Read Conspiración Maine Online
Authors: Mario Escobar Golderos
Tags: #Intriga, #Aventuras, #Histórico
La Habana, 22 de Febrero.
El olor del café recién hecho despertó a Hércules. Sus compañeros se habían levantado antes y se habían marchado a la ciudad. Helen tenía que enviar unos telegramas y Lincoln debía informar a sus superiores. Tan sólo el profesor, por su obligado encierro, permanecía en la habitación. Los dos hombres desayunaron solos aquella mañana. El profesor Gordon estaba pensativo. Apenas cruzaron palabra durante toda la comida, pero cuando Hércules empezaba a levantarse, el profesor comenzó a decirle: —Me alegro de que hoy podamos hablar a solas. No he querido descubrir el secreto completo del libro de San Francisco ni el tesoro que encierra. No puedo confiar en nadie, la riqueza es capaz de torcer las más justas intenciones—dijo en tono intrigante el profesor.
—No le comprendo, profesor.
—La otra noche hablé demasiado, pero me temo que nuestros amigos norteamericanos no dieron mucho crédito a mis palabras.
—Entiendo que ese libro es para usted un tesoro, pero comprenda que para unos profanos en la materia como nosotros sólo es un montón de páginas antiguas —dijo Hércules.
—No, Hércules. El otro día, cuando indiqué que el libro ocultaba un tesoro, no me refería a uno intelectual. Hablaba de un tesoro real. El tesoro de Roma.
—¿El tesoro de Roma? Nunca he oído hablar de nada parecido.
—Es natural, el tesoro de Roma es uno de los secretos mejor guardados de la Historia. Tan sólo unos pocos hombres saben de su existencia, te lo puedo asegurar.
—Entonces lo que buscaba aquel profesor de la Universidad Católica de Washington y los Caballeros de Colón no era un libro antiguo con un gran valor histórico, era un verdadero tesoro físico —dijo sorprendido Hércules.
—Efectivamente. Un tesoro, el tesoro de Constantino, conocido también como el tesoro de Roma y el tesoro de Colón.
Hércules estaba acostumbrado a que el profesor le sorprendiera con las historias más increíbles, pero debía reconocer que aquello le parecía lo más descabellado que había escuchado nunca. Observó por unos momentos a Gordon y pudo contemplar el brillo de sus ojos, ese brillo siempre aparecía cuando el profesor entraba en una especie de trance, en el que comunicaba los apasionados descubrimientos de sus investigaciones.
—Un tesoro que no se cansarán de buscar y me temo que dentro de poco me encuentren a mí y al plano que les llevará hasta él —dijo el profesor apretando el libro de San Francisco.
—Pero, ¿cómo puede ser que durante todos estos siglos ese tesoro haya permanecido oculto?
—Un grupo de hombres pensó que era mejor así. Que ese tesoro era de la Iglesia y que ésta lo recuperaría cuando la cristiandad estuviese en peligro.
—Y, ¿cómo pudieron ocultarlo durante todo este tiempo?
—¿Has oído hablar de la Donación de Constantino? —preguntó el profesor.
—Naturalmente.
—Durante siglos se ha creído que era falsa. Un invento del papa Adriano para no sucumbir ante el poder de Carlomagno. En el 778 la corte pontificia se veía rodeada de enemigos. Por un lado, los lombardos amenazaban con destruir el poder del Papa en Roma y por otro, Carlomagno se convertía en ostentador de la hegemonía en Europa, intentando rescatar la idea del poder imperial. La tradición histórica dice que entonces Adriano sacó a relucir un documento falsificado por él mismo: el
Constitutum Constantini
. —«La Donación de Constantino»—. Exacto. El documento que presentó Adriano al emperador Carlomagno no era falso, pero sí estaba parcialmente manipulado. Adriano quería demostrar al rey franco que Constantino había dado el poder imperial a la Iglesia, pero no quería advertir al rey de la existencia del fabuloso tesoro donado por Constantino al Papa.
—Pero, ¿dónde estaba ese fabuloso tesoro? —preguntó Hércules.
—En el documento se habla de una de las donaciones que se hicieron al papa Silvestre.
—¿Cuál?
—El palacio de Letrán. Residencia del emperador Constantino y una de sus más preciadas posesiones. ¿Sabes qué había en el palacio de Letrán? —preguntó enigmático el profesor.
La Basílica de San Juan de Letrán está construida sobre el antiguo palacio de Constantino.
En la primera representación de estilo bizantino se observa claramente cómo Constantino entrega al Papa una bolsa con dinero
En la segunda figura se ve claramente como Constantino entrega su corona al Papa, pero señala con su mano derecha a un caballero que parece acarrear en su cabalgadura unas alforjas de oro.
—No.
