Daaalí (12 page)

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Authors: Albert Boadella

Tags: #Teatro

(DALÍ se levanta y vuelve a sentarse. VELÁZQUEZ obedece como si hubiese recibido una orden.)

DALÍ—
¡Enséñame, sólo por un instante, una muestra de tu bravura di tocco, nacida de tu sublime pincel!

VELÁZQUEZ—
Cosas veredes que te farán no deseallas. ¡Sea pues! ¡Tráigame vuesa merced los pinceles, la paleta y una espada!

(VELÁZQUEZ da su bastón a DALÍ, que se marcha por la derecha a buscar los utensilios de trabajo que VELÁZQUEZ le ha pedido. DALÍ evoca «La danza húngara n.° 5» de Brahms, la misma que él utilizó para demostrar su doble genialidad: pintar al mismo tiempo que afeitaba en una imitación de Chaplin. Por la izquierda aparece la nana Maribárbola, del cuadro «Las Meninas». VELÁZQUEZ la ayuda a subir al piano. DALÍ entra por la derecha con una paleta de pintor, un largo pincel y una espada. Da el pincel a VELÁZQUEZ, que lo moja de pintura, y utilizando de modelo a la enana Maribárbola, pinta sobre la tela negra una espiral que acaba convirtiéndose en un círculo azul. VELÁZQUEZ y los personajes que vayan apareciendo se moverán al ritmo de la música como si se tratase de una armónica coreografía. Un caos armónico. La modelo asedia sin cesar a VELÁZQUEZ que, para poder continuar pintando, lo tiene que hacer con la mano izquierda mientras con la derecha sujeta la cara de la enana para mantenerla a distancia. Por la izquierda ha entrado un espadachín. VELÁZQUEZ cambia el pincel por la espada, baja del piano y lucha con él. Al mismo tiempo entra por la derecha un jorobado vestido de bufón. Deja un tablero de ajedrez encima del piano y se sienta. VELÁZQUEZ echa al espadachín con un golpe de espada y se sienta delante del jorobado a jugar una partida de ajedrez. El espadachín le pro voca de nuevo y VELÁZQUEZ lucha con él mientras juega la partida. Mientras, por la derecha aparece un tullido que desplazándose sobre una plataforma con ruedas, avanza empujándose con las manos. Se sitúa delante de VELÁZQUEZ y le abrillanta los zapatos. DALÍ intenta detener al espadachín utilizando la paleta de pintor como coraza. Pero, de vez en cuando, el espadachín encuentra un espacio para continuar la lucha. Finalmente DALÍ echa de un golpe al espadachín y cambia a Velázquez la espada por el pincel. El tullido acaba su tarea y se marcha. DALÍ le ayuda a desaparecer empujándolo por la espalda. Las ruedas de la plataforma hacen que el tullido salga a gran velocidad por la izquierda. VELÁZQUEZ vuelve a pintar. Ahora llena media superficie con diferentes tonalidades de azules. Deja de pintar, devuelve el pincel a DALÍ y continúa la partida de ajedrez. Por el fondo izquierdo aparece una menina. Lleva en la mano un retrato suyo que no es más que una pintura de PICASSO. Pide explicaciones a VELÁZQUEZ que, disculpándose, le comenta que no ha sido él el responsable de semejante abominación, y que no puede entender quién ha podido ver en su persona similar monstruo para inmortalizarlo sobre una tela. La MENINA, indignada, le da con desprecio el cuadro y se marcha por donde ha venido. Por la derecha aparece una MONJA ENANA y VELÁZQUEZ no sabiendo qué puede hacer con la pintura de tan mal gusto en las manos, opta por dársela a la monja como si estuviese haciendo una obra de caridad. La monja se marcha por la izquierda estupefacta al contemplar similar inmundicia. DALÍ también ayuda a la MONJA ENANA a marchar rápidamente propinándole un puntapié en la espalda que la obliga a desaparecer dando una voltereta. VELÁZQUEZ se dispone nuevamente a pintar, pero el ESPADACHÍN le sorprende por la derecha y el pintor se ve obligado a luchar para ganar la pelea si quiere acabar a tiempo su pintura. Lo consigue dando al ESPADACHÍN un fuerte golpe en la cabeza. El ESPADACHÍN se marcha rebotado por la derecha. VELÁZQUEZ coge el pincel que le ofrece DALÍ y, ahora sí, acaba el fondo azul que tenía a medias, pero, claro, teniendo al lado a la enana Maribárbola que no para de molestarle. Lo consigue. El cuadro está acabado, un primerísimo plano de la enana. La enana se coloca encima del elevador y desaparece lentamente. VELÁZQUEZ lanza el pincel a DALÍ y quiere bajar del piano, pero se percata de que la partida de ajedrez está aún sin acabar, y el jorobado le reclama. VELÁZQUEZ baja del piano, piensa la jugada y hace el jaque mate. Ha ganado la partida. El jorobado se marcha malhumorado. VELÁZQUEZ presenta a DALÍ el cuadro acabado. La imagen del primerísimo plano de la enana se va alejando hasta llegar a concretarse en el cuadro definitivo: «Las Meninas». La música ha acabado. VELÁZQUEZ le ha demostrado a DALÍ que con mayores impedimentos que los suyos ha sido capaz de pintar «Las Meninas». Silencio. DALÍ se arrodilla ante VELÁZQUEZ.)

