(Riendo sin parar.)
DALÍ—
Y, ¡El enigma de Hitler!
(El cuadro «El enigma de Hitler» queda fijo en la tela negra. Lentamente irá oscureciendo hasta desaparecer.)
TODOS—
¡Muy gracioso!.. ¡Muy bueno!
DALÍ—
Bueno, bueno, bueno, bueno. Como veo que están ustedes de muy buen humor y con ganas de cachondeo, les ruego que le pidan a Picasso que me muestre la última martin¬gala nacida de su genio juguetón.
(Los marchantes consultan con PICASSO. El MARCHANTE 3 desenrolla ayudado por el MARCHANTE 4 una tela que llevaba escondida. Se la enseñan a DALÍ. Es un apunte de lo que será el «Guernica».)
MARCHANTE 1—
(Refiriéndose al «Guernica».)
My God!.. Is the sublimation of modern art. It's a master peace. The best of the best. It's fantastic.
MARCHANTE 2—
(Con la vanidad del crítico.)
Ça c'est la tragédie authentique de Guernika. On peut même écouter les cris des victimes. Ici está todo: cubismo, dadaísmo, esteticismo, rocambolismo...
DALÍ—
¡Mi li-bi-do me impele a una masturbación!
TODOS—
(Con repugnancia.)
¡No!
DALÍ—
No teman, no lo haré. Antes diré: ¡Eeeuuureeeekaaa!
(Propinando a la tela un golpe con el bastón.)
¡Es la sublimación del graaaffiiitiii! ¡Está dentro de la más genuina y ancestral tradición decorativa de los lavabos públicos de caballeros!, y, concretamente, los de la estación de Perpignan.
(Los marchantes están realmente enfadados.)
MARCHANTE 4—
Cuidado porque el maestro no está de muy buen humor y, además, tiene prisa.
DALÍ—
Ah, pues antes de que se marche. ¿Qué le apetece al maestro? ¿Qué le apetece?
MARCHANTE 2—
(Intelectual.)
Es que en este momento, el maestro, está obsesionado en asistir a una corrida de toros, follarse a la mujer del picador para luego poder plasmar su coño inmenso en una tela de tres por cuatro.
(Por la derecha entra GALA. Lleva una bandeja con erizos de mar que ofrece a PICASSO. Se arrodilla delante del muñeco.)
DALÍ—
¡Ah, pues antes que pique unos erizos de mar, ¡limpísimos!, de Port Lligat que le ofrece, naturalmente, mi esposa Gala.
MARCHANTE 1—
Señora, es que el maestro, entre comida y comida, no pica nada.
DALÍ—
(Haciendo levantar a GALA.)
Gala, no disturb al genius. «Non please, non please.»
(GALA se va a ir por la derecha.)
Gala!, regardez-moi amoureusement, Gala. Look at me with love with your eyes, please. No t'emprenyis, Galuxca.
(GALA se detiene.)
Give me lava, now, please!
(DALÍ se arrodilla. GALA se acerca a él y le escupe en la cara.)
GALA—
Mon petit cochon!
(GALA se marcha por la derecha.)
DALÍ—
Ouiiiiiii, je suis un cochon sublime!
TODOS—
(Refiriéndose al «Guernica».)
¡Eso!.. ¡Sublime!
(Los MARCHANTES 3 y 4 enrollan nuevamente la tela.)
DALÍ—
Como que me considero, no como pintor, pero como cosmólogo, un genio, auguro...
(Cogiendo el «Guernica».)
...¡que es la única pintura, que sin tener nada que ver con la pintura, ocupará el lugar prominente en todos los habitáculos de aspirantes a esclavos leninistas y maoístas!
MARCHANTE 2—
Por eso se harán cuarenta millones de reproducciones.
DALÍ—
¿Ah, síííí?
MARCHANTE 2—
¡Sí!
DALÍ—
Pues como soy un loco catalán, con mucho sentido comercial, yo me pregunto: ¿quién cobrará los derechos de las reproducciones de marras?
MARCHANTE 4—
Está claro, ¡el Maestro!
