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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Desafío (31 page)

Poniendo mucho cuidado para que Haven no se dé cuenta, le pido ayuda a Damen. Le envío un mensaje telepático con la imagen que se desarrolla ante mí.

Sé que aparecerá en un momento.

Lo único que tengo que hacer es aguantar hasta entonces.

—Escucha, Haven… —empiezo a decir, pero no me deja llegar muy lejos.

Lo ha visto.

Ha visto el cambio que se ha producido en mí.

Y no piensa darme más tiempo.

Antes de que pueda evitarlo, vuelve a coger a Jude por el cuello, aparta la pantalla de la chimenea de una patada y sujeta la camisa de Roman junto al fuego.

Le tiemblan los dedos, y la camisa se balancea precariamente.

—No tiene sentido desperdiciar más tiempo, ¿verdad? —dice sin apartar la vista de mí mientras las llamas chisporrotean junto al tejido blanco—. Ha llegado el momento de decidir, Ever. La elección es tuya, y solo tuya. ¿Qué va a ser? ¿Una vida de revolcones felices y eternos, o la posibilidad de que Jude disfrute de una larga existencia?

Jude ahoga una exclamación y forcejea para intentar liberarse, pero cuando me mira, en lugar de una súplica de ayuda, sus ojos solo piden perdón. Haven lo aprieta más fuerte, con lo que el suministro de oxígeno se reduce todavía más, pero aun así me permite ver el interior de su cabeza.

Ha venido aquí por mí.

Quería cumplir su palabra, demostrar que lo único que quiere es verme feliz. Quería enmendar todos los errores que cometió meses atrás, aquí, en esta misma casa. Y ahora está dispuesto a morir si es necesario. Está dispuesto a sacrificarse para que yo consiga lo que quiero, para acabar de una vez.

—¡
Hazlo!
—me dice. Sus sensaciones son tan cariñosas, tan cálidas, que me dejan sin aliento—.
Por favor, solo quiero que seas feliz. Además, gracias a todo lo que me has mostrado, a todo lo que he descubierto en Summerland, ya no tengo miedo. Considera esto mi regalo final. Me estrujé el cerebro buscando una forma de compensarte y al final recordé la camisa de Roman; recordé cómo reaccionaste el día que derramé el café y se me manchó la manga. Y, después de sumar dos y dos, me di cuenta de que esta sería la solución perfecta
.

Aunque cierra los ojos, sus pensamientos no se detienen.


Pero lo único que he conseguido es empeorar las cosas, y lo siento mucho. De verdad que lo siento. Solo quiero que sepas que mi amor siempre ha sido verdadero, que mis intenciones siempre han sido buenas. Nunca quise hacerte daño
.

Contengo un sollozo y trago saliva para aplacar el nudo que me cierra la garganta. Parpadeo para suavizar el escozor de las lágrimas y paseo la mirada entre Jude y la camisa que Haven sujeta a escasos centímetros de las llamas.

Y de repente sé que lo único que tengo que hacer para conseguir lo que he buscado durante tanto tiempo es tomar la decisión que ambos me suplican que tome.

Jude ya me ha dado su consentimiento. Prácticamente me ha suplicado que lo haga.

Y Haven… Bueno, Haven apenas puede contener su entusiasmo. Esta es justo la clase de situaciones que le encantan.

Lo que más le gusta en el mundo.

Así pues, respiro hondo y permito que la palabra «perdóname» salga de mi mente hacia la de Jude. Luego me vuelvo hacia Haven.

—¿Sabes?, este es uno de los jueguecitos de mierda que le gustaban a Roman. Y te digo lo mismo que le dije a él: no pienso volver a jugar nunca más.

Capítulo treinta y ocho

P
or la forma en que me mira, está claro que Haven no puede creer lo que acaba de oír.

Así que se lo repito, para que no le quede ni la menor duda.

