Read Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) Online
Authors: Jordi Sierra i Fabra
Tags: #Ensayo, Historia
En 1987, cuatro años después de haber editado
Thriller
, Michael seguía deshojando su insegura margarita, convertido en el preso libre más rico del mundo. Pero ¿cómo olvidar que a los nueve años ya era una estrella, y que nunca dejó de serlo, pasando por encima de la infancia, la adolescencia y la juventud, como un huracán dorado?
Hay cárceles y cárceles. Ronnie Lane, ex miembro de Small Faces y de Faces, lleva años agonizando en vida víctima de una esclerosis múltiple. En 1983 sus amigos (Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page) le ayudaron a dar sendos conciertos en el Albert Hall de Londres y el Madison de Nueva York para recaudar fondos con destino al Actions Research Into Multiple Sclerosis. Ésta es una cárcel personal, sin retorno. Otros han entrado y salido de ella con facilidad. John Phillips, ex líder y fundador de Mama's & Papa's fue condenado en abril de 1981 a ocho años de cárcel por tenencia de drogas. Después de treinta días de prisión la sentencia fue suspendida y se le concedió la libertad condicional por espacio de cinco años, con obligación de dedicar un mínimo de doscientas cincuenta horas al año a los programas comunitarios para la lucha y prevención de la drogadicción. Fela Ransome Kuti, el más famoso músico africano (un excepcional percusionista que grabó con Ginger Baker y posee unos estudios sensacionales en Lagos, Nigeria), fue condenado a cinco años de cárcel como consumación de una carrera llena de persecuciones y detenciones (cerca de doscientas) por los más variados motivos. La sentencia fue firme el 8 de noviembre de 1984, y en julio del 85 todavía se luchaba internacionalmente para deshacer la injusticia. África quedaba lejos de los circuitos del rock. Los Stranglers en cambio vivieron su odisea de forma distinta. El 25 de abril de 1980, a su salida de la cárcel donde había cumplido condena de seis semanas por posesión de heroína, Hugh Cornwell declaró: «Es el más deprimente, desmoralizador e inhumano lugar en el que nunca he estado». Cornwell, guitarra y cantante de Stranglers, una de las bandas supervivientes de la Era
Punk
, repitió el 21 de junio su experiencia junto a otros dos miembros del grupo a raíz de una actuación en Nice University. Diversos problemas (fallos de energía eléctrica principalmente) provocaron altercados en el público y él acusó a la universidad de ser la responsable. A los estudiantes no les faltó mucho más para desencadenar una revuelta, así que el grupo fue acusado de «instigación a la rebeldía y alboroto público». Su paso por la cárcel fue breve, dos quedaron libres y Jean-Jacques Burnel fue el más perjudicado con una multa de… diez mil libras.
¿Una pelea en una universidad? Minimizante. ¿Qué decir de las peleas de Brighton, entre
Mods
y
Rockers
, a mitad de los años 60? Los
Mods
eran los elegantes, los refinados, los que gastaban todo en ropa y viajaban en sus relucientes
scooters
llenas de espejitos. Los
Rockers
eran los más duros. Pero a la hora de repartir golpes, todos se apuntaban, y como Londres era demasiado grande se iban a las playas tranquilas de Brighton, donde ancianos veraneantes y jubiladas deseosas de paz eran testigos de sus masivas peleas. Cuando, además, la policía intervenía, la sensación de guerra civil o batalla campal era absoluta. Pero al siguiente fin de semana, Brighton volvía a ser punto obligado de destino, la cita esperada. Los Who, grupo líder y representativo de los
Mods
, recrearon este ambiente en su ópera rock
Quadrophenia
, llevada al cine posteriormente… y que desencadenó en los años 70, una década después, la misma reacción que en los 60: la cita bélica de Brighton.
Es hora de hablar también de festivales, donde es más fácil que se produzcan incidentes. Ya he citado la tragedia de Altamont al hablar de los Rolling Stones, pero la historia del rock está llena de grandes concentraciones humanas, multitudinarios eventos que han generado una historia paralela y no pocas leyendas. El más famoso festival de la historia es el de Woodstock, los tres días de paz y amor que en 1969 marcaron la cumbre máxima de la cultura
hippie
, tras lo cual el movimiento declinó. En Woodstock no hubo violencia gratuita, pero la lluvia caída convirtió el lugar en un lodazal inmenso, con medio millón de personas hacinadas sin ropa y prácticamente sin comida y agua, porque todas las previsiones se desbordaron. La zona fue declarada «de emergencia y desastre», y los helicópteros tuvieron que echar mantas y medicamentos. Durante el verano de 1969, los caminos de América se llenaron de jóvenes que acudían a la cita mágica de Woodstock, cerca de Nueva York. Tras el festival, hubo miles de bodas y… más miles aún de nacimientos a los nueve meses. Todavía es el más grande espectáculo de la historia del rock.
