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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Ensayo, Historia

Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) (34 page)

Él mismo confesó que todo había sido «de rebote», por salir en televisión varias veces en el programa «Pasaporte a Dublín» (que seleccionaba al representante español de Eurovisión en 1971, «honor» que alcanzó finalmente Karina, que obtuvo un honroso segundo lugar), con lo cual el público empezó a pedir «un disco de Niño Bravo», y como el que había en las tiendas era
Te quiero… te quiero

Entre 1971 y 1973 gozó de una posición de importante, disfrutando por fin de las mieles del tan perseguido éxito. En 1973 se compró un BMW y el 16 de abril murió en él. En la
cassette
de su automóvil se encontró una cinta de su ídolo, Joan Manuel Serrat. Fue el primer artista español al que se le tributaron homenajes, festivales y se le honró «in memoriam».

Más joven, delicada, angelical y tierna era Cecilia, que se fue con veintisiete años de edad y una carrera todavía llena de sorpresas, expectativas y candores.

Fue siempre una
hippie
a destiempo, ciudadana del mundo. Nació el 11 de octubre de 1948 en España pero no aprendió castellano hasta los once años, porque su padre, diplomático, fue enviado a Inglaterra, a Estados Unidos, a Portugal y a Jordania antes de que ella, con diecisiete, regresara a Madrid. Aprendió idiomas, conoció a gentes de naturaleza muy diversa y vivió el horror de la guerra y la posguerra de los seis días en Jordania, donde supo lo que eran los campos de refugiados, el hambre y la muerte, mientras ella comía, vivía y gozaba del «status» diplomático paterno. Ya en España comenzó a cantar
folk
y en 1972 su primer LP la convertía en la genuina pureza de lo más íntimo. Bastaron dos años para el triunfo y cuatro para que, en plena gloria, su coche se estrellara de madrugada contra la parte trasera de un carro que le detuvo el futuro, en una carretera española. Era el 2 de agosto de 1976, en pleno verano, tiempo de galas, de cruzar el país de uno a otro lado para cantar, cantar, cantar.

El mismo año la carretera acababa con la vida de dos músicos excelentes, Alfonso González, más conocido por Poncho, y José Luis Avellaneda, ambos de Los Ángeles. En un comienzo se llamaron Los Ángeles Azules y surgieron de Granada, pero acabaron acortando su nombre en su etapa triunfal, como uno de los conjuntos españoles más comerciales de la segunda mitad de los años 60 y con unas voces de gran calidad. Los cuatro fundadores fueron Poncho como cantante y batería, Carlos Álvarez a la guitarra solista, Francisco Quero al bajo y Agustín Rodríguez a la guitarra de ritmo. Este último sería sustituido posteriormente por José Luis Avellaneda. Aunque Los Ángeles ya no se hallaban en su apogeo, la muerte de Poncho representó otro golpe para el rock español.

En 1977 la crónica negra aumentó. El protagonista fue Waldo de los Ríos, suicidado por motivos familiares el 28 de enero, aunque su caso fue uno de los que se cerró con un gran interrogante final encima, lleno de especulaciones, rumores y recelos. Waldo había nacido en Buenos Aires el 7 de septiembre de 1934, hijo de músicos, pero se instaló en España para triunfar como compositor, productor y arreglista, además de como artista individual, con sus grabaciones de clásicos trasvasados al
pop
o versiones de conocidas piezas con tratamiento comercial. Antes de llegar a España en 1962 había triunfado en Estados Unidos con su obra
Suite americana
. Ya en España trabajó siempre con el sello Hispavox, y fue el responsable directo de la versión del
Himno a la alegría
que en voz de Miguel Ríos fue un
hit
internacional en 1970. Su suicidio fue todo un golpe inesperado.

Hay que dar un salto hasta 1983 para reencontrarnos con la crónica negra de España en materia musical. Este año desaparecían otros dos músicos importantes, uno ya consagrado y otro en camino de serlo. El 14 de mayo un accidente provocaba la muerte de Eduardo Benavente, de los Pegamoides, grupo iniciático de Alaska. El 14 de octubre también la carretera se llevaba a Jesús de la Rosa, cantante, teclista, autor y alma del trío andaluz Triana, caballo de batalla del llamado «rock-flamenco» o «Flamenco-rock». El motivo del porqué su coche se salió de la carretera, en una recta coronada por un cambio de rasante, cerca de Burgos y en dirección a Madrid, nunca se supo. Iba solo en su automóvil. Con la muerte de Jesús, Triana se separó, y la música española perdió a uno de los talentos más genuinos.

