Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) (12 page)

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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Ensayo, Historia

Ingresa en la prisión de Wormwood Scrubs. 12 de diciembre: La apelación presentada por Brian Jones a la corte surge efecto y la sentencia es suspendida, conmutándose por la libertad provisional durante un período de prueba no inferior a tres años. Brian Jones sale de la cárcel visiblemente afectado.

Todavía, el 24 de mayo de 1968, Mick Jagger y Marianne Faithfull, serían arrestados una vez más, en Cheyne Walk, Londres, por posesión de drogas.

Los sucesos de 1967 marcaron profundamente a Brian Jones. Las cadenas que se oían en el single
We love you
(«Nosotros os amamos»), editado como réplica a la persecución de la ley, en agosto del mismo año, eran las mismas cadenas y los portazos de las mazmorras que acompañaron muchos de sus sueños convertidos en pesadillas a lo largo de 1968 y 1969. Brian, mucho más sensible que los duros Jagger y Richard, no soportó la tensión. Cansado de todo a los veinticinco años (había nacido el 26 de febrero de 1942), harto de sexo y de probar todas las evasiones, acabó siendo carne de psiquiatra autodestruyéndose en una alucinada y fulminante caída con un fin a corto plazo. Dos nuevas detenciones en 1968, entre internamiento e internamiento hospitalario, volvieron a poblar su mente de los miedos adquiridos en la cárcel. Desquiciado, invadido por una creciente manía persecutoria y al borde del colapso, el 9 de junio de 1969 se anunció su separación del grupo. Más tarde se supo que los mismos Stones le habían invitado a marcharse, para que se tomase un largo período de descanso. Cuatro días después, el 13 de junio, Mick Taylor, guitarra de los Bluesbreakers de John Mayall, se convertía en el nuevo Rolling Stone.

El 3 de julio, menos de un mes después de su adiós, Brian Jones formulaba un adiós más definitivo: su cadáver apareció flotando en la piscina de su casa de Cotchford Farm, en Hartfield.

Pero no había muerto ahogado. La causa fue la dosis excesiva de Salbutamol ingerida antes de caer a la piscina.

Con la muerte de Brian se cerraba la página más demoledora de la historia Stone, pero no la única ni la última. Durante años el pacto con el diablo ha parecido presidir muchas de sus acciones.

Mientras Jones quedaba convertido en uno de los mártires del rock de los 60, abriendo la auténtica galería de figuras que luego engrosarían Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, el grupo bordeó todavía en 1969 la catástrofe. El 8 de julio, dos días antes del funeral por Brian (en su lápida se colocó una frase que, previsoramente dejó escrita: «No me juzguéis con demasiada severidad»), Marianne Faithfull entró en estado de coma. Logró salir de él para intentar suicidarse el 18 de agosto, en Australia, donde Mick estaba rodando la película
Ned Kelly
. Algo más: el mismo día del funeral por Brian, su anterior novia, Anita Pallemberg, ahora con Keith Richard, daba a luz al hijo de éste, Marlon. Simples coincidencias. El 29 de septiembre y recién llegado de Australia, Mick se enfrentó a un nuevo juicio por cargos relacionados con drogas: pagó una fuerte multa. Pero sin duda la culminación del demencial 1969 lo constituyó el incidente de Altamont, otra de las páginas esenciales de la crónica negra del rock.

Para presentar a Mick Taylor y olvidar las tensiones, los Rolling iniciaron una densa gira americana e inglesa entre octubre y noviembre. El día 6, para celebrar el éxito de la misma, el grupo anunció un festival gratuito en Altamont. El evento iba a ser filmado para completar la película documental sobre el grupo,
Gimme Shelter
. Inicialmente la intención de la banda fue ofrecer el festival en el Golden Gate Park de San Francisco, pero problemas con el Sears Point Raceway determinaron el cambio. Altamont estaba cerca de la bahía de San Francisco, en Alameda Country.