En cambio el 4 de diciembre de 1979, en un concierto de los Who en Cincinnati, Ohio, once espectadores murieron al ser arrollados por los demás en su deseo de conseguir un mejor lugar para ver el concierto. Fue la mayor tragedia jamás ocurrida en un espectáculo musical. La ley pidió once millones y cuarto de libras como responsabilidad subsidiaria al grupo. Quienes atacan al rock pueden defenderse diciendo que más muertos hubo en la tragedia del estadio Heysel de Bruselas en la final de la copa de Europa de fútbol entre la Juventus y el Liverpool. Los festivales de rock siempre han sido menos violentos que los muchos partidos de fútbol que han terminado con el espectáculo en las gradas mucho más que en el campo.
Ha habido artistas capaces, sin embargo, de generar tumultos, por la provocación de sus actos escénicos. Jim Morrison no fue el único en mostrar sus órganos sexuales en público y hacer una parodia de masturbación. Iggy Pop, el lagarto, líder de los irreductibles Stooges y protegido oficial de David Bowie, ha actuado siempre medio desnudo y haciendo ostentosa gala de su atributo viril.
Grandes provocadores oficiales han sido Kiss, demenciales con sus disfraces (Gene Simmons, cantante y líder, solía «vomitar» sangre en algún momento del
show
); los New York Dolls, que actuaban vestidos de putas baratas con más pintura en la cara que en un museo; los Tubes, arquitectos de la demencia visceral, con Fee Waybill, su cantante, de estrella suprema, y un espectáculo extraordinario avalado por algo que, por ejemplo, no tenían Kiss o los Dolls: calidad (musical y estética); los travestidos Divine o Wayne Country; el mismísimo Lou Reed inyectándose una sobredosis en público con el micrófono (o una jeringuilla de verdad) para delirio estremecedor de sus fans. Y es que, a fin de cuentas, en una selva donde hay tanta competencia como en la del rock, todo es necesario, útil y… válido, para atraer al público. No pocos artistas, buenos y malos, tuvieron que recurrir a disfraces grotescos en sus inicios para «ser diferentes». Leo Sayer debutó vestido de payaso triste. Gilbert O'Sullivan iba de joven obrero inglés de comienzos de siglo, con gorra, camisa barata y pantalones de trabajo. Más recientemente el grupo S. S. Sputnick situaría la cota del disfraz en el siglo XXI. Todo es válido para comenzar, aunque luego, en la hora de la verdad, sólo cuente la música.
Ha habido algunos casos de espectáculos que han molestado al «status», a la sociedad culta que vela «desinteresadamente» por la salud espiritual y moral de sus hijos. En 1973 y ante la inminencia de una gira inglesa por parte de Alice Cooper, el mismísimo Parlamento británico se ocupó del tema, tratando de impedirla. El diputado laborista Leo Abse elevó una protesta y una propuesta al secretario del Interior, Robert Carr, para que le fuera prohibida la entrada a Cooper y a su banda al país. La propuesta, formulada el 24 de mayo de 1973, incluyó frases como esta: «Los
shows
del grupo son una incitación total al infanticidio y una explotación comercial del masoquismo que enseña a los hijos a odiar, no a amar», y acusaciones como esta: «Alice Cooper vende la cultura de los campos de concentración.» ¿Por que el escándalo? Bien, Alice Cooper de hecho era un grupo liderado por Vincent Fournier (ni más ni menos que el hijo de un predicador), aunque luego él continuaría en solitario con este nombre y sin la banda. En 1973 Alice era la expresión americana del
glam rock
que triunfaba en Inglaterra con Bowie y Reed, pero llevada al súmmun del espectáculo. En sus
shows
, el líder y maestro de ceremonias solía decapitar muñecas, apuñalar objetos, guillotinarse o ahorcarse a sí mismo, y todo con grandes dosis de sangre que salía por todas partes, con un tremendismo absoluto. Una pantalla visual porque a fin de cuentas y en lo discográfico, Alice Cooper mantenía una línea de éxito muy fuerte con los números 1 de sus
singles
y LP's, especialmente el básico
School days
. En la misma Inglaterra tres años después se desataría la fiebre
punk
, que se verá en el próximo capítulo, y en 1980 otro desnudo levantaba ampollas.
