—Seguramente lo tiene para ellos.
Moses Kaldor tosió reclamando la atención. Era una estrategia que raramente le fallaba.
—Esto es todavía sólo una teoría —comenzó—, pero cada vez más los hechos lo corroboran. Habrán observado que lo que hay aquí es metal, escrupulosamente seleccionado entre una gran variedad de elementos. Ahora bien, para una criatura marina inteligente, el metal debe de ser bastante misterioso, y algo muy distinto a los demás productos naturales del océano. Los escorpios parecen estar aún en la Edad de Piedra, y no hay forma de que puedan salir de ella tal y como nosotros, los animales terrestres, lo hicimos en la Tierra. Sin fuego, están atrapados en un callejón sin salida tecnológica. Creo que estamos asistiendo a una repetición de algo que ocurrió hace tiempo ya en nuestro mundo. ¿Saben de dónde obtuvo el hombre prehistórico sus primeros suministros de hierro? ¡Del espacio!
»No me extraña su asombro. No se encuentra jamás hierro puro en la Naturaleza; se oxida demasiado fácilmente. La única fuente de abastecimiento para el hombre primitivo eran los meteoritos. No tiene nada de extraño, pues, que fuesen venerados y que nuestros antepasados creyeran en seres sobrenaturales más allá del cielo. ¿Acaso está ocurriendo lo mismo aquí? Les pido que lo consideren seriamente. Todavía no conocemos el nivel de inteligencia de los escorpios. Quizá coleccionen metales por simple curiosidad y estén fascinados por sus propiedades... ¿quizá debería decir mágicas? Pero, ¿sabrán usarlas para algo más que para decoración? ¿Hasta dónde pueden evolucionar mientras permanezcan bajo el agua? Y, ¿permanecerán siempre allí? Amigos míos, creo que deberían investigar todo lo que puedan sobre los escorpios. Quizás están ustedes compartiendo su planeta con otra raza inteligente. ¿Piensan cooperar, o luchar? Aun cuando no sean realmente inteligentes, los escorpios pueden llegar a representar una amenaza mortal o pueden ser un instrumento útil. Puede que debieran cultivarlos. Por cierto, observen la referencial Cargo Cult en sus bancos de historia... es C—A—R—G—O C—U—L—T. Me encantaría conocer el siguiente capítulo de esta historia. Quizás en estos momentos, unos escorpios filósofos estén reunidos en los bosques de algas deliberando lo que deben hacer con nosotros. Así pues, por favor, arreglen las antenas espaciales para que podamos seguir en contacto. El ordenador de la
Magallanes
estará esperando su informe mientras nos vigila en nuestro viaje a Sagan Dos.
—¿Qué es Dios? —preguntó Mirissa.
Kaldor suspiró y apartó la vista de la representación visual multisecular que veía en la pantalla.
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque ayer Loren dijo «Moses cree que los escorpios deben de estar buscando a Dios».
—¿De verdad dijo eso? Más tarde hablaré con él. Y tú, jovencita, me pides que te explique algo que ha obsesionado a millones de hombres durante miles de años, y que ha producido más palabras que cualquier otro hecho en la historia. ¿De cuánto tiempo dispones esta mañana?
Mirissa rió.
—Oh, por lo menos de una hora. ¿No me dijiste una vez que todo lo que es realmente importante puede expresarse en una sola frase?
—Hmm. En esta vida me he encontrado con algunas frases sumamente largas. A ver, por dónde voy a empezar...
Su mirada vagó por el claro que se extendía fuera de la ventana de la biblioteca y por el silencioso, ¡pero tan elocuente!, casco de la nave madre que se destacaba en él.
«La vida humana de este planeta comenzó aquí; no me extraña que a menudo me recuerde al Edén. ¿Soy yo la Serpiente que está a punto de destruir su inocencia? Pero yo no le voy a explicar a una joven tan inteligente como Mirissa nada que no sepa ya o que no haya adivinado».
—El problema que existe con la palabra Dios —empezó lentamente—, es que nunca significó lo mismo para cada persona, sobre todo si se trataba de filósofos. Por esto, su uso fue desapareciendo poco a poco durante el Tercer Milenio, conservándose sólo como expelitivo; demasiado obsceno en algunas culturas para su uso en una conversación educada. En su lugar fue sustituida por toda una constelación de términos especializados. Esto, por lo menos, acabó con la discusión entre las personas que defendían significados opuestos, ya que ésta fue la razón por la que en el pasado se produjeron el noventa por ciento de los enfrentamientos. El Dios personal, llamado a veces Dios Uno, pasó a llamarse Alfa. Ésta era la entidad hipotética que, según se suponía, cuidaba de los asuntos de la vida cotidiana de cada persona, ¡y de cada animal! y premiaba el bien y castigaba el mal, por lo general en una existencia posterior a la muerte muy vagamente descrita. Se rendía culto a Alfa, se le rezaba, se llevaban a cabo ceremonias religiosas muy elaboradas, y se construían templos enormes en su honor...
