DARTH VADER El señor oscuro (27 page)

—Eso no significa nada —la interrumpió Garrote—. Podríais habérselos quitado a vuestras presas, tal y como hacía el general Grievous.

—Entonces ¿cómo podremos probarlo? —dijo Starstone—. ¿Qué quieres que hagamos? ¿Trucos con la Fuerza?

Los wookiees emitieron un cántico de aviso.

—En el improbable caso de que fuerais Jedi —dijo Garrote bajando la voz—, no sería buena idea hacer eso aquí, al descubierto.

Starstone se forzó a respirar hondo y miró a los wookiees.

—Sabemos que los Maestros Yoda, Luminara Unduli y Quinlan Vos vinieron aquí con brigadas de soldados. —Al ver en los profundos ojos pardos de los wookiees que tenía su atención, siguió hablando—. Nos hemos arriesgado mucho para venir aquí. Pero sabemos que el Maestro Yoda mantenía buenas relaciones con vosotros, y esperábamos que eso contase para algo.

Los wookiees no bajaron las armas, pero sí desconectaron su energía. Uno de ellos se inclinó hacia Garrote, el cual dijo:

—Lachichuk sugiere que continuemos esta conversación en Kachirho.

 

 

Starstone le pidió a Filli y Deran que se quedaran en la nave, y luego ella, Forte, Kulka y los demás siguieron a Garrote y los wookiees hasta el gargantuesco wroshyr situado en el centro de la ciudad-árbol de Kachirho. La actitud de Garrote cambió en cuanto dejaron la plataforma de aterrizaje.

—Creía que ninguno de vosotros había sobrevivido —le dijo a Starstone mientras caminaban.

—Estoy empezando a creer que somos los únicos —dijo ella con tristeza. Se llevó el canto de la mano a la frente y alzó la mirada hacia las enormes balconadas que dividían el árbol en niveles, algunas de las cuales evidenciaban señales de daños recientes.

—¿Sabes si algún Jedi murió aquí?

Garrote negó con la cabeza.

—Los wookiees no me han contado nada. Por un tiempo pareció que Kashyyyk tendría una guarnición de soldados clon propia, pero se fueron al apagarse las máquinas bélicas y los androides separatistas. Desde entonces, los wookiees han estado haciendo buen uso de todo lo que se quedó atrás.

—¿Buscando armas?

—Ya puedes apostar a que sí. Siguen teniendo enemigos, separatistas o no... Especies que buscan explotarlos.

Garrote condujo a todo el mundo a la base ahuecada del árbol, y una vez allí hasta un turboascensor que llevaba a los niveles superiores de Kachirho.

El turboascensor era semejante a todo lo que había visto desde que abandonaron la plataforma de aterrizaje: una fusión ingeniosa de madera y metal, con la tecnología que lo movía hábilmente oculta. Y su asombro no paraba de aumentar a cada nivel que dejaban atrás. Además de las plataformas exteriores que crecían del tronco como si fueran nudos, el árbol contenía amplias salas interiores, con resplandecientes suelas de parqué y paredes curvas adornadas con mosaicos de metal y madera. No parecía haber una línea recta en ninguna parte, y mirase donde mirase veía wookiees construyendo, tallando, lijando... tan dedicados a su trabajo como los Jedi a las tareas del Templo. Salvo que los wookiees no se habían esclavizado a la simetría o el orden, sino que dejaban que sus creaciones brotaran de forma natural de la madera. De hecho, parecían propiciar cierta clase de imperfección, detalles que atraían la vista y de los que brotaban toda una pared o una extensión de suelo.

Pasarelas y puentes cubiertos se entrecruzaban por el interior del árbol y aberturas irregulares llevaban al verde Kashyyyk al interior. En cada curva, cada escalera en espiral o parada de turboascensor, había una vista al lago, el bosque o los riscos verticales enmarcada por aberturas y grietas artísticamente labradas. La carencia de color de Kachirho era compensado con lustre y una profunda pátina.

A unos cincuenta metros por encima del lago, los Jedi fueron conducidos a una especie de sala de control central que se asomaba a las resplandecientes aguas y que quizá fuera el ejemplo más puro de la habilidad wookiee para combinar elementos orgánicos y tecnológicos. Monitores de consola y holoproyectores mostraban la plataforma de aterrizaje desde diversos ángulos, además de las operaciones de carga en órbita.

Una vez llegaron allí, sus escoltas intercambiaron gruñidos y bufidos, rugidos y gañidos con otros dos wookiees, uno de los cuales era el más alto que había visto Starstone.

—Ése es Chewbacca —dijo Garrote, presentando al más bajo de los dos—. Y éste es Tarfful, uno de los jefes de guerra de Kachirho.

Starstone se presento a sí misma y a los demás Jedi y luego se sentó en un taburete hermosamente tallado y pensado para seres de tamaño humano. Se llevaron a la sala más taburetes similares, junto con blandos asientos acolchados y platos de comida.

