DARTH VADER El señor oscuro (11 page)

Sus ojos se abrieron mucho al ver a Vader.

—Están desarmados, Lord Vader —anunció uno de los soldados.

—Nos metimos de polizones sin que lo supiera el capitán —dijo el hombre—. Sólo queríamos llegar a Ord Mantell.

—No sois polizones —dijo Vader—. Pagaron muy bien al capitán para que os llevara a bordo de la nave, y también prometieron pagaros a vosotros.

La chica empezó a temblar de miedo.

—No sabíamos que hacíamos algo ilegal. No somos contrabandistas ni criminales. Le digo la verdad. ¡Sólo lo hicimos por los créditos!

Vader la estudió.

—Quizá me piense el perdonaros la vida si me decís quién os contrató para realizar este engaño.

El hombre apretó los labios y tragó saliva antes de hablar.

—Hombres de Cash Garrulan.

Vader asintió.

—Tal y como sospechaba. —Se volvió hacia Appo—. Comandante, ¿han detectado ya algo los escáneres del
Exactor?

—Todavía nada.

—Lo detectarán, muy pronto.

Vader se volvió al jefe de pelotón de los soldados.

—Encierre a esos dos con la tripulación.

El color abandonó el rostro de la chica.

—Pero, usted dijo...

—Que me pensaría el perdonaros —la interrumpió Vader.

—Lord Vader, nuestros sensores han encontrado algo —dijo de pronto Appo—. La nave es sólo un caza planeador que ha despegado de las afueras de la ciudad de Murkhana. Pero su rumbo la hará pasar cerca de la anterior posición del
Exactor,
e intenta evadir nuestros escáneres.

—Los Jedi van a bordo de esa nave. ¿Podemos interceptarlos desde nuestra actual posición, comandante?

—No. El caza planeador está fuera del alcance del rayo tractor.

Vader gruñó molesto.

—Tenemos que remediar eso. ¿Está preparado mi caza?

—En la bodega tres, listo para despegar.

—Busque a dos pilotos para que sean mis compañeros. Dígales que se reúnan conmigo en la bodega. —Vader se echó atrás la capa con un encogimiento de hombros—. Y, comandante, el virrey intentará huir de Murkhana. No se moleste en capturarlo. Dispare contra su nave y asegúrese de que mueran todos los que vayan a bordo.

 

 

El caza planeador, una nave de anchas alas con una aleta transversal, había sido modificada para volar por el espacio. La carlinga se había agrandado para acomodar a un piloto y un copiloto, y se había añadido una carlinga de artillero a la sección de cola. Shryne iba sentado delante, Starstone a popa, y en el asiento del piloto iba Brudi Gayn, que solía hacer trabajos ocasionales para Cash Garrulan. Era un humano larguirucho, de pelo oscuro y unos cuantos años más viejo que Shryne, que hablaba básico con fuerte acento del Borde Exterior.

Shryne tenía claro que era el piloto más despreocupado con el que había volado nunca. De separarse un poco más del panel de instrumentos acabaría al lado de Starstone. Su forma de coger el manillar era negligente, pero controlaba la nave con maestría y no se le escapaba nada.

—Vaya, nos tienen bien localizados —le dijo a Shryne y Starstone a través del comunicador del casco—. Parece que en algún momento del futuro habrá que mejorar nuestras contramedidas.

Muy a estribor se veía la enorme nave de guerra de Vader, visible sólo a través de la ventana triangular de transpariacero del caza planeador.

—No me gusta nada el aspecto de esos nuevos destructores clase Imperator fabricados en cadena —continuó Gayn—. Carecen del toque artístico de los viejos Acclamators y Venators, incluso de los Victoria Dos. —Negó decepcionado con la cabeza—. Carecen de elegancia.

—Consecuencias de la guerra —dijo Shryne por el comunicador.

La consola emitió un tintineo de alarma, y Gayn se inclinó un poco hacia delante para estudiar uno de los monitores.

—Por la cola se acercan tres naves. Sus signaturas los identifican como dos Ala-V y lo que podía ser un interceptor Jedi modificado. ¿Será el tal Vader?

—Es una buena posibilidad.

—Parece que el Imperio es tan poco exquisito utilizando maquinaria Jedi como cacharros separatistas.

—Es evidente que, a nuestra manera, seguimos sirviendo a Palpatine.

—¿Sois conscientes de que esos tres cazas vienen a por nosotros? —interrumpió Starstone.

—Gracias por la información, dulzura, pero estamos al tanto —dijo Gayn.

—Aquí tienes otra información, pilotito. Nos ganan terreno. ¿No puedes acelerar algo más esta chatarra? Es tan letárgica como tú.

Gayn soltó una risita.

—Siempre podemos expulsar al artillero de cola. Seguro que eso nos aligera.

—Mejor suelta algo del aire caliente que llena tu persona —replicó Starstone.

—Uf. ¿Siempre es así, Shryne?

—Era bibliotecaria. Ya sabes cómo son.

—Una bibliotecaria con la Fuerza... Peligrosa combinación. —Rió para sus adentros—. ¿Qué pasará ahora con la Fuerza? Sin la Orden Jedi, quiero decir.