»Después estaba el Dios que creó el universo y, que no se sabe si se despreocupó o no de él después de su creación. Éste era Omega. Cuando acabaron de diseccionar a Dios, los filósofos habían empleado casi todas las veinte letras del alfabeto griego antiguo. Pero Alfa y Omega son suficientes por esta mañana. Sólo te diré que se dedicaron más de diez mil millones de años humanos a discutir sobre esto.
»Alfa estaba inextricadamente relacionado con la religión, y eso supuso su perdición. Podría haber estado presente hasta el momento de la destrucción de la Tierra si las innumerables religiones que existían se hubieran dejado en paz mutuamente. Sin embargo, no podían hacer eso, porque cada una de ellas reclamaba la posesión del Dios único y de la verdad. Por lo tanto, tenían que destruir a sus rivales, eliminando no sólo a todas las demás religiones, sino también a los disidentes de su propia confesión.
»Por supuesto, estoy simplificando mucho, los hombres y mujeres buenos a menudo estaban por encima de sus creencias, y es muy posible que la religión fuera
esencial
en las sociedades humanas antiguas. Sin unas sanciones supranaturales que les condicionaran, quizá los hombres nunca se hubieran unido en comunidades más grandes que las tribales. La religión no se convirtió en una fuerza esencialmente antisocial hasta que fue corrompida por el poder y los privilegios. El gran bien que había hecho fue eclipsado posteriormente por males mayores.
»Nunca habrás oído hablar, espero, de la Inquisición, de la caza de brujas o de las Jihads. ¿Puedes creer que incluso dentro de la Era Espacial había naciones en las que los niños podían ser legalmente ejecutados porque sus padres pertenecían a una subclase herética del tipo de Dios Alfa que veneraba el estado? Esto te chocará, pero estas cosas —y otras peores— sucedían cuando nuestros antepasados comenzaban la exploración del Sistema Solar.
»Por suerte para la Humanidad, de una manera más o menos airosa, Alfa desapareció del mapa, a principios de los años 2000. Murió a causa de un desarrollo fascinante de lo que se llamó teología estadística. ¿Cuánto tiempo me queda? ¿No estará
Bobby
poniéndose impaciente?
Mirissa echó un vistazo por el gran ventanal. El palomino parecía feliz en la hierba alrededor de la base de la Nave Madre, y era evidente que estaba tranquilo.
—No se alejará mientras aquí haya algo para comer. ¿Qué era la teología estadística?
—Fue el asfalto final al problema del Mal. En ello fue decisiva la aparición de un culto muy excéntrico; sus seguidores se autodenominaron neomaniqueos, no me preguntes por qué, hacia el año 2050. Por cierto, fue la primera «religión orbital». Aunque todas las demás confesiones habían utilizado los satélites de comunicaciones para difundir sus doctrinas, los neomaniqueos contaban exclusivamente con ellos. No tenían otro lugar de reunión más que la pantalla de televisión.
»A pesar de su dependencia de la tecnología, su tradición venía de muy antiguo. Ellos creían que Alfa existía, pero que era absolutamente malo, y que el último fin de la Humanidad era enfrentarse a él y destruirlo.
»En apoyo a su confesión, recopilaron una serie inmensa de hechos horribles de la historia y la zoología. Creo que debía de tratarse de una gente con un humor bastante negro, porque parecían experimentar un placer morboso reuniendo ese material.
»Por ejemplo, una prueba válida de la existencia de Alfa era la que se denominó Argumento del Diseño. Ahora sabemos que es absolutamente erróneo, pero los neomaniqueos hicieron que pareciera del todo convincente e irrefutable.
»Si ves que un objeto tiene un bonito diseño —su ejemplo favorito era el reloj digital— tiene que haber un planificador, un creador, detrás de él. Sólo hay que mirar la Naturaleza. Y lo hicieron, al pie de la letra. Su campo fue en especial la parasitología. Por cierto, ¡no sabes la suerte que tienes de vivir en Thalassa! No te repugnaré describiendo los increíbles e ingeniosos métodos y adaptaciones de las que se sirvieron estos seres para invadir y minar otros organismos, en especial los humanos, para conseguir su destrucción. Sólo mencionaré una mascota especial de los neomaniqueos, la avispa.
»Esta deliciosa criatura ponía sus huevos en otros insectos, después de paralizarlos, para que cuando sus larvas salieran del huevo, éstas tuvieran un buen suministro de carne viva y fresca.
»Los neomaniqueos eran capaces de estar hablando durante horas de cosas de este tipo, exponiendo los caprichos de la Naturaleza, como prueba de que Alfa era, si no extremadamente malo, sí indiferente por completo a los criterios humanos de moralidad y bondad. No te preocupes, no puedo imitarles, y no lo haré.
»Sin embargo, debo mencionar otra de sus pruebas favoritas, el Argumento de la Catástrofe. Un ejemplo típico que podría producirse incontables veces: unos adoradores de Alfa se reúnen para pedir ayuda ante la proximidad de un desastre; y todos mueren porque se derrumba su refugio, mientras que la mayoría de ellos se habrían salvado si se hubieran quedado en sus Casas.