Lo que sucedió allí ha sido siempre difícil de analizar. Otros festivales mucho más densos no ofrecieron el clima de violencia y tensión que sobrecogió a éste aún antes de su inicio. Y aún, teniendo en cuenta que fueron trescientos mil los espectadores, puede creerse en la suerte. La hostilidad fue una espiral que con la aparición de los Hell Angels (Ángeles del Infierno), que se presentaron a modo de policía paralela para el interior del recinto, con el fin de preservar el orden, alcanzó lentamente una ebullición insostenible. Altamont era un polvorín a la espera de una chispa.

Antes del inicio del festival ya se habían producido dos muertes accidentales en la carretera de acceso. La policía detenía a decenas de personas por posesión de drogas, en una espectacular redada. Los que conseguían pasar el filtro, o habían tirado a la cuneta su preciada carga, llegaban al recinto bajo una presión psicológica tremenda. Policía, los habitantes de la zona descargando sus iras por la invasión, Ángeles del Infierno… Para colmo, en una pésima organización, no se separó el escenario del público con el habitual
back-stage
(zona libre donde generalmente se colocan invitados especiales, fotógrafos, prensa, amigos y personal de seguridad). La actuación de Jefferson Airplane tuvo que ser suspendida cuando el público agredió a Marty Balin, uno de sus solistas. Al aparecer los Rolling Stones la espiral se cerró en su punto más denso de tensión.

Los Rolling interpretaban
Sympathy for the devil
(«Simpatía por el diablo»), tema que después vetaron ellos mismos durante años, cuando a menos de diez metros del escenario un hombre negro llamado Meredith Hunter extrajo una pistola. Un espectador le hundió un cuchillo en el cuerpo y le mató. Las cámaras de Albert y David Maysles, que filmaron casualmente el incidente, lo captaron en su totalidad. Lo curioso es que la muerte de Hunter pudo haber sido el detonante de un baño de sangre… y fue todo lo contrario: esa misma sangre hizo desaparecer la tensión, la catarsis colectiva.

Y los trescientos mil feligreses del rock de Altamont regresaron sin incidentes a sus casas.

Días después, Mick Jagger reconoció haberse sentido impotente para gobernar a su audiencia, y agregó: «Ignorábamos el efecto que pudiéramos causar en una masa de gente. Aquello era increíble».

En 1967 un juez les había dicho: «Ustedes son un ejemplo para millones de jóvenes. Si ustedes dicen adelante, les seguirán. Si ustedes se drogan, se drogarán. Si ustedes se portan bien, ellos se portarán bien».

El compromiso Stone para los años 70 fue mucho más llevadero. De hecho, la clave radicó en que los 70 poco tuvieron que ver con los 60. El rock ya era una institución, un Negocio, un Montaje. A pesar de todo, el grupo mantuvo su tradición.

La primera portada escandalosa y polémica de la banda fue la del LP
Beggars banquet
, editado en 1968. En el original se veía una pared de letrinas repleta de
graffitis
expresivos, dibujos de mujeres desnudas, alusiones desmadradas en torno a la religión, la política, etc. La compañía discográfica Decca no quiso editarla y el álbum se retrasó seis meses, apareciendo finalmente con una portada en blanco. Los Rolling no tardaron en crear su propia compañía, con el emblema de los labios de Mick, grandes y rojos, sacándole la lengua al mundo. En 1971 otra portada Stone, ésta sí publicada, causó otro escándalo. En ella se veía una cremallera (de verdad) que abría una bragueta bajo la cual se perfilaba un poderoso y enorme aparato sexual (¿el de Jagger?). En España, siguiendo las múltiples barbaridades que durante años cortaron y alteraron toda clase de discos, el LP salió con otro portada, y hoy,
Sticky fingers
en su versión española es toda una rareza de coleccionista anglosajón.

