DARTH VADER El señor oscuro (32 page)

—Los gossamos tienen los dedos más largos que yo —dijo ante el brillo escarlata de las luces—. Esto podría llevar cierto tiempo.

—Pues se nos está acabando. —Dijo Garrote—. Conecta ya los cañones principales.

Al otro lado de la escotilla cerrada empezaban a amontonarse los androides de combate que querían abrirse paso hasta el puente.

Filli volvió al trabajo, pero un momento después dijo:

—Uh-oh.

Chewbacca le dirigió un rugido atronador.

—Uh-oh, ¿qué? —preguntó Starstone.

El destructor giró bruscamente y empezó a dirigirse hacia el lado luminoso de Kashyyyk.

—El cerebro quiere terminar la tarea que estaba realizando en el momento de la desconexión —dijo Filli.

Starstone se volvió hacia él.

—¿Cuál era esa tarea?

—Creo que los separatistas estaban perdiendo Kachirho. ¡Está convirtiéndose en una bomba gigante!

—¿Puedes cambiarle la tarea?

—¡Lo intento, pero no me hace caso!

Garrote musitó para sí, y Chewbacca emitió un sonido a medias entre un gruñido y un gemido.

—¡Filli! —dijo Starstone cortante—. Deja que el cerebro crea lo que quiera. Pero asígnale un nuevo objetivo.

La mirada de desconcierto de él dio paso poco a poco a una sonrisa de comprensión.

—Eso puedo hacerlo.

Starstone le devolvió la sonrisa, y luego miró a Garrote.

—Llama al
Bailarín Borracho
y dile que se prepare para recibir invitados.

48

E
n cuanto Jula recibió la noticia de que la nave de desembarco y el transporte salían de la nave bélica del Gremio de Comercio, dejó el
Bailarín Borracho
en las capaces manos de Brudi Gayn y Eyl Dix y se dirigió a la bodega de atraque. Su impaciencia se veía saboteada por el corte de sable láser recibido en Alderaan, así que se movió despacio y con cuidado y llegó justo cuando las dos naves cruzaban la escotilla. Prevenida de que los dos llegaban heridos, había ordenado a los androides médicos de la nave que se reunieran allí con ella.

Prevenida.

Pero no lo bastante para la cantidad de evacuados heridos que salieron cojeando de las naves; wookiees que salían como artistas circenses de un vehículo absurdamente abarrotado, y muchos de ellos en estado grave.

En cuanto a los Jedi, sólo habían sobrevivido cinco de los que bajaron, y a duras penas, a juzgar por su aspecto. Jambe Lu, Nam Poorf y sobre todo Klossi Anno estaban en peor estado que la primera vez que subieron al
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semanas antes.

Hasta los androides médicos estaban superados.

—Esto puede ser excesivo, capitana —dijo uno de ellos detrás de Jula.

—Haced lo que podáis —le dijo al androide.

Pero seguía siendo una visión enervante y sintió algo de pánico. Pero, aun así, las lágrimas que llevaba conteniendo desde que supo del sacrificio de Roan no brotaron hasta ver a Filli y Starstone. Ésta, al verla allí, alterada, llorando sobre las palmas de sus manos, corrió a su lado para envolverla en un abrazo consolador.

Jula se dejó abrazar por un largo momento. Y, cuando por fin se apartó del abrazo, vio que las mejillas de Starstone estaban brillantes por las lágrimas, lo cual la hizo volver a llorar. Acarició suavemente el rostro de la joven.

—¿Qué ha sido de evitar el apego? —dijo Jula, sorbiendo.

Starstone se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

—He perdido esa habilidad. De todos modos, no parece encajar muy bien en el nuevo orden del Emperador. —Sostuvo la mirada escrutadora de Jula—. Tu hijo nos salvó la vida. Intentamos volver a por él, pero...

Jula apartó la mirada.

—Alguien debía intentar detener a Vader.

—No sé si se le puede detener.

Jula asintió.

—Puede que de haber criado yo a Roan, no hubiera salido tan cabezota. —Frunció el ceño alterada—. Hay gente a la que no se le puede convencer para que deje de ser un héroe.

—O un Jedi.

Jula asintió.

—Es lo que quería decir.

Starstone sonrió con tristeza, y luego se volvió para mirar al wookiee y al humano barbudo, que estaban parados al pie de la rampa de descenso del transporte, y hablaban con Filli, Archyr y Skeck. Cogió a Jula de la mano y la llevó hasta la extraña pareja para presentársela.

El wookiee estaba claramente alterado y se apoyaba en la nave, posando la cabeza en sus brazos cruzados, mientras golpeaba el casco con las zarpas.

—Vimos la ciudad-árbol de Chewbacca en llamas —explicó Garrote—. No hay forma de saber si su familia pudo escapar a tiempo.

—Prometí entregarle el transporte —le dijo Starstone a Jula.

Jula miró a Garrote.

—Lo reaprovisionaremos lo antes...

