DARTH VADER El señor oscuro (25 page)

Vader inclinó la cabeza ante Sidious.

—No quise decir nada así, Maestro mío.

Sidious sonrió burlón.

—Igual deseas golpearme. ¿Es eso?

—No, Maestro.

—¿Qué te impide hacerlo? Obi-Wan fue una vez tu Maestro, y estuviste preparado para matarlo. Aunque fallases.

Vader apretó el puño derecho.

—Obi-Wan no entendía el poder del Lado Oscuro.

—¿Y tú sí?

—No, Maestro. Todavía no. No del todo.

—¿Por eso no intentas acabar conmigo? ¿Porque yo poseo poderes que tú no tienes? —Sidious alzó los brazos, mostrando manos contraídas como garras, como si fuera a invocar relámpagos Sith—. ¿Porque sabes que puedo cortocircuitar fácilmente los delicados sistemas eléctricos de tu traje?

Vader no se movió.

—No temo a la muerte, Maestro.

Sidious sonrió malicioso.

—Entonces ¿por qué sigues viviendo, mi joven aprendiz?

Vader miró hacia él.

—Para aprender a hacerme más poderoso.

Sidious bajó las manos.

—Entonces, te lo preguntaré una última vez, Lord Vader. ¿Por qué no intentas matarme?

—Porque es mi camino al poder, Maestro —dijo Vader—. Porque le necesito.

Sidious frunció los ojos y asintió.

—Como yo necesité a mi Maestro... por un tiempo.

—Sí, Maestro —dijo por fin Vader—. Por un tiempo.

—Bien. Muy bien —dijo Sidious sonriendo con satisfacción—. Y ahora estás listo para liberar tu ira.

Vader evidenció confusión.

—Tus fugitivos Jedi, aprendiz —dijo Sidious—. Se dirigen a Kashyyyk. —Inclinó la cabeza a un lado—. Quizá piensan tenderte allí una trampa, Lord Vader.

Vader cerró las manos.

—Ése sería mi más ferviente deseo, Maestro...

Sidious agarró a Vader por los antebrazos.

—Pues ve a por ellos, Lord Vader. ¡Haz que lamenten no haberse escondido cuando tuvieron ocasión!

CUARTA PARTE
Kashyyyk
36

O
lee Starstone y los seis Jedi que se habían unido a ella en su cruzada esperaban, dentro del castigado transporte que una vez perteneció a una guarnición imperial de Dellalt, a que les concedieran permiso para entrar en el espacio de Kashyyyk. Los comandantes de la media docena de corbetas que componían el punto de control no rendían cuentas ante el distante Coruscant, sino ante el gobernador regional acuartelado en Bimmisaari.

Los Jedi habían hecho todo lo posible para hacer que la nave pareciera parte de un transporte militar excedente del ejército. Para ello, y gracias sobre todo a la tripulación de Jula, habían modificado los impulsores para que produjeran una nueva signatura, se le había alterado el perfil y reparado tanto los escudos defensivos como el conjunto de contramedidas defensivas. También habían eliminado la mayor parte de los cañones láser, además de muchos de sus avanzados sensores y escáneres, asegurándose así de que lo que quedaba se atenía a los estándares imperiales. Los androides de mantenimiento del
Bailarín Borracho
habían dado a la nave una capa de pintura rápida y les ayudaron a eliminar algunos de los asientos del centro para crear una cabina que sirviera de espacio comunitario.

Starstone creía que el aspecto de la nave se correspondía ahora con la falsa identidad adoptada por los Jedi, así como con las ropas que ahora llevaban y que les hacían parecer un pintoresco grupo de mercaderes espaciales.

La carlinga del transporte era lo bastante espaciosa como para acomodar a Starstone y a Filli Bitters, junto con Jambe Lu y Nam Poorf, miembros de los Cuerpos Agrícolas del Templo, que ahora se ocupaban de pilotar la nave, y el todavía invidente Deran Nalual, que se sentaba encogido en el estrecho puesto de comunicaciones.

Nadie había dicho ni una palabra desde que Nalual transmitió el código de autorización de la nave al piquete de corbetas. Filli estaba convencido de que la signatura alterada de los impulsores del transporte pasaría sin problemas, pero no estaba tan seguro del código de autorización, ya que llevaba poco tiempo falsificando códigos imperiales.

Starstone posó la mano en el hombro de Jambe, como diciendo:
Procura estar preparado para salir corriendo
.

Jambe estaba centrándose en el manillar cuando una voz oficiosa brotó de los altavoces de la carlinga.


Mercader Vagabundo,
tiene permiso para acercarse a Kashyyyk. El Control de Comercio le proporcionará las coordenadas para la entrada en la atmósfera y el aterrizaje.

—Entendido —dijo Deran al micrófono de sus cascos.

Jambe y Nam conectaron el motor subluz del transporte y empezaron a dirigirlo a través del cordón.

Starstone oyó el suspiro de Filli y se volvió hacia él.