Con Mick Jagger casado (12 de mayo de 1971, Saint Troppez, con Bianca Pérez Morena de Macias), Keith tomó momentáneamente el relevo. En marzo de 1973 fue detenido con Anita Pallemberg por posesión de drogas y tenencia ilícita de armas. Pasaron unos días encerrados. En 1976 (27 de febrero), el sentido de humor de Jagger se patentizó en un hecho curioso: una pareja tuvo que ser asistida en un hospital de Nueva York por una sobredosis mal controlada. En el registro dieron los nombres de Mercedes y Benz, pero no engañaron a nadie, al menos él. Era Mick Jagger.

Y el 27 de febrero de 1977 nuevamente Keith Richard protagonizó un hecho que pudo tener consecuencias mucho más dramáticas. Ese día Keith fue detenido en Toronto, Canadá, y en un hecho sin precedentes la ley no sólo le acusó de tenencia de drogas (heroína y cocaína) sino… de tráfico. La diferencia entre un cargo y otro eran y son evidentes: Keith podía ser condenado a una larga pena carcelaria, entre diez y veinticinco años. Durante los días que permaneció en la cárcel hubo toda clase de especulaciones y el hecho se convirtió en un incidente internacional. Los amores de Mick Jagger con la primera dama canadiense, la esposa del primer ministro Pierre Trudeau, saltaron a la palestra (la señora Trudeau siguió a los Rolling en una gira y acabó en la habitación de Mick) y el escándalo salpicó al gobierno por represaliar tan absurdamente al conjunto. Finalmente Keith se declaró culpable de llevar encima veintidós gramos de heroína y los cargos por lo de la cocaína quedaron anulados. La sentencia fue declarada «en suspenso» con una única condición: que Richard actuase en un concierto benéfico. El 22 de abril de 1979 la condición fue cumplida: Keith Richard, con Mick Jagger de invitado estelar, actuó en concierto a beneficio del Instituto Canadiense para Ciegos.

Es inútil seguir con nuevas detenciones. Son meros apuntes salpicando la misma historia. En los últimos años los Rolling Stones no han dejado de ser La Más Grande Banda de Rock de Todos los Tiempos. Veinticinco años en activo, los mismos miembros iniciales salvo Brian Jones, lo prueban.

Aun así, es difícil sustraerse al encanto de citar algunas acotaciones más.

Por ejemplo ¿qué fue de las mujeres Rolling? Bianca Pérez se convirtió en una dama de lujo de la
jet-set
internacional, y Margaret Trudeau, libre de su marido el primer ministro canadiense Pierre Trudeau inició una nueva vida más acorde con sus aficiones. Pero otras tuvieron menos suerte.

Marsha Hunt engendró la primera hija de Mick Jagger y de eso ha vivido. Anita Pallemberg, todavía con Keith Richard pero acusando el paso del tiempo, buscó «otros placeres y diversiones», y especialmente manos jóvenes para su cuerpo. Una noche de julio de 1979 un adolescente llamado Scott Cantrell jugó a algo más que a sublimarla sexualmente en su cama (la cama estaba en la casa de Richard, en Nueva York), y se voló la cabeza jugando a la ruleta rusa. El caso parecía simple pero el padre del joven Cantrell no lo creyó así y presentó una demanda contra ella, acusándola de haber incitado con drogas y sexo a su hijo, reclamo para que él le dispensase sus favores. La policía aceptó la denuncia y Anita fue acusada de complicidad en el incidente para ser puesta en libertad el 29 de noviembre del mismo 79. Seis días antes de eso, otra chica Stone, Marianne Faithfull, era detenida en el aeropuerto de Oslo por posesión de marihuana, hallándose en plena gira promocional de su nuevo LP. Y es que de todas las mujeres de los Rolling, ella fue la única que pudo salir del pozo. Marianne nació en 1946, en Londres, y procedía de una familia muy religiosa. Andrew Loog Oldham,
manager
de los Rolling, la descubrió con sólo dieciocho años y pretendió lanzarla a la fama con una canción de Jagger y Richard. La jugada le salió relativamente bien, porque Marianne como cantante disfrutó de una leve ascensión. En cambio su éxito fue erigirla en la heroína de la parroquia de fans cuando Mick la situó a su lado como reina consorte. Marianne, casada con el
manager
de una galería de arte llamado John Dumbar, disfrutó de los mejores (y más duros) años de la leyenda de la banda, cantando y grabando ocasionalmente. Su drogadicción, intento de suicidio, el aborto del hijo que esperaba y otros desastres, la llevaron varias veces al borde del fin.