DALÍ—
¡Pues no está tan claro, querida ladilla!
MARCHANTE 2—
¿Ah, no?
DALÍ—
No. Porque el auténtico autor de la performance de Guernica, es el señor de las caderas blandas y rollizas.
MARCHANTE 3—
¿Quién?
MARCHANTE 1—
¿Hitler?
DALÍ—
¡Hitler! En verdad, en verdad os digo, que es a él a quien le pertenecen los derechos de autorrrrr, por su rrrrrevolucionario concepto de urrrrrbanismo rrrrradical.
(Risas.)
MARCHANTE 1—
Pablo, Pablo no te preocupes porque voy ahora misma a registrar esas derechas de autor.
(El MARCHANTE 1 corre hacia la derecha. Desaparece.)
MARCHANTE 4—
Maestro, tendríamos que retirarnos, que nos espera una visita de los Rothschild que quieren comprarte mil ciento veintiocho cuadros de tu época verde.
(El MARCHANTE 2 hace andar a PICASSO hacia la salida de la derecha. Los otros le siguen.)
DALÍ—
¡Espera!
(Por la derecha entra GALA con una larga trompeta.)
Antes de marchar, mi esposa Gala, a imagen y semejanza de San Agustín, que era el mayor «pétomane» de la Historia, te va a ofrecer una exquisita ventosidad tipo Jeronimus el Bosco....
(GALA se ajusta la capa roja y se agacha. DALÍ le introduce la trompeta en el culo.)
GALA—
(Al sentir el contacto con la trompeta.)
Oh là là!
DALÍ—
... nacida de su portentoso culo. ¡Gala!
(PICASSO pone el oído en la trompeta. GALA hace sonar «La Internacional» en forma de ventosidades musicales. PICASSO, debido al mal olor, se cae desmayado al suelo. Los marchantes hacen el saludo comunista. GALA se va marchando hacia la derecha sujetándose la trompeta y sin dejar de proporcionar placer musical.)
DALÍ—
¡Gala, Gala, Gala! My bodyguard, my Dulcinea, my Cap de Creus. Gala, I love you forever! ¡Gala, Gala... !
(Los marchantes han sentado a PICASSO sobre el piano e intentan recuperarlo.)
MARCHANTE 2—
No te lo tomes a mal, Pablo. Ya sabes cómo es Dalí... le gusta montar el número, jugar a la provocación. Por eso le llaman «Ávida Dollars».
DALÍ—
¿No le ha gustado?
MARCHANTE 2—
¡No!
DALÍ—
(Colérico.)
¡Cállate, ladilla literaria y gelatinosa de la «nouvelle vague»!
(Coge de un manotazo a PICASSO.)
¡No me castigues más con tu indiferencia, Picasso! ¡Pídeme lo que quieras! ¡No me castigues más!
(Los marchantes recuperan con esfuerzos al muñeco.)
Te concedo la exclusiva de mi propia sodomización. ¡Sodomízame!
(DALÍ se coloca de espalda y ofrece su culo a PICASSO.)
MARCHANTE 3—
(Al MARCHANTE 4.)
Ahora sólo le faltaba proponernos un acto contra natura.
MARCHANTE 4—
El escándalo siempre ha sido muy rentable.
(Los marchantes se dirigen hacia la salida de la derecha. El MARCHANTE 3 hace andar a PICASSO.)
DALÍ—
Ah, pues puesto que eres el gran semental de las artes plásticas, sodomiza a mi esposa Gala. ¡Gala, Gala, Gala, ponte a punto sodomización, s'il vous plait!
(Por la derecha entra GALA.)
Posa el bacallà en remull.
(GALA ofrece su culo. Se levanta lentamente la capa roja.)
Así de paso, por el mismo precio, hago un poco de voyeur, porque el divino no funciona como los demás.
(Los marchantes pasan de largo.)
MARCHANTE 2—
(Al lado del teclado y hablando al culo de GALA.)
Excuse moi, madame. Mais le maître, par le trou du cul, le da un peu de repelús.
GALA—
(A punto de propinar una bofetada.)
¡Desagradecido!
(Los marchantes protegen a PICASSO.)