—¿Estás bien?

—Ahora sí —dijo—. Estaba volando a ciegas con ese código.

—Creo que los dos estamos en ese barco —dijo Deran detrás de él.

Starstone tocó a Deran en el brazo y sonrió a Filli.

Éste le devolvió la sonrisa.

—Encantado de ayudarte.

Starstone aún no se había acostumbrado a los frecuentes y torpes requiebros de Filli. Pero, claro, ella ni siquiera era una principiante en ese campo. Consideraba absurda la idea de que el rebanador de pelo blanco sólo fuera un préstamo temporal del
Bailarín Borracho.
Shryne sólo empleaba a Filli para tener controlados a los Jedi, pero se negaba a permitir que eso la molestara. Si las capacidades rebanadoras de Filli podían ayudarla a encontrar Jedi fugitivos, mejor, aunque para ello tuviera que simular que se sentía halagada por sus atenciones, en vez de avergonzada. Cada vez le caía mejor, pero tenía claras sus prioridades, y entre ellas no estaba una relación así.

Ella no era Shryne.

Al principio, se había enfurecido con él y con su persuasiva madre, pero acabó dándose cuenta de que su enfado se debía al apego que sentía por él. Shryne tenía que seguir su propio sendero en la Fuerza, pese a que ella creía en lo contrario, y pese a que lo echaba de menos.

Lo malo es que, así, ella había acabado asumiendo el papel de líder. Tanto Siadem Forte como Iwo Kulka le habían cedido el mando sin dudar pese a ser Caballeros Jedi, pese a tener un rango superior. Claro que hasta Jambe y Nam tenían más rango que ella. Pero, como la búsqueda había sido idea suya, todos le habían concedido su aprobación tácita para que fuera quien planeara la misión.

Prueba evidente de lo desposeídos que se sentían todos,
pensó ella.

Era una misión que no era una misión Jedi, pero que tenía un estrecho vínculo con el hecho de ser un Jedi.

Y hasta el momento la cruzada no había arrojado ningún resultado.

En todos los mundos visitados entre Felucia y Saleucami habían encontrado lo mismo: los Jedi se habían revelado como traidores a la República y habían sido ejecutados por los soldados clon que estaban bajo sus órdenes. Ninguno había sobrevivido. Y ay de quien lo hubiera conseguido, pues el sentimiento antijedi era común en todas partes, sobre todo en el Borde Exterior, entre las poblaciones que se vieron forzadas a participar en la guerra y que ahora se consideraban meros peones en una partida que los Jedi habían jugado para alcanzar el control de la República.

Motivo de sobra para que Shryne le dijera «te lo dije» la próxima vez que se vieran.

Y aunque sólo hubieran pasado pocas semanas estándar desde el final de la guerra, habían notado un cambio dramático. El Núcleo irradiaba miedo con la rápida difusión de los símbolos del Imperio. En mundos donde la paz debía haber ocasionado alivio, prevalecían la desconfianza y la sospecha. La guerra había acabado, pero seguía habiendo brigadas de soldados clon acuarteladas en centenares de mundos, tanto de antiguos separatistas como republicanos. La guerra había terminado, pero los controles de inspección imperial salpicaban las principales hiperrutas y sectores de salto. La guerra había acabado, pero seguían solicitándose reclutas para servir en las fuerzas armadas imperiales.

La guerra había acabado, pero la HoloRed apenas hablaba de otra cosa.

Starstone creía comprender el porqué: porque el Emperador sabía, en las profundidades de su negro corazón, que la próxima guerra no se libraría de fuera hacia dentro, sino de dentro hacia fuera. Que no pasaría ni una generación, mucho menos los diez mil años que Palpatine predijo que duraría el Imperio, antes de que la enfermedad que había arraigado en Coruscant infectara todos los sistemas de la galaxia.

Aun así, y por desesperada que fuera su misión, seguía contando con que los wookiees proporcionasen a los Jedi la esperanza que necesitaban para poder continuar. La información obtenida en la base de datos del radiofaro del Templo decía que había tres Jedi destacados en Kashyyyk: Quinlan Vos, Luminara Unduli y el propio Maestro Yoda, que, según Forte y Kulka, gozaba desde hacía tiempo de una gran relación de amistad con los wookiees.

Si había un planeta donde los Jedi pudieran sobrevivir a la orden de ejecución de Palpatine, ése era Kashyyyk.

—El mundo wookiee —dijo Nam mientras hacía descender la proa del transporte.

El planeta asomó a la vista, rematado de nubes, cuando no verde y azul. Docenas de enormes naves flotaban en su órbita, incluyendo los cascarones perforados de varias naves bélicas separatistas. Los transbordadores y las naves de desembarco emergían y descendían entre las densas nubes de Kashyyyk.

Jambe señaló a una nave separatista, escorada hacia estribor, con el vientre fuertemente agujerado por rayos de turboláser. Un par de naves que más parecían cuernos que naves espaciales estaban conectadas a ella por conductos umbilicales.