—Constantino no confiaba en los ciudadanos de Roma y mucho menos en sus senadores. El Emperador guardaba el tesoro del estado en su palacio de Letrán. El pueblo de Roma le guardaba un franco rencor por dos cosas: el desprecio a los dioses al no querer participar en los sacrificios del Senado en su visita en el año 326 y por fundar Bizancio; que si se convertía en la nueva capital del Imperio, dejaría a la Ciudad Eterna fuera de la órbita imperial. Por todo ello, Constantino sacó el tesoro del Palacio Palatino y lo llevó al de Letrán. El dinero quedó en manos del Papa y poco más de cien años bastaron para que el Imperio de Occidente terminara de hundirse.
—Entonces Constantino dejó su fabuloso tesoro a la Iglesia de Roma.
—Ese tesoro salvó a Roma en varias ocasiones. La más conocida fue cuando el papa León I el Grande utilizó una pequeña parte del tesoro para pagar la paz con Atila en el año 453.
—Por eso Atila no invadió Roma —dijo Hércules y después preguntó al profesor—. Pero, ¿qué sucedió después con el fabuloso tesoro de Roma?
—Decidieron ocultar su existencia; los papas sabían su paradero y reservaban aquel fabuloso tesoro para salvar a la Iglesia de los peligros que pudiera sufrir. Pero al final hubo que trasladar el tesoro a otro sitio. Un nuevo emperador, Otón III descubrió gracias a un traidor la existencia del tesoro.
—En el siglo X hubo varios intentos de los emperadores germanos de dominar Italia —comentó Hércules, intentado repasar la historia aprendida en la escuela.
—Sí. Los germanos por el norte, los musulmanes y normandos por el sur. Todos querían dominar Italia, pero lo que realmente buscaba el emperador era el fabuloso tesoro de Roma.
—Y, ¿cómo logró la Iglesia proteger el tesoro?
—Otón III nombró a Gregorio V, un alemán, papa de Roma. La Iglesia estaba disconforme con la elección y temía que todo fuera un subterfugio para hacerse con el tesoro. Muchos obispos creían que el anterior papa, Juan XV, por miedo había revelado al emperador de Alemania la existencia del tesoro de Roma. Los Crescencio, una noble familia de Roma, habían sido comisionados por los papas para guardar el secreto. Juan Crescencio consiguió situar a su candidato, Juan XV como papa, pero éste era un hombre débil, que se negó, tras su elección, a obedecer a Juan Crescencio por miedo al emperador. Los Crescencio desde hacía décadas dominaban la ciudad con el título de patricio. Pero tras la muerte de Juan Crescencio, su hermano Crescencio II humilló repetidamente al Papa. Al final, Juan XV huyó de Roma y pidió ayuda a Otón III, pero a cambio de su ayuda se cree que le reveló el secreto del tesoro de Roma.
—Entonces, ¿Crescencio II echó a Juan XV de Roma?
—En cierto modo, pero al saber que el emperador se dirigía hacia Roma para exterminar a sus enemigos, él mismo dejó la ciudad. ¿Hacia dónde crees que se dirigió?
Bautismo de Constantino.
—No sé.
—A Ostia, la salida de Roma al mar. Quería asegurarse de que el tesoro estuviera a salvo. Era el deber de su familia. Debía buscar una vía de escape en el caso de tener que sacar el tesoro urgentemente. Juan XV regresó a Roma, pero antes de que el emperador llegara a la ciudad murió misteriosamente.
—¿Misteriosamente?
—Puede que fuera envenenado por los partidarios de Crescencio. Otón III se detuvo en Ravena y allí nombró a un alemán, un hombre de su confianza como papa, bajo el nombre de Gregorio V. De esta manera conseguía instalar un papa afín y al mismo tiempo hacerse con el secreto del tesoro de Roma. El 21 de mayo de 996 el nuevo papa coronó a Otón III como emperador en la ciudad de Roma.
—¿Y qué pasó con Crescencio II?
—Los patricios de Roma lograron que fuera eximido de su destierro y regresó a la ciudad.
—¿Volvió a Roma?
—Después de asegurarse de que Gregorio V seguía ignorando dónde se encontraba el tesoro y que éste estaba a buen recaudo. En junio de ese mismo año Otón III abandonó Roma. Crescencio volvió a manipular la ciudad y el papa Gregorio abandonó Roma en octubre de ese año.
—De nuevo tenía el poder.
—Sí, pero no podía ejercerlo directamente. Los patricios no querían que un emperador extranjero nombrara al papa, pero tampoco aceptaban el gobierno directo de Crescencio II. Entonces Crescencio propuso que se nombrara papa a Juan Filagato, que había sido maestro de griego del emperador. De esta manera, se recuperaba la dignidad papal y el equilibrio en la ciudad. Juan Filagato fue proclamado como Juan XVI. Poco después, en el año 998 el emperador regresó a Roma y persiguió a todos los disidentes. Crescencio II logró esconderse en el Castillo de
Sant’Angelo
. Cuando intentó escapar fue ahorcado en las murallas del propio castillo, para escarmiento de los romanos.
—¿Qué sucedió con el papa Juan XVI?