—En serio. No pienso elegir. No pienso jugar a este juego. Tendrás que pensar en otra cosa… Y espero que sea algo más original, menos trillado. Tómate el tiempo que necesites. —Me encojo de hombros con un movimiento deliberadamente sereno—. No tengo prisa. Aunque quizá quieras darle un respiro al pobre Jude; a menos, por supuesto, que hayas decidido matarlo de todas formas, en cuyo caso puedes apretarle el cuello aún más y acabar con el asunto. Hagas lo que hagas, seguiré aquí. No voy a irme a ninguna parte hasta que consiga lo que he venido a buscar.

Las manos de Haven empiezan a temblar por el esfuerzo y por la rabia, que la consume de nuevo. Su mirada abrasadora y llena de odio me recorre de arriba abajo.

—Lo creas o no, Ever, voy a quemar esta camisa y a matar a Jude, y no podrás hacer nada para impedirlo.

—No, no lo harás. —Mi voz no vacila. Noto que ha aflojado la mano un poco, pero hago lo posible para que ella no se dé cuenta. No quiero que vuelva a apretarla y le cause más dolor a Jude—. Hay al menos dos buenas razones por las que sé que ni siquiera lo intentarás.

Haven se estremece, todo su cuerpo tiembla a medida que pierde las fuerzas que ha conseguido conservar hasta ahora.

—La primera es que ya hace bastante que tomaste el último trago y empiezas a sufrir el síndrome de abstinencia. —Niego con la cabeza y chasqueo la lengua con una expresión de lástima y desaprobación—. Mírate, Haven. Tienes los ojos hundidos, la cara chupada y no dejas de temblar. Roman tardó años, probablemente siglos, en alcanzar la clase de tolerancia al elixir que tú has adquirido en unos cuantos meses. No lo controlas, estás desquiciada. Mírate bien, ¿quieres?

—¿Y cuál es la segunda? —pregunta con una voz ronca y maliciosa que deja entrever lo mucho que me desprecia.

—La segunda. —Sonrío sin apartar los ojos de los suyos—. La segunda es que estás a punto de estar en minoría. Damen está aquí.

Puedo sentir su presencia. Lo noto en el camino de entrada, atravesando la puerta principal, abriéndose camino entre el laberinto del pasillo. Le advierte a Miles que se quede atrás y que no se involucre más, justo antes de entrar en el salón a la velocidad del rayo. Y es entonces cuando Haven los ve. Ve a Damen, de pie a mi lado, y a Miles, que se asoma por la puerta, desoyendo el consejo de quedarse al margen.

—Vaya, mira qué bien… —dice con los ojos entrecerrados—, Damen ha traído su propio equipo de apoyo. ¡Qué encanto!

Me doy la vuelta y echo un vistazo a Miles. Su aura se encoge y sus hombros se encorvan. Se arrepiente de haber entrado en la estancia en cuanto ve el horripilante aspecto de su antigua mejor amiga.

Haven echa chispas por los ojos a causa de la furia.

—Has elegido el bando equivocado, Miles. —Entorna los párpados aún más, hasta que sus ojos se convierten en dos rendijas rojas—. No puedo creer que me hayas traicionado.

Miles afronta su mirada. Si está asustado, no se le nota. Endereza la espalda, cuadra los hombros y se peina el pelo con los dedos. Su aura resplandece y se hace más fuerte.

—No he elegido nada. Puede que no apruebe tus últimas decisiones, puede que me haya distanciado un poco, pero en lo que a mí respecta nunca hemos dejado de ser amigos. Lo digo en serio, Haven. Hasta el momento he pasado por tu fase de bailarina, por tu fase de pija, por tu etapa gótica, por tu etapa emo y por tu fase superhorripilante de bruja inmortal. —Encoge los hombros con indiferencia mientras se toma un instante para examinar el salón—. Y el hecho es que no voy a irme a ninguna parte. Para empezar, aún no te he dado por perdida, y para seguir… bueno, siento curiosidad por saber qué papel vas a elegir ahora.

