Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) (9 page)

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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Ensayo, Historia

La nota curiosa, trágica y burlona, era que la muerte de Jack «Cactus» Call, motivo del festival cuya consecuencia fueron tres nuevas vidas, se debió a un accidente de tráfico.

Nadie organizó un nuevo festival.

Un avión acabó también con la vida de Jim Reeves, la primera leyenda de la música
country
, más por esa muerte que por sus éxitos, aun siendo éstos importantes. Cuando el 31 de julio de 1964 pereció en Tennessee llevaba veinte años cantando, y antes había sido jugador de
base-ball
, locutor y presentador. En 1953 obtuvo el primero de sus hits,
Mexican Joe
, y ya no dejó de situar canciones en los
rankings
hasta su desaparición, un mes antes de cumplir cuarenta años puesto que nació el 20 de agosto de 1929 en Galloway, Texas. Lo más curioso, como en tantas ocasiones, es que fue a raíz de su muerte cuando su figura se mitificó hasta grados de insospechada fuerza. En Inglaterra veinte canciones suyas fueron éxito hasta 1972, incluida la más famosa,
Distant drum
, número 1 en 1966.

La variedad de formas en que las estrellas comenzaban a morir, se manifiesta en los cuatro tipos de fin con que cerraron sus carreras Dinah Washington, Richard Fariña, Bobby Fuller y Johnny Kidd. De los cuatro, la más famosa fue Dinah, cuyo nombre real era Ruth Jones. Nació el 29 de agosto de 1924 en Tuscaloosa, Alabama, y llegó a ser considerada la Reina del
Blues
por su excepcional calidad artística. Del
blues
pasó al
rhythm & blues
y en 1959 con
What a difference a day made
se asentó entre las estrellas populares iniciando una segunda carrera que acabó igual que su vida privada, trágicamente. Los últimos años los vivió inmersa en un infierno de escándalos y tragedias personales que la hicieron abocarse a las píldoras, para dormir, para levantarse, para cantar, para tranquilizarse… El 14 de diciembre de 1963 se excedió en el número de píldoras.

Richard Fariña, nacido en 1937, estaba casado con Mimi Baez, hermana de Joan Baez. Nunca fue un destacado intérprete de
folk
pero su amistad con Bob Dylan le ayudó a levantar un poco la cabeza. La verdad es que su principal actividad era la de escritor. El destino le deparó una amarga sorpresa: el día 30 de abril de 1966 (día del cumpleaños de su esposa), presentó su primera novela,
Been down so long it looks like up to me
, y de regreso a casa en moto se estrelló. Johnny Kidd dejó igualmente la vida en la carretera, conduciendo su automóvil. Como Johnny Kidd & The Pirates obtuvo media docena de impactos justo al acabarse la fiebre del
rock and roll
, y no supo adaptarse a un cambio que acabó por llevárselo el 7 de octubre de 1966. Su muerte a pesar de todo fue mucho más «agradable» que la de Bobby Fuller, líder del grupo The Bobby Fuller Four, un cuarteto del El Paso que hacía
rock and roll
a la tejana. El mismo año de su éxito Bobby tuvo un encontronazo con un motorista de la banda de los Ángeles del Infierno (terror de las carreteras a lomos de sus poderosas motos, y más tarde desorbitadamente mitificados en su vinculación con el rock). Nadie llegó a saber nunca el motivo de la pelea pero lo que sí se sabe es que Bobby Fuller fue machacado por varios de los motoristas y que, no contentos con ello, le hicieron beber una lata de gasolina antes de introducirle una cerilla en la boca y cerrársela. El impacto del caso hizo que apareciesen otras versiones de lo sucedido, y algunos conocidos del infortunado artista dejaron entrever que ciertas conexiones de éste con delincuentes (mafia) bien podían tener algo que ver con su dramático fin, el 18 de julio de 1966. El resultado de la investigación, si la hubo, se perdió en el olvido.