—Naves wookiee —dijo Jambe—. Estarán canibalizándola en busca de algo útil.

Filli se inclinó hacia los miradores para ver mejor.

—Cogen la tecnología inmigrante y la vuelven propia. Si les pagásemos los créditos suficientes, podrían construirnos una nave estelar de madera.

Starstone había oído antes algo parecido. Su habilidad manual era el principal motivo por el que los wookiees solían ser presa frecuente de traficantes de esclavos, especialmente de trandoshanos, sus reptilescos vecinos planetarios. Pero no era su habilidad manual lo que llevó a Kashyyyk a los separatistas, o a la Federación de Comercio antes que ellos. Su sistema no sólo estaba cerca de varias hiperrutas importantes, sino que además era un punto de entrada para todo un cuadrante espacial. Se decía que un gremio de cartógrafos wookiees llamado Claatuvac tenía mapas de rutas estelares que no aparecían en las cartas de navegación republicanas o separatistas.

La consola de comunicaciones tintineó con una serie repetitiva de tonos.

—La ruta del Control de Comercio —dijo Deran.

—Asegúrate de que entienden que queremos aterrizar cerca de Kachirho —dijo Starstone.

Deran asintió.

—Transmito nuestra petición. Traslado las coordenadas del rumbo a la consola de navegación.

Nam lanzó una mirada excitada por encima del hombro.

—Hace diez años que quiero visitar Kashyyyk.

—Medio Núcleo querría visitar Kashyyyk —dijo Filli—. Pero los wookiees no sirven a turistas.

—¿Cómo? ¿No hay hoteles de lujo? —dijo Jambe.

Filli negó con la cabeza.

—Igual tienen un detalle y nos proporcionan una tienda de campaña.

—¿Cuántas veces has estado aquí? —le preguntó Starstone.

Él lo pensó un momento y luego se encogió de hombros.

—Diez, doce veces. Solemos venir entre trabajo y trabajo a vender tecnología usada.

—¿Puedes hablar su idioma? —preguntó Nam.

Filli se rió.

—Una vez conocí a un humano que podía ladrar un par de frases útiles, pero lo más que he conseguido decir yo es «gracias», y eso sólo funciona una de cada diez veces.

Starstone frunció el ceño.

—¿Tenemos un androide traductor o alguna clase de emulador?

—No lo necesitamos —dijo Filli—. Los wookiees tienen un equipo de personal de varias especies para que sirvan de intermediarios y les ayuden con el comercio.

—¿Por quién preguntamos? —dijo Starstone.

Filli lo meditó un momento.

—La última vez que estuve aquí, había un tipo llamado Garrote...

 

 

El
Mercader Vagabundo
inició su descenso a la aromática atmósfera de Kashyyyk, y la luz ambiental fue apagándose a medida que la nave atravesaba la cúpula de árboles de trescientos metros de alto hasta llegar a una zona de majestuosos riscos coronados con vegetación. Jambe y Nam ajustaron el rumbo y guiaron el transporte hasta una plataforma de aterrizaje construida en madera a la orilla de un lago. Elevándose majestuosa sobre la plataforma y el lago color aguamarina estaba la ciudad de Kachirho, consistente en un grupo de wroshyrs gigantes con balconadas a diferentes niveles.

Nam estuvo a punto de fallar el aterrizaje en su impaciencia por hacer realidad un sueño de diez años, pero nadie salió herido, a pesar de verse arrojado de un lado u otro. En cuanto dejaron la nave, Filli desapareció para buscar a Garrote.

Starstone miró maravillada a los árboles y los escarpados riscos. Dejando a un lado sus esperanzas de encontrar a Yoda, no podía evitar fijarse en el mundo wookiee, que hacía que los otros planetas que había visitado resultaran prosaicos en comparación.

Tan sólo el paisaje desde la exótica plataforma de aterrizaje resultaba impresionante, con naves yendo y viniendo y grupos de wookiees con sus intermediarios regateando con seres pertenecientes a docenas de especies. Se formaban montones de gigantescos troncos y tableros de madera de grano fino, y el aire estaba lleno con el profundo olor de la savia de los árboles, cargado con el zumbido de las serrerías cercanas. Androides obreros y de protocolo supervisaban la carga y descarga de mercancías movidas por reatas de banthas sin cuernos o por trineos flotantes exquisitamente construidos. Toda esta actividad quedaba oscurecida y empequeñecida por unos árboles que parecían llegar hasta el mismo espacio...

Starstone se había quedado sin aliento. El tamaño gargantuesco de todo hacía que se sintiera como un insecto. Seguía boquiabierta como una turista cuando volvió Filli, acompañado por un humano varón fornido, vestido con pantalones cortos y una camisa sin mangas. Si no era tan peludo como un wookiee, no era porque no lo intentara.

—Garrote —dijo Filli, a modo de presentación.

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