sospecha de entre el público hay agitadores profesionales para provocar disturbios. No será hasta el verano cuando la leyenda negra vuelva a planear sobre la banda.

El 16 de agosto de 1975 la familia Plant (Robert, su mujer Maureen y sus hijos Carmen Jane, de siete años, y Karac Pendra, de cinco) pasa unas vacaciones en Rhodas. El mini en el que viajan tiene un accidente que magulla a Robert y le produce a su mujer rotura de una pierna y daños en la pelvis y el cráneo. Pudo haber sido peor. El 23 de agosto, una semana después, John Paul Jones se rompe una mano y ello significa la cancelación de una nueva gira americana. Todavía hay más: Plant, que no pisaba suelo inglés desde hacía meses para evitarse el pago de impuestos, ha de ser hospitalizado en Londres. Según la ley, basta que un súbdito británico ponga pie en suelo patrio un segundo para que el fisco le pase la factura por sus ganancias anuales.

En 1977 Led Zeppelin es declarado «la más grande banda de la historia del rock» y su gira americana «el mayor acontecimiento artístico». Las cifras dan la razón porque el 30 de abril el grupo bate el récord de asistencia a un concierto (para un solo artista, ya que aquí no cuentan festivales) con los setenta y seis mil doscientos veintinueve espectadores de Pontiac, Michigan. Hay dos nuevos récords batidos, por la venta de entradas anticipadas, en el Superdome de Nueva Orleans el 30 de julio y en el John Fitzgerald Kennedy Stadium de Philadelphia el 13 de agosto, con ochenta y noventa y cinco mil entradas vendidas respectivamente, pero para entonces los efectos de la leyenda negra comenzarán a ser demoledores. Antes de que ello suceda y en plena gira Robert Plant recibe una llamada de Inglaterra en la que su esposa le comunica la muerte de Karac, víctima de una misteriosa y desconocida enfermedad, un virus infeccioso que ha terminado con la vida del pequeño en unas horas (el nombre de Karac Pendra lo tomó Plant de Pendragon, el Lord inglés que combatió a los romanos).

En cierto modo, Led Zeppelin tuvo una primera muerte aquí. Suspendida la gira, una nube de rumores y diatribas envolvió al grupo hasta 1979. En septiembre de 1977 Robert Plant era detenido, completamente borracho y esgrimiendo una navaja, en el aeropuerto de Hartsfield, Atlanta. En diciembre la prensa se hace eco de unos rumores especiales: Robert Plant había hecho comentarios, alusiones, relacionando la muerte de su hijo con las prácticas satánicas y de brujería mantenidas en secreto por Jimmy Page. La espiral de comentarios obligaría a Page a desmentir los rumores, agregando que su interés por el espiritismo nada tuvo que ver con el fatal desenlace de la inesperada enfermedad de Karac Pendra. A pesar de ello el sello esotérico ya no iba a abandonar al guitarra y al mismo grupo. Durante casi dos años tuvo que ser el tiempo el que actuase de sedante. Por fin, en 1979 aparecería el álbum
In through the out door
y los Zep actuarían en la apoteosis del Knebworth Festival, ante doscientas cincuenta mil personas, el 4 de agosto, viéndose obligados a repetir el concierto el día 11. Sería el penúltimo acto de la historia.

En 1980 y cuando las viejas heridas parecían cicatrizadas, se anunció que el grupo volvía a la actividad, a las giras, y la fiebre Zeppelin se disparó nuevamente, como en cualquiera de sus mejores tiempos de apoteosis. Una mini-gira entre junio y julio por Europa, para ensayar y preparara el nuevo
show
fue la antesala de lo que iba a ser la demoledora y explosiva gira americana. Y en las vísperas de ella… John Bonham murió en la casa de Jimmy Page, en Mill Lane, Windsor, el 25 de septiembre, a los treinta y dos años de edad (había nacido en Bromwich, Staffordshire, el 31 de mayo de 1948).