Haven pone los ojos en blanco.

—Bueno, detesto tener que decírtelo, pero no va a haber otro, Miles —dice con una voz más ronca que nunca—. Tanto si te gusta como si no, esto es lo que hay. Esta es mi nueva y mejorada versión de mí misma. Estoy completamente «actualizada». Soy todo lo que estaba destinada a ser.

Miles niega con la cabeza.

—Me encantaría que lo pensaras mejor, o que te miraras en un espejo, al menos.

Pero si Haven lo oye, lo obvia por completo para centrar su atención en Damen.

—Bueno… Damen Auguste Esposito. —Sonríe de forma chabacana, con un brillo diabólico en sus ojos rojos.

Ha utilizado el nombre que le pusieron hace muchísimo tiempo, cuando sus padres fueron asesinados y lo encerraron en el orfanato en el que vivió hasta que la peste negra arrasó la zona y él pudo librarse gracias al elixir. Es un nombre que no ha usado desde hace varios siglos, y tardo un instante en reconocerlo.

—Lo sé todo sobre ti —asegura Haven—. No sé si Ever te lo ha mencionado o no, pero Roman guardaba muy buenos registros. Unos registros de lo más detallados. Y tú… bueno, digamos que has sido un chico muy, muy malo, ¿no es así?

Damen hace un gesto de indiferencia con los hombros y pone mucho cuidado en mantener una expresión serena que oculte bien sus emociones.

—Te he traído más elixir. He dejado una caja grande junto a la puerta y, créeme, hay mucho más en el lugar en el que lo cogí. Así que ¿por qué no vienes conmigo y le echas un vistazo? Puedes probarlo también, si quieres.

—En vez de eso, ¿por qué no me ahorras el trabajo y me lo traes aquí? —Bate las pestañas e intenta esbozar una de sus antiguas sonrisas: mona, encantadora, coqueta, con una pizca de adorable picardía. Pero se ha alejado tanto de la antigua Haven que solo consigue una mueca espeluznante—. Como puedes ver, estoy un poco ocupada. Ever y yo estábamos ultimando los detalles de un pequeño trato que hemos hecho y, si no me equivoco, que te haya llamado significa que ya no confía en mí. Algo bastante irónico si consideramos que fue ella quien me hizo así y que, por lo que he leído en los diarios de Roman, tampoco tiene ninguna razón para confiar en ti, ¿no crees?

—Olvídate de los diarios —le digo, impaciente por acabar de una vez—. Lo sé todo, Haven. No tienes nada con lo que chantajearnos, así que ¿por qué no…?

—¿Estás segura de eso? —Nos mira a los dos, como si supiera algo y estuviera ansiosa por soltarlo—. ¿Conoces su pasado con Drina? ¿Sabes que fingió su propia muerte en un incendio? ¿Conoces a la pequeña esclava a la que robó y apartó de su familia? ¿Sabes todo eso? —Esta vez también mira a Jude, pero él afronta su mirada sin revelar nada.

—Lo sabe. —Damen clava los ojos en ella—. Y, para que conste, yo no robé a la esclava, la compré para liberarla. Por desgracia, así se hacían las cosas en aquella época. Fue un momento muy oscuro de nuestra historia. Pero no creo que en realidad te interese revivir aquello, así que, por favor, no malgastes nuestro tiempo con estupideces. Suelta a Jude y entréganos la camisa. ¡Ahora!