No hay que olvidar que el
rock and roll
seguía siendo el híbrido natural del
rhythm & blues
y el
country & western
, así que para seguir con la historia hay que volver a los artistas negros, citando a tres de los más importantes. Por causas distintas murieron lejos del tiempo de sus éxitos, pero una vez más, indirectamente, a causa de ellos. Son Clyde McPhatter, Larry Williams y Jackie Wilson.

Clyde McPhatter era el habitual hijo de un sacerdote baptista que a base de cantar
gospels
en la iglesia paterna llegó a tener una voz extraordinaria. Nacido el 15 de noviembre de 1933 en Durham, Carolina del Norte, formó su primer grupo a los catorce años y a los dieciséis dejó los espirituales para ser el cantante solista de Billy Ward & The Dominoes. Unos medidos
hits
discográficos a comienzos de los años 50 le hicieron dar vida en 1953 a una de las formaciones clave del
rhythm & blues
de esta década: The Drifters. Salvo por el paréntesis 1954-56 en que se vio obligado a incorporarse al servicio militar, los Drifters contaron su carrera por éxitos hasta 1959. Al acabar la euforia del
rock and roll
y plasmar los años 60 otras realidades, tanto el grupo como él se vieron relegados a una nostalgia tenebrosa que le llevó a constantes crisis y depresiones. La bebida se le hizo habitual y ya no la abandonó en ningún momento. En 1967 se instaló en Londres con la esperanza de que allí las cosas le fueran mejor pero tuvo que regresar en 1970. El 13 de junio de 1972 una última copa deshacía su maltrecho hígado y el corazón entonaba la nota final de una vida que se paró a los treinta y ocho años. Pero todo había comenzado el día en que, con veinticinco, Clyde McPhatter se preguntó «¿y ahora qué?»

La historia de Larry Williams es mucho más breve, aunque pintoresca. Un caso típico de «huida hacia adelante». Nacido en Nueva Orleans el 10 de mayo de 1935 fue un oscuro pianista de
jazz
y de
rhythm & blues
hasta que en 1956 consiguió grabar un disco. Nunca llegó a ser un número 1 pero algunas de sus composiciones pasaron por los años 60 y 70 convertidas en clásicos:
Bony Morony, Dizzy Miss Lizzy
y otras, que cantaron Beatles y demás grandes. Llegó a ser considerado el rival de Little Richard pero… pasó al olvido con el cambio de directrices musicales de los años 60.

Como el dinero por los
royaltis
de sus discos y composiciones continuó llegándole, se apresuró a invertirlo en algo que asegurase su futuro. ¿El negocio de la música? No. Lo consideraba inseguro.

Era mucho más rentable apostar por la profesión más vieja del mundo y la necesidad que de ella tenían los adinerados de Hollywood: una sólida cadena de locales de prostitución. Todo marchó bien hasta que una bala se cruzó en su camino en 1979. Tampoco aquí hubo un veredicto unánime.

Según la familia los amigos del muerto habían decidido matarle por sus relaciones mafiosas. Para la policía, teniendo en cuenta que era un sinvergüenza menos en su lista, fue un simple caso de suicidio. Caso cerrado.

Jackie Wilson tuvo otra cosa cerrada durante casi nueve años: su mente. Admirado por Michael Jackson y la mayoría de cantantes negros, Jackie fue considerado en su tiempo como «el Elvis negro», por su voz, su fuerza interpretativa y su carisma, tanto dentro como fuera del escenario, al menos hasta que dejó de tener éxito. Jackie nació el 9 de junio de 1936 en Detroit, Michigan, y fue descubierto por Johnny Otis, un patriarca de la música negra, con sólo nueve años de edad. A los diecisiete sustituye a Clyde McPhatter en los Dominoes de Billy Ward y en 1957 inicia su carrera en solitario. Le bastarían cuatro años para ser una de las más rutilantes estrellas del momento. La pasión que motivaba y la encendida histeria de las fans fueron el primer determinante de su deterioro, iniciado conjuntamente en 1961. Una noche se encontró con una mujer negra de veintiocho años esperándole a la puerta de su casa. Dijo llamarse Joana Jones y se le ofreció. Jackie se negó y la candidata a cama se convirtió en candidata a escándalo: le puso un revólver por delante y entre amenazas dirigidas a él, y afirmaciones de que se suicidaría ella si no le hacía un favor, el asunto comenzó a ponerse peligroso. Aprovechando una inflexión en el diálogo Jackie Wilson jugó a ser héroe y el arma se disparó. Su herida no fue importante, aunque pudo haber sido peor. Lo malo fue el escándalo, teniendo en cuenta que a los ojos de los bienpensantes no dejaba de ser un negro, y con o sin razón, en algún lío andaría.