Como decía al comienzo, el diagnóstico médico fue escrupuloso: vómito fatal producido durante el coma subsiguiente a la borrachera épica derivada de las famosas «cuarenta medidas» de wodka (según consta en el parte oficial) ingeridas por el batería. Pero ante la noticia las opiniones se dividieron en dos facciones, y la que más peso pareció demostrar (posiblemente por la tendencia humana de esperar lo peor, o querer creer en lo insólito) fue que la noche anterior Jimmy Page había estado haciendo de las suyas, y que sus rituales satánicos eran directamente responsables del fin de John Bonham.

Nunca pudo demostrarse nada. Led Zeppelin desapareció y con Plant convertido en solista y Jimmy Page dando vida a una nueva banda, The Firm, con el ex Free y ex Bad Company Paul Rodgers, la historia se diluyó a través de los años 80.

Hoy sigue siendo el toque de magia negra situado en los confines de la propia historia del rock.

21
LOS QUE VOLVIERON DEL POZO

No pocas estrellas del rock han vivido con un pie a cada lado del camino, manteniendo un precario equilibrio del que se han salvado gracias a una regeneración afortunada o una precisa «ayuda de la amistad». Ha habido muchos candidatos a cadáveres bien parecidos, la mayoría víctimas de las drogas, e igual que la parábola del hijo prodigo, el rock ha bendecido más la vuelta al seno de los vivos de un presumible muerto que no las leyendas crepusculares de quienes no pudieron contarlo. Algunas de esas historias son las que aparecen en este capítulo, no todas, porque demasiados músicos han llegado en algún que otro momento de su carrera al límite de la Zona Oscura. El desafío subsiste, y los que volvieron del pozo son el ejemplo y la esperanza.

La certeza de que siempre hay un camino.

Uno de los ejemplos más claros de este último aserto nos lo brinda la biografía de James Taylor, sólido cantante y autor con una impecable carrera a lo largo de los años 70 y los 80, incluido un matrimonio por todo lo alto con otra princesa de la canción intimista americana, Carly Simon.

Nadie diría, viendo al feliz, millonario, cómodo y habitual visitador de las listas de éxitos James Taylor, que fue salvado de una muerte segura por suicidio y que pasó muchos meses de su juventud en una institución mental. Pero así es. James nació el 12 de marzo de 1948 en Boston. Su familia procedía de lo más notable y selecto de la «aristocracia» (si puede llamarse así) de Carolina del Norte. Su padre era decano de la «Medical School» de la Universidad de ese Estado y su madre había sido soprano del New England Conservatory of Music. A los quince años James ya perseguía la gloria con su guitarra y a los dieciséis formó el grupo Fabulous Corsairs con su hermano Alex.

Pero las fitas de su camino no tenían nada de fácil por entonces. Se enganchó muy rápido a la heroína y varias veces rozó el desenlace antes de que su familia se diera cuenta del hecho. Sus melancolías, depresiones y estados de frustración le llevaron cerca del suicidio hasta que fue internado nueve meses en una institución mental de Belmont, el McLean Hospital. Salió recuperado y con su amigo Danny Kootch creó otra banda, Flying Machine, pero le bastaron unos meses en Nueva York para caer por segunda vez en manos de la heroína. Sin recursos y lleno de problemas emocionales optó por emigrar a Inglaterra en 1968. Allí, Peter Asher (del dúo Peter & Gordon, auspiciado por los Beatles en sus camienzos ya que Peter era hermano de la novia de Paul McCartney) le produjo un álbum con deficientes resultados. James regresó a Estados Unidos sintiéndose fracasado, probó el suicidio una vez más y salvado de él con más o menos fortuna (¿quién dijo que los suicidas que son salvados es porque en realidad no querían morir?) volvió a ser enviado a una institución mental en diciembre de 1968. Saldría de ella en 1969 dispuesto a intentarlo por tercera y última vez y emigró a la costa oeste americana, donde los dados le marcaron finalmente una buena jugada: un repóker. En 1970 su primer álbum en esta etapa,
Sweet baby James
, le convirtió en uno de los líderes de la canción intimista. Su voz serena, equilibrada, su estilo sencillo y su carisma, le llevaron al número 1 inmediatamente. El éxito bastó para borrar de un plumazo los malos rastos, las angustias, la vieja dependencia de la heroína y los escarceos suicidas. Desde entonces fue una de las más rutilantes estrellas del panorama americano.