DALÍ—
«Gran Velázquez...
(DALÍ sube encima del piano. A medida que avanza, el cuadro de «Las Meninas» se acerca hacia el espejo de la pintura. DALÍ se refleja en él.)
... diestro cuanto ingenioso, con las manchas distantes que son verdad en ti, no semejantes».

DALÍ—
(Girándose hacia VELÁZQUEZ y bajando del piano.)
¡Velázquez, maravilla rara! ¡Sublime pincel! ¡Maestro de maestros!
(DALÍ y VELÁZQUEZ se hallan uno delante del otro. Una doble imagen paranoica.)
¡Deja que te abrace!

(DALÍ mira hacia el espejo y se da cuenta de que VELÁZQUEZ no sale reflejado. Se aleja del campo de visión y vuelve a entrar para cerciorarse de si realmente VELÁZQUEZ existe. Le toca y comprueba que no es más que un producto de su delirio. DALÍ se frota los ojos. La visión comienza a desaparecer. VELÁZQUEZ se marcha caminando de espaldas hacia la derecha. El espejo se va desintegrando lentamente.)

DALÍ—
(Agónico.)
Velázquez... Maestro... Maestro...

(Por la izquierda entra DALÍ NIÑO. Lleva una olla en las manos. Se oye gritar a la NODRIZA.)

VOZ EN OFF—
¡Salvador!.. ¡Salvador!..

(DALÍ NIÑO se esconde bajo el teclado. Por el fondo de la izquierda entra la NODRIZA con una cuchara de madera en las manos. DALÍ NIÑO ha robado la olla que la NODRIZA tenía en el fuego. DALÍ ha ido estirándose delante del piano. La NODRIZA se marcha por el fondo izquierdo.)

NODRIZA—
¡Salvador! ¡Salvador!

(DALÍ NIÑO, con el camino libre, se dirige hacia la izquierda y se sienta muy cerca de DALÍ. Coloca la olla a su lado y mira al interior. Empieza el último delirio de DALÍ.)

Cuadro 25

Duro-blando

DALÍ—
Ya desde mi más tierna infancia...
(DALÍ NIÑO saca una langosta de la olla. La observa meticulosamente y la acaricia.)
... llegué a la conclusión de que Dios se equivocó al construir al hombre y lo hizo al revés: blando por fuera y duro por dentro...
(DALÍ NIÑO chupa la langosta.)
... Por eso Daaalí ha sentido siempre pasión por los mariscos...
(DALÍ NIÑO se revuelca por el suelo abrazado a la langosta.)
... porque son lo más directamente opuesto a nosotros: duros por fuera en virtud de su armadura, y blandos y exquisitos por dentro.
(DALÍ NIÑO saca un bogavante de la olla.)
... De esta forma, ¡Gala!, hubiera vivido eternamente, petrificada como un crustáceo, sin que la putrefacción destruyera su bellísima corteza
(Por el elevador va apareciendo GALA, muerta, completamente desnuda y con los brazos cruzados sobre sus pechos. Por la derecha entran dos sepultureros. Suben encima del piano y se dirigen hacia GALA.)
... Hoy sería su propia escultura funeraria, y ¡Dalí!..
(Los sepultureros sitúan a GALA, como si desplazasen un bloque de hielo, hacia el primer término del piano.)
... necrófilo como Juana la Loca, pasearía su cuerpo en exposición antológica.