Mientras todo esto tenía lugar, Tarfful y Chewbacca fueron informados de la situación por Lachichuk. Broches de broncio sujetaban el largo pelo del jefe en coletas gruesas como cuerdas que le llegaban hasta la cintura. Las correas que le rodeaban el pecho se unían en un peto muy adornado. Chewbacca, cuyo pelo negro tenía las puntas color canela y para nada era tan largo como el de Tarfful, llevaba un peto más sencillo y que la joven Jedi pensó que podía hacer las veces de bandolera de munición.

Cuando todo el mundo estuvo sentado y los wookiees terminaron de conversar entre sí, Garrote dijo:

—El jefe Tarfful comprende y aplaude el valor que habéis mostrado viniendo a Kashyyyk, pero le duele tener que informaros de que sólo dispone de malas noticias para vosotros.

—¿Están... muertos? —preguntó Starstone.

—Se cree que el Maestro Vos murió por la andanada de un tanque. El Maestro Unduli por disparos láser.

—¿Y el Maestro Yoda? —preguntó en voz baja.

Tarfful y Chewbacca se enzarzaron en una larga conversación, casi un debate, antes de dirigirse a Garrote, cuyas cejas se alzaron por la sorpresa.

—Parece ser que Yoda escapó de Kashyyyk en una cápsula de evacuación. Aquí, Chewbacca, dice que lo llevó en hombros hasta la cápsula.

Starstone se puso en pie, casi tirando una bandeja de comida.

—¿Está vivo?

—Podría estarlo —dijo Garrote al cabo de un momento—. Cuando se fue el último de los soldados clon, los wookiees registraron el espacio local buscando la cápsula, pero no captaron su radiofaro de salvamento.

—¿La cápsula tenía capacidad hiperespacial?

Garrote negó con la cabeza.

—Pero pudo recogerla alguna nave.

Los wookiees conversaron entre sí.

Garrote escuchó atentamente.

—Hay una posibilidad.

Starstone miró a Tarfful.

—¿Qué te hace pensar eso?

Garrote se pasó la mano por la boca.

—El senador wookiee Yarua informó de que en Coruscant había rumores de que Yoda lideró un ataque contra el Emperador Palpatine en la mismísima Rotonda del Senado.

—¿Y?

—El mismo rumor decía que lo mataron.

—El Maestro Yoda no pierde —dijo Siadem Forte desde su taburete.

Garrote le devolvió un asentimiento compasivo.

—Muchos de nosotros solíamos decir eso mismo sobre los Jedi.

Starstone rompió el silencio que cayó sobre la sala de control.

—Si el Maestro Yoda está vivo, hay esperanza para todos. Nos encontrará antes de que nosotros lo encontremos a él.

Se sentía renovada, nuevamente esperanzada.

—Tarfful pregunta qué planeáis hacer ahora.

—Supongo que seguir buscando —dijo Starstone—. El Maestro Kenobi estaba en Utapau, y aún no tenemos noticias suyas.

Tarfful emitió lo que parecía un gruñido mantenido.

—Se sentirá muy honrado ofreciéndoos un refugio seguro en Kashyyyk, si así lo deseáis. Los wookiees pueden haceros pasar por unos clientes muy importantes.

—¿Harían eso por nosotros? —preguntó Starstone a Tarfful.

Su respuesta fue lastimera.

—Los wookiees tienen una gran deuda con los Jedi —tradujo Garrote—. Y nosotros siempre honramos nuestras deudas.

Una de las consolas emitió una señal, y Garrote y los wookiees se reunieron alrededor de una pantalla empotrada. La expresión del humano era muy seria cuando se volvió hacia los Jedi.

—Un transporte de tropas imperial desciende a la plataforma de Kachirho.

El rostro de Starstone perdió el color.

—No debimos venir aquí —dijo de pronto—. ¡Os hemos puesto en peligro a todos!

39

C
uando Garrote volvió a la plataforma de aterrizaje, la situación ya empezaba a estar fuera de control. Rifles láser alzados y enfrentados a más de un centenar de wookiees muy indignados, dos escuadrones de soldados desplegados alrededor del transporte en el que habían llegado a Kachirho, apareado a quizá medio kilómetro de donde estaba apareado el transporte de los Jedi.

—¿O van a decirnos que sus armas son todo el permiso que necesitan? —le decía un oficial intermediario humano al comandante de las tropas cuando llegó Garrote.

La armadura del oficial estaba manchada de verde y llevaba una falda corta de campaña. El arma de su cadera seguía enfundada, pero su voz aumentada por el altavoz interno estaba preñada de amenaza.

—Tenemos autorización del Mando y Control del Sector Tres. Si tenéis alguna queja, presentadla al gobernador regional.

—Comandante —dijo Garrote en tono deferente—, ¿en qué puedo ayudarle?

El oficial hizo un gesto general en dirección a los wookiees allí congregados.

—Sólo si puede hacer que una de esas bestias responda a mis preguntas.

Ladridos de altos decibelios y rugidos de furia se alzaron en la multitud.

—Igual prefiere buscar una forma más educada de referirse a los indígenas de Kashyyyk, comandante.