—No lo sé —dijo Shryne—. Igual entra en hibernación.

Gayn meneó la cabeza de lado a lado.

—Pues ahí viene algo para enseñarte que la Fuerza no es lo único que está ahora en juego.

Shryne miró en la dirección indicada por la diestra enguantada de Brudi Gayn y vio un veloz esquife espacial acercándose en rumbo de intercepción al caza planeador.

—Espero que esté de nuestro lado.

Gayn volvió a reírse.

—Es nuestro billete de salida.

 

 

Vader estaba dentro de la carlinga de su interceptor negro, en pleno control de la situación. Había puesto al mínimo el compensador de inercia del caza y se sentía revitalizado por la experiencia de sentirse casi sin peso. En otra vida había volado sin casco o traje de vuelo, y ahora, al liberarse del dominio de la gravedad, se sentía libre pese a cargar con esos accesorios necesarios.

Esta no era la nave que Anakin Skywalker había pilotado hasta Mustafar, y el androide astromecánico del caza tenía la cúpula negra. Tampoco era la nave que habría elegido él. Pero le serviría, al menos hasta que Sistemas Sienar completara el caza encargado según sus especificaciones.

Después de todo, y a pesar de lo que había perdido, seguía siendo el mejor piloto de la galaxia.

La ventaja del caza planeador se evaporaba a medida que hacía ajustes y aumentaba la velocidad. El vehículo elegido por los Jedi para escapar reflejaba la desesperación que debían de sentir, puesto que carecía de hipermotores de alguna clase. Pero Vader se daba cuenta de lo que tenían en mente. Esperaban reunirse con el esquife sorosuub que ahora mismo se dirigía hacia ellos. Y el plan habría funcionado si hubiera creído al gángster twi’leko. Pero como no había sido así, los Jedi no tendrían tiempo para abordar la nave más grande. Para entones, tanto el caza planeador como el esquife estarían al alcance de sus torpedos de protones.

—En formación conmigo —dijo a los pilotos clon de los Ala-V de escolta—, y disparen a mi señal. No hay necesidad de capturarlos con vida.

—Lord Vader, hemos identificado la nave sorosuub —respondió uno de los pilotos—. Está registrada en Murkhana. Su dueño es Cash Garrulan.

—Bueno, esto se ha acabado —dijo Vader, sobre todo para sí mismo.

—Pero hay algo más, Lord Vader. El caza planeador parece equipado con anillos adaptadores externos.

Vader miró al monitor centrado en el caza planeador y ordenó al androide astromecánico que mostrara al esquife en un monitor secundario.

Lo comprendió al momento.

—A toda velocidad —ordenó a los pilotos clon—. Esto no es una cita. Disparen los torpedos de protones en cuanto los objetivos estén a nuestro alcance.

Iba a ir muy justo, comprendió Vader.

Armó el cañón láser del caza. El caza planeador volaba más rápido de lo que habría creído posible. El piloto era bueno y hábil. A esa distancia le sería muy difícil ponerlo en la mira del láser.

El astromecánico envió una actualización al monitor de la carlinga, al tiempo que la voz de un piloto de la escolta brotaba de la consola del comunicador.

—Lord Vader, el esquife está posicionando un acelerador de hiperimpulso en el camino del caza planeador.

Los filtros de visión de la máscara de Vader le proporcionaron un primer plano del anillo rojiblanco de hipermateria. Apretó rápidamente los disparadores del manillar y una salva de rayos carmesí brotó de los cañones láser del interceptor. Pero era improbable que los rayos llegaran a alcanzar sus objetivos, porque éstos se habrían marchado ya.

Aun así, dio plena potencia al impulsor iónico, mientras veía cómo el caza planeador encajaba limpiamente en el anillo acelerador y daba el salto a la velocidad de la luz. Una fracción de segundo después, el esquife de Cash Garrulan conectaba su hiperimpulso y desaparecía.

Vader permitió que su caza redujera la velocidad y miró derrotado al distante firmamento estrellado.

Tenía mucho que hacer si quería volver a sentirse entero.

Uno de los pilotos llamó.

—Estamos calculando los vectores de escape, Lord Vader.

—Borre los cálculos, piloto. Si los Jedi están tan decididos a desaparecer, que lo hagan.

TERCERA PARTE
Centro imperial
17

P
uedo asegurarles que no pienso deshacer el Senado —dijo el Emperador al pequeño grupo que había citado en sus nuevos aposentos—. Y, lo que es más, no quiero que se consideren ustedes simples accesorios que sólo sirven para ratificar leyes y facilitar las tareas de gobierno. Necesitaré su consejo para crear leyes que ayuden al progreso y la integridad de nuestro imperio.

Guardó silencio por un momento, antes de dejar caer la bomba.

—La diferencia consistirá en que una vez haya considerado sus aportaciones y las de mis consejeros, mi decisión será definitiva. No habrá debate alguno, ni citas de precedentes constitucionales, ni capacidad de veto, ni procedimientos o demoras en los tribunales. Mis decretos se emitirán simultáneamente en todos los mundos constituyentes, y tendrán un efecto inmediato.