En 1986, otro precursor con una década de experiencia y éxito a su espalda perdía el tren de la vida de forma sorprendente: Esteve Fortuny. Junto a sus hermanos Josep y Joan, y dos componentes más, Caries Vidal y Jordi Soley, había formado la Compañía Eléctrica Dharma en Barcelona en 1973, consagrándose nacionalmente el grupo en el festival de Burgos de 1975. Dharma fue uno de los pioneros del nuevo rock vanguardista catalán de los años 70, aunque curiosamente ellos fuesen los de sonido más genuinamente folklórico, lleno de raíces y fuentes étnicas catalanas partiendo del empleo de la tenora que tocaba Joan. Josep Fortuny, el líder, era el batería, y Esteve el guitarra. El 15 de agosto de 1986 ingresó de urgencia en el Hospital Clínico de Barcelona víctima de una hemorragia cerebral, y murió sin recuperarse el día 19.

En 1987 un escándalo final saltaba a las páginas de los periódicos, aunque sólo muy de lejos afectaba a la música. Alvaro Rafael Bustos, en paro y mantenido por su padre, le mataba el 4 de enero hundiéndole una estaca en el pecho (estaca hecha con el «mocho» habitual de una escoba). Motivo: afirmó que su padre estaba poseído y era la encarnación del mal. Aficionado a los temas parapsicológicos, la magia y la brujología, como Jimmy Page, Alvaro había sido miembro del grupo Trébol, de éxito a comienzos de los 70 con la canción
Carmen
, y olvidados tras su pérdida de popularidad.

Han muerto en España otros músicos, chicos jóvenes que aún trataban de escalar la montaña de la gloria. Víctimas de sus limitaciones, con equipos caseros o ensayando y actuando en condiciones infrahumanas, tocaron sus instrumentos con las manos húmedas y murieron electrocutados. Fueron noticia sin foto en la prensa y… adiós. Escarbando bajo el oro de los famosos, siempre hay una crónica negra más densa y dura allá donde no toca el sol de la popularidad.

El rock también ha tenido en España festivales sangrientos que en su día fueron foco de polémicas. Ha habido muertos por intentar colarse en un recinto y caer desde las alturas, y cada vez son más frecuentes las cargas de aficionados que no pueden pagar su entrada y atacan en masas de dos y trescientos con ánimo de colarse en los recintos sacrosantos donde el ritual decibélico actúa de reclamo palpitante. No menos frecuentes son las reacciones policiales, la lucha como estallido final, o perenne, de la violencia que se achaca al rock, pero que no es más que la violencia social puesta de relieve a través de la libertad de la música. Los dos hitos trágicos de nuestra historia fueron un 13 de abril de 1980 en el Parque de Atracciones de Montjuich de Barcelona y un 5 de septiembre de 1986 en el estadio del Rayo Vallecano de Madrid. En la primera ocasión, en una actuación del dúo Pecos retransmitida por radio a toda España, las fans aplastaron a una de sus compañeras, Marta Tormo. En la segunda, en un concierto del grupo
heavy
alemán Scorpions, un soldado estadounidense de la base de Torrejón de Ardoz acuchilló a un joven español.

Telón.

Sólo por ahora.

EPÍLOGO

Al llegar a esta última página de la crónica negra no es necesario apostillar gran cosa. Imagino que cada cual habrá sacado sus consecuencias, a tenor de la vida y el entorno propios. Sin embargo, quiero terminar comentando algo… o haciendo algunas salvedades a los escépticos o a quienes, horrorizados, puedan pensar que el rock es la antesala de la muerte pasando por el tormento y el éxtasis. El rock es la música de la segunda mitad del siglo XX, nada más, y la más formidable válvula de escape de las generaciones nacidas, formadas y crecidas en ella. Pero además, como forma activa, vital, visceral y comprometida del arte (probablemente la que está más en vanguardia y por tanto la que más recibe los embites del cambio y esa velocidad de que he hablado a lo largo de este libro), el rock es emoción, sentimientos, sensaciones… algo que casi nunca puede llegarse a poseer sin vivir a tope, al límite.

El gran paseo por el amor y la muerte.

¿Hay alguna diferencia entre los clásicos y los cadáveres bien parecidos que han ido sembrando la historia del rock? Creo que no. Ha variado el tiempo, la forma de vivir y de entender la vida, los usos y las costumbres, especialmente las pautas morales (religiosas), pero la esencia sigue siendo la misma. El artista es el loco de la evolución. Busca la forma de exteriorizar lo que lleva dentro, lo que nadie puede ver y que él, a base de percibir y desmenuzar, consigue ir descarnando obra a obra, canción a canción, pintura a pintura o libro a libro. En paralelo, la meta final, es la gloria y el éxito, la certeza. La forma de llegar a esa certeza es la que determina el delgado tránsito de la vida… y la manera en que se pierde.