—No es necesario —la cortó Garrote—. Chewie sabe que es demasiado tarde. Cree que podrá hacer más por su pueblo como fugitivo que como prisionero.

El wookiee lo reafirmó con un rugido melancólico.

—Hablas por todos nosotros, Chewbacca.

—Bueno, pues, nos preguntábamos, Chewie y yo, si podríamos quedarnos con vosotros.

El comunicador de Jula sonó mientras ella asentía.

—Capitana, estamos a T-10 del salto al hiperespacio —dijo Brudi desde el puente, casi de forma casual—. Siempre y cuando todo vaya según el plan.

—¿Has podido notificarlo a las otras naves?

—Lo mejor que he podido. Y confío en que el Interdictor no esté escuchando por todas las frecuencias.

—Mira a ver qué opciones de salto ofrece el navegador. Enseguida me reúno contigo.

Jula se alejó de Starstone y los demás para mirar el creciente del lado luminoso de Kashyyyk. Las lágrimas surcaron su rostro cuando dijo en voz baja:

—Te quiero, Roan. Doy gracias a la Fuerza por haberte conocido durante un tiempo. Pero ahora te echaré más de menos que nunca.

 

 

El capitán Ugan, al mando del Custodio estacionado sobre Kachirho, solía negarse a ser molestado cuando estaba en el puente. Pero el oficial Nullip insistía tanto en verlo que por fin dio permiso para que el joven técnico fuera escoltado al puente de mando.

Ugan era un hombre moreno de rasgos afilados. Permaneció sentado, paseando su oscura mirada entre las holoimágenes de la invasión de Kashyyyk y el panorama del planeta que ofrecían los miradores.

—Que sea rápido —avisó a Nullip.

—Sí, señor —prometió el técnico—. Es que estamos recibiendo lecturas inusuales de una de las naves separatistas apareadas en órbita tras la batalla que se libró aquí. Concretamente de un destructor clase Disidente del Gremio de Comercio. He intentado repetidas veces que alguien del departamento táctico llame su atención al respecto, señor, pero...

—¿En qué sentido son «inusuales» esas lecturas, oficial? —le interrumpió Ugan.

—Son lecturas de inicio, señor. —Ante la mirada dubitativa del capitán, Nullip siguió hablando—. Lo sé, señor. A mí también me desconcertó. Por eso me molesté en comprobar personalmente las lecturas. Para mi sorpresa, señor, descubrí que el ordenador central del destructor fue iniciado a distancia para que realizase un examen de diagnóstico, y luego conectó varios sistemas de la nave.

Cuando la expresión de perplejidad de Ugan se profundizó, Nullip activó una pequeña holoplaca que llevaba en la palma de la mano derecha. Una grabación granulada brotó del aparato.

—Ahí puede ver dos naves entrando en el destructor por aquí, por las bodegas de atraque delanteras. —El dedo índice de Nullip aceleró la grabación—. Aquí puede ver cómo las naves lo abandonan. Aún no hemos determinado su destino.

Ugan alzó la mirada de la grabación a Nullip.

—¿Saqueadores?

—Ése fue mi primer pensamiento, señor. Pero, el destructor se puso en movimiento en cuanto salieron las naves.

Ugan se le quedó mirando.

—¿En movimiento? ¿Hacia dónde se dirige?

—Es precisamente eso, señor. Viene hacia nosotros. —Se volvió hacia los miradores delanteros y señaló a una forma oscura que se movía en la oscuridad aún mayor—. Allí mismo, ¿lo ve?

Ugan giró sobre su silla y se dirigió a un oficial de la consola táctica.

—Una nave separatista se nos acerca por babor. ¡Escanéela de inmediato!

Se levantó de la silla y caminó hasta el mirador, con Nullip a un paso detrás de él.

—Capitán —dijo el oficial táctico—, la nave es un destructor de la Confederación pilotado por androides...

—¡Eso ya lo sé! —dijo Ugan, girando sobre sus talones—. ¿Supone algún riesgo para nosotros?

—Estoy comprobándolo, señor.

El oficial dedicó un momento a estudiar los monitores de su consola y luego se volvió hacia Ugan con el rostro ceniciento.

—Capitán, el reactor principal del destructor está entrando en masa crítica. ¡La nave se ha convertido en una enorme bomba!

49

S
hryne estaba tumbado en la cavernosa abertura del wroshyr; el viento tiraba de sus ropajes, la sangre goteaba por las comisuras de su boca y aún luchaba con la revelación que acababan de hacerle.

Vader estaba parado a su lado, con la mano derecha posada en el mango del sable láser, pese a no tener intención de volver a sacarlo del cinto. Un viento fuerte bastaría para arrojar a Shryne a su lugar final de reposo.

Basta con dejar que muera sabiendo que la Orden fue traicionada por uno de los suyos
.