(DALÍ NIÑO juega con la langosta y el bogavante como si se tratase de un hombre y una mujer haciendo el amor. El SEPULTURERO 1 observa a GALA, que lleva la argolla de una armadura dorada al cuello.)

SEPULTURERO 1—
¡Lástima que esté tan fría!

(El SEPULTURERO 2 baja del piano y se marcha por la derecha.)

SEPULTURERO 2—
Paco, no empieces con tus cosas.

SEPULTURERO 1—
Antonio, ¡trae el lampante!...

(El SEPULTURERO 2 vuelve a entrar cargado con las piezas de una armadura dorada. Las deja cerca del elevador. El SEPULTURERO 1 coge la pierna de la armadura dorada -quijote y rodillera unidas-.)

SEPULTURERO 1—
Le pongo la pierna...
(Inclina a GALA hacia el SEPULTURERO 2.)
Tira pa ti, ¿eh?..
(El SEPULTURERO 2 coge el bloque gélido de GALA para que no se caiga.)
Venga.

(El SEPULTURERO 1 coloca la pieza de la armadura que corresponde en la pierna derecha de GALA. La ata con correas por detrás de la pierna.)

SEPULTURERO 2—
Cuidao ahí, ¿eh, Paco? No fuerces demasiao que puedes desfigurar.

(El SEPULTURERO 2 empuja con delicadeza a GALA hacia el SEPULTURERO 1 , para ponerla de pie nuevamente.)

SEPULTURERO 1—
(Recogiendo a GALA.)
Venga, aquí está...
(El SEPULTURERO 2 se marcha nuevamente por la derecha.)
Antonio, y a ver si te acuerdas de traer el lampante.

SEPULTURERO 2—
Sí.

SEPULTURERO 1—
(Sin creérselo.)
Sí.

(El SEPULTURERO 2 vuelve con más partes de la armadura y las deja encima del teclado.)

SEPULTURERO 1—
La tiro pa mí, ¿eh?
(El SEPULTURERO 1 coge a GALA y la inclina para que su compañero pueda poner la pieza de la armadura correspondiente a la pierna izquierda. La ata con correas por detrás de la pierna.)
Me han dicho que ésta se lo hacía con todos y el tío de los bigotes, tan tranquilo, mirándoselo.

SEPULTURERO 2—
Los artistas, ya se sabe, son tos unos pervertíos. A estos sólo les gustan las cosas raras, Paco.

(El SEPULTURERO 1 ha ido al fondo del piano y ha cogido una falda dorada como si se tratase de la cota de malla de la armadura.)

DALÍ—
(Agónico.)
Gala, tú no morirás nunca porque sólo existías en el pensamiento de Salvador Daaalííí.

(GALA tiene puesta la falda dorada.)

SEPULTURERO 1—
Está fría, fría, ¿eh?

SEPULTURERO 2—
Venga Paco, venga, venga, venga...

(El SEPULTURERO 2 sube encima del piano y pone el cuerpo delantero de la armadura -el peto que acaba con un faldón-, mientras que el SEPULTURERO 1 pone el posterior. Los unen atándolos con correas.)

SEPULTURERO 1—
Coño, ¡Manolo! Manolo me ha dicho que ésta gastaba una mala leche de cojones, que si te echaba una mirada, que te cagabas.

SEPULTURERO 2—
Claro, porque ésta era polaca. No, ¡peor! Ésta era rusa, Paco, ¡rusa!

SEPULTURERO 1—
Mira que modosita y tiesa se ha quedado la tía.

DALÍ—
Gala, si tú mueres, ¿quién atará mis espardenyes? ¡Gala!

(El SEPULTURERO 2 pone el brazo izquierdo de la armadura -espaldar, brazal, codera y antebrazo de una sola pieza-. Lo ata.)