El Emperador se inclinó hacia delante en el sillón de respaldo alto que era su trono temporal, pero no tanto como para que su rostro desfigurado asomara a la luz.

—Compréndalo; ya no sólo representan a sus mundos. Coruscant, Alderaan, Chandrila... y esos miles de mundos alejados del Núcleo Galáctico son como células de un mismo imperio, y lo que afecta a uno nos afecta a todos. No se tolerará ningún altercado. Las trifulcas interplanetarias o las amenazas de secesión serán objeto de duras represalias. No he dirigido nuestros destinos durante tres años de guerra galáctica para permitir que ahora resurjan viejos hábitos. La República está extinta.

Bail Organa apenas conseguía no removerse en su asiento, como ya hacían otros de los invitados del Emperador, sobre todo los senadores Mon Mothma y Garm Bel, en lo que casi era abierto desafío. Pero el Emperador se fijaba en todo, y lo hacía sin que la mayoría de sus invitados fuera consciente de ello.

Los nuevos aposentos del Emperador, la sala del trono a efectos prácticos, ocupaban el piso superior del edificio más alto de Coruscant, y estaban diseñados para parecerse más al despacho que Palpatine tenía bajo la Rotonda del Senado que a sus antiguas habitaciones en el Edificio Administrativo del Senado.

La sala aséptica estaba dividida en dos niveles unidos por una escalera corta y ancha, con grandes ventanales de permeoplástico cubriendo el tercio superior. Dos cabinas con forma de cono flanqueaban la bruñida escalera, con un Guardia Rojo, un guardia imperial, apostado en cada una, y tras ellos, los consejeros del Emperador. El centro de las brillantes tarimas estaba ocupado por el trono, cuyo respaldo se elevaba en un arco sobre la cabeza de Palpatine, sumiéndolo en perpetua sombra, del mismo modo que la capucha de su capa escondía su rostro enjuto y profundamente arrugado. En los anchos reposabrazos había sencillos paneles de controles en los que tecleaba de vez en cuando con sus delgados dedos.

En los pasillos del Senado corrían rumores de que el Emperador tenía una segunda suite más privada en la cima del edificio, junto con alguna clase de instalación médica.

—Si Su Majestad me lo permite —dijo el senador humano de Commenor con un tono apropiadamente deferente—. Quizá pueda usted arrojar alguna luz sobre la forma en que nos traicionaron los Jedi. Ya será usted consciente de que la HoloRed parece reticente a proporcionar detalles al respecto.

El Emperador emitió un sonido burlón, al estar más allá de la necesidad de emplear la diplomacia o el engaño para conseguir sus fines.

—La Orden se merecía lo que le pasó por engañarnos haciéndonos creer que me servían a mí al serviros a vosotros. La complejidad de su nefando plan sigue asombrándome. Nunca llegaré a comprender por qué no intentaron matarme hace tres años, cuando no habría podido enfrentarme a ellos. Y esta vez habría muerto de no ser por la actuación de mis guardias y de nuestros soldados.

Los ojos incoloros de Palpatine se nublaron de odio.

—De hecho, los Jedi creían poder controlar la galaxia mejor que nosotros, y estaban dispuestos a prologar una guerra sólo para mantenernos indefensos y a merced de su traición. Su famoso Templo era un fuerte, una base de operaciones. Acudieron a mí diciéndome que habían matado al general Grievous, afirmando que era un ciborg, y decidieron arrestarme porque me negué a aceptar su palabra de que la guerra había acabado de pronto y que los separatistas habían sido derrotados.

»Cuando envié una legión de soldados a razonar con ellos, desenvainaron los sables láser y plantaron batalla. Hay que agradecer nuestra victoria al Gran Ejército. Nuestros nobles comandantes advirtieron la traición de los Jedi y ejecutaron mis órdenes enérgicamente. El mero hecho de que lo hicieran, sin preguntas, sin dudas, me dice que los soldados ya tenían alguna sospecha de que los Jedi estaban manipulando la situación.

»Después de todas estas semanas, seguimos sin una confirmación de la muerte del virrey Gunray y sus poderosos aliados. El hecho de que sus androides de combate y sus máquinas de guerra permanezcan inmóviles en cientos de mundos podría considerarse un indicio de su rendición. Pero no por ello hay que dejar de centrar nuestra atención en asentar el Imperio mundo a mundo.

Palpatine se retrepó en su asiento.

—La Orden Jedi es un ejemplo de que no podemos permitir que nadie se haga lo bastante poderoso como para representar una amenaza a nuestros designios, o a las libertades de que disfrutamos. Por eso es esencial que aumentemos y centralicemos los ejércitos, tanto para preservar la paz como para proteger al Imperio de los inevitables intentos de insurrección que se sucederán con toda seguridad. Con este fin, he ordenado la producción de nuevas clases de cazas y naves capitales, apropiadas para ser dirigidas por oficiales y tripulación no clon, salidos de academias imperiales integrados por candidatos procedentes de las escuelas de pilotaje de los sistemas estelares ya existentes.

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