Y, lo que era más importante, la sed de sangre de Vader estaba saciada, reemplazada por una seguridad en sí mismo que no había experimentado nunca. Fue como si hubiera cruzado algún umbral invisible para llegar a un nuevo mundo. Podía sentir el poder del Lado Oscuro pasando a través de él como un torrente helado. Se sentía invulnerable de una forma que no tenía nada que ver con sus prótesis de duracero, su armadura y sus aparatos, que ahora le parecían poco más que un traje. Y había necesitado a un Jedi, a otro Jedi más, para cruzar ese umbral.

Miró a Shryne, el ejemplo de la derrota de la Orden Jedi que debió ser Obi-Wan. Recordó la forma en que Dooku lo había mirado en Geonosis, y la forma en que Anakin había mirado a Dooku en los camarotes del general a bordo del
Mano Invisible
.

Algún día miraría a Sidious del mismo modo.

Tal vez cuando tomara un aprendiz. Alguien con el mismo espíritu rebelde demostrado por Shryne.

Shryne tosió débilmente.

—¿A qué esperas, Skywalker? Mátame. Sólo estás matando a un Jedi.

Vader plantó los puños en las caderas.

—Entonces, acepta la verdad.

—Acepto que Palpatine y tú sois la pareja perfecta... —empezó a decir Shryne, cuando, sin previo aviso, una inmensa explosión hizo que una pequeña región en el cielo oeste se volviera luminosa como el día. Sobre Kashyyyk floreció una bola de fuego que eclipsó las estrellas, expandiéndose y expandiéndose hasta quedar apagada por el vacío del espacio.

Cuando Vader volvió a mirar al Jedi, éste parecía sonreír.

—¿No será una de tus naves? ¿Tu crucero Interdictor, tal vez? —Tosió sangre y una risotada—. Han vuelto a escaparse de ti, ¿verdad?

—Si es así, los encontraremos, y los mataremos.

La expresión de Shryne cambió de pronto, de simple sonrisa a alegría casi exultante.

—Yo he visto esto —dijo, casi para sí mismo—. Yo tuve una visión de esto...

Vader se acercó más para oírle mejor.

—Te refieres a tu muerte.

—Una explosión brillante como una estrella. Un mundo de bosques, defensores intrépidos, naves escapando y... a ti, creo, en el centro de todo. —Sus labios manchados de sangre conformaron una sonrisa sublime, y una lágrima brotó de su ojo derecho—. Skywalker, no importa si los encuentras o no. No importa si encuentras y matas a todos los Jedi que sobrevivieron a la Orden Sesenta y Seis. Por fin lo entiendo... la Fuerza no morirá nunca.

 

 

Vader seguía mirando el cuerpo inerte de Shryne cuando varios soldados salieron de uno de los ingeniosos turboascensores wookiees y corrieron hasta él.

—Lord Vader —dijo el oficial que había entre ellos—, el Interdictor estacionado sobre Kachirho ha sido destruido. Cientos de las naves de evacuación han conseguido saltar al hiperespacio.

Vader asintió.

—Informe a los comandantes de grupo de que continúen con el bombardeo orbital —dijo furioso—. Quiero sacar hasta el último wookiee de su escondite, ¡aunque eso signifique reducir estos bosques a cenizas!

EPÍLOGO

Dos deberá haber; ni más ni menos.

Uno para encarnar el poder, el otro para ansiarlo.

DARTH BANE.

50

U
na holoimagen de Wilhuff Tarkin a la mitad del tamaño real brilló en uno de los holoproyectores con forma de cono que sobresalían del reluciente suelo de la sala del trono.

—El planeta sufrió más daños de los que anticipé —decía el moff—, sobre todo teniendo en cuenta los recursos militares que puse a disposición de Lord Vader. Aunque supongo que no debería sorprenderme por la obstinación de los wookiees.

El Emperador hizo un gesto para quitarle importancia.

—¿Qué es un mundo más o menos cuando se está ordenando la galaxia?

Tarkin se tomó un momento para replicar.

—Tendré eso en cuenta, mi señor.

—¿Qué hay de los wookiees en sí?

—Conseguimos reunir unos doscientos mil y llevarlos a campos de concentración en el archipiélago Wawaatt.

—¿Pudo acomodar tantos?

—Podemos acomodar al doble.

—Ya veo. Entonces, tiene mi permiso para transportar a los esclavos hasta el arma.

—Gracias, mi señor.

—Asegúrese de informar al gobernador regional de sus actividades, pero sin mencionar el destino final de los wookiees. Ah, y procure cubrir bien su rastro, moff Tarkin. Ya se están haciendo preguntas. —El Emperador hizo una pausa, y luego se inclinó hacia delante para añadir—: No quiero problemas.

Tarkin inclinó la cabeza en reverencia.

—Comprendo la necesidad de la máxima discreción, mi señor.

—Bien. —El Emperador se echó hacia atrás—. Y dígame, ¿qué opina de la forma en que Lord Vader llevó la ocupación de Kashyyyk?

—Probó ser muy capaz, mi señor. Ninguno de los que participaron en la operación olvidará pronto su... ¿podríamos llamarlo dedicación?

—¿Están los comandantes de la tropa de acuerdo con su valoración?

Tarkin se frotó el rostro de afilados pómulos.

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