Te hemos ofrecido el genio de Dalí, mis erizos, nuestros culos, mis pedos, ¡tu himno! ¿Qué más quieres, ingrato?
(Fuera de sí.)
¡Monstruo egoísta! ¡Que te folle un toró!
MARCHANTE 4—
Madame, no sé si se da cuenta de que está hablando con el gran genio del siglo xx.
GALA—
¿Genio?.. ¡Atila!
TODOS—
¿Atila?
GALA—
(Cogiendo a PICASSO de la camiseta a rayas.)
¡Eres el Atila del siglo xx, porque por donde has pasado no ha vuelto a crecer nunca más buena pintura!
(Soltando a PICASSO violentamente.)
Ah, la pinture actuelle, quelle merde!
(GALA escupe en la cara de los marchantes. Empuja al MARCHANTE 2 para abrirse paso y poder salir. El MARCHANTE 2 pierde el equilibrio y cae sobre el teclado. El piano suena estrepitosamente.)
DALÍ—
Tengo el honor de comunicar a mis contemporáneos, que Gala es el mal genio del siglo xx. Picasso, Picasso, Picasso, Picasso... ¡No te ofendas!
(Se estira en el suelo, situándose al mismo nivel que PICASSO.)
Gala quiere decir que eres un genial embaucador de revolucionarios virtuales.
MARCHANTE 4—
¡Franquista!
DALÍ—
Naturalmente. Por la gracia de Dios, porque la política es la anécdota de la Historia, y a mí tan sólo me interesa la Historia. Bonjour!
(Dando la tela del «Guernica» enrollada.)
Toma, no te olvides el salvavidas para flotar sobre este magma maravilloso y amoniacal de cretinos ilustrados y supergelatinosos.
(Los marchantes se han ido con PICASSO por la derecha. DALÍ, agónico, se echa sobre la parte anterior del piano. La ENFERMERA, que durante todo este tiempo ha llegado al teclado, se da cuenta de que DALÍ se ha desplazado de la cama. Nos hallamos de nuevo en la Torre Galatea.)
El último deseo
La ENFERMERA se gira para atender a DALÍ y darle un vaso de agua.
DALÍ—
(Sin querer beber. Agonizando.)
¡Espera, puta!.. Dame tan sólo un instante para que mi último pensamiento sea para el pintor de pintores, don Diego de Silva Velázquez.
(La ENFERMERA se dirige hacia la cama. Un hombre entra sigilosamente por la derecha. Lleva unas tijeras en las manos. Sube encima del piano, y aprovechando que nadie vigila a DALÍ, intenta hacer negocio, cortándole el bigote. La ENFERMERA se dirige de nuevo hacia DALÍ con una jeringa. El hombre, para no ser descubierto, se marcha sin poder llevarse su trofeo.)
DALÍ—
(Provocándose nuevamente otra visión.)
Velázquez, Velázquez...
(DALÍ quiere controlar su fatídico destino para poder revivir una situación imposible; la de poder conversar con VELÁZQUEZ. Es por esta razón que intenta, mediante una nueva estrategia, retrasar la llegada de la ENFERMERA, la muerte, engañándola. Así pues, en un nuevo delirio, hace aparecer por la derecha a DALÍ NIÑO, que sujetando una percha con la misma túnica con la que DALÍ va vestido, la pasea por delante de la ENFERMERA y la deja extendida encima de la cama. La ENFERMERA ha sido engañada y tiene la visión de que DALÍ vuelve a la cama y sigue la túnica. Llegará a la cama para ponerle una inyección. DALÍ ha podido esquivar a la muerte. DALÍ NIÑO se esconde detrás del piano. DALÍ dispone de un momento para satisfacer su deseo antes de morir. El punto verde reproducido sobre la tela negra y el bip desaparecen. DALÍ puede satisfacer su deseo. Llama a VELÁZQUEZ.)
Velázquez; el maestro de los maestros
DALÍ—
(Levantándose del piano y produciendo la visión de Velázquez.)
Velázquez, Velázquez...
(Con fuerza para que aparezca de inmediato.)