—¡¿Ahora?! —replica con un chillido al tiempo que enarca las cejas—. Ay, no, creo que no lo haré. Ni ahora ni en ningún otro momento, la verdad. Así no se juega este juego. De hecho, eso iría contra las reglas. En resumen, hay que tomar una decisión. Podéis hacer dos cosas: A, salvar a Jude, o B, salvar la camisa. Así que dime, Damen, ¿qué va a ser? ¿La vida de una persona o tu interés personal? Esto es lo que Roman le hizo a Ever cuando ella me dio el elixir, aquí, en esta misma estancia; al menos, eso es lo que afirma ella. No lo sé con seguridad, ya que yo estaba inconsciente. No obstante, sí que recuerdo que todo ocurrió en ese sofá. —Sacude la cabeza para señalarlo—. Y supongo que esa es la razón por la que ella se niega a jugar otra vez. Debe de ser un recuerdo doloroso, porque está claro que se arrepiente de la decisión que tomó. Es evidente que desearía haberme dejado morir. Pero que ella no quiera jugar no significa que tú no puedas hacerlo. De modo que dime, Damen, ¿qué elegirás? Si me lo dices, será tuyo para siempre.

Damen la mira y se prepara para atacar, para acabar con ella y poner fin a todo esto. Puedo sentir cómo cambia su energía. Puedo ver el plan que toma forma en su cabeza. Pero me apresuro a advertirle de que no lo haga; le suplico que se calme y que no haga nada. Haven le está tendiendo una trampa. Tiene que ser una emboscada, porque hay demasiado en juego para arriesgarse así.

—Haven, nadie va a elegir nada —le digo—. Porque nadie va a jugar a tu estúpido jueguecito. ¿Por qué no sueltas a Jude, nos entregas la camisa e intentas controlarte un poco? Tienes que arreglar tu vida. Lo creas o no, todavía estoy dispuesta a ayudarte. Todavía estoy dispuesta a dejar lo pasado atrás para que puedas recuperarte. En serio. Solo… entrégame la camisa y suelta a Jude…

—¡Elige! —grita. Su cuerpo tiembla de manera descontrolada, y se me cierra la garganta al ver lo cerca que está la camisa del fuego—. ¡Elige de una puñetera vez!

Y aunque habla en serio, aunque sus ojos arden de furia, yo no hago más que mirarla a los ojos y negar con la cabeza.

—Está bien. —Su expresión está cargada de odio—. Si vosotros dos no queréis elegir, yo elegiré por vosotros. Pero recordad que tuvisteis vuestra oportunidad.

Se vuelve hacia Jude y separa los labios como si fuese a decir algo. Algo como «Adiós» o «Buena suerte» o «Buen viaje» o… o cualquier cosa por el estilo.

Pero no es real.

Está montando un numerito.

Quiere que pensemos que a Jude no le queda mucho en este mundo, aunque a ella la vida de Jude le importa un comino.

Es a mí a quien quiere hacer daño.

Es a mí a quien quiere destruir.

Y está decidida a arrebatarme todos mis sueños y esperanzas.

Así que ataco.

Justo cuando Damen salta para salvar a Jude y Jude ataca para matar a Haven.

Cierra los dedos en un puño y apunta a la parte central de su torso, hacia el tercer chakra, su punto más débil. Tal y como le enseñé.

Lo malo es que no acierta.

Porque Damen lo intercepta sin querer y lo derriba justo en el último segundo.

Entretanto, Miles, en un impulso noble y estúpido, corre a ayudarme, pero solo consigue caer en las garras de Haven, que ahora sujeta la camisa con una mano y a su mejor amigo de la infancia con la otra.

Aprieta los dedos con fuerza en torno a su cuello mientras Miles patalea, jadea y lucha por liberarse.

Y me basta mirarla a los ojos para saber que va en serio.

Para ver lo siniestra y malvada que se ha vuelto.

Todo lo que compartieron ya no significa nada para ella.

Piensa matarlo solo para herirme.

Para obligarme a elegir, lo quiera o no.

Me dedica una última sonrisa horrible mientras aprieta el cuello de Miles con tanta fuerza que los ojos están a punto de salírsele de las órbitas. Un instante después suelta un alarido eufórico y arroja la camisa al fuego, donde las llamas la reciben con avaricia.

Todo ocurre muy rápido, en menos de una fracción de segundo, aunque a mí me da la sensación de que la escena transcurre a cámara lenta.

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