Los líos llegaron con su moribunda carrera en los 60, cuando aún no había cumplido treinta años de edad. Las drogas le convirtieron en un adicto y por su pasado incidente con la señorita Jones o por cualquier otro motivo, solía llevar dos pistolas cargadas encima. La policía le detuvo al encontrarlas y carecer del correspondiente permiso de armas, y también porque en el registro dieron con una buena cantidad de provisiones para vuelos sin fin: heroína. Antes de acabar la década de los 60 un marido celoso descargó una pistola en el pecho de su esposa y al detenerle la policía citó a Jackie como responsable. La mujer trabajaba de simple camarera en el club donde el cantante luchaba por seguir siéndolo.

En 1975, al pie del cañón, cantando en otra sala de Nueva York, sus cables se cruzaron y cayó al suelo desplomado. Nadie consiguió ponérselos de nuevo en su sitio y la apoplejía le sumió casi nueve años en el coma profundo del que ya no despertó. El 21 de enero de 1984 su corazón dejó de latir.

No todos los vencidos de ayer y recordados hoy tuvieron fines tan tristes. Dos de los gigantes del
blues
británico, padres de buena parte del «boom» del
rhythm & blues
inglés de los 60 (Rolling Stones, Animáis, etc), desaparecieron por causas mucho más naturales, y separados veinte años entre sí. Cyril Davies murió el 7 de enero de 1964 de leucemia, a los treinta y dos años, y Alexis Korner el 1 de enero de 1984 de cáncer, a los cincuenta y cinco años. Los dos formaron equipo a comienzos de los 60 y más tarde Cyril creó su propia banda, la All Stars, por la que pasaron los músicos que después agitarían con su personalidad la música
pop
(Long John Baldry, Jimmy Page, Nicky Hopkins, Mickey Waller, etc). Korner, hijo de un austríaco y de una turco-griega, nacido en París pero nacionalizado inglés, fue quien introdujo en Gran Bretaña a Muddy Waters, Big Bill Broonzy, John Lee Hooker, Sonny Terry y otros gigantes del
blues
. Por su banda pasaron Charlie Watts, Jack Bruce, Ginger Baker, Graham Bond, Keith Richard, Eric Burdon, Paul Jones, Brian Jones, John McLaughlin… y descubrió entre otros a John Mayall, amén de crear incesantes grupos como la macrobanda CCS (Collective Consciousness Society) en 1970. Si Cyril Davies murió en el estudio de grabación, al pie del cañón, Alexis Korner todavía hubiese dado mucha más música a la historia. Uno y otro, leucemia y cáncer, treinta y dos y cincuenta y cinco años, son parte del legado de la Era Rock.

7
LENNON, EL LARGO CAMINO DE UNA MALDICIÓN

La maldición de los Lennon existe, es real. Para los buscadores de misterios, los que analizan pistas y datos, los que escarban en las riberas del Más Allá, era inevitable que John Lennon muriese, y que lo hiciese precisamente en 1980. ¿Por qué? El motivo se desprende de la misma historia de una familia tocada por el halo de la fatalidad. Es fácil de comprobar.

Jack Lennon, abuelo de John, fue músico en su juventud. Tocó en los Kentucky Minstrels y aunque no se sabe demasiado de él sí se conoce la primera clave de su maldición dinástica: murió en 1917, cuando su hijo Alfred tenía cinco años. Alfred Lennon fue a parar a un orfanato.