SEPULTURERO 1—
Y yo me pregunto, ¿tanta guita, tanta guita, sí, pa qué?

(El SEPULTURERO 1 pone el brazo derecho de la armadura.)

SEPULTURERO 2—
¡Pa na! Si al final tos tenemos una muerte comunista. Tos acabamos igualitos. Igualitos, ... litos, ... litos.

SEPULTURERO 1—
Se ve que ésta, cuando llegó aquí a España, se paseaba por las playas de aquí enseñándolo to, la muy guarra.

(El SEPULTURERO 1 pone la manopla en la mano derecha.)

SEPULTURERO 2—
Mira Paco, cualquier cosa que te cuenten de estos dos, lo doblas, le sumas uno, y vas a tener la mitad. ¡No ves que esta gente no trabajaba ni na! Éstos se pasaban to el día haciendo... extravagancias.

(El SEPULTURERO 2 pone la manopla en la mano izquierda.)

DALÍ—
Como mi amado Lorca, proclamo: ¡No! Que no quiero verla. Que no quiero ver los pechos de Gala cubiertos de tierra.

(Los dos sepultureros ponen el yelmo, con vista y babera, a GALA. Por encima del yelmo sobresale un postizo de charol del peinado con lazo que siempre lleva GALA.) SEPULTURERO 1— ¿Lo tienes ahí, Paco? (GALA ha quedado completamente amortajada con una armadura dorada. El SEPULTURERO 2 baja del piano.)

SEPULTURERO 2—
(Marchándose por la derecha.)
¡Venga! Oye, yo voy a ir cargando la furgoneta. Tú cuando acabes te subes arriba y le dices al encargao que ya hemos terminao. Oye, y que te firme el albarán.

(El SEPULTURERO 1 junta las manoplas de la armadura y da el trabajo por finalizado. Mira a GALA con recelo. Una fantasía sexual asalta su mente. Silencio. El SEPULTURERO 1, al no sentirse observado, se atreve, en un acto necrofílico, a poner la mano sobre el pecho frío de GALA. Lo hace lentamente, inquieto. Al sentir el hielo de la muerte aparta la mano instintivamente.)

SEPULTURERO 1—
¡Guarra!

(El SEPULTURERO 1 baja del piano y se marcha por la derecha. La ENFERMERA sube lentamente al piano desde donde se encuentra la cama. Por la izquierda aparece la NODRIZA. Lleva una escoba. Se dirige hacia DALÍ NIÑO, que todavía juega con la langosta y el bogavante y le pro pina tres golpes con la escoba.)

DALÍ—
(Quejándose de los escobazos.)
¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!

(DALÍ NIÑO llora. La NODRIZA coge la langosta que DALÍ NIÑO tiene aún en las manos y la mete dentro de la olla. Le pide el bogavante, pero DALÍ NIÑO no se lo quiere dar. La NODRIZA le propina otro escobazo a DALÍ NIÑO.)

DALÍ—
(Quejándose del golpe.)
¡Ah!

(La NODRIZA coge el bogavante. DALÍ NIÑO no se lo deja quitar. Luchan. La NODRIZA se lo arranca de las manos y DALÍ NIÑO se queda sólo con las largas antenas del crustáceo. DALÍ NIÑO se arrodilla llorando. La NODRIZA le propina otro escobazo.)

DALÍ—
(Quejándose.)
¡Ah!

(La NODRIZA mete el bogavante dentro de la olla y se marcha por la izquierda olvidándose de la escoba.)

DALÍ NIÑO—
(A la NODRIZA llorando de rabia.)
Puta.

(La ENFERMERA ha llegado al lado de DALÍ. Le coge de la mano para obligarle a subir encima del piano.)

DALÍ—
(Haciendo un pulso con la ENFERMERA, que DALÍ ve como la llegada de la muerte.)
Apreciadas chinches mediáticas y periodísticas, les concedo la exclusiva de mi epitafio. Apunten, s'il vous plaít:

Como Don Quijote

tuvo a todo el mundo en poco,

fue el espantajo y el coco

del mundo, en tal coyuntura

que acreditó su ventura

morir cuerdo y vivir loco.

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