Un segundo caso histórico fue el de Eric Clapton.

Nacido en Ripley, Surrey, el 30 de marzo de 1945, Clapton debutó rápidamente como guitarra solista en uno de los pioneros del
rhythm & blues
británico, el grupo Yardbirds. De ellos pasó a los Bluesbreakers de John Mayall y a fines de 1965 fue declarado «mejor guitarra del año». Jack Bruce y Ginger Baker, respectivamente proclamados «mejor bajo» y «mejor batería», se reunieron con él para discutir un tema candente: eran los mejores pero no tenían un penique en el bolsillo. Así que unieron sus fuerzas y demolieron lo que le quedaba al
pop
de comercial con la fuerza visceral y contundente de un estilo único en los años 60. Nacía Cream (La Crema, Los Mejores). De 1966 a 1968 los tres se hicieron famosos y millonarios. Luego lo dejaron porque ya no se divertían como antes, y Eric inició su rápida degradación.

Primero formó un supergrupo, Blind Faith, con Ginger Baker, Stevie Winwood y Rick Grech. Publicaron un solo LP y se separaron. Unos meses de vacío le llevaron a tocar con el matrimonio formado por Delaney & Bonnie Bramlett, que reunieron a unos «cuantos amigos» (entre ellos George Harrison) y tras liarse la manta a la cabeza realizaron una tumultuosa gira. En 1970, cortados todos los caminos pues no en vano (muerto Hendrix) él era el número 1, el mejor guitarra del rock, probó a grabar en solitario, cantando por primera vez en plan solista. El disco fue un acierto pero la inseguridad de Clapton le obligó a rodearse de otros músicos, y lejos de crear una Eric Clapton Band, lo que hizo fue sumergirse en la banda como uno más. Así nacieron Derek & The Dominos, cuyo LP doble
Layla & other assorted love songs
fue otro hito. Sin embargo el grupo permaneció unido menos de un año, y esta vez Eric ya no regresó, se encerró en su casa y dejó que su más fiel amiga fuese la droga. En dos años su hundimiento fue un hecho, y no parecía haber salida. Los traumas que acorralaron al «Dios de la guitarra», como se le llamaba, eran abundantes.

Por un lado la muerte de Hendrix, mitificado y convertido en objeto de culto. Por otro la muerte de Duane Allman, que había grabado con Derek & The Dóminos el LP
Layla
. Por otro y más grave, su inseguridad, producto del miedo propio ante la grandeza adquirida. Eric se sentía incapaz de dar aquello que se esperaba de él. Con veintisiete años y después de haber alcanzado la gloria entre los veintiuno y los veintitrés como miembro de Cream, creía que ya no tenía nada que hacer… u ofrecer. En síntesis, eran todas las premisas de una muerte segura.

Fue Pete Townshend, líder de los Who y amigo de Eric, quien le sacó de su casa, le zurró la badana, le puso las peras a cuarto y le montó un gran concierto de
come back
el 13 de enero de 1973 en el Rainbow de Londres. La consigna fue: «no quieras ser Dios, sé tú mismo». Por aquellos días, además de «Slow hand» («Mano lenta», apodo con el que siempre se le ha conocido), el
eslogan
más popular era el de «
Clapton is God
?» (¿Clapton es Dios?) Eric aceptó el reto finalmente, aunque el concierto fue «revestido» de otra excusa para no abusar de la vuelta del hijo pródigo como expectativa dramática y reclamo. El 1 de enero de 1973 Inglaterra había entrado oficialmente en el Mercado Común y con ese pretexto, celebrarlo, se preparó la reunión. Pero nadie se llamó a engaño: era la vuelta de Clapton, la estrella, y acompañado de todos sus amigos, dispuestos a echarle una mano: Pete Towshend (Who), Ron Wood (entonces en Faces y luego en los Stones), Steve Winwood (Traffic), Jim Capaldi (Traffic), Rick Grech, Rebop Kwaku-Baah, Jimmy Karnstein…

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