—No estoy aquí para ser diplomático —respondió el oficial desde detrás de su casco con visor en forma de T—. Que aúllen todo lo que quieran. —Miró a Garrote—. Identifícate tú.

—Me conocen como Garrote.

—¿Cuáles son tus tareas aquí?

—Ayudo en el comercio. Probablemente podría prepararle una buena selección de productos, si le interesa.

—¿Qué podría hacer yo con esa leña?

—¿Cómo? ¿No hacen hogueras?

La multitud ladró con carcajadas.

El comandante se llevó a la pistola la mano enguantada.

—Muy pronto habrá suficientes hogueras,
Garrote. Y
podrás verlas sin problemas.

—No sé si entiendo lo que quiere decir, comandante.

El oficial ajustó su postura, preparándose para la acción.

—Kashyyyk da refugio a enemigos del Imperio.

Garrote negó con la cabeza.

—Si aquí hay enemigos del Imperio, los wookiees lo desconocen.

—Aquí hay Jedi.

—¿Quiere decir que se les escaparon algunos?

El comandante alzó la mano izquierda y golpeó en el pecho a Garrote con el índice.

—O se rinden de inmediato ante nosotros o destrozamos este lugar, empezando por ti. —Los soldados comenzaron a desplegarse ante una señal suya—. ¡Registrad la zona de aterrizaje y la ciudad-árbol! ¡Todos los que no sean indígenas deberán ser arrestados y traídos aquí!

Los wookiees emitieron un coro de ensordecedores aullidos.

Garrote retrocedió fuera del alcance del puño blindado del comandante.

—No les gusta que la gente ensucie la ciudad.

—He acabado contigo —dijo el comandante sacando la pistola.

Pero apenas esas palabras escaparon por el vocalizador del casco cuando un wookiee saltó hacia delante, le quitó el arma de la mano y lo arrojó contra el transporte de tropas con tanta fuerza que se quedó en la mano con la armadura del antebrazo y el codo.

Al mismo tiempo, varios clarines wookiees resonaron en la distancia.

Los soldados se volvieron, cubriéndose unos a otros cuando la multitud allí reunida empezó a avanzar hacia ellos.

Un ruido chirriante llenó el cielo occidental. Dos fragatas descendieron de la copa de los árboles para reforzar a los escuadrones de vanguardia y los soldados se precipitaron desde sus bodegas haciendo rapel.

Los recién llegados corrieron hasta la plataforma de aterrizaje parándose en seco al oír el siseo familiar de sables láser encendiéndose.

En el centro de media docena de Jedi enarbolando sables láser había una joven de cabellos negros con el arma colocada a la altura de su hombro derecho.

—Creemos que nos buscáis —dijo.

 

 

Vader estaba en el puente del
Exactor,
contemplando al distante Kashyyyk por los miradores de proa. El comandante Appo se acercó a él desde uno de los monitores de control.

—Lord Vader, ha empezado el conflicto. Los comandantes al mando esperan sus órdenes.

—Llámelos a todos, comandante, y únase a mí en la sala de mando.

Vader dejó el puente y entró en una cabina adyacente cuando las holoimágenes empezaban a definirse sobre un anillo de varios holoproyectores. Appo cruzó la escotilla tras él y se detuvo fuera del perímetro del anillo.

Los miembros del nuevo almirantazgo del Emperador eran humanos, e iban ataviados con pantalones y chaquetas ajustadas. Todos habían sido informados de que debían tratar a Vader con el mismo respeto que mostraban al Emperador, pero Vader podía ver en sus rostros fantasmales que aún no se habían formado una opinión sobre él. ¿Era hombre o máquina, o algo a medio camino? ¿Era clon, apóstata Jedi o Sith?

Kashyyyk les dirá todo lo que necesitan saber,
pensó Vader.

Soy algo a lo que se debe tener miedo
.

—Comandantes, quiero que posicionen sus fuerzas para cubrir los principales centros de población. —Un holomapa brotó de un holoproyector situado fuera del anillo, mostrando la totalidad de Kashyyyk y detallando las ciudades-árbol de Kachirho, Rwookrroro, Kepitenochan, Okikuti, Chenachochan y otras—. Además, quiero cruceros Interdictor destacados para impedir que alguna nave pueda saltar al hiperespacio.

—Almirante Vader —dijo uno de los hombres—. Los wookiees no tienen armas ni escudos defensivos planetarios. Un bombardeo orbital simplificaría mucho las cosas.

Vader decidió no comentar el equivocado título honorífico.

—Quizá sería así, comandante, de ser esto un ejercicio de exterminación. Pero, dado que no lo es, seguiremos mi plan.

—He tenido experiencias con los wookiees —dijo otro—. No aceptarán el cautiverio sin luchar.

—Espero que haya lucha, comandante —dijo Vader—. Pero quiero que se coja con vida a todos los que sea posible. Machos, hembras, crías. Ordenen a sus tropas que los empujen fuera de las ciudades-árbol hasta espacios abiertos. Y luego empleen cualquier medio a su alcance para desarmarlos y someterlos.

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