Si alguien lee la historia de los clásicos verá que la vida de muchos, quizás la mayoría de los auténticamente llamados genios, fue bastante parecida a la de los rockeros de hoy. ¿Habría tomado drogas Mozart, el niño-leyenda de su tiempo, caso de haberlas conocido, para contrarrestar los efectos de su agitada, corta y dura vida, a caballo de su incontenible creatividad y las trabas que acabaron matándole en la juventud? ¿No tuvo una existencia llena de turbulentos amores licenciosos Wagner, hasta casarse con Cosima, la joven hija de Liszt? ¿No fueron Beethoven y Schubert dos radicales liberales, cuyo anticonvencionalismo e independencia sumió en una evidente falta de medios y dificultades financieras sus vidas? ¿Qué hay de la desesperada ansiedad de Bach, de la radical y rebelde revolución perenne de la bailarina Isadora Duncan, o de la homosexualidad y la locura final del excepcional Nijinsky?

El rock es el presente, y en este presente hay drogas, coches, aviones, cáncer, SIDA… El talento creador que se abrasa en sí mismo o se rompe contra el muro del silencio es lo único que posee cada cual. Yo defiendo su libertad.

Tal vez este libro, aprendiendo a conocerles, y sobre todo, aprendiendo a valorarles y a estudiar los porqués de sus vidas y sus muertes, sirvan para que esa libertad tenga un mayor sentido para otros.

Los que morirán de viejos, en sus camas, y dejarán unos cadáveres horriblemente arrugados y decrépitos.

No quiero terminar sin pedir perdón a los muchos olvidados, a los que no cito, a los que simplemente murieron en la nada o perdieron el último tren de la fama. Alguien escribió que todo ser humano tiene derecho a cinco minutos de gloria durante su vida. Si no fue eso exactamente sería parecido. Tal vez cinco minutos no sean demasiado, pero hay quien tiene menos y hay quien (la auténtica legión de los condenados), sólo tiene una línea en el periódico local el día de su muerte, junto a los desaparecidos de la jornada. No es justo, pero es así. Pido perdón a los músicos que tienen unas pocas líneas en este libro, y a los que merecerían más, o menos. Pido perdón a los que no pudieron explicar por qué se iban y un centenar de desconocidos críticos e historiadores lo interpretamos por nuestra cuenta. Pido perdón a los que, como ya he dicho, serán víctimas de la ancianidad, y que los muertos de este libro quizás hallarán culpables de traición. Y pido perdón por hablar de la muerte cuando lo importante es y será siempre… vivir.

Este libro tuvo una primera idea a comienzos de los años 70, nació una década después, a comienzos de los 80, tomó forma en 1984 y 1985 y ha sido escrito entre febrero y marzo de 1987.

Gracias a quienes me ayudaron en menor o mayor grado, especialmente en la recopilación de los datos perdidos y las traducciones difíciles. Son (por orden alfabético): Antonia Cortijos (la dilecta), Hortensia Galí (la infinita), Alberto Monterde (el conseguidor), Laura Rojas (la traductora) y Alex Sánchez (el músico).

El fin no existe.

Pero esto termina aquí.

BIBLIOGRAFÍA

ESPAÑOLA

(Autor
Sierra i Fabra
)

Historia de la Música Rock, Volumen 1. El rock and roll
(1954-1962), 1981-1983

Historia de la Música Rock, Volumen 2. El beat
(1962-1966), 1981-1983

Historia de la Música Rock, Volumen 3. La era dorada del pop
(1961-1969), 1981-1983

Historia de la Música Rock, Volumen 4. El rock duro y la vanguardia de los años 70
, 1981-1983

Historia de la música Rock, Volumen 5. La gran crisis
(1911-1913) 1981-1983

Historia de la música Rock, Volumen 6. Nuevas tendencias
(1918-1983) 1981-1983

La revolución del 32 de Triciembre
. Novela, 1976

¿
Estás vivo, Jim
? Novela, 1978

1962-1912 Historia de la música pop
, 1972

Anexo a Historia de la música pop
, 1973

Mitología pop española
, 1973

Mitos del pop inglés
, 1974

Pop 18, el libro del año
, 1978

Pink Floyd, viaje al sonido
, 1976-1982

Rolling Stones, el rock y sus Satánicas Majestades
, 1976-1982

Who, su leyenda y Tommy
, 1976

Beatles, músicos del siglo XX
, 1976

Historia y poder del rock catalán
, 1977

Historia elemental de la música Rock
, Vol. 1 (De los Beatles a San Francisco) 1978-1986

Historia elemental de la música Rock
, Vol. 2 (Del underground al Glam Rock) 1978-1986

Historia elemental de la música Rock
, Vol. 3 (De la gran crisis al punk rock) 1978-1986

Historia elemental de la música rock
, Vol. 4 (De la New Wave al A.O.R.) 1986

David Bowie, el glamour del rock
, 1977

ick Wakeman. Mitos y leyendas del brujo de Yes
, 1977

Santana, el fuego latino
, 1977

Peter Frampton… alive
! 1977

John Lennon, el genio Beatle
, 1978

John Mayall, el padre blanco del blues
, 1978

Bee Gees, night fever & Sgt. Pepper's
, 1978

Bob Dylan 1941-1979
, 1979

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