La vida de Alfred fue un constante azar marcado por la inestabilidad de un mundo en cambio que atravesaba la etapa de entreguerras. Se casó con Julia Stanley, madre del futuro Beatle, y eso fue lo mejor que pudo hacer. El 9 de octubre de 1940, en plena Guerra Mundial y con el país sometido a los bombardeos alemanes, nacía John Winston Lennon (lo de Winston fue por patriotismo, ya que era el nombre de Churchill, artífice de la resistencia inglesa y de la victoria). En 1945, teniendo John Lennon cinco años… Alfred se marchó, abandonándole. John no le volvió a ver hasta que él ya fue un triunfador. A fines de 1965 y con el nombre de Freddie Lennon, Alfred grabó un disco, siguiendo la tradición de su padre músico y de su hijo. Las canciones,
That's my life (my love and my home)
y
The next time you feel important
(«Esta es mi vida, mi amor y mi casa», y «La próxima vez seré importante»), fueron un fracaso y desapareció del mapa siguiendo su camino.

A John Lennon le crió mucho más su tía Mimi que su madre, porque Julia Stanley trabajaba fuera y sólo de tanto en tanto aparecía por la casa de su hermana en Liverpool. El 15 de julio de 1958, y ante los ojos de su hijo, Julia fue atropellada y murió.

John siempre deseó ser un buen padre. Sin embargo las cosas nunca salieron como él esperaba.

En los mismos días en que los Beatles grababan el que sería su primer
single
, tuvo que casarse precipitadamente con su novia del Instituto de Arte, Cynthia Powell. Su hijo Julian (nombre impuesto en honor de su madre) nació el 8 de abril de 1963, dos meses después de que el segundo single,
Please please me
, hubiese sido número 1 en Inglaterra abriendo la Era Beatle. Así que John, entre giras, éxito y la locura de haber conquistado el mundo, no sólo no fue un buen padre sino que cuando su hijo Julian tenía cinco años… él se divorció de Cynthia para casarse con Yoko Ono. Era el penúltimo acto de la maldición Lennon.

Yoko Ono también perdió una hija al casarse con John, producto de su segundo matrimonio con el cineasta Anthony Cox: Kyoko. Los dos buscaron la forma de corregir errores pasados persiguiendo una paternidad que les fue esquiva durante años. Varios abortos y una separación preludiaron el definitivo alumbramiento de Sean, el segundo hijo de John Lennon, nacido el 9 de octubre de 1975 (el mismo día que John cumplía treinta y cinco años). Esta vez el ex-Beatle no quiso jugar con la suerte. En 1977 se retiró del mundo del espectáculo y de las grabaciones, y dijo que su única ocupación sería la de padre, educando a Sean, hasta que el pequeño hubiese crecido un poco. Cumplió su palabra y en 1980 sintió nuevamente la necesidad de ser artista. Grabó el LP
Double fantasy
con Yoko, lo lanzó a un mundo que lo esperaba ávido y… la noche del 8 al 9 de diciembre las balas de un loco le mataron.

Sean tenía cinco años.

En paralelo a «la maldición de los Lennon» (Julian y Sean tienen la posibilidad de deshacerla en el futuro), y del vínculo mágico que el número nueve ha tenido en la vida de John (él y Sean nacieron en día nueve, Julian en ocho pero… casi el nueve, John fue asesinado la noche del ocho al nueve, hizo canciones como
Revolution 9
y
9 dream
, ganó el juicio para quedarse en Estados Unidos en día nueve, estuvo a punto de morir un 29 de julio al recibir una descarga eléctrica, se casó en 1969, Yoko perdió un hijo después de la boda un día nueve y un largo etc.), toda la vida de John y en paralelo la de los Beatles tiene abundantes destellos de crónica negra, lo mismo que la de los Rolling Stones, cabezas visibles de la música de los 60. Decir que John Lennon murió asesinado es decir poco, porque hay mucho que contar de ese largo camino en pos de una maldición.

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