»Los neomaniqueos reunieron volúmenes enteros de horrores de este tipo, como hospitales y residencias de ancianos incendiados, colegios de párvulos sepultados por terremotos, y volcanes o maremotos que destruyeron ciudades. La lista es inacabable.
»Naturalmente, los adoradores de Alfa rivales no se rindieron ante eso, y reunieron el mismo número de ejemplos contrarios, las maravillas que se habían producido, una y otra vez, para
salvar
de la catástrofe a los devotos creyentes.
»Este debate duró, en formas diversas, varios miles de años. No obstante, hacia el siglo XXI, las nuevas tecnologías de la información y los métodos de análisis estadístico, junto con una comprensión más amplia de la teoría de la probabilidad, ayudaron a encontrar la solución.
»Pasaron varias décadas antes de que aparecieran las respuestas, y tuvieron que pasar otras más para que fueran aceptadas por la casi totalidad de los hombres inteligentes: las cosas malas sucedían con la misma frecuencia que las buenas. Como ya se sospechaba desde hacía mucho tiempo, el universo simplemente obedecía a las leyes de la probabilidad matemática. Por supuesto, no había ningún signo de intervención sobrenatural, ni para bien ni para mal.
»De modo que el problema del mal nunca existió en realidad. Esperar que el universo fuera benévolo era como imaginar que uno pudiera ganar
siempre
en un juego de azar.
»Algunos devotos intentaron salvar la situación fundando una religión que veneraba a Alfa el Supremo Indiferente, y utilizaron la curva acampanada de la distribución normal como símbolo de su fe. No hace falta decir que una divinidad tan abstracta no inspiraba mucha devoción.
»Y ya que hablamos de matemáticas, éstas infligieron a Alfa otro golpe aplastante en el siglo XXI (¿o fue en el XXII?). Un brillante terrícola llamado Kurt Godel probó que existían ciertos límites fundamentales absolutos del conocimiento, y así, la idea de un Ser Omnisciente —una de las definiciones de Alfa— era, por lógica, absurda. Este descubrimiento ha llegado hasta nosotros a través de uno de esos inolvidables malos juegos de palabras. «Con Godel, adiós Dios». Los estudiantes solían escribir pintadas en las paredes con las letras D, I, O y la sigma griega, y, por supuesto, había versiones que decían: «Con Dios, adiós Godel».
»Pero volvamos a Alfa. Hacia mediados del milenio, éste había dejado de formar parte más o menos de las inquietudes humanas. Prácticamente todos los hombres pensadores habían acabado estando de acuerdo con el duro veredicto del gran filósofo Lucrecio:
todas
las religiones eran fundamentalmente inmorales, porque las supersticiones que divulgaban forjaban el mal más que el bien.
»Aún así, algunas de las viejas confesiones lograron sobrevivir, aunque con sus formas drásticamente alteradas, hasta el fin de la Tierra. Los Mormones del Último Día y las Hijas del Profeta llegaron incluso a crear sus propias naves sembradoras. A menudo me pregunto qué habría sido de ellas.
»Desacreditado Alfa, sólo quedaba Omega, el Creador de todas las cosas. No es tan sencillo deshacerse de Omega; el universo precisa una buena cantidad de explicaciones. ¿No estás de acuerdo conmigo? Existe un antiguo chiste filosófico que es mucho más sutil de lo que parece. Pregunta: ¿Por qué está aquí el Universo? Respuesta: ¿Dónde, si no, podría estar? Y pienso que esto es suficiente para una mañana.
—Gracias, Moses —contestó Mirissa, algo aturdida—. Todo esto ya lo habías contado antes, ¿verdad?
—Claro que sí, muchas veces. Y prométeme sólo una cosa.
—¿Cuál?
—No creas nada de lo que te he dicho por el mero hecho de que te lo haya contado yo. No hay ningún problema filosófico que llegue a solucionarse nunca. Omega sigue estando cerca, y a veces pienso lo mismo de Alfa...
Su nombre era Carina, tenía dieciocho años, y aunque era la primera vez que estaba de noche en el barco de Kumar, no era, de ningún modo, la primera vez que estaba en sus brazos. De hecho tenía quizás el mayor derecho al muy disputado título de ser su chica favorita.
Aunque el sol se había puesto, la luna interior —mucho más brillante y cercana que la luna perdida de la Tierra— era casi llena, y la playa, a un kilómetro de distancia, estaba a flor de agua con su luz fría y azul. Había un pequeño fuego ante la línea de palmeras, donde la fiesta continuaba. El débil sonido de la música podía oírse de vez en cuando por encima del suave murmullo del motor a reacción, que funcionaba al nivel más bajo de potencia. Kumar ya había conseguido su primer objetivo y no tenía demasiada prisa por ir a ningún sitio. No obstante, como el buen marinero que era, ocasionalmente se escabullía para dar instrucciones al piloto automático y otear rápidamente el horizonte.