¡Velázquez!
(De golpe, por la izquierda entra VELÁZQUEZ vestido con una capa verde.)
VELÁZQUEZ—
(En castellano y con acento de Sevilla.)
¡Ele, maese! Heme aquí, presto y diligente, pa serville en to aquello que vos mandáredes o quisiéredes....
DALÍ—
(Constatando.)
¿Don Diego de Silva Velázquez?
VELÁZQUEZ— ¡
Pardiez!, el mismo que viste y calza.
(La imagen que DALÍ tiene de VELÁZQUEZ no se corresponde con el personaje que ha aparecido y borra su visión, moviendo las manos en el aire. VELÁZQUEZ desaparece por la izquierda.)
DALÍ—
(Concentrado para poder ver el VELÁZQUEZ que él siempre ha imaginado.)
Velázquez... Velázquez...
(Golpeando el suelo con el bastón.)
¡Velázquez!
(Un nuevo VELÁZQUEZ entra por la izquierda. Lleva un bastón idéntico al de DALÍ y va vestido con la misma túnica, pero con el distintivo de la cruz de Caballero de Santiago. DALÍ camina hacia VELÁZQUEZ y al mismo tiempo VELÁZQUEZ se acerca a DALÍ. La visión que DALÍ tiene de VELÁZQUEZ es la que tendría él mismo si se mirase a un espejo. Es la doble imagen de DALÍ. DALÍ y VELÁZQUEZ se encuentran. DALÍ y VELÁZQUEZ golpean, al mismo tiempo, el suelo con el bastón.)
DALÍ—
¿Don Diego de Silva Velázquez?
VELÁZQUEZ—
(Como si fuese el mismo DALÍ quien hablase.)
¿Don Diego de Silva Velázquez?.. Heme aquí presto y diligente pa serville en todo aquello que vos mandáredesss o quisiéredesss.
(DALÍ, con precaución, intenta tocar a VELÁZQUEZ para asegurarse de que realmente se halla ante el maestro. Al comprobar que realmente se trata de VELÁZQUEZ, DALÍ deja de representarse a él mismo y se muestra abiertamente tal y como es él, sin máscaras, sin ningún aparente rastro de histrionismo.)
DALÍ—
(Humilde.)
Maestro, tiemblo como un flan ante tu presencia...
(VELÁZQUEZ se sienta en el piano, al lado del teclado, y adopta una postura claramente daliniana.)
DALÍ—
... Quisiera saber, cómo se consigue pintar algo tan etéreo y tan intangible como el aire, y concretamente, el aire contenido en Las Meninas, que, para mí, es el aire de mayor calidad que existe en el mundo.
(DALÍ se sienta a la derecha de VELÁZQUEZ. Coloca el bastón entre las piernas.)
VELÁZQUEZ—
(Cambiando de postura y poniendo el bastón entre las piernas.)
¡
Ah! La pintura, lo mesmo que el amor, entra por los ojos y se cuela por los pelos del pincel.
DALÍ—
(Mientras DALÍ habla, VELÁZQUEZ irá adoptando posturas dalinianas.)
Tú has conseguido ser un genio sin necesidad de convertirte en un hombre anuncio de sí mismo. Has tenido el privilegio de trabajar bajo el silencio monacal de la corte de los Austrias pintando a príncipes, papas y reyes. Yo ni tan siquiera he pasado del suburbio de la pintura.
(DALÍ da la palabra a VELÁZQUEZ moviendo el bastón.)
VELÁZQUEZ—
(Levantándose.)
¡
No, no e nooooo!
(Mientras VELÁZQUEZ habla, DALÍ, sentado, irá moviendo el bastón y VELÁZQUEZ reproducirá los mismos movimientos dando la sensación de que DALÍ se ve reflejado en un espejo.)
Yo anuncio para estupor del vulgo que para pintar he habido de preparalle la mesa al rey, lisonjear a cortesanos y cortesanas, guardarme de las intrigas de la corte. En suma, he habido de dedicarme a tan hartos menesteres que en verdad puedo deciros que para pintar bien hay que pensar siempre en otra cosa.