En 1980 reapareció como cantante, con una nueva y sugerente línea, demostrando lo más esencial: que estaba viva. De las últimas mujeres quizás deba destacarse a Jerry Hall, una escultural modelo que le ha dado a Jagger dos hijas.

En este punto hay que hacer notar un detalle: ¿Y Bill Wyman y Charlie Watts? En realidad el bajo y el batería del grupo siempre fueron dos personajes oscuros, a remolque del trío de cabeza. Incluso el nuevo guitarra desde fines de los 70, Ron Wood, tuvo sus más y sus menos legales, con varias detenciones casi siempre en unión de su compañero y amigo Keith Richard. En el caso de Watts es un padre de familia aparentemente intachable. En cambio Bill Wyman acabó demostrando ser un Rolling, aunque fuese ya tarde, en los años 80.

En 1983 Bill descubrió a una preciosidad en un club. La preciosidad iba acompañada de una dotación materna pero el valor de ser una estrella del rock radica precisamente en eso, en el valor que se necesita para acercarse y llevársela a bailar. La madre se emocionó de que un famoso bailara con su hija, aunque ella… sólo tuviese trece años.

Evidentemente hay niñas de veinte años y mujeres de quince. Bill se enamoró de una niña-mujer de trece a pesar de su cuarentona edad. Con permiso materno (siempre) financió su educación en los mejores «colleges» y disfrutó de la tierna amistad por espacio de casi tres años. Cuando Mandy Smith, nombre de la muñeca, le hubo sacado todo el jugo al juego, se enamoró de un efebo rubio en la Costa del Sol española. Fue al tratar de recuperar Wyman su posesión cuando el escándalo saltó a la prensa y se divulgó la noticia. A pesar de los pesares, Mandy era menor de edad así que el Stone se encontró frente a una seria acusación. Por supuesto, para eso está el dinero, no pasó nada.

Salvo que en enero de 1987, Mandy Smith, convertida todavía más en un bombón, se presentó como cantante en Londres, luciendo como único atuendo un bikini y empleando a su favor la morbosa publicidad desarrollada a lo largo de 1986. Poco importaba que no tuviese el menor atisbo de voz y que el debut fuese un fracaso. La última de las chicas Stone, al igual que las chicas Bond, aspiraba como todas las demás a su parcelita de fama tras haber pagado su precio.

Y no puede cerrarse la leyenda de los enemigos públicos número 1 sin un recuerdo al «músico desconocido»: Ian Stewart.

Ian Stewart fue el sexto Rolling Stone, porque en un comienzo el grupo lo integraron seis miembros. Él era el pianista. En 1962, en la hora decisiva, cuando debían de lanzarse a fondo y a por todas en pos de la fama, Ian se lo pensó mejor y renunció a la aventura. Quería estudiar. Un año después ya fue demasiado tarde: la banda se había hecho famosa como quinteto y el teclista quedó fuera. Existe, como es natural, otra versión del mismo hecho, y es esta: Andrew Loog Oldham,
manager
del grupo, decidió que la imagen de Stewart no tenía nada que ver con la de los otros y forzó su abandono. En uno u otro caso se quedó sin la gloria, aunque sus compañeros jamás le olvidaron, y de hecho Ian intervino en la gran mayoría de discos de los Rolling Stones y en infinidad de giras. El 12 de diciembre de 1985, tan en las sombras como vivió, murió de un infarto.

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