Malcolm McLaren, que ya había descubierto a los Sex Pistols, se sacó a otro grupo de la manga: Bow Wow Wow, con la novedad de presentar a una excitante niña-mujer de catorce años, la pakistaní Annabella Lwin. En la portada del primer disco apareció Annabella desnuda y su familia llevó el caso por la vía judicial al ser una menor. Los desnudos en portadas siempre han sido objeto de especial persecución. Recordemos
Two virgins
de Lennon y su japonés socio, el doble Electric Ladyland de Hendrix, el único álbum de Boxer o el
Beggar's banquet
de los Stones (todos ellos ya citados), pero también
Never mind the bollocks, here's the Sex Pistols
(«Nos importa unos cojones, aquí están los Sex Pistols») de… Sex Pistols,
Yesterday & today
de los Beatles (una de las muchas versiones de los LP's ingleses del grupo editadas en Estados Unidos, y en cuya portada se les veía rodeados de carne picada y muñecas rotas), el primer y único LP de Blind Faith, en cuya portada aparecía una niña con los senos al aire… Portada censuradas, pero no desaparecidas. Todas, salvo la de los Beatles, hoy objeto de búsqueda coleccionista, reaparicieron con sus lemas originales o vencieron a la censura. Además de portadas, especialmente en Inglaterra, muchas canciones fueron prohibidas por la radio, desde A day in the life de los Beatles (por ser considerada incitante en relación a las drogas) hasta Give Ireland back to the irish («Devolved Irlanda a los irlandeses») de Paul McCartney, editada en plena oleada terrorista del IRA contra la soberanía británica. Paul, que tuvo una dura guerra por este hecho y luego dijo haber grabado
Mary had a little lamb
(«Mary tenía un corderito»), título tomado de las primeras palabras de Edison registradas en un fonógrafo, porque no se le ocurría nada más sencillo, fue víctima de una segunda y fulgurante censura casi inmediatamente, con el tema
Hi, hi hi
. Los defensores morales se pasaron diciendo que la canción era escandalosamente sexual e incitaba a las drogas. Esto era en 1972.
Olvidemos censuras. Muchos escándalos menores los provocan los mismos artistas y
managers
entre sí, o por sus relaciones con las compañías discográficas. Bruce Springsteen estuvo tres años sin poder grabar (1975-78) por un problema con su antiguo
manager
. Mientras los tribunales determinaban… él no era dueño de sí mismo. Para cualquier otro, tres años de silencio hubiera representado el fin, pero él era… el «boss». También Beatles y Stones tuvieron guerras de esta índole, y Elton John, que firmó un draconiano contrato con el editor Dick James cuando no era nadie y se vio obligado a grabar dos LP's anuales hasta 1976 por exigencias de ese contrato. Luego quiso recuperar sus derechos sobre su obra y no pudo. Legalmente no le pertenecía. La muerte de James acabó con la guerra pero no con el tema. Grand Funk Railroad quiso independizarse de la tiranía de su
manager
, Terry Knight, y entre ambas partes se lanzaron demandas por muchos millones de dólares. Ganaron ellos. Los Bee Gees también acabarían quince años de felices relaciones con su
manager
, el todopoderoso Robert Stigwood (productor además de
Saturday night fever, Tommy
y
Sgt. Pepper's
en su versión cinematográfica), demandándole por una suma próxima a lo que debe de ser el presupuesto de cualquier país del Tercer Mundo.
¿Queda algún tema por abordar? Quizás sí, por ejemplo el secuestro de Frank Sinatra júnior el 8 de diciembre de 1963. Un pistolero armado le retuvo por espacio de treinta y cuatro horas en un hotel del Lago Tahoe. Pero… ¿es importante? A veces parece que todo lo que no acabe con la muerte carece de sentido o relevancia. Sin embargo la crónica negra es también esto. Fama y éxito obligan. Nadie parece relacionar en cambio la crisis mundial surgida a fines de 1973 con el cambio social, político y hasta moral de la historia del rock. Y es importante. En octubre de 1973, exactamente el día 6, se iniciaba la cuarta guerra árabe-israelí y con ella…
En 1972 la industria del disco se había colocado en el número 1 de los medios de entretenimiento en Estados Unidos, desbancando por primera vez al cine y la TV. Era una coronación. Todo parecía augurar un futuro espléndido. Pero con la guerra del Yom Kippur… ya nada fue lo mismo. Los árabes presionaron a Occidente cerrando el grifo del petróleo y multiplicando por cien los precios de los crudos… y aquí se acabó todo. En el mundo del disco no hay nada que no se derive del petróleo. Las grandes compañías cerraron sus puertas a nuevas experiencias, y grabaron discos tan sólo a quienes vendían con seguridad. No había «plástico». Y tampoco había papel para las bolsas.
Fue la locura. Es más, en Europa tuvieron que suspenderse hasta muy entrado 1974 la mayoría de giras, porque en los países donde había petróleo las restricciones eran duras, y en otros… ni eso. En un lugar los coches de matrícula impar podían rodar un día y al otro los de matrícula par. En muchas ciudades no había energía para alimentar un concierto de rock, con su aparato luminoso y su consumo de vatios. Crisis, crisis, crisis.
Ese fue el verdadero escándalo del rock: el freno. Miles de carreras quedaron truncadas y hasta la revolución
punk
(vuelta al consumo barato, los
singles
, los instrumentos caseros y las actuaciones en locales reducidos) no se volvió a caminar de nuevo. Pero para entonces ya nada era igual, la industria estaba en crisis, existía un miedo cerval ante todo lo que fuese riesgo, y el precio de discos,
cassettes
, entradas de conciertos y cuanto se relacionase con la música, se